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El Juego del Conocimiento: La vida, los negocios y las organizaciones
El Juego del Conocimiento: La vida, los negocios y las organizaciones
El Juego del Conocimiento: La vida, los negocios y las organizaciones
Libro electrónico412 páginas5 horas

El Juego del Conocimiento: La vida, los negocios y las organizaciones

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Los tiempos de la «ley de la selva materialista» están caducos y por consiguiente la demanda por nuevos conceptos económicos, sociales, laborales o culturales crece día a día. Se vuelve a hablar de colaboración y motivación como valores esenciales del ser humano en sus relaciones cotidianas. En este incipiente paradigma el conocimiento es la clave. El académico chileno Jaime Soto así lo entiende en El Juego del Conocimiento, el cual reúne su trilogía compuesta por El Juego de la Vida (2011), El Juego de los Negocios (2013) y El Juego de las Organizaciones (2016). Con un lenguaje ameno y circular, humaniza la Economía y pone su propia vida como ejemplo del cambio valórico al realzar el «juego» como el centro del quehacer personal y desplazar la «codicia bruta» que ha caracterizado las décadas recientes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9789569385100
El Juego del Conocimiento: La vida, los negocios y las organizaciones

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    El Juego del Conocimiento - Jaime Soto

    Indice

    El juego del conocimiento

    Prólogo

    LIBRO UNO El Juego de la Vida

    Bienestar en Común

    Capítulo I En el comienzo fue el futuro

    Capítulo II La sumatoria del talento

    Capítulo III Fortalezas múltiples

    Capítulo IV Crear para vivir

    Capítulo V El valor de trascender

    Ideas de Segundo Nivel

    I

    II

    III

    LIBRO DOS El Juego de los Negocios

    Capítulo I La difícil realidad

    Capítulo II Los negocios en la cuerda floja

    Capítulo III La actualidad intangible

    Capítulo IV Técnicas para negocios eficientes

    Rondas y acertijos para un final

    LIBRO TRES El Juego de las Organizaciones

    Forma y Fondo en el Conocimiento

    Capítulo I Los sentidos del conocimiento

    Capítulo II Biología del convivir

    Capítulo III Significado enactiva

    Capítulo IV La gestión para elegir

    Capítulo V Cambiar el sistema por dentro

    Capítulo VI El poder de saber

    Capítulo VII Cómo Administrar el Conociemiento

    Los tiempos de la «ley de la selva materialista» están caducos y por consiguiente la demanda por nuevos conceptos económicos, sociales, laborales o culturales crece día a día. Se vuelve a hablar de colaboración y motivación como valores esenciales del ser humano en sus relaciones cotidianas. En este incipiente paradigma el conocimiento es la clave. El académico chileno Jaime Soto así lo entiende en El Juego del Conocimiento, el cual reúne su trilogía compuesta por El Juego de la Vida (2011), El Juego de los Negocios (2013) y El Juego de las Organizaciones (2016). Con un lenguaje ameno y circular, humaniza la Economía y pone su propia vida como ejemplo del cambio valórico al realzar el «juego» como el centro del quehacer personal y desplazar la «codicia bruta» que ha caracterizado las décadas recientes.

    Iván Quezada

    Escritor

    Para mi esposa e hijo, quienes me han

    apoyado para hacer esta trilogía.

    Prólogo

    I

    Este libro surge de las experiencias y aprendizajes adquiridos por el autor y sus cercanos al preguntarse cómo integrar exitosamente los principios de la gestión a una vida profesional, familiar y empresarial en diferentes culturas y contextos sociales. Después de todo, ¿existe algún negocio más importante que El Juego de la Vida?

    Hoy percibimos cómo la exposición al cambio y la incertidumbre, que caracteriza a las sociedades en crecimiento, trae consigo desafíos inéditos, los cuales requieren darle a la vida un valor fundamental: la confianza en nosotros, en la sociedad y en el futuro.

    La confianza es uno de los principales recursos que posee el hombre. Sin ella se carece de visión y la existencia se reduce a un continuo de pequeños espacios y tiempos, desconectados del pasado y el futuro, y en los cuales casi no se profundiza. Confiar en sí mismo y dar confianza a los demás es el principio de la vida del hombre en sociedad, constituye su principal fuerza de desarrollo y permite personas, familias, empresas y naciones poderosas. Su ausencia, en cambio, reduce el pasado, el presente y el futuro a su mínima expresión, limitando el valor de la vida en sociedad.

