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Retrato de un daltónico
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Libro electrónico272 páginas3 horas

Retrato de un daltónico

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Un descenso a los infiernos vitales a través de los claroscuros de un joven universitario. Con una banda sonora de fondo interpretada por poetas de la calle ya desaparecidos, la rebeldía y el desengaño ejercen como detonantes para provocar una verdadera metamorfosis existencial.

Retrato de un daltónico se asoma a la cara más oscura del alma. En este viaje iniciático su protagonista desafía al destino marcado por la influencia de la noche madrileña.

Una crónica transgresiva con pródigos y rebeldes personajes transitando por los escenarios de una capital sórdida y cruel. Los contrastes del amor, las adicciones, el sexo, la violencia y el afán de libertad son el engranaje propicio para mostrar al lector la visión de una realidad en tecnicolor.
IdiomaEspañol
EditorialCelya
Fecha de lanzamiento13 jun 2023
ISBN9788418117862
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    Retrato de un daltónico - Seguio Núñez Vadillo

    ColecciónLunaria,113

    ParaRaúl,RobertoyCristina

    In memoriam

    Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora.Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.

    AntonioMachado

    Prefiero una libertad peligrosa que una servi­ dumbre tranquila.

    MaríaZambrano

    Hay en los hombres más cosas dignas de ad­miración que de desprecio.

    AlbertCamus

    PRÓLOGO

    «Lo extraño es que habrá pasado toda una vida y, tal vez, no hayamos hecho absolutamente nada para remediar ese quebranto onírico. Es la historia de la lucha cotidiana de uno mismo armado solo con sus convicciones contra el método establecido y su entorno común, según sean las inquietudes personales de cada ser».

    Hasta marzo de 2020 estas palabras eran fácilmente identificables en la vida de cualquiera de nosotros. ¿Hacia dónde vamos, con toda esta realidad que parece tan pautada?¿QuéserádenuestrolegadocuandoenlaTierraya no queden señaladas nuestras huellas? ¿Habremos aprovechadoeltiempoosimplementenoshemosdejadollevar por la desidia y la inercia de una cotidianidad tan desmesuradamente común?

    Hoy, en pleno 2021 estas cuestiones quedan más en el aire que nunca. Solo que la historia de la lucha es diaria,el ambiente efectivamente se ha vuelto decadente y las inquietudes personales se han convertido en desazón.

    Sialgohemosaprendidoesanodarnadaporsentado. A que la vida tiene tantas páginas como esta misma quiera propiamenteescribir.Yquemuchasvecesenlalecturay la escritura descubrimos la respuesta al mundo que hemos conocidoyalqueestápormanifestarse.

    Poreso,porperdidosqueestemos,siemprenosqueda laliteraturaparasalvarnosdelarealidadqueavecesse vuelvecruel.Porqueenocasioneslospersonajesdelasnovelassonpremonitorios.YseadelantanalosacontecimientosdelamismamaneraqueJulioVerneviajóenglobooalcentrodelaTierra.Yesonosdaalasparala esperanza, para una existencia donde el cambio es posible. EsporestarazónporlaqueRetrato de un daltónico nos haceverlarealidaddesdeunprismaprecisamentelleno de color, donde el confinamiento no tiene por qué hacersenecesariamenteatravésdelosaplausosalasochodela tarde en una ventana, sino que puede que nuestra prisiónseaabsolutamenteemocional.Porquesoltaramarraspuedesimbolizar laaperturaa uncaminojamás explorado.

    Y sobre todo, las herramientas psíquicas de este relato, de este sueño literario, son más necesarias ahora que nunca. Porque como al protagonista, los ideales en muchas ocasiones son las cadenas que nos causan sufrimiento, yel amor puede ser una cárcel cuando debería ser un gozo constante y total. Por eso es tan importante dejar ir, querer crecer, no permitir que los arquetipos nos dominen.

