Visión de Anáhuac
Por Alfonso Reyes
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Alfonso Reyes
ALFONSO REYES Ensayista, poeta y diplomático. Fue miembro del Ateneo de la Juventud. Dirigió La Casa de España en México, antecedente de El Colegio de México, desde 1939 hasta su muerte en 1959. Fue un prolífico escritor; su vasta obra está reunida en los veintiséis tomos de sus Obras completas, en las que aborda una gran variedad de temas. Entre sus libros destacan Cuestiones estéticas, Simpatías y diferencias y Visión de Anáhuac. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional. JAVIER GARCIADIEGO Historiador. Ha dedicado gran parte de su obra a la investigación de la Revolución mexicana, tema del que ha publicado importantes obras. Es miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, y de El Colegio de México, que presidió de 2005 a 2015. Actualmente dirige la Capilla Alfonsina. Reconocido especialista en la obra de Alfonso Reyes, publicó en 2015 la antología Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”. Ingresó a El Colegio Nacional el 25 de febrero de 2016.
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Visión de Anáhuac - Alfonso Reyes
Visión de Anáhuac
Primera edición: 2019
D. R. © 2019. El Colegio Nacional
Luis González Obregón 23
Centro Histórico
06020, Ciudad de México
ISBN digital: 978-607-724-363-2
Hecho en México / Made in Mexico
Correos electrónicos:
publicaciones@colnal.mx
editorial@colnal.mx
contacto@colnal.mx
www.colnal.mx
Índice
Visiones de la Anáhuac alfonsina
Prólogo de Javier Garciadiego
Visión de Anáhuac. (1519)
Alfonso Reyes
Al ejemplar legado y recuerdo
de Miguel León-Portilla,
quien también escribió
su Visión…
Visiones de la Anáhuac alfonsina
Javier Garciadiego
La elaboración
En 1917, después de vivir poco más de dos años en España, Alfonso Reyes publicó tres libros,¹ luego de no hacerlo desde 1911, cuando apareció Cuestiones estéticas. La principal explicación de aquel silencio está en su biografía: 1913 fue el peor año de su vida, con la trágica muerte de su padre, por absurda e inútil, la cual sería un parteaguas, y con su salida a Francia en un exilio tanto sentimental como político, disfrazado de encargo diplomático. El año de 1914 no fue mejor: el triunfo de la revolución constitucionalista lo dejó desempleado en París,² ciudad que tuvo que abandonar pronto por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Exiliado en España, 1915 fue un año agotador: tuvo que convertirse en un galeote literario
, escribiendo innumerables articulillos
para revistas y periódicos americanos, haciendo traducciones anónimas y hasta críticas cinematográficas con seudónimo.³ Comprensiblemente, sólo de manera furtiva escribía literatura de su agrado. La pobreza que padeció lo obligó a habitar en posadas y apartamentos desvencijados, de auténtica picaresca
, ubicados en barrios populares de Madrid. Aquella inédita situación impuso que su única diversión fuera ir los domingos —día gratuito— al Museo del Prado, y no al teatro ni a otras diversiones onerosas.
Para 1916 casi había logrado estabilizar su vida profesional, lo que explica que haya concluido tres manuscritos, los que ciertamente incluían algunas páginas escritas con anterioridad, pero que hasta entonces pudo organizar y preparar para su edición. Reyes sabía que ya habían pasado cinco años desde su primer —y único— libro. Para hacerse escritor, para darse a conocer en España y para ser recordado en México tenía que publicar. A su amigo y maestro Pedro Henríquez Ureña le confesó estar en un verdadero estado de locura por no publicar
.⁴
Prueba de la amplitud de su obra, los tres libros eran de muy diversa factura y temática. Uno, Cartones de Madrid, estaba compuesto de breves crónicas escritas sobre las rodillas
, en las que describía sus primeras impresiones de Madrid. El Museo del Prado se refleja en sus páginas, sobre todo Goya, lo mismo que los ámbitos callejeros y populares.
Para no agobiar y saturar las imprentas madrileñas, Reyes decidió que aquellos libros vieran la luz en tres diferentes países. Los Cartones de Madrid se publicaron en México, en la editorial Cultura,⁵ bajo el cuidado —que no fue mucho— de Agustín Loera y Chávez y de sus amigos Julio Torri y Manuel Toussaint. A pesar del pobre resultado editorial, los Cartones le sirvieron para darse a conocer en los ámbitos literarios madrileños. Por ello el juicio de Reyes sobre el deslucido librillo, que no rebasaba las cien páginas, es tan generoso y positivo. Según Reyes, tenía una especial inclinación
por él, porque escribir cada cartón
era mi única distracción en horas de angustia y por las valiosas amistades que creo deberle
, refiriéndose a Azorín, Rafael Calleja y Juan Ramón Jiménez.⁶ El segundo título aparecido aquel año fue El suicida, libro de ensayos
publicado en la Colección Cervantes, de Madrid.⁷
De los tres libros, sin duda los Cartones de Madrid y la Visión de Anáhuac. (1519) están más vinculados, pues aluden a sus dos geografías: en uno están sus primeras impresiones de España; el otro es prueba de su añoranza por México, como lo dijo el propio Reyes en forma clarísima: "sentirme olvidado por mi país y la nostalgia de mi alta meseta me llevaron a escribir la Visión de Anáhuac (1915)".⁸ En términos más prácticos, también buscaba no desvincularse de los círculos literarios mexicanos, de los que llevaba ya cuatro años de alejamiento físico y de silencio literario.
¿Cuándo fue que la escribió? ¿En qué condiciones? ¿Qué fuentes utilizó? ¿Cómo eligió el título? Diversos testimonios sostienen que desde finales de 1915 Reyes había sido contratado por las editoriales La Lectura y Calleja para que les preparara ciertas ediciones y antologías de clásicos
, como Juan Ruiz de Alarcón, Quevedo y Baltasar Gracián. También se le pidió un estudio sobre Antonio de Solís.⁹ Para cumplir con tales encargos, Reyes comenzó a frecuentar la Biblioteca Nacional, desde entonces ubicada en la céntrica calle de Recoletos. Aprovechó, pues, tal repositorio para releer las Cartas de relación, de Hernán Cortés;¹⁰ la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, del soldado cortesiano Bernal Díaz del Castillo;¹¹ a López de Gómara, y la crónica del Conquistador Anónimo, incluida en el libro de Giovanni Battista Ramusio.¹²
A pesar de que desde mediados de 1915 Reyes también era colaborador formal del Centro de Estudios Históricos, dirigido por don Ramón Menéndez Pidal, lo magro del salario explica que ése fuera su año madrileño de peores estrecheces económicas. Se sabe que fue vecino de su viejo amigo ateneísta Jesús T. Acevedo y que ambos se reunían frecuentemente con Martín Luis Guzmán. También se sabe que Acevedo, arquitecto de gran cultura y erudito en el arte colonial
mexicano, escribía entonces un texto sobre las exploraciones españolas del siglo xvi en Asia, tema afín y complementario al que escribía Reyes en el apartamento contiguo.¹³
El proceso de redacción del texto luego titulado Visión de Anáhuac. (1519) todavía genera más dudas que certezas, pues Reyes aún no iniciaba la escritura de su meticuloso Diario, tan puntual para los procesos de elaboración e impresión de sus libros. Aunque firmado con la fecha de 1915, es claro que lo inició entonces pero que lo concluyó bien entrado 1916. Para no ser víctima de sus enfadosos requerimientos, Reyes fue elusivo al respecto con Henríquez Ureña. El asunto no es menor: