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Enemigos ... y más: Equipo Grover Beach, #3
Enemigos ... y más: Equipo Grover Beach, #3
Enemigos ... y más: Equipo Grover Beach, #3
Libro electrónico422 páginas8 horas

Enemigos ... y más: Equipo Grover Beach, #3

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Información de este libro electrónico

«No sé qué está pasando en la mente de Anthony Mitchell, pero definitivamente estás ocupando mucho espacio ahí dentro».

La vida no es fácil para Samantha Summers, hija de un general del ejército. Mudarse de un continente a otro cada dos años ayuda a una adolescente a aprender 4 idiomas diferentes en un tiempo récord, pero también destruye su vida social. Y cuando un chico muy sexy en su nuevo hogar le hace la vida imposible, por ser la prima de una chica con la que una vez salió y que luego lo dejó, la perspectiva de su próximo año escolar hace que Sam quiera dejarlo todo.

Sólo hay una cosa mucho más desconcertante que todo lo anterior. Por alguna extraña razón, no puede dejar de soñar despierta con ese tipo insoportable. ¡Y vaya que sabe besar!
Incluso fuera de sus sueños...

IdiomaEspañol
EditorialAnna Katmore
Fecha de lanzamiento27 ene 2021
ISBN9781393999546
Enemigos ... y más: Equipo Grover Beach, #3
Autor

Anna Katmore

“I’m writing stories because I can’t breathe without.”At six years old, Anna Katmore told everyone she wanted to be an author after she discovered her mother's typewriter on a rainy afternoon. She could just see herself typing away on that magical thing for the rest of her life.In 2012, she finished her first young adult romance “Play With Me” and decided to take the leap into self-publishing. When the book hit #1 on Amazon’s bestseller lists within the first week after publication, Anna knew it was the best decision she could have made.Today, she lives in an enchanted world of her own, where she combines storytelling with teaching, and she never tires of bringing a little bit of magic into the lives of her beloved readers, too.Anna’s favorite quote and something she lives by:If your dreams don't scare you, they aren't big enough.

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    Vista previa del libro

    Enemigos ... y más - Anna Katmore

    Índice

    CAPÍTULO 1

    CAPÍTULO 2

    CAPÍTULO 3

    CAPÍTULO 4

    CAPÍTULO 5

    CAPÍTULO 6

    CAPÍTULO 7

    CAPÍTULO 8

    CAPÍTULO 9

    CAPÍTULO 10

    CAPÍTULO 11

    CAPÍTULO 12

    CAPÍTULO 13

    CAPÍTULO 14

    CAPÍTULO 15

    CAPÍTULO 16

    CAPÍTULO 17

    CAPÍTULO 18

    CAPÍTULO 19

    CAPÍTULO 20

    CAPÍTULO 21

    CAPÍTULO 22

    CAPÍTULO 23

    CAPÍTULO 24

    CAPÍTULO 25

    CAPÍTULO 26

    CAPÍTULO 27

    CAPÍTULO 28

    CAPÍTULO 29

    CAPÍTULO 30

    CAPÍTULO 31

    CAPÍTULO 32

    CAPÍTULO 33

    EPÍLOGO

    Playlist

    CAPÍTULO 1

    Samantha

    —TENER DIECISIETE NO es divertido si no vas de fiesta. Y no puedes ir de fiesta si te escondes en tu cuarto.

    Me reí de las payasadas de mi prima, pero por dentro me estremecí cuando me agarró de la muñeca y me sacó de mi habitación, arrastrándome a través de los pasillos de la mansión. Las uñas rosadas de Chloe se clavaron en mi piel, el hecho de que sus uñas coincidieran con el color de su ropa interior —como siempre— me daba escalofríos. No necesitaba enterarme de esa información tras cenar con mis tíos, quienes tuvieron la amabilidad de acogerme durante los siguientes cuatro meses.

    Ser la hija de un general del ejército a veces era duro, pero al menos mis padres no me obligaron a mudarme durante el curso escolar esta vez, o por lo menos, no muy entrado el año. Ocurrió a principios de noviembre; justo a tiempo para integrarse en la sociedad de la preparatoria y hacer amigos antes de que te llamaran «extraño». Este siempre había sido mi peor temor cuando la palabra «mudanza» se hacía presente en las conversaciones.

