Somnium
Por Lee B. Renoir
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Somnium - Lee B. Renoir
jamás.
Prólogo
¿Han escuchado la canción The Girl From Ipanema? Fue compuesta por Antonio Carlos Jobim, y siempre la ponen en las películas como la típica canción de elevador. Sí, sería una escena divertida si en los elevadores en México pusieran música, pero no lo hacen, o al menos en ese momento no había música, solamente el ruido mudo del elevador subiendo. Difícilmente se podía respirar algo agradable, el hombre a mi lado estaba perfumado en exceso, opuesto a este, un niño con olor a dulce de fresa, lo cual odio, con una madre que obviamente fuma pues también su «aroma» la delata. Dejando a un lado los olores puedo decir que el ambiente tampoco es agradable, la puerta de metal, el espacio estrecho, en fin no pude escoger mejor día o mejor lugar.
La mujer y su niño bajan en el siguiente piso, mientras que el hombre de traje baja conmigo en el último, aunque nos vamos en sentidos opuestos. La gente va y viene, ocupada, pensando en sus propios asuntos, como yo lo hago, como todo el mundo lo hace. No hace mucho tiempo la gente solía saludar con «buenas tardes o buenos días», nunca pude disfrutar de esa cordialidad, puesto que fue una época que no conocí, yo no había nacido, sin embargo no me cansaba de escuchar las historias nostálgicas que siempre tienen las personas acerca de su pasado, porque el pasado suele ser recordado más hermoso o más cruel de lo que fue.
Veo la ventana con las marcas de suciedad, revelando que recién ha llovido, aún así puedo ver a través, puedo ver una ciudad, todos van y vienen, el mundo gira para todos, ellos tienen ocupaciones, el tiempo aún corre, aunque para mí es el final.
Con un cuchillo, que llevaba escondido, empiezo a golpear el vidrio con desesperación, hasta lograr hacer un agujero y tras enterrar unos fragmentos de vidrio en mi mano, no me detengo. Claro que mi acto no pasó desapercibido, ya que un par de personas me sujetaron por detrás para detenerme, tomando con fuerza mis brazos mientras forcejeaba brutalmente. El cuchillo cayó de mi mano y me alejaron de la ventana, y así una vez más mi intento fue fallido.
Librarse de las pesadillas es difícil, sobretodo después de entender que nunca van a desaparecer. Acudes a las medidas más desesperadas. Algunas veces sentirte ahogado es de las peores sensaciones que se pueden tener, pero después de ahogarme tantas veces llegué a acostumbrarme y hasta disfrutarlo. Quizá esta no sea de las historias que quieran conocer, y créame a mi tampoco me gustaría que supieran, pero me dedico a escribir, es lo que hago y lo que me mantuvo con cordura durante mucho tiempo, así que por ello tengo que contarlo, de principio a fin o al revés.
1
Yo escribo, me gusta hacerlo, liberar mis emociones en palabras y deshacerme de las páginas que me lastiman. Solía escribir de todo, ideas, sueños, pensamientos y memorias, el problema en ello fue combinar todo en una misma libreta.
Confundir las pesadillas con los recuerdos es algo que poco a poco empeoró el último año, y dormir empezó a causarme miedo, pensaba que el insomnio lo solucionaría, huir de las pesadillas. Sin embargo el insomnio fue un problema mayor, hasta que me obligaron a tomar quetiapina para dormir –por favor no consigan el medicamento sin receta médica–.
Durante el insomnio cientos de ideas rondaban mi cabeza y moría de ganas por plasmar todo en palabras, claro que esto pasaba cuando no estaba con la obsesión por leer un capítulo más de mi novela favorita. Y cuando eso ocurría, trataba de calmar mi mente contando gatitos de Lothal, es un juego que recientemente práctico cuando vuelve el insomnio, es tedioso pero funciona.
El insomnio me provoca confundir los sueños con la realidad, y hay que tolerar eso diario. Aunque no es peor que olvidar lo que en verdad está ocurriendo con mi vida.
Uno de los mayores problemas son las cicatrices, despierto y tengo de la nada moretones y rasguños. Al principio me convencí que eran simples coincidencias, soñar con perros que me atacan, amanecer con rasguños, soñar con caer de una montaña, despertar con moretones, lo lógico es creer que por la noche me golpeé con el borde de la cama o me rasguñe con los botones del pijama, pero poco a poco perdí las respuestas lógicas de eso.
Algunas veces, después de leer un poco y sentir la satisfacción de la lectura, doy un respiro y pierdo la mirada en mis brazos, sujetando el libro; mi piel tiene marcas como si las letras de las páginas se me tatuaran en la piel, como quemaduras, y lentamente se desvanecen. Suena como locura, al menos hasta que logro explicarme que es efecto de la luz que dejó la imagen de letras en mis ojos.
Intento todo para convencerme de que nada ocurre conmigo, y para comprobarlo tengo guardado en un pequeño bolsillo una navaja de sacapuntas para atravesar mi piel y comprobar que todo sigue en orden. Una línea suave y suficientemente profunda sirve para comprobar la realidad, arde un poco pero el dolor es señal de realidad. No siempre puedo hacerlo, me vigilan, no sé qué creen que pueda hacer, pero sé lo que hago, nadie entiende mi lucha, nadie podría comprender de lo que estoy huyendo, hasta que vive lo que yo, hasta que entiende el verdadero sufrimiento no lo entenderán.
Admito que uno de mis errores más grandes fue intentar descubrir cómo escribir un libro que impactará al mundo, eso me hizo perder la cabeza, quién diría que la búsqueda me llevará a la perdición. Tratar de encontrar un mundo mágico tan maravilloso como es el que creo J. K. Rowling o épicas aventuras como las de R. R. Tolkien, incluso el mundo de C. S. Lewis, o la dramática saga de Cassandra Clare, es algo que un principiante inestable como yo no debió ni siquiera intentar.
2
No recuerdo la última vez que lloré toda la noche y por la mañana me ardían los ojos, aunque puedo asegurar que anoche no fue una de esas ocasiones, aún así amanecí con resequedad en ellos, intento convencerme que el frío ya empezó a afectarme, pero no lo sé, últimamente no sé qué ocurre.
Sólo sé que vivo en un constante ciclo de rutina donde todo lo que termina vuelve a empezar, algunas veces no me doy cuenta, pero cuando pongo suficiente atención se vuelve más obvio. Aquella rutina en la que me envolví se pudo romper con un poco de magia, un par de libros y rompí las barreras de lo cotidiano, aunque me perdí en un mundo distinto.
Me aseguraron que leer