    Así, este libro es un canto a la ilusión y al optimismo, velado por una serie de personajes que te hacen sufrir con cada decisión, pero junto a quienes sabes que el crecimiento personal será la verdadera enseñanza.

    Porque al final, detrás de cada mala determinación, de cada metedura de pata y de todas aquellas etapas en las que nos hemos dejado llevar por el lado oscuro de la vida, está la instrucción clave del siguiente paso que queremos dar. Aunque en ese momento no lo sepamos.

    Conformeavanzaesterelato,veráneldaltonismono esundefectogenético,sinounaparticularidaddequien no se conforma con lo establecido, pero que asume que si quiere ser feliz debe buscar su propia y singular plenitud, digan lo que digan los demás. Porque es un gen de quien quiere romper con aquello que nos han impuesto. De este modo, aunque el mundo se acabe, siempre quedarán los corazones de aquellos que nunca han querido renunciar a sus propios sueños. Aunque con el tiempo hayan variado tanto que apenas sean reconocibles.

    Y cuando avancen en cada página no sólo encontrarán a su protagonista, sino también el alma de su autor. Que se ha dejado la piel en cada coma y en cada palabra. En encontrar la frase perfecta. En plasmar parte de su alter ego sin desnudarse por completo. Pero ha acabado dando todo y más.

    Cuando mi amigo Sergio Núñez Vadillo me pidió que escribiera este prólogo jamás pensé que sería tan emocionante para mí. Es todo un honor haberle acompañado en su crecimiento como escritor. En una novela que tiene vida propia, que ya ha saltado a sus lectores y que les pertenece. A partir de ahora, lo veremos todo en tecnicolor.

    En Madrid, o donde el alma nos lleve. La realidad ha cambiado, y nosotros también. Por eso las gafas que todos llevamos ya nunca empañarán lo verdaderamente importante: vivir.

    MartaMarcielFernández

    Periodista

    PREÁMBULO

    La duración de un relato literario es comparable a la de un sueño. No decidimos ni el momento en que nos dormimosni en el que nos despertamos, y sin embargo continuamos avanzando, proseguimos soñando, viviendo la ensoñación como si fuera la pura realidad.

    Quisiéramostomarunadecisión,hacerungesto,tocar al personaje, mimarlo, cogerle la mano, manejarlo, besarlo…Peronosquedamosahí,sinhacernada.Aldespertar del letargo deseamos continuar con el sueño o, por el contrario, respiramos aliviados por terminar la pesadilla.

    Lo extraño es que habrá pasado toda una vida y, tal vez, no hayamos hecho absolutamente nada para remediar ese quebranto onírico. Es la historia de la lucha cotidiana de uno mismo armado solo con sus convicciones contra el método establecido y su entorno común, según sean las inquietudes personales de cada ser.

    Ese sueño se repite cada noche en mi cabeza. Revivola misma quimera que vuelve a atormentar mi mente, mi esencia, mi alma. La conciencia vuelve a negociar con mi espíritu las ideas, la moralidad, la ética, para llegar a un acuerdo tácito de no confrontación, no agresión, de reconciliación con mi ser.

    No sé si los remordimientos de conciencia serán buenosomalos,loquesíséesquemimemoriasigueviva, altiva, disconforme con sus recuerdos. Por eso ahora desea redimirse, reconocer los errores para afrontar el futuro. Quizás sea eso.

    Es por ello que cada noche me sumerjo en una novedosa nube de misterio, convivo con un nuevo relato ficticio, creativo, para revivir experiencias o traumas pasajeros de otro ‘yo’ anterior al de ahora. Mi alter ego coexiste con mi ser contemporáneo, trastornando la identidad disociativa y visceral en una atmósfera bipolar de contradicciones, dudas, sin sentidos; para al final del sueño, al final de relato, llegar a un acuerdo mutuo, a un pacto que confronta las dos fracciones del ‘yo’.