    La confianza es el resultado de cuatro acciones en permanente interacción: la visión, la fortaleza, la creación y el valor. Conceptos simples entendidos separadamente, pero de gran complejidad cuando se les combina para comprender la realidad, tarea para la cual la mayoría no está preparada: ni para hacerlo en el presente, ni en el futuro.

    Es una percepción global del tiempo y el espacio. La visión permite al individuo comprender el álgebra que integra el presente, el pasado y el futuro de su vida como una trayectoria con sentido social y que provee un contexto dinámico, en el que planificar la economía personal, familiar y empresarial.

    La expectativa de crear un futuro mejor implica que las acciones deben guiarse por la visión. Ella faculta ir al pasado tantas veces como sea necesario, para buscar una guía adecuada. Y hace del hombre un líder del cambio; pero su ausencia lo transforma en un mero seguidor.

    Con la fortaleza representamos la realidad positiva de la vida, es el impulso cotidiano de la sociedad; sirve para transformar, competir y hacer productivo el trabajo de los hombres. Está presente en la persona cultivada, en la familia en armonía, en la empresa emprendedora, en la sociedad organizada y en el orden natural que nos rodea.

    Quien no conoce sus fortalezas, es débil por su ignorancia. La creación es un acto continuo de cambio, a través del cual la persona avanza hacia la visión, valiéndose de sus fortalezas e integrándolas a grupos de gente comprometida con el desarrollo de una idea. La creación impulsa proyectos ambiciosos, que conducen a metas más altas, anticipándose a los hechos para potenciar su prosperidad.

    Pero, también, decide los cambios necesarios para mantener el ascenso. Se origina en la confianza, es guiada por la visión e impulsada por la fortaleza.

    El valor es el gran motivo que mueve a la acción y también la medida de la calidad y productividad del cambio. El valor —generado o agregado— es una síntesis de la visión, las fortalezas utilizadas y la creación. Resuelve la ecuación de la vida; el valor es el resultado de una economía ordenada, sana, anticipada e integral, que posibilita el crecimiento y las utilidades. Vigoriza la buena imagen, el bienestar y la satisfacción de las personas, las familias, las empresas y la nación. Constituye el principal indicador de los sueños realizados, de las acciones en armonía y de los logros, todo lo cual nos alienta a celebrar el don divino de la vida.

    II

    En El Juego de los Negocios planteamos ejemplos, aunque los temas centrales siguen siendo los del Emprendimiento, la Ciencia y la Innovación. La Tecnología es transversal a todos ellos, los «ataca» como una vertical. Su acceso ahora es tan simple y permanente, que nos obliga a preguntarnos cuándo empieza y termina el trabajo en las empresas.

    La Gestión también es una variable transversal, determinada por la Tecnología que profundiza la independencia. ¿Cómo gano autoridad en una empresa? ¿Basta con el cargo? ¿Uno está apilando ladrillos o construyendo una catedral en el debate interno? A cada momento aparecen nuevas disyuntivas, como la Innovación en Gestión y en los procesos de negocios productivos y sociales. El desafío es cómo manejar la Imaginación y la Creatividad.

    Sin embargo, uno puede casi inconscientemente ver a los jefes o dueños de una empresa como personajes negativos, ya que en sus primeros veinte años fue educado con ese concepto por su familia, la cual pudo depender de un empresario a quien sólo le preocupaba generar riqueza.

    Un emprendedor, de todos modos, necesita generar ingreso. ¿O es preferible ser un «emprendedor social»? ¿Aspiramos a un «lucro legítimo»? ¿Cuál sería la frontera entre éste y uno «ilegítimo»? Hoy están de moda las empresas verdes, en las que el empresario está preocupado del Medio Ambiente, de sus empleados y de los clientes. ¿Cuáles son las condiciones que pueden permitir esta opción? Aún no existe una economía con énfasis en el bienestar social y todo indica que es necesario crearla.