    Tomé mi sudadera negra del perchero del pasillo antes de que Chloe me aplastara el brazo con la puerta. Cuando me la puse sobre mi blusa de manga larga, mi prima me dirigió una mirada molesta, frunciendo su nariz puntiaguda.

    —¿Por qué siempre tienes tanto frío, Sam? ¡Estás en California! Ni siquiera necesitas abrigarte en invierno.

    Esto podría ser cierto para alguien que había vivido en Grover Beach durante toda su vida. Sin embargo, durante los últimos ocho meses, había estado viviendo en El Cairo; y una vez que se aprende a lidiar con el calor sofocante en Egipto, cualquier otra cosa se siente como entrar en un congelador.

    —Por cierto, ¿adónde vamos? —pregunté.

    Chloe me empujó dentro de su auto blanco, estacionado frente a la casa, y no contestó hasta que se abrochó el cinturón de seguridad detrás del volante.

    —A la ciudad, voy a presentarte a unos cuantos amigos más esta noche.

    Uf, más amigos de Chloe, lo que significaba lidiar con más chicas que creían que lo más importante en el mundo era tener el peinado perfecto, aquello no sonaba como una prometedora noche sabatina...

    Me incliné hacia atrás, abracé mis piernas contra mi pecho y cerré los ojos. Un golpe de Chloe dos segundos después me hizo estremecerme.

    —¿Qué?

    —¡Quita tus sucias botas de mi asiento! Es cuero.

    Me quejé, pero dejé caer los pies al suelo. después de todo, era su coche y no el Land Rover de mis padres, en el que nadie se preocupaba por la arena en los asientos; ya que en El Cairo había arena por todas partes.

    Chloe nos condujo hasta un café en la ciudad donde varios autos estaban estacionados en fila al frente. El nombre «Charlie» estaba escrito en azul oscuro, con letras cursivas parpadeantes encima de la puerta.

    Después de estacionarnos al otro lado de la calle, me bajé tras ella.

    —¿Es aquí? Se ve bien.

    El café tenía un área exterior hermosa, pero esta noche nadie ocupaba las mesas al aire libre, del interior se podía escuchar una suave melodía de los años sesenta o setenta.

    —Esta es sólo nuestra primera parada. Vamos a encontrarnos con Brin, Kir y Les aquí. —Chloe se dio la vuelta y me lanzó una mirada de advertencia—. Escucha, estas son las reglas para esta noche...

    —¿Reglas?

    No podía hablar en serio.

    —Sólo hablarás con quien yo hable, y si bebo esta noche, no se lo dirás a mis padres. ¿Entendiste?

    ¡Vaya! De haber sabido que me encontraría recibiendo órdenes del ejército en Grover Beach, le habría pedido prestado un uniforme a mi padre y me lo habría puesto para mi «divertida velada» con mi prima, puse los ojos en blanco y atravesé la puerta.

    El lugar era aún más lindo por dentro. Los azulejos de piedra de terracota le daban a la habitación un toque cálido, una barra en forma de S alineada en la pared lateral, atractivas mesas de mimbre y cómodas sillas estaban por todo el lugar, era una réplica perfecta de un ambiente caribeño. Lo sabía porque, antes de Egipto, hace dos años mi padre tenía su base en Cuba, me enamoré de este café en un instante.

    Chloe me empujó por la espalda.

    —No te quedes en la puerta con la boca abierta, nuestra mesa está allí.

    «No quedarse boquiabierta». Tomé nota mentalmente de ello y resistí el impulso de hacer un saludo militar a la sargento, quien resopló en mi cuello. En ese momento, me arrepentí de no haber trabado la puerta de mi habitación después de la cena.

    Mientras me dirigían a la parte de atrás del café, miré por encima de mi hombro y arqueé una ceja.

    —En serio Chloe, respira. No es como si los paparazzi se escondieran detrás de esas columnas, esperando para fotografiarte haciendo algo escandaloso.

    Abrió la boca para decir algo, pero una voz más grave se le adelantó.

    —¡Cuidado!

    Mi cabeza estalló, me detuve sólo unos segundos antes de chocar contra un camarero con una bandeja. Levantó una mano para proteger los vasos vacíos y evitar que se cayeran al suelo.

