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Bocetos de una memoria elocuente
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Libro electrónico90 páginas1 hora

Bocetos de una memoria elocuente

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Bocetos de una memoria elocuente, es una obra que consta de diez cuentos cortos que son una suerte de sintesis de lo que el autor ha vivido a traves de los anos. Inspirados en hechos reales, los cuentos, que son variados en tematica y ambientacion, relatan la historia y expresan las reflexiones mas sentidas de lo que ha sido la vida del autor. Se eligio la palabra "bocetos", en el titulo, pues no estan culminados: cada uno hara vida en cada cuento leido, y podra relacionarlo con la vida propia. Son historias aun por contar, si se quiere. No estan intrinsecamente relacionados entre si, ni tampoco siguen algun orden en especifico. Sin embargo, todos existen en una misma linea temporal, acaso mas realista que ficticia. La patria, el amor, el proposito, la jerarquia que rige la realidad son temas recurrentes en las obras, al igual que las vicisitudes de la vida y el como surgir de ellas

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 ago 2022
ISBN9781662493768
Bocetos de una memoria elocuente

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    Bocetos de una memoria elocuente - J.T.V. Villamediana

    Bocetos de una memoria elocuente

    J.T.V. Villamediana

    Derechos de autor © 2022 J.T.V. Villamediana

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2022

    ISBN 978-1-66249-375-1 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-66249-376-8 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Dedicado a mis amores, a mi tierra, y a quienes se han ido. Dedicado a mi Dios, si me escucha, y a mi familia, si me lee. Dedicado a Victoria Eugenia, para que lea bien el español.

    Índice

    Prefacio

    Los abismos, la memoria, y el triunfo

    Los bocetos (En este caso, los cuentos)

    Vida y obra de Matthew Robinson

    Buick Century 1987

    O.B.T. 7 A.M.

    Una tarde calurosa

    Visita al Museo Salvador Dalí

    La quinta Navidad fuera de casa

    Jerónimo, el curandero de ganado

    Diálogo engraciático

    Confusión inoportuna (o prejuicio histórico)

    Duelos sin tiempo

    Epílogo

    Prefacio

    Poco soy de no extenderme. Pero en la vida como en el arte, lo bueno si breve, dos veces bueno, como dijo Gracián. Quizá quede en deuda con ustedes, pues no me atrevería a llamar a mi propia obra buena. Es decir, a mí me gustó, pero no me encantó. Quizá ustedes puedan hacer algo mejor de ella. Lo que sí: me esmeré.

    Los cuentos próximos me fueron revelados uno a uno, pero no los concebí hasta verlos a todos de frente. Pasa que siempre estuvieron en mí. Esconden menos ficción de la que se cree, pues son fieles mímicas de lo que pude sintetizar de mi memoria resbaladiza.

    Colé un ensayo que, a manera de autojustificación, expone mis sentires más sublimes para con mi tiempo, para con mi memoria, y que por ende se traducen en mi módica obra. Hablo en algún cuento de mi infancia, en otro de cuando dejé esa etapa, y de las infancias de otros. Algunos son espejos que distorsionan a la realidad, ya de por sí fantasiosa, y otros de la monotonía y el cómo nos trastorna (o nos bendice). Hay cuentos que son verdad y parecen mentiras, y ficciones que son increíblemente probables. Hay incluso drama y misterio. El amor propio, el amor a la familia, y de cierta manera a la cruz de Cristo o a las cruces propias, que son lo mismo, están presentes, aún de manera sutil, a lo largo de esta recopilación.

    Los abismos, la memoria, y el triunfo

    Suelo perderme en abismos que me son familiares, propios de mí, acaso similares en dimensión a la librería de Babel, en cualquier día en el que considero que no triunfé. Son tan abrumadores tales pensamientos que me hacen sentirme hasta ajeno de mí; empiezo, entonces, a apreciar mi vida de manera poco usual: observándole desde arriba, fuera de mí. Me encuentro en esos momentos observándome en cada rutinario y rígido movimiento, y doy síntomas de estar viviendo una vida autómata, carente de aventura y de espontaneidad. Entonces me cubre una melancolía bien profunda y que se siente perpetua, amén de forzada: me reclama mi alma, de manera irreconciliable y en funesto dramatismo, que vuelva a mis andares de otrora, aquellos de mi juventud, lo cual representa una labor metafísicamente inasequible. ¿Cómo?, me pregunto yo, ¡Si ya ni recuerdo cómo era!.