    La comunicación online fue impulsada y masificada por la interacción de las personas en el ciberespacio, no por las empresas. Facebook, Twitter, etcétera, se deben a sus suscriptores. Las empresas continúan con sus computadores, sus redes fijas e internas, ya sea por un problema de seguridad u otra razón. Pero la Comunicación Instantánea planteará otra vez un desafío a ese modelo, y de nuevo el factor decisivo será la gente. Ya todas las visiones del trabajo dependen de si se habla de individuos, empresas o sociedades. El emprendimiento influirá en cada ámbito de distinta manera. Y es necesario estudiar cómo resultará en cada uno de ellos. ¿Dirigiremos el emprendimiento y la innovación sólo a las actividades que generan un buen negocio? ¿O iremos más allá? ¿Qué tecnología utilizaremos? A menudo parece que la tecnología avasalla a los individuos, que no los ayuda en nada. Ya hay hoteles que ofrecen un servicio de «Cero Conexión». Y con el resto de la sociedad sucede otro tanto. ¿La tecnología permite tener más tiempo libre, o es lo contrario? Cuando medimos la gestión en la empresa, tratamos de saber si es viable en el tiempo, si su información es confiable, si el Ebitda de la compañía es el correcto.

    Las personas, al vivir en sociedad, tienden a homogeneizarse en una masa, perdiendo su identidad, cuando, en verdad, el mundo se hace por las particularidades de esas mismas personas. Dicen algunos que el fin justifica los medios, no importando cómo se consigue el lucro. Sin embargo, si yo trabajo con residuos eléctricos, no los mandaré a un país de África, porque todos afirman que allá son los niños quienes hacen el reciclaje. Ni tampoco a Asia, aunque me genere más dinero que enviarlos a Europa. Pero sé que en el Viejo Continente los recibirá un trabajador europeo. Saldrá más caro, pero es lo correcto. Estamos, entonces, ante un detalle nada de secundario.

    En El Juego de la Vida se habló con una lógica utópica: hacíamos un diagnóstico de los problemas del pasado, ya que el mundo los había resuelto mucho tiempo atrás. Ahora, en cambio, la discusión no se centrará en un diagnóstico «comprobado». Debemos responder al tema del «saber hacer», diferenciándolo del «querer hacer» algo. El poder en la vida diaria estriba en la capacidad de realizar lo que se desea. Para graficarlo escogimos algunos casos en el ámbito de los Negocios. Pero también introduciremos elementos éticos, sin fines de ganancia.

    Aspiro a que los lectores superen el prejuicio de que todos los negocios responden al lucro.

    Cuando niño jugaba al ajedrez y me apenaba la derrota del otro; la rabia, pena y desazón que demostraban mis contrincantes cuando perdían me producían un sentimiento encontrado, dado que el triunfo mío significaba su derrota. Ahora creo que toda competencia es, primordialmente, con uno mismo y el objetivo es la superación. Por lo mismo, un negocio involucra a las personas como un todo, es decir, se debe aceptar como un desafío el dedicar ocho o diez horas al día a una iniciativa. En ella te relacionas con mucha gente que trabaja para ti, con tus proveedores, clientes, etcétera.

    Se trata de una forma de vida y es la misma para tu competencia, donde la perseverancia es un medio.

    Un negocio no es algo para servirse a uno mismo, ya que compromete a mucha gente, empezando por la familia del propio empresario. Implica una responsabilidad con los empleados, los inversionistas y los consumidores. El producto debe ser de la mayor calidad y generar una rentabilidad justa en relación al riesgo de capital. El valor en un negocio se da en esos tres frentes y no sólo en la generación de riqueza. Por lo mismo diferencio entre los inversionistas y los empresarios. El primero mide a las personas por su nivel de rentabilidad asociado al riesgo que le genera. Exige una ganancia del 15%, por decir una cifra, pero no aporta nada más que el dinero. Queda en manos del empresario crear el valor en los tres frentes, a los que se suma el Medio Ambiente.

    El resultado de su empeño será todo un mensaje para el mundo de los Negocios.

    Pero existe un segundo mensaje relacionado con la ejecución técnica. En el Juego de los Negocios se requiere tener una ruta, cuyo mapa surge de la Innovación, el Emprendimiento, la Ciencia y la Tecnología. La técnica permite visualizar el mundo. El problema radica en que la economía cambió: pasamos de una basada en recursos naturales a otra en que se debe medir el capital intangible para hacer la diferencia en el futuro. Y ese capital es el intelectual, relacional y organizacional. En otras palabras, ahora el centro de la gestión es el ser humano.