    —¡Oh, lo-lo siento! —tartamudeé y retrocedí. Cuando levanté la vista estaba mirando unos ojos que eran tan azules como el cielo sobre Egipto, puestos en un rostro que me atraería sin problemas. Siempre me gustó el aspecto juvenil, especialmente si dichos chicos venían equipados con el cabello rubio despeinado como el suyo. El único problema era que me miraba como si ya hubiera roto los malditos vasos, su áspera mirada se apartó de mí y su ceño fruncido se hizo más pronunciado.

    Chloe se acercó.

    —Hola, Anthony.

    Me costaba averiguar si quería sonar coqueta o arrogante.

    —Tráeme un Martini. —Me miró, llevándose un dedo a los labios—. Y una soda para mi prima. —En voz baja añadió—: Vas a manejar de regreso.

    Sentí la necesidad de reírme, pero temía que Chloe lo tomara como otra razón más para regañarme, así que me contuve y en vez de eso susurré:

    —No creo que consigas alcohol en este lugar.

    Entonces me volví hacia el camarero, Anthony. Me preguntaba si Chloe nos iba a presentar.

    No lo hizo. De hecho, pasó junto a él, hacia una mesa al final de la habitación, y se sentó con tres de sus amigas que había conocido antes, ajustando su minivestido negro.

    Genial. Me dejó de pie frente a este tipo como una idiota, mientras él inclinaba la cabeza y me miraba con curiosidad, como parecía ser amigo de Chloe, tal vez estaba esperando a que me presentara. Le ofrecí una sonrisa.

    —Hola, soy Samantha Summers.

    El chico puso los ojos en blanco.

    —Sólo apártate de mi camino.

    Oh...

    Mis hombros se desplomaron cuando di un paso rápido hacia un lado, y él pasó de largo. No me avergonzaba fácilmente, pero sabía que en ese momento mi cara resplandecía como una señal de alto.

    —Otra Summers... —gruñó ¿molesto?—. Justo lo que necesitábamos.

    Fue así como desapareció mi última esperanza de tener una buena primera noche en mi nueva ciudad, apreté los dientes y me apresuré hacia Chloe y sus amigas, avanzaba con los ojos bien abiertos, evitando las miradas curiosas de los chicos que me rodeaban. Al hundirme en el asiento, bajé la barbilla.

    —¿Qué-Fue-Eso? —La voz aguda de Chloe me sonó tan agradable como desinfectante en los ojos.

    —¿A qué te refieres? —le respondí con un gruñido.

    —¿No te acabo de decir que no hables con quienes no debes?

    ¿Qué? —Era obvio que había perdido la cabeza. Y no estaba dispuesta a aguantar esa mierda después del rechazo que tuve que soportar—. Tú hablaste con él primero, ¿qué es lo que te pasa?

    —Hablé con él porque tenía que hacerlo, es el camarero. Pero no somos amigas suyas ni de sus amigos.

    —Por Dios, Chloe. ¿Te estás escuchando?

    Estaba lista para levantarme de la mesa y caminar tres kilómetros de vuelta a casa, cualquier cosa que me salvara de la idiotez de mi prima, mis dedos se enroscaron alrededor de los reposabrazos, pero justo cuando me levantaba, Anthony se acercó a nuestra mesa. Por alguna razón desconocida, volví a caer en mi asiento, tal vez fue la mirada amenazadora en sus ojos lo que me impidió irme.

    Deslizó una botella de Red Bull sobre la mesa hacia Chloe y una para cada una de sus amigas, y luego colocó un vaso de agua con gas y una rodaja de limón en el borde, frente a mí.

    —¿Qué es esto? —exigió saber Chloe, tomando la botella y empujándola hacia Anthony—. Pedí un Martini, no un Red Bull.

    Anthony se inclinó hacia delante, apoyando las palmas sobre la mesa, y miró con desprecio a Chloe.

    —No creo que ninguna de ustedes tenga más de 21 años, así que será lo de siempre. Tómalo o déjalo, Summers.

    Cuando su fría mirada se centró en mí, el calor en mis mejillas resurgió. Maldita sea, ¿podría dejar de hacerme eso?, tragué con la garganta seca y luego gesticulé tímidamente:

    —Yo soy la de la soda, ¿recuerdas? Estoy segura de que no necesito que me pidan identificación para eso.

