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Enigmas y Misterios de Ávila
Enigmas y Misterios de Ávila
Enigmas y Misterios de Ávila
Libro electrónico185 páginas2 horas

Enigmas y Misterios de Ávila

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Los grandes enigmas de Ávila están ligados a la tradición, a la historia y a sus protagonistas, unos inquietantes, otros ejemplares.

Encontramos en estas páginas los mitos y leyendas de la fundación de la ciudad de Ávila. Las intrigas de la Inquisición, con Tomás de Torquemada -enterrado en Ávila y cuyos restos se perdieron-, las conspiraciones de la Farsa de Ávila y los Comuneros, los ajusticiamientos de Diego de Bracamonte. Las tragedias en torno a la Reina Católica con madre e hija locas. Monarcas que pudieron ser y murieron en esta tierra siendo infantes o príncipes, como el hermano de Isabel la Católica, Alfonso, o su hijo primogénito, Juan, enterrado en el Monasterio de Santo Tomás. Los grandes personajes de la mística, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, así como el caso de Mosé de León. Los porqués de los nombres de Ávila de los Caballeros,del Rey, de los Leales, de los Santos y los Cantos.

Álvaro Mateos López recorre las tierras de Ávila para recoger los grandes enigmas en torno a una ciudad milenaria -Patrimonio de la Humanidad-, y las historias que forman parte de la tradición popular de la provincia.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento3 may 2018
ISBN9788417418823
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    Enigmas y Misterios de Ávila - Álvaro Mateos López

    PRÓLOGO

    ÁVILA, DONDE UNA PUERTA SE ABRE

    Desde un rincón castellano y, en concreto, desde la querida ciudad de Ávila, se nos presenta este conjunto de relatos y leyendas por parte de un autor que siempre ha llevado el nombre de su tierra por el mundo. Se trata, como la ciudad castellana, de un libro abierto a todos los lectores que quieran conocer las raíces y señas de identidad de una de las provincias con más historia de toda España.

    Álvaro Mateos realiza un peculiar viaje a lo más profundo de sus orígenes y de su memoria. En cierto modo, cumple con un encargo y una misión, ya que es uno de los embajadores nombrados por el Ayuntamiento de Ávila, con motivo del 25º aniversario de la capital como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

    Leyendas, mitos e historias conviven en esta interesante obra que recoge referencias célebres, muchas de ellas ya conocidas, con otras que quizás no lo son tanto y que estoy convencido de que sorprenderán al lector. Merecen una especial mención los capítulos en los que explica las causas de la abundancia de fórmulas orales en torno a esta capital castellana, granítica unamuniana, sin ira y tantas veces soñada y pintada.

    Un rincón de España que, por derecho propio, es cuna de la Transición, uno de los momentos estelares de nuestra historia, no sólo por su vinculación con el presidente Adolfo Suárez sino, también, porque en Gredos se perfilaron no pocos artículos de nuestra Carta Magna.

    «La concordia fue posible», es la frase que resume el espíritu de una época, y creo también que es una aportación del carácter de esta tierra al conjunto de nuestra nación.

    Decía santa Teresa de Jesús, de quien se celebra por vez primera en este 2018 un Año Jubilar, que «importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar al final, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajare, murmure quien murmurare».

    Esta santa patrona de los escritores y de tantas cosas en España, es tan solo un ejemplo de cómo un cuerpo enfermo, debilitado e incluso en ocasiones inseguro, puede alcanzar grandes logros como la gran reforma carmelitana que supo emprender. Una mujer que en el siglo XVI supo plantarse ante clérigos y obispos, e incluso dirigirse al rey Felipe II para llevar a cabo tan alta empresa.

    Pero Ávila y su tierra alcanza más allá de Teresa de Cepeda y Ahumada. Si solo la tuviera a ella, ya deslumbraría; pero es que, además, guarda el tesoro del verso más alto y trascendente, el de san Juan de la Cruz, patrón de los poetas.

    Es precisamente la cultura un aspecto que el autor profundiza en este libro, recordando sus raíces familiares vinculadas al mundo de la enseñanza y su actual responsabilidad profesional en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, desde donde sigue trabajando en favor de su querida tierra.

    Conozco a Álvaro desde hace años, y comparto con él mi pasión por Las Navas del Marqués. Este prólogo lo he querido titular con un juego de palabras en torno a una sentencia recogida por Miguel de Cervantes en El Quijote: «Donde una puerta se cierra, otra se abre». La frase también la cita El Lazarillo y tiene un profundo significado relacionado con la historia de los marqueses de Las Navas, en su palacio abulense. Merece la pena la historia que protagonizó la anécdota, que dio origen al famoso refrán que tantas veces usamos en nuestra lengua española.