    Hoy se habla de la Sociedad de la Información y de su sucesora, la Sociedad del Conocimiento. Incluso ya se avizora una tercera meta: la Sociedad del Aprendizaje, cuya razón de ser sería el «talento innovador». Bajo dicha perspectiva un negocio trasciende, por ejemplo, la producción de un maíz: el desafío técnico consiste en cómo ese maíz llega a su destino y en el tiempo correcto, o en que se realice su cobro a un cliente en el momento oportuno. ¿Se podrá liberar al concepto de «Negocios» de los condicionamientos políticos, como que el empresario es de derecha y el empleado de izquierda? ¿Una jornada de trabajo debe implicar, necesariamente, sufrimiento? Como es ostensible, mucho depende de cómo se interpreta la Realidad al momento de acometer una acción productiva.

    III

    La realidad podríamos calificarla de «tasa de cambio», consistiendo el desafío en administrar la variedad, porque —según la fórmula clásica— el cambio radica en sí mismo y cambia constantemente. Es una tautología provechosa y no tan abstracta como parece: son cosas que suceden cotidianamente. Cada día se suman múltiples disrupciones tecnológicas que modifican los paradigmas sobre la ética de los negocios o el desarrollo de nuevas habilidades.

    El tercer libro, El juego de las organizaciones, se centra en la gestión del conocimiento. La intención es trascender aquella premisa de que «el coocimiento es poder», considerando que en el futuro «los datos» serán el nuevo oro, el nuevo petróleo. Quien sea su dueño lo tendrá todo al mismo tiempo. Los datos serán la base de lo que se construirá: como inteligencia artificial, órganos y tratamientos para las enfermedades más complejas, centros comerciales virtuales o coches autónomos. Hoy mismo ya vivimos entre conceptos como cloud, social media, big data, IoT, mobility, evidentes disrupciones tecnológicas. En poco tiempo, sin embargo, tendremos muchas más de ellas actuando en paralelo y ni siquiera nos daremos cuenta. Será fácil sentirse obsoleto, incompetente, por lo que resultará esencial transformar los datos en conocimiento.

    El hecho es que existen distintas formas de conocimiento, el cual se obtiene a través del poder y las redes, generando espacios de conversación y acción. Pronto serán de uso corriente los términos de «emergencia» y «co-evolución» respecto de organizaciones globales. Convendrá preguntarse cómo se mueve la información; cómo el conocimiento fortalece o derriba países e impone temas en la política internacional; cómo determinas altibajos bursátiles o mejoras estándares de vida, entre ellos, la pobreza. El conocimiento se ligará definitivamente al poder, a la política, a los gobiernos corporativos, al desarrollo de la industria privada: es decir, será un campo de influencia. Al hablar de El Juego del Conocimiento nos referimos a su interacción con las entidades que componen los negocios o la política, todo aquello que procura la fluidez de las cosas. En otras palabras, nuestro foco estará puesto en el movimiento que define la vida de las personas y sus organizaciones.

    El desafío es grande, porque la tecnología promete superar las capacidades humanas y en ese sentido el mundo puede deshumanizarse aún más, pero quienes lo habiten seguirán siendo las mismas personas. Por ejemplo, se presume que para el año 2029 las maquinas emitirán mejores juicios que sus creadores. Es posible que a ellas se les confíen los análisis de política internacional, ya que su capacidad de predicción será superior. Sólo ellas podrán «sentir» como propias actividades globales, ya que contarán con la información simultánea y al día, algo que para cualquier individuo es imposible. Los computadores convertirán en información miles de millones de datos y luego generarán el conocimiento necesario para emitir conclusiones. Únicamente una inteligencia artificial llegará a saber cómo afecta al PIB de un país su escasa inversión en innovación, incluso tendrá la opción de revelar sus futuros problemas por esa carencia. Como nunca antes la información, desde el punto de vista epistemológico y ontológico del lenguaje, permitirá afirmaciones objetivas en cuanto a la interpretación del mundo.