    Algo apareció en su cara que lo hizo parecer mucho menos intimidante. Me llevó un segundo darme cuenta de que era un par de hoyuelos. ¿Acaso fue una sonrisa?, bueno, no exactamente, pero su mirada sin duda se suavizó.

    Lo siguiente que supe fue que Chloe cruzó la mesa y tiró mi vaso con una torpeza sorprendente, el chorro de agua salpicó todo el largo de mis pantalones de camuflaje.

    —Qué demonios... —Me levanté al mismo tiempo que Anthony se alejaba bruscamente de la mesa.

    —Cuidado, camarero —escupió Chloe—. Mira lo que hiciste.

    La mirada furiosa de Anthony rogaba por una cuerda para estrangularla.

    —¿Estás loca? Fuiste tú.

    Chloe arqueó perfectamente una ceja y se recostó en su silla, con los brazos cruzados bajo sus pechos, su voz se volvió mortalmente fría.

    —No toqué nada, deberías intentar quitarme los ojos de encima la próxima vez y concentrarte en cumplir tu simple trabajo.

    Oh guau, este era «Freddy Krueger» encontrándose con «Eso» de Stephen King. Había una gran enemistad entre ellos, y estaba segura de que no tenía nada que ver con que ella se creyera la reina del mundo y que él fuera un simple camarero. ¿Por qué de repente me sentí atrapada en medio de algo personal?

    —¡Tony! ¿Hay algún problema?

    Me di la vuelta para encontrar a un hombre alto detrás de la barra, mirándonos. No estaba vestido con pantalones negros y una camisa blanca como Anthony, pero llevaba una camiseta azul con un chaleco negro encima.

    Ningún problema, Charlie —contestó Tony con los dientes apretados. Luego se quitó un paño del cinturón y limpió la mesa, cuando la secó, se colgó la tela sobre el hombro y me dirigió otra mirada molesta—. ¿Puedo traerte algo más que tú y tus amigas puedan tirar?

    Las palabras se atoraron en mi garganta, impidiéndome gritarle que no me metiera en eso. No eran mi elección de amigas, y Chloe, bueno, ella era de la familia y yo dependía de ella de una manera que esta noche estaba empezando a odiar; pero si quería quedarme en su casa durante un largo tiempo, no tenía muchas opciones.

    Así que sólo negué con la cabeza, y Tony se fue sin decir nada más.

    Un tirón en mi brazo me hizo volver a sentarme, Chloe frunció el ceño de forma desaprobatoria mientras apartaba de sus ojos algunos mechones de su rubio flequillo.

    —Tienes mucho que aprender si quieres salir con nosotras, primita.

    Era sólo seis meses menor que ella, pero había sido la «primita» durante mucho tiempo, debido a mi desafortunado 1.57 metros, no me molestaba, lo que sí lo hacía era la extraña y desagradable actitud que Chloe parecía haber desarrollado desde la última vez que nos vimos.

    Una de las chicas, Breena o Brinna, no podía recordarlo, río y abrió su bolso por debajo de la mesa. Todas se turnaron para ver, excepto yo. Cuando vi lo que sacaron, mis ojos se abrieron de par en par.

    —¿Contrabandeaste alcohol hasta aquí? ¿Estás loca?

    —¡Shhhhh! —Chloe vertió una pequeña botella de vodka en su Red Bull mientras las demás se inclinaban más cerca y la protegían de la vista del camarero—. Esto es sólo para animarse, iremos a una fiesta de verdad más tarde.

    De acuerdo, eso era todo. No tenía muchas opciones, pero no iba a aceptar esa clase de cosas de Chloe ni de nadie más.

    —No me importa adónde vayas, pero no «iremos» a ninguna parte. Yo me voy de aquí. Dame las llaves de tu auto, estoy segura que Christine...

    —Kirsten —me corrigió bruscamente la rubia rojiza al lado de Chloe.

    Kirsten, o cualquier otra, puede llevarte a casa.

    —No lo creo —río Chloe, sonando muy enojada—. No vas a conducir mi coche si no estoy yo.

    —Me arrastraste hasta aquí y me tiraste agua helada en los pantalones. No me la estoy pasando muy bien que digamos, y tampoco voy a ir caminando a tu casa, así que dame las malditas llaves. —Me detuve y me acerqué a ella— ¿O quieres que deje una nota en el mostrador de la cocina para que tu madre la lea mañana? —Mi voz era un murmullo de advertencia—. Estoy segura que le encantaría oír que estás bebiendo.