    También recomiendo adentrarse en estas páginas y conocer las venturas y desventuras de la infanta nacida en Madrigal, que llegó a alcanzar la Corona, convirtiéndose en Isabel la Católica; o cómo su madre, también Isabel de nombre, terminó sus días encerrada en la ciudad de Arévalo.

    Otra de las tragedias en torno a esta familia tiene como protagonista al príncipe Juan, la esperanza de Isabel y Fernando, representado magistralmente por Domenico Fancelli en el sepulcro de Santo Tomás, residencia veraniega de los Reyes Católicos.

    La famosa Farsa de Ávila —que se representa anualmente delante de la Muralla—, las revueltas comuneras con la Constitución de la Santa Junta en la catedral del Salvador, la pantomima del pastelero de Madrigal, o las protestas de Diego de Bracamonte, son episodios que han trascendido y forman parte de la historia de España, con un origen asentado en esta tierra, de la que también partieron ilustres conquistadores o pacificadores, que luego destacarían en la defensa de los derechos de los demás en las recién descubiertas tierras del continente americano.

    Todas ellas constituyen retazos de nuestro pasado, a veces basadas en la leyenda, y otras en el relato de la crónica fidedigna. Les dejo con el retrato de muchos paisajes con leyenda, mística y buen yantar: vayan abriendo la puerta de la Muralla y déjense sorprender por las historias de esta maravillosa provincia de acogida, como es toda la tierra de Ávila.

    Pablo Casado Blanco

    Diputado por Ávila

    Vicesecretario de Comunicación del Partido Popular

    PRESENTACIÓN DEL AUTOR

    No es este un libro de investigación histórica, sino que quiere ser una compilación de todas aquellas leyendas, mitos e historias que, unidas a la rigurosa tarea de tantos profesores, instituciones y particulares, pretende reunir en unas cuantas páginas las notas básicas de nuestras señas de identidad abulenses.

    La idea de realizar una obra de estas características partió de un prólogo que escribí a un amigo toledano, Carlos Dueñas, quien plasmó por escrito y en esta misma editorial, las historias y enigmas que resumen el paso de los siglos de la «Ciudad de las Tres Culturas», tan hermanada en tantos aspectos a la ciudad de Ávila.

    Hoy son muchos los divulgadores, como era el caso citado, que van rescatando historias de la tradición y las incorporan a sus muros en las redes sociales. Cuando se va contando con unas cuantas, que bien pueden resumir la historia de una ciudad y, en este caso, de toda la provincia, con una serie de personajes, sin los que no se entendería la misma, creo que es obligado dar el salto a una publicación de estas características.

    El lector puede ir disfrutando, sin un orden predeterminado, las distintas narraciones que encontrará en esta obra. Particularmente, me ha permitido reencontrarme con mi tierra, mis raíces, releer muchas leyendas y obras que, desde mi más tierna infancia, soñé con reunir algún día en esta particular «Historia de Ávila», como dicen muchos de mis amigos en tono de broma, el centro del universo.

    Porque los abulenses somos así; todo cuanto acontece lo pasamos por el tamiz de nuestra tierra. A todos los que vivan este mismo sentimiento, aquí les brindo unas cuantas historias que compartimos en nuestro sentir popular y no debemos dejar que se pierdan.

    «Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer».

    Comienzo de La Sombra del ciprés es alargada,

    de Miguel Delibes

    Y si yo muero —¡moriré mañana!— ¿qué voy a hacer de ti, Ávila viva? ¿Cómo voy a dejarte a la deriva de una prisa que engendra gloria vana?

    Jacinto Herrero Esteban

    ÁVILA, EN RECUERDO A LA ESPOSA DE HÉRCULES. EL MITO DEL ORIGEN DE LA CIUDAD

    La ciudad de Ávila cuenta con un gran número de mitos y leyendas que van justificando determinados hitos de la historia y llenando lagunas de amplios períodos, de los que no se tiene conocimiento claro.

    Son varias las principales fuentes que se refieren al inicio de la ocupación del espacio de la ciudad: Crónica de la población de Ávila, un anónimo del siglo XIII que relaciona la elección de lugar a partir de los buenos augurios que indicaban las aves (algo muy propio de la Edad Media) y, directamente, menciona el episodio de la repoblación por don Raimundo de Borgoña, de quien hablaremos más adelante.

    Otra de las fuentes es el libro del padre Luis Ariz, Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila, que no presenta rigor histórico alguno —el escritor noventayochista Francisco Grandmontagne la considera «patraña mitológica del remoto abate»— pero recuerda el origen mitológico de muchas ciudades. Ávila no podía ser menos.