    El libro de la vida no tiene índice. Mi espacio vital se esfumó por completo en detrimento de la irracionalidad intempestiva al no saber diferenciar realidad y ficción, quimeraycontexto.Creoquepudoserelmiedoalfracaso o, tal vez, el exceso de romanticismo lo que propinó micaída a los infiernos. Siempre me ha gustado más soñar la vida que vivirla.

    Pero…¿Hastadóndefuicapazdellegar?¿Cuálpudo ser el detonante? ¿Qué hubiera sucedido ante unas u otras decisiones?¿Esverdadqueelamorpuedecontodo?

    No me educaron para la duda. No para discernir sobre qué dudar, sino para creer en certezas absolutas. Es asombrosoquepudieraverlodeformatanclaraentonces.

    Enocasiones,eldestinopuedecaberenlarespuesta a una única pregunta existencial, que solo consta de dos palabras: ¿Quién soy?

    Esta, por tanto, es la historia de mi vida… A ver, ¿por dónde empiezo?…

    PRIMERA PARTE

    Madrid,otoñode1996

    «Nomeeducaronparaladuda»

    I

    Sabíaqueeradomingoportanfuertedolordecabeza atenazándome. ¿En cuántos me había despertado aturdidoporpensamientosobtusosenturbiandomimente inmadura?

    Esperé en la cama, desazonado y rescatando recuerdos delanocheanterior,hastaquelaluzcomenzóacolarse por los resquicios de la persiana. En ese momento desperté de mi letargo.

    Los primeros pensamientos no contribuían en absolutoa empezar un nuevo día. A este le precedían muchos otros despertándome con angustia y atolondrado como consecuencia de las incesantes veladas de alcohol y desenfrenoen Toledo, mi ciudad natal. Lo peor de todo es que, en la mayoría de las ocasiones, apenas tenía ningún recuerdo delo ocurrido en las horas precedentes. Nada. Mucho beber y muchodetodoperonada.Amnesiatotal.

    Aquella noche lo merecía. Ese infausto domingo deotoño mis padres iban a llevarme a Madrid pues al día siguiente comenzaría mi nueva etapa como estudiante universitario;y,claro,debíadespedirmedelapandillaa lo grande.

    No recordaba nada. No sé si fueron las copas, los canutos o los chupitos. En la cabeza, el martilleo de un dolor insoportable atronando insaciable en mi cerebro. En aquel finaldeseptiembresubílapersianayelsolresplandecía enloaltodelaCiudadImperial.VialolejoselAlcázar, impasibleeimbatido.Ibaaechardemenoslasvistas majestuosas de esta ciudad mágica en detrimento del hormigónmadrileño.Esperabaque,porlomenos,mereciese lapenaelesfuerzofamiliarparaquesuúnicohijovarón estudiaseenlauniversidad.Todassusesperanzasrecaían enmítraselabandonodemihermanaduranteelBachilleratoparatrabajarcomodependientaenelnuevoZara deZocodover.¡Cuántapresión!¡Quéincertidumbreladel bisoñoveinteañeroparaestudiarenlacapital!Sí,losé… Nosomosdueñosdenuestrodestino.Solotomamosdecisiones.Elegimossenderosalazardentrodellaberintode lavidahacíaunrumboinciertoqueapenascontrolamos. Misamigosnodabanunduroporqueterminaseel COU.Decíanqueeracarnedecañóndelabandono.Quemiporvenirpasabaporacabarcomooperarioenuna fábrica de cualquier polígono industrial; que por mi calañaestaba abocado a vivir sin aspiraciones ni sueños como unser,comounomásdelrebaño.Esosingratosnocontaban con mi cabezonería, aunque fuese un mal estudiante. Cualquierapuederedimirsecuandonadieseloespera,¿no? Simplemente, el sueño de otros es el suficiente acicate para despertarnuestroinstinto.Yesofueloquemesucedió. Deseabacumplirelanhelodemipadre,sobretodoelde mimadre,yserelprimeruniversitariodelafamilia.Ellos notuvieronesaoportunidad.Estabaendeuda.