    —¡No te atreverías, mocosa!

    —Pruébame. —Le extendí una mano, dándole a mi prima la mirada mortal que había contenido todo el día; desde que pasó su mano por mi desordenado cabello en capas y me dijo que parecía un arbusto andante cuando ella y sus padres me recogieron en el aeropuerto.

    Con un resoplido, Chloe sacó las llaves de su bolso y las dejó caer en mi palma, mientras rechinaba los dientes, me preguntaba si iba a sufrir las consecuencias más tarde.

    Vaya, esta noche había sido un asco.

    Me enderecé y cuadré los hombros. Con la cabeza en alto, me acerqué al camarero, que se había detenido ante una joven pareja, charlando con ellos, saqué del bolsillo de mis pantalones un puñado de dólares y los tiré en su bandeja.

    —Quédate con el cambio.

    Me miró con frialdad. Obviamente, no tuve que decir más, me puse de pie y salí por la puerta, y sólo entonces me atreví a respirar de nuevo, me restregué las manos por el cabello, enfadándome al sentir su fin a la altura de mi barbilla. Pensé que estaría bien cortarlo antes de venir aquí, pero ahora mismo era un desastre como todo lo demás.

    Qué buen comienzo para mi nueva vida.

    Por un minuto o dos, me senté en el capó del auto de Chloe y miré mis muslos mojados. El color oxidado de mis pantalones se había convertido en un tono más oscuro de marrón rojizo, ¿qué había provocado que Chloe hiciera eso?

    Quizá alguien debería hablar con la tía Pamela sobre su hija; beber en lugares públicos, comportarse como una idiota arrogante... Así no era la Chloe que conocí de pequeña, sin embargo, no era chismosa, nunca delataría a un miembro de la familia, por muy estúpida que sea esa persona, aunque ella no tenía porqué saberlo.

    Mis pensamientos volvieron al camarero. No sabía nada de él, aparte de su nombre, pero la forma en que había refunfuñado «otra Summers» me hizo preguntarme qué tan malo era el pasado que él y Chloe compartían, sea lo que sea, me negué a interferir, su lucha no era asunto mío. En este momento necesitaba concentrarme en lo que estaba frente a mí; tenía que empezar en una nueva escuela el lunes, y sin mi prima tomándome de la mano y mostrándome los alrededores, sería tan desagradable como todas las otras veces que había tenido que empezar de nuevo en el pasado.

    No podía esperar...

    El regresar al lugar donde habitaba, en el mismo piso que mi estúpida prima, no era una opción muy atractiva para mí. Por ello, con las llaves colgando de mis dedos, anduve por la calle, con la mente puesta en encontrar un pequeño escaparate para distraerme, sin embargo, las tiendas que bordeaban la acera estaban oscuras y algunas tenían rejas enrollables frente a ellas, eché un vistazo a través de las rendijas, pero no pude distinguir mucho.

    Pareciera como si todo el pueblo estuviera decidido a dejarme fuera... Dejé salir un largo suspiro, enfoqué mi vista en el cielo oscuro, caminé, doblé algunas esquinas y me perdí por completo, todo gracias a mi fabuloso sentido de la orientación. Me llevó una hora y media, y algunas palabrotas, volver a encontrar el coche de Chloe, me apresuré hacia él desde la dirección opuesta a la que había comenzado, al pulsar el botón del llavero, los faros parpadearon dos veces y se abrieron las puertas.

    Me llamó la atención el sonido de voces procedentes del lado derecho de la entrada del café, un pequeño grupo de chicos se encontraba fuera, el camarero estaba con ellos, y también la pareja con la que había estado hablando cuando me fui.

    Bajé la velocidad y los miré por el rabillo del ojo, mordiéndome el labio inferior y, al mismo tiempo, preguntándome si debía tratar de hablar con Tony. Como parecía decidido a ponerme en el mismo barco que mi prima sin siquiera conocerme, esta era una buena oportunidad para aclarar las cosas. De acuerdo, la idea de que Chloe se pusiera roja cuando se enterara de que estaba hablando con alguien con quien se suponía que no debía, según ella, pudo haberme ayudado a convencerme de hacerlo.

    Crucé la calle.

    —¿Tony?