    La vida misma, que es lineal, no se repite. Algunos concuerdan en que la historia, quiérase decir el colectivo de memorias que son recordadas de forma similar, algunas veces rima al pasar de los tiempos, inciertos por demás. Pero el pasado, de hecho, solo existe en lo material: son las ruinas que fuesen edificadas en algún presente ya expirado. A fuerza de memoria solo queda una proyección, dicho sea de paso, subjetiva, de lo que cada uno cree que percibió. Tomad como referencia en este aspecto la metáfora popular adjudicada a Heráclito, que reza que un hombre no pasa dos veces por el mismo río, puesto a que, si llegase a hacerlo, no sería ni el mismo hombre ni río. Esta metáfora es un esquema que se podría decir hemos aprendido a través de nuestro propio empirismo; el agua pasa, los años y experiencias de vida se acumulan, y mientras nos agobian, nos van fortaleciendo. Pero no son repetibles: cada momento es único en calidad y en espacio temporal. Sin embargo, el cómo les recordamos es otro cantar. No estamos seguros de cuánta agua nos ha pasado, ni de cuantos días hemos vivido, ni si sonreímos o lloramos en cada uno de ellos.

    Sabiendo entonces que no estoy recordando mi pasado, sino más bien la idea que yo he edificado en torno a la percepción personal que tuve de una serie de eventos que ahora parecen aleatorios y etéreos, y que se van viendo influenciados por experiencias distintas de una misma vida, ¿de qué me sirve dejarme seducir por la melancolía inoperante que tanto me embriaga el alma en pasiones?, ¿de qué nos sirve añorar el pasado, o suspirar por el futuro? En corto, no nos sirve de nada: es un saboteo. Un autosaboteo. ¡Nuestra propia mente, la cual es omnipotente, nos está manipulando! Pero, ¿no la debería de manipular uno a ella? Tenemos esa potestad: está circunscrita en el entendimiento de su propia omnipotencia. Somos una mente con cuerpo, y viceversa, un cuerpo con mente. ¡A retomar el control de ambas, pues, ya que somos también espíritu! ¡Y libre, por demás! Pero… ¡Cómo consigue esta mentecilla que no triunfe a diario! ¿Seré un fracasado?

    Esto último habrá que analizarlo con lupa. Con respecto al triunfar o no triunfar, o puesto en contraposición, fracasar o no fracasar: nadie puede, considero yo, triunfar en esta vida. El único triunfo que se puede cosechar estando vivos es la muerte propia. Hasta que esta última no nos sorprenda, o nos llegue bien vaticinada y anunciada, habiéndole usado alguna vez incluso como consejera, seguiremos siempre expuestos a los cambiantes vientos de un mundo cada vez más huraño y complejo. Esto se traduce en la necesidad de intentar completar desafíos inéditos en cada vez mayor número y dificultad, quizá emprendiendo una labor inasequible.

    Si llegásemos a concretar una victoria por sobre estos desafíos, nuestro único triunfo sería el haber culminado nuestra labor; estaríamos asumiendo que nuestra labor, nuestros sueños, e incluso nuestra propia poesía habrían culminado. Pero siempre que nos despertamos y nos reconocemos despiertos, lo cual es fundamental para el vivir más allá del estar vivos, nos encontraremos con más poesía, con más sueños, y con más labores que acarrear. La perspectiva de lo real cambia a diario: hoy estamos, mañana no sabemos. Por ende, cada día que sea distinto al anterior, aún y cuando la rutina sea un pesar atorrante que envenena la autenticidad del individuo, sabremos que al recostar nuestra cabeza hemos sobrevivido. Al dejar de vivir un día, lo vivimos al máximo. Al recordarlo luego lo sabremos, pues nuestra mente lo recordará como necesitamos

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