    Atrapado al silencio sepulcral del dormitorio, me había incorporado de la cama apoyando la espalda contra la pared. Intenté rememorar algún hito de la fiesta de despedida, pero apenas pude retroceder hasta la medianoche, al entrar en la discoteca del barrio de Santa Teresa. Del resto, solo pequeños flashes intermitentes.

    Atenazadoporladiatriba,mifuturoinmediatopasaba por disfrutar unos años universitarios esperando que fuesenlosmejoresdemivida.Eneldescontroldevivir, en el fluir de la existencia cotidiana se sucede la vida que esperaba. O eso pretendía.

    Cariacontecido salí de la habitación y en el aseo me lavé la cara con agua fría. Miré el reloj. ¡Caray, más de media mañana! Sin perder tiempo me fui hacia la cocina. En una alcobaencontréamispadrescontemplandoensilencio una maleta gris de ropa y diversos enseres. Parecían tristes. Al verme, mi madre cambió su gesto apesadumbrado sin dejar de acariciar una toalla azul desgastada.

    –Holahijo,buenosdías,¿quétalhasdespertado?

    –Buenosdías,uff,nadabien.Voyadesayunaralgo.

    Ambos continuaron doblando la ropa ensimismados en los preparativos, aunque no sé si entusiasmados, amedrantadosoafligidos.Aquelmutismoserompióalaparecermi hermana como una exhalación desde su cuarto, muy arreglada, preparada para salir de casa. Nuestras miradas se cruzaron.

    –Hola, hermanito. Me largo. He quedado a comer. Vendréluegoparadespedirme.Tequiero,hermanito.

    –¡Maldita sea! –mascullé entre dientes ante el ruido deun severo portazo y antes de aclarar por enésima vez mi contrariedad por llamarme así.

    Seguí con el ritual del desayuno. A pesar de sentir un nudo en el estómago debía meter algo en el cuerpo para acompañar una aspirina que frenase aquel pertinaz dolor de cabeza. Por última vez exprimía el zumo de una naranja que, junto a una tostada untada de miel, sería el último desayuno en casa. A través de las paredes oía a mis padres discutirsobreeltamañodelastoallas.Sentíaangustiay cierta melancolía; o tal vez solo era miedo ante aquella situación inminente de irme mi zona de confort. Llevaba veinteañosviviendoenesacasay,porprimeravezenla vida, todos los recuerdos comenzaron a golpearme al unísono.¡Quécurioso!Nopodíaacordarmedenadade la noche anterior y, sin embargo, revivía situaciones de la adolescenciaeinfanciaconmeridianaclaridad.

    Salí a la terraza para disfrutar del sol de esa mañana de inicio otoñal. Resplandecía en todo su esplendor en aquel domingoinolvidabledefinalesdelos90.Recordéflashes delainfancia,losprimerosañosdecolegio,nuestracasa en el barrio de Santa Bárbara, las visitas al pueblo manchego, las advertencias de mi hermana, a mi adorable perrito Thor y, también, la excursión fin de curso a Mallorca, mi primer beso en la disco light River, las risas con el primer canuto,laspeleas,losmilsuspensosdejunio,laexpulsión del instituto, los grafitis en la autovía de Madrid, las rencillas futboleras con otros colegios, a mis primos, saltar tapias de los cigarrales toledanos, el accidente con el coche de mi padre, mi primera bici, los billares…, y un sinfín de anécdotasinolvidablesdemisveinteañosdevida.

    Vivimos sin saber cuántos traumas gobiernan nuestras vidas. Ahora tocaba pasar página e iniciar la etapa universitaria. ¡Qué congoja! Empecé a ponerme nervioso. Porun momento una nube negra oscureció el horizonte. Me hubiera apetecido fumar un cigarro, pero en casa no melo permitían. Todavía tenía costumbres infantiles, cosas de niños. Cerré lo ojos y respiré profundamente. Mis padres seguían con la puñetera maleta.