    LIBRO UNO

    El Juego de la Vida

    Bienestar en Común

    Capítulo I

    En el comienzo fue el futuro

    1. Imaginar el pasado

    Cuando se mira hacia el pasado se tiene la certidumbre de los hechos y es posible aprender de la experiencia: la razón y la emoción se conjugan para evaluar la realidad. Cuando se mira hacia el futuro, en cambio, la mente se vuelca a un mundo especulativo, idealista, donde las experiencias aún no suceden. ¿Habrá un mecanismo que combine el valor de los hechos y las experiencias con las posibilidades infinitas de un mundo inexistente? La respuesta es la Imaginación, esa cualidad inédita del hombre, nexo entre lo imposible y lo posible, lo irrealizable y lo realizable.

    Utilizaremos la imaginación para tender un puente entre el pasado y las expectativas del futuro. Desde este último intentaremos construir un camino hacia nuestra época, usando la razón y la emoción, con el propósito de concebir una guía para la sociedad, amplia y segura, que ojalá la conduzca al logro de sus ideales.

    Manos a la obra, entonces: digamos que el mundo, en el futuro, fue capaz de cambiar. Tiempos difíciles quedaron atrás y se vive una realidad social inimaginable para los predecesores. El «presente» emergió del conflicto y la pobreza, de los accidentes y frustraciones que colmaron los días de muchas décadas. Sin embargo, siempre hubo esperanza, esa luz que sólo se apaga con el término de la vida y suele brillar más en las dificultades.

    Si la sociedad siguiese igual, el debate giraría en torno a los problemas diarios y la frustración generalizada y silenciosa, que caracterizan a los países en crisis permanentes. Pero, felizmente, no es el caso. Muchos años después de iniciarse el cambio en procura del Gran Logro, vivimos en el bienestar y la armonía social, sintiéndonos orgullosos de participar en una nueva cultura, en que prevalece la herencia de los antepasados por sobre lo material, es decir, mudó radicalmente el interés de las personas. La verdad, la codicia nunca fue un eslabón de auténtico progreso entre las generaciones.

    Nuestra visión actual ha crecido, nutriéndose de la experiencia. No sólo la conocemos más, sino también comprendemos mejor la historia y tenemos la capacidad para vivir en el presente y, a la vez, visualizar el futuro con realismo. Como condición necesaria para el progreso, abandonamos la incertidumbre y el fracaso; las posiciones antagónicas; las luchas sin destino, y la costumbre de atribuirle nuestras incapacidades e irresponsabilidades al costo social.

    El Gran Cambio demoró un tiempo largo y laborioso, pero fructífero. Se originó en un proceso de mejoras continuas, que le permitió al hombre transformar el progreso en un evento cotidiano, concibiendo el futuro con seguridad y confianza en sí mismo. Dejó, en suma, de verlo como un hecho fortuito, la dádiva de una deidad o la consecuencia de una iluminación de un líder carismático.

    Hoy nos damos cuenta de que la inseguridad fue un reflejo del conflicto personal de cada uno para valorarse a sí mismo y organizar su futuro y el de la sociedad.

    La transformación requirió de mentes honestas y valerosas. Fue necesario ser decididos para abandonar arraigados prejuicios que retardaban, limitaban o impedían el progreso de las personas. Uno de ellos fue el concepto de triunfo, que buscaba destruir al oponente en vez de la superación propia: la idea era conseguir el reconocimiento de los demás y no la autosatisfacción, a menudo utilizando armas ilícitas, con el dogma de que el fin justifica los medios.

    Se llegó a creer que el bien particular era la condición y origen del bien común, en lugar de verlo como una consecuencia natural del bien social. Este enfoque hizo proliferar el egoísmo y el ansia de la riqueza material.

    El hombre confundió la libertad con la independencia y la posesión con la felicidad. Su individualismo le alejó de sus responsabilidades sociales, destruyendo la armonía en sus relaciones humanas. Simplemente ignoró el poder de la colaboración y dejó de lado el enriquecimiento de su espíritu.

    Sin embargo, supo cambiar a partir del conocimiento y de la reflexión de sus experiencias, concentrando sus esfuerzos en el hallazgo y entendimiento de la ecuación social. Aunque siempre estuvo presente en su vida, oculta a su mirada por faltarle interés por conocerla y comprenderla.

    2. Progreso moral

    El cambio sobrevino cuando el hombre se percató de que, si quería vencer el caos y desprenderse de las sombras en su futuro, tenía que enriquecer la ecuación de la vida en sociedad. En buena hora descubrió que ella traspasa las barreras del tiempo y el espacio. No sólo ocuparse de sus problemas y oportunidades le impulsaría por la senda del bienestar, sino el hacerlo por toda la sociedad. Ante la imagen de los hombres trabajando por crear y proteger su patrimonio personal o familiar, se impuso la visión del esfuerzo de equipo por construir un patrimonio social; verdadera herencia para las generaciones futuras.