    Encontramos también narraciones que corresponden al gran cronista del siglo XVI, Gil González Dávila, así como al político y jurista Juan Martín Carramolino que, en el siglo XIX, se hizo eco de mitos, leyendas y otras historias con mayor o menor fundamento.

    Trataremos el origen mitológico, estrechamente ligado a la construcción de las murallas. Según Ariz, que menciona como narrador del mito al obispo don Pelayo, el responsable de las mismas no fue otro que Alcideo, hijo de Hércules y de Ávila (Ábyla); por tanto, nieto de Júpiter. Al fallecer su madre, Alcideo heredó todas sus pertenencias, algo que no fue del agrado de Magonio, su tío, quien luchó con él para arrebatarle todas sus posesiones. Tras esta lucha, Alcideo huye del Estrecho de Gibraltar y del monte Ávila, adentrándose en la península ibérica. Fue un collado que encontraron en el entorno de la actual ciudad el que, gracias al vuelo de unas palomas, identificaron como el lugar ideal para su construcción.

    En este lugar, según Ariz, Alcideo besó la tierra «e fizo sacrificios al Sol, matándole un Toro e una Baca blanca». Tanto debió gustarle el enclave que le puso el nombre de su madre y, tras un ataque de los africanos que dejó entrever su vulnerabilidad, en el que murió su ayo, Sofonisbo, decidió «cercar de muros fuertes» la población, tarea en la que emplea trece años.

    Esta parte corresponde al mito, que alimenta un relieve que podemos ver en la portada del palacio de Valderrábanos, lugar donde se ubicaría el sepulcro con las cenizas de Sofonisbo, que tenía una lanza en la mano cuando recibió el impacto de la flecha que lo mató.

    Pese al mito, es cierto que, como sostienen muchos autores, a partir del famoso Ávila de los Caballeros, de Antonio Veredas, todo cuanto se escriba acerca del origen de la ciudad carece de fundamento, «pues se ignora el verdadero nombre que pudo ostentar en tan remotos tiempos», ya que hablamos de Óbila vetona, Ábila en la etapa de Prisciliano, Ábula en el Cronicón de Idacio y Ábela en los Concilios de Toledo.

    Sobre los significados del término, José Belmonte apunta varias posibilidades: según Cianca, Ávila en hebreo significa «término» —hay un Ávila de las Viñas en Palestina, citada por la Biblia—; otros se han referido al significado de «monte alto y crecido», mientras que algunos se inclinan por «término o confín».

    Volviendo al obispo don Pelayo de Oviedo, debemos avanzar hasta bien entrada la Edad Media para intuir que sería este quien se ocupase de bendecir la proyectada muralla, antes incluso de su edificación, momento que coincidirá con la repoblación a cargo de Raimundo de Borgoña, y el inicio de la construcción de la catedral del Salvador.

    ÁVILA Y SU PASADO CELTA. CASTROS, VERRACOS Y TOROS

    Al margen de la leyenda sobre su nombre y fundación, no podemos prescindir del verdadero y probado origen de los alrededores de la ciudad de Ávila, una serie de poblados y castros, de los que luego emigran sus habitantes a la primitiva Óbila, y de la que dan cuenta en sus escritos los clásicos Plinio, Ptolomeo y Estrabón. Por tanto, con la conquista romana, todos los pueblos indígenas prerromanos —en este caso, los vetones— se ven obligados a abandonar sus asentamientos para establecerse en zonas menos protegidas; posteriormente romanizadas.

    Los poblados que dieron origen al Óbila posterior se convirtieron en el centro del dominio de las actuales provincias de Zamora, Salamanca, Cáceres y Toledo, llegando a la región portuguesa de Trás-os-Montes; esto es, la extensión comprendida entre los ríos Duero y Tajo, dejando en Ávila la mayor parte de su legado. Más de la mitad de los enigmáticos toros o verracos —una cifra superior a cuatrocientos se repartían por toda Vettonia— se encuentran en la provincia de Ávila y, de ellos, sesenta están en la capital.

    Las características más importantes del pueblo vetón, asentado en esta zona del centro de la península ibérica, a partir del siglo V a. de C., son el empleo de sistemas defensivos en sus poblados, uso del torno del alfarero en la producción de cerámica, empleo de la metalurgia del hierro, utilización de la técnica funeraria de la incineración y enterramiento de las cenizas en cementerios extensos, con ricos ajuares, con nuevas formas de comercio y explotación agrícola.

    Como podemos comprobar en los castros de Chamartín-La Mesa de Miranda, Ulaca, El Raso, Las Cogotas, Los Castillejos o Las Paredejas, los vetones vivían en zonas estratégicas para la defensa, edificando pequeñas casas de piedra, de solamente una planta y techos de madera, barro o ramas.

    Constituían un pueblo guerrero,

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