    –Tomás,noseasbrutoyaprietabienlacremallera.

    –Esointento,noesnadafácil.

    Parsimonioso, como un zombie, decidí entrar en mi habitación. Oí a mi madre.

    –Abel,¿quieresverlamaleta?

    –Yavoy,mamá;ahoramismo.

    Se me había olvidado por completo hacer mi otra maleta, ni me acordaba. ¡La tarea hasta la hora de comer! La cogí del techo del armario. La vieja maleta azul de nylon, la de ir al pueblo durante los veranos. La dejé caer entre las sábanas, encima de la cama sin hacer, y empecé a rebuscar en el ropero. Metí muchas camisetas, algo de abrigo, un montón de calzoncillos, y, lo más importante de todo, una caja de preservativos Durex, un tanto ajada después de dos años de un lado a otro del bolsillo del pantalón sin haberla abierto. Esperaba que esta nueva etapa fuera el inicio de una carrera incesante de ligoteos, ya que por entonces el tema chicas estaba bastante aparcado en detrimento de la noche y del cachondeo.

    Metumbésobrelacama.¡Quécabronesmisamigos! ¿Un ser más del rebaño? Para nada. De acuerdo que era un poquito tarambana pero por mis… tiraría para adelante, claro que sí. Era la primera vez que salía de casa y no para unas vacaciones. En Madrid, lejos de mi familia y de los colegas,todoseríadiferente.Soloconocíalazonacentro, el Bernabéu, los museos por las visitas del colegio, La Castellana,algodelazonadeGoyaylosbajosdeArgüelles, que salí una vez por allí de copas con mi primo Diego. Además, ¿cómo encajaría con el estilo de vida en la gran ciudad,conloscompañerosdelauniversidadoconlosde la residencia? ¡Joer, qué enorme incertidumbre! Cerré los ojosparaabstraermeperovolvíaoírlavozdemimadre.

    –¿Lotienesyaoteayudo?

    Mi madre a veces pensaba que tenía diez años. –Estoy en ello, mamá; no te preocupes.

    Al minuto apareció en la habitación para repasar unaporunacadaprenda.Comenzóachequearlasdenuevo. Ahí me acordé, ¡qué despiste para un acérrimo seguidor madridista!, ¡la bufanda del Real Madrid!

    Como despedida, una paella deliciosa acompañada de gaseosa mientras repasábamos detalles últimos. Después intenté dormir unos minutos de siesta, pero me resultó imposible. Además del resacón, cuánta angustia. Ocupé la sobremesa en hablar por teléfono con los amigos, para despedirme; además, al no recordar nada quería sonsacarles si habíasucedidoalgoanómalodurantelanocheprecedente. Mi mejor amigo, Lucas, comentó que mi compañera de clase Susana, me había morreado como señal de despedida. Ella también se iba a Madrid, a estudiar Turismo. Me animé, abstrayéndome del infierno dominguero. No podía creer que Susana me hubiera besado y que, encima, no me acordase. Aquello de lo que no te acuerdas es como si no existiera. Había sufrido mucho. ¡Cuánto me atraía aquella chica!Pero,nuncamehabíahechocaso.Alomejorellasí sentía algo… Y, de ahí, aquel beso. Lo único que podía esperaresqueeldestinonosunieraenMadrid.

    Cuando acabé de lavarme los dientes entró mi hermana Rosa sin llamar a la puerta.

    –Hermanito, te voy a echar de menos. Que sepas que me voy a quedar con tu cuarto.

    Mi hermana es un cielo de mujer, no se parece nada a mí. Con veinticinco años es alta, morena, con un cuerpo voluptuoso, largas pestañas, dientes perfectos, cara muy finaynarizalgochata.Unasmedidasperfectas;loquese suele llamar un pivonaco. Sin novio, tampoco era de liarse con el primero que llegase. Mis amigos hacían bromas constantemente sobre un supuesto futuro como cuñados, algo que no me hacía mucha gracia. Comenzó a trabajar como dependienta en el Zara situado junto a la plaza de Zocodover y, al año siguiente, ascendió a encargada. Siempre estaba intentando convencerme del cambio de habitación ante la cantidad de ropa que acumulaba.