    Con una sencilla operación aritmética, se concluyó que para el Negocio de la Vida no era «rentable» concentrarse en el beneficio personal solamente y menos en destruir a los oponentes, como habitualmente se hacía. Al contrario, se entendió que era mejor negocio «dar uno y recibir millones», ya que en un sistema enraizado en el bienestar social, el premio mayor se multiplica para alcanzar a todos simultáneamente, en vez de acrecentar los contrastes sociales y económicos, creando ganadores y perdedores.

    Fue un salto grande comprender que la ley del más fuerte era una contradicción al concepto de sociedad. Las colectividades modernas están formadas por hombres que utilizan sus capacidades para construir y desarrollar una gran fuerza social, y no por quienes buscan mantener o acrecentar supremacías personales. Las sociedades divididas entre débiles y fuertes fueron el candado del progreso: jamás, aún cuando pasaran siglos, le darían libre paso.

    El ascenso de grupos o individuos «dentro de la sociedad», valiéndose de la fuerza, el poder económico o la ley, fue un obstáculo decisivo al desarrollo social, ya que, casi por principios, rechazaban la colaboración. Asimismo, el hombre entendió que el aislamiento entre las generaciones era nocivo, porque es absurdo intentar desprenderse de la herencia humana, o ignorar la responsabilidad con el futuro.

    En el pasado, el mundo fue influido por antivalores que, desde las sombras, causaron gran destrucción y deterioro social. Generalmente, se escudaron en apariencias y gestos, en privilegios y «milagros económicos», creando una sociedad en que la pobreza era lo común; lo compartido, la ignorancia; y el resultado final: muchas vidas desperdiciadas en trabajos improductivos, que ahondaron el surco de la miseria.

    Con el correr de los años, el hombre logró percibir la complejidad y dinamismo de la ecuación social, y aceptó que su fortaleza emana de la armonía de sus interacciones y no del brillo efímero de alguno de sus elementos. Encierra, para los más avisados, el poder del cambio y puede generar una energía integradora sin precedentes.

    Al darse el Cambio, el hombre se volvió actor del progreso, abandonó el individualismo y descubrió la riqueza de cada ser humano, cuando se siente parte de un país armónico y capaz de desarrollar el potencial de todos sus habitantes. La luz que irradia el progreso, que antes iluminaba a unos cuantos, se volvió común e hizo desaparecer la pobreza en todos los ámbitos de la sociedad.

    El Gran Logro comenzó con el reemplazo de la perspectiva individual por la social. El hombre egoísta cedió el paso al hombre colaborador, participativo e innovador, que procuró crear la armonía social, más que buscarla o esperarla infructuosamente. Durante este proceso cayeron mitos y se esfumaron paradigmas, la gente se reconoció y empezó a trabajar en grandes proyectos sociales.

    La búsqueda del Bien Común se vio recompensada al alcanzarse el consenso de que cada persona encarna la sociedad, de modo que no se puede pretender el bien personal si no es a través del bien social, y tampoco es posible hallar el bien social si no es a través del bien personal.

    El gran cambio comenzó cuando el hombre, junto con conocerse a sí mismo, comprendió que era necesario fortalecer la identidad nacional con valores admirables y acciones continuas. De allí a percatarse de que al desconocer el talento de las personas no podía valorarlas y mucho menos participar con ellas en los grandes proyectos, había un paso.

    3. Trabajo versus empleo

    Junto con profesionalizarse, parte de la sociedad adquirió poder, influencia y riqueza, y se volvió insensible a las carencias de los demás, utilizando sus ventajas para provecho propio, en vez de elevarse en la lucha contra la adversidad social. Peor aún: fue parte activa en el deterioro del Medio Ambiente, contaminado por elementos de todo tipo, entre ellos, la ignorancia y la insensibilidad.

    Estas condiciones debilitaron a las personas, restringiendo su capacidad para conocer, comprender y crear una vida próspera; privándolas de disfrutar de las maravillas de la naturaleza, de su propio talento, del uso de la tecnología con sentido humano.

