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La venganza de Nicolás Bravo y otros relatos [Plan Lector Juvenil]
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Libro electrónico93 páginas1 hora

La venganza de Nicolás Bravo y otros relatos [Plan Lector Juvenil]

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Muchas historias se han escrito sobre la Independencia de nuestros países americanos, pero poco se dice acerca de los seres anónimos que participaron en esos acontecimientos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 abr 2015
ISBN9789587734201
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    La venganza de Nicolás Bravo y otros relatos [Plan Lector Juvenil] - Gonzalo España

    La venganza

    de Nicolás Bravo

    y otros relatos

    de la Independencia

    Gonzalo España

    t

    ILUSTRACIÓN DE PORTADA Daniel Rabanal

    Para Juan Carlos Orrego, Matilde Salazar y Carlos Agudelo Montoya, colegas escritores que me regalan a diario el encanto de sus páginas y el apoyo de su amistad.

    Presentación

    ABARCAR EN RELATOS lo que fue la Independencia de América es una misión imposible.

    Miles de sucesos protagonizados por caudillos de gran renombre o por seres anónimos, hombres y mujeres adultos, niños, viejos, sacerdotes, militares, civiles, amas de casa, indios y negros esclavos, e incluso por animales —pues también los caballos jugaron un gran papel— merecen ser contados, pero resultaría imposible acabar. Sin embargo, los diez relatos que ofrecemos a los jóvenes lectores son más que suficientes para dar una idea de algunas de las pintorescas facetas de aquella prolongada revolución, y de sus curiosos y tenaces protagonistas.

    De las guerras libradas durante el tiempo conocido como la Independencia surgieron más de una docena de naciones americanas. Estas historias nos trasportan a ese nacimiento y nos hablan de las urgencias del momento, exhibiendo imágenes que no quedaron en ninguna fotografía. Han sido tomadas de algunos diarios personales y memorias escritas, de los partes militares y otras fuentes de la época. Al leerlas entramos en un vehículo que nos trasporta doscientos años atrás.

    Decir guerra es decir traumatismo, luto, dolor, nadie puede negar que de todo eso hubo en cantidad, pero también hubo amor, alegría, baile, amistad y, ante todo, valor. Las ideas que animaron la lucha terminaron por imponerse y crearon una nueva manera de entender y gobernar el mundo. Tales ideas y sentimientos son los que tienen cabida en las historias recogidas aquí.

    Así fue la Independencia. Regresemos a ella por un rato y tratemos de disfrutarla como una aventura intensa.

    EL AMOR FLORECIÓ EXTRAORDINARIAMENTE

    Cetrería en Mompox

    t COLOMBIA

    EL AMOR FLORECIÓ EXTRAORDINARIAMENTE

    Durante la Independencia, el amor se hizo más libre porque los férreos lazos familiares y sociales que sujetaban a la mujer se relajaron al desaparecer la autoridad colonial. También se tornó más intenso y presuroso, debido a que las parejas a las que separaba la guerra no aceptaban despedirse sin haberse amado a plenitud. Más libre sí, más intenso y presuroso, pero mucho más arriesgado. Enamorarse de alguien del bando contrario, por ejemplo, equivalía a exponerse a la muerte y al escarnio público; enamorar a los soldados enemigos en los cuarteles para hacerlos desertar o para sonsacarles información implicó riesgos mortales y contribuyó a desvalorizar el amor y convertirlo en arma de guerra. El amor también se dio como premio, para ofrendar la gloria del vencedor, para aplaudir y festejar su fama. El amor, en fin, floreció durante la Independencia como un campo de rosas, y dio como resultado muchos niños venidos al mundo, con lo que se repusieron en algo las bajas sufridas.

    Cetrería en Mompox

    TRAS RENDIR CARTAGENA, que tanta heroica resistencia opuso, Morillo y los suyos calcularon que el resto de la campaña sería un infierno. Pero no contaban con el río, con el majestuoso río Magdalena, espejado y sonriente, cuyos brazos se abrieron para ofrecerles a Mompox.

    Era el premio por su obstinación. En Cartagena no habían encontrado otra cosa que peste y cadáveres insepultos; Mompox, en cambio, parecía un primor, un aderezo de mujer, una orquídea abierta en medio de la selva. Todas sus casas tenían un toque de distinción, estaban limpias y aireadas, las perfumaban sonrientes jardines. ¡Y los recibían con las puertas abiertas!

    Morillo, enterado del gesto, ordenó que se tratara a sus habitantes con extrema delicadeza.

    Pero algo todavía más grato esperaba a las avanzadas realistas que aquella tarde bajaron de los botes y penetraron cautelosas en la villa, sospechando una emboscada, y fue la mirada verde mar de la marquesa de Santamaría, una mujer rubia de piel color canela claro, hija de la región, pero dueña del atributo de todas las razas, alta, lozana, exquisitamente torneada, que en el pórtico de la mansión principal, la más bella de todas, les manifestó que su casa albergaría gustosa al general en jefe y a toda su oficialidad.

    Desde aquel mismo instante se inició el juego de los halcones. Morillo, que nunca abusó de su rango y poder para aprovecharse de dama alguna, deseó muy de veras que la bella marquesa estuviese incluida en la hospitalidad momposina que les ofrecía aquella casa, pero igual cosa desearon Escuté, Tolrá, Sevilla y diez altos oficiales más. Solo que la señora marquesa, luego de darles la mano a besar y de aceptar en forma muy delicada sus cumplidos, pasó a enumerar los preceptos que regirían el orden adentro: primero, esperaba de ellos las más gallardas maneras; segundo, su honra como dueña de casa no podía ser puesta en riesgo; tercero, la servidumbre debía ser tratada con respeto; cuarto, la comida se serviría a tales horas, etc., etc.

    Verla comportarse como dueña y señora, escucharla imponer sus condiciones con tanto aplomo y majestad los enamoró todavía más, pasaron a obedecerla sin condiciones, pensando que esa sería la mejor manera de conquistarla. Morillo la acató como un paje a su reina, ella procedió a tratarlo como al más dócil de sus criados. Ellos sabían que aquella mujer, viuda y poseedora de

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