    Aparecióahurtadillasparaabrazarmecalurosamente.

    –Tequiero,hermanito,noséquéharésinti.

    –Mira, fíjate cómo estaré que hoy te permito que me llames así las veces que haga falta. Yo también te voy echar de menos, hermanita.

    –Jo; me va a parecer mentira no poder achucharte ni meterme contigo. ¿Ahora con quién lo hago?

    –Búscateunnovioocómprateungato.

    –Noquieroninoviosnigatos;túeresmejor.

    –Anda, no seas cuentista, si cada tres semanas me vasa tener aquí; además a partir de ahora serás la reina de la casa.

    Eché la vista, por última vez, hacia la habitación de mi adolescencia y pasadas las cinco de la tarde, y en un silencio sepulcral, salimos de casa con varias maletas repletas de sueños. Mi mente seguía pensando en Susana. No fue hasta dejar el garaje cuando mi hermana, empeñada en acompañarnos, rompió el silencio.

    –Qué dichosa la vida… Ayer eras la oveja negra de la familia y hoy vas camino de la universidad.

    –Para que veas, hermanita, lo que valgo. Las apariencias siempre engañan. Todos tenemos derecho a resarcirnos y evolucionar.

    El camino hasta Madrid discurrió en un silencio absoluto.Mispadresperdíanalhijoidolatradoymihermana asuconfidente.Todosnossentíamosextraños,apesarde que me iba a residir a escasos kilómetros, de Toledo a Madrid,aunahoradedistancia.Sinembargo,unaextraña sensación envolvía aquel inolvidable instante. Si todo salíabienmellevaríahaciaunfuturoprometedor,hacia unavidapreestablecidaporlasociedadconvencionalen laque,supuestamente,encontraríalafelicidad.

    Proveniendo de una familia tradicional, católica, conservadora y toledana, los modelos de convivencia social parecían un buen esquema posible. Muy de acuerdo con aquel modelo de sociedad, ellos me veían como la extensión de sus anhelos. Que si me aplicaba podría estudiar una carrera, echarme una novia que sería mi esposa para toda la vida, conseguir un buen trabajo, comprarme una casa y un coche de alta gama, casarme y tener hijos. Sin embargo, yo no conocía nada del sentido de la vida ni de los obstáculos que el destino me ofrecería. Por ello, este viaje iniciático me permitiría crecer como persona y descubrir un verdadero propósito en el mundo.

    Me mantuve en silencio hasta divisar los primeros edificios altos llegando ya a Villaverde y Usera. Entonces comencé a vislumbrar otro horizonte: Desfase, descontrol, cachondeo, chicas, discotecas y noches inolvidables de sexo. No quería nada más; debía aprovechar al máximo cada instante sin mirar hacia el futuro. Por Atocha me obnubilé con la estación de ferrocarril, el Museo del Prado, Neptuno, el Hotel Palace… Me entusiasmó la rotonda de Cibeles, donde esperaba celebrar muchos títulos del Real Madrid.

    En el Opel Kadett gris con matrícula de Toledo ascendimos la Gran Vía mientras mi padre, como cicerone, comentaba cuanto se veía:

    –Mirad a la derecha; ahí, el Museo Chicote, regentado por un conocido barman. Por él han pasado actores tan ilustres como Sinatra o Eva Gadner. Se dice que se vendía penicilina de contrabando y que por debajo existe un túnel que llega hasta el Banco de España.

    Me mantenía muy atento a todas sus indicaciones. Se sabía cientos de historias tras hacer la mili en Cuatro Vientos.

    –A la izquierda –continuó entusiasmado– tenéis la calle Montera.

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