    La sociedad desperdició tiempo, porque no tenía claras sus prioridades, ni tampoco sabía cómo trabajar en equipo. La gente valoraba más la forma que el fondo en sus relaciones sociales, durante generaciones practicó un estilo de vida individualista, alejada de la realidad, ignorándose a sí misma y a sus semejantes, luchando, atacando o defendiéndose. La colaboración era un signo de debilidad. Aún cuando se la mencionaba en reuniones, discursos y publicaciones, fue una meta difícil de alcanzar.

    Al término del segundo milenio, la llamada «Globalización» sirvió para integrar el comercio de casi todos los países y darle paso libre a las grandes corporaciones, eliminando fronteras y reduciendo barreras a la competencia. No fue una globalización de la sociedad mundial, sino una homogenización cultural, tecnológicamente avanzada y apoyada con recursos económicos y financieros.

    Esta nueva realidad económica produjo cambios en los conceptos de calidad y productividad; el mismo manejo financiero de las personas, las familias, las empresas y los países se volvió crucial, determinando el progreso. Sin embargo, con las novedades el ser humano sufrió un serio retroceso. En vez de ocupar el centro del desarrollo económico, el hombre fue visto como un medio para crear el bienestar de unos pocos.

    La economía se asimiló al monetarismo, a las utilidades, a los beneficios de los inversionistas, alejándose cada vez más del bienestar de las personas, restándole poder al desarrollo de las familias, de las empresas y el país.

    Con todo, y a pesar de subsistir en un ambiente de injusticia social, la llama del talento continuaba encendida, junto a los sueños de progreso y esperanzas de un futuro mejor, anhelos estimulados de vez en cuando por los discursos y promesas de los políticos, que hablaban con verdades a medias, aprovechando la ignorancia generalizada.

    Sin embargo, el Gran Cambio sucedió. El pesimismo, la desconfianza y la incredulidad fueron reemplazados, gradualmente, por el optimismo y la confianza, por la convicción de que «era posible» cambiar, si las personas se lo proponían. La fuerte dosis de fatalismo, arraigada en muchas personas, cedió su lugar a una fuerza emprendedora, emergente, que rompió la inercia del conformismo. El cambio de actitudes y conciencia rasgó el velo que ocultaba las renovadas oportunidades del progreso. Pero no se hizo destruyendo el pasado, sino, al contrario, recuperando su herencia e integrándola con los recursos existentes.

    La gente comprendió que, no importando lo que se pensara o dijese de ella, poseía la fortaleza para el cambio y el recurso innovador —indispensable y necesario para delinear el futuro y generar equipos de trabajo. Además, entendió que no había contradicción entre ser competitivo y colaborador, pobre y esforzarse por el progreso, joven y querer emprender, o maduro y desear aprender. El mundo cambió su futuro, porque la gente abrió sus ojos para comprender su propia realidad.

    En el siglo XX y el XXI, el conocimiento especializado permitió ahondar en distintas disciplinas, adquiriendo los especialistas un poder enorme, que a menudo utilizaron en contra del beneficio social: en los hechos, se convirtieron en un factor determinante del desequilibrio y pérdida de armonía en la sociedad.

    La idea del «bienestar para todos», muchas veces vilipendiada por calificársele de demagógica, emergió en años recientes como una realidad. El hombre descubrió que la colaboración en el trabajo hacía competitivas a las familias y las empresas; que podía ser más fuerte como individuo si trabajaba en equipo. Supo que la esencia de la felicidad no se encontraba en la riqueza económica, sino en la humana, que florecía en la familia. El ser humano, por fin, decidió mirarse en el gran espejo de la sociedad, alcanzando una visión dinámica y objetiva del mundo al que pertenecía.

    El cambio se notó inmediatamente en el mundo del trabajo. Hasta entonces, el hombre estaba degradado a un insumo más del proceso productivo, ignorándose su vitalidad y capacidades emprendedoras. La empresa necesitaba al individuo para generar utilidades y éste, a su vez, la veía como una mera solución a sus necesidades particulares, económicas y sicológicas.

    Durante siglos, el trabajo fue dividido en intelectual y físico y, en consecuencia, las personas asumieron un rol según las labores que desempeñaban. Pero había un error en ello. Los últimos años del milenio demostraron que, en el trabajo de calidad, es inseparable lo

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