    Se dio la vuelta, su sonrisa se desvaneció en el momento en que me vio.

    Vaya.

    Sus ojos se entrecerraron, inclinó su cabeza y me estudió mientras me acercaba. Conocía esa mirada, decía: «Sólo apártate de mi camino», la inquietud se asentó en mi estómago, tal vez esta no fue una buena idea después de todo. Mi siguiente paso fue dudoso, pero ya era demasiado tarde para echarme atrás, todo el mundo me miraba.

    —Yo... —Sujeté los puños de mi sudadera con capucha, que llegaba hasta la mitad de las palmas de mis manos—. Sólo quería decir que lo siento. Ya sabes, por lo que pasó ahí dentro, con el agua y...

    —Para ti —interrumpió mi tartamudez de golpe—, es Anthony.

    Se volvió hacia sus amigos y se alejaron.

    CAPÍTULO 2

    Samantha

    —BIENVENIDA A GROVER Beach, Sam —murmuré para mí misma mientras me acercaba al auto de Chloe. Golpeé mi cabeza contra el volante y deseé que nunca me hubiera sacado de la casa.

    Que mala suerte que no prestara atención cuando llegamos a la ciudad, ya que ahora no tenía ni idea de adónde ir para regresar a la casa de mi tío. Conduje un rato, pero eso no me llevó a casa, por supuesto, el coche de Chloe venía equipado con un sistema de navegación, así que finalmente introduje la dirección y dejé que aquella voz femenina me dirigiera al palacio de los Summers. Aparqué el coche fuera del garaje cerrado de dos puertas, momentos después, entré con las llaves de Chloe y las escondí bajo el felpudo, más tarde le enviaría un mensaje diciéndole dónde encontrarlas.

    El cuarto de huéspedes que ocupaba estaba en el segundo piso, y las ventanas dobles daban al amplio jardín de abajo. Aunque ahora, todo lo que podía ver a través del cristal era mi cara frustrada a causa de los acontecimientos.

    Pateé mis botas hacia la esquina de la habitación y me tiré a la cama. Este cuarto era el doble de grande del que tenía en El Cairo, y aunque estaba amueblado en su totalidad con piezas de madera de cerezo a juego, parecía bastante vacío y carente de decoración más personal, no había traído muchas cosas; sólo una maleta con mi ropa favorita, que en su mayoría consistía en sudaderas con capucha y pantalones de camuflaje, y también, por supuesto, mis cosas para dibujar.

    Mi celular estaba en mi mesita de noche, lo busqué, queriendo hablar con alguien y sacar así todo el dolor de un primer día miserable de mi corazón, había una diferencia horaria de diez horas entre Egipto y California, podría llamar a mi madre ahora y quizás encontrarla desayunando, pero ¿qué le diría? ¿Que Chloe se había convertido en una perra y que ese tipo en el café me había avergonzado de forma horrible?

    No, mi madre sólo se preocuparía, y no quería molestar a mis padres, dejarme ir ya era bastante duro para ellos, si llamara a mi mamá, tendría que sonar feliz, y ahora no podía esforzarme para hacerlo. Así que sólo le envié un mensaje a Chloe sobre las llaves y luego volví a dejar el teléfono boca abajo.

    Decidí dibujar en su lugar, ya que siempre me ayudaba a calmarme, en el amplio escritorio frente a la ventana se encontraban esparcidos papel, lápices y carboncillo, antes de que Chloe me sacara, había empezado a dibujar a Lucifer, el semental salvaje que solía vagar por los alrededores de nuestra casa en las afueras de El Cairo. Nunca nadie había logrado tocarlo, pero por alguna razón, siempre se acercaba más a mí que a cualquiera, mi padre solía decir que probablemente era porque se sentía conectado a mí, ambos indomables y testarudos. O tal vez sólo le gustara mi pelo, que era tan negro como el suyo.

    Sea lo que sea, disfrutaba la presencia del animal y lo había dibujado cientos de veces en aquel entonces, pero ahora, los rasgos, los músculos y las sombras no funcionaban como me gustaría era difícil para mí dibujar de memoria y extrañaba al modelo viviente.

    A las dos de la mañana, cuando Chloe finalmente se coló en su habitación y cerró la puerta un poco fuerte, me di por vencida y me fui a la cama, cerré los ojos, esperando soñar con Lucifer y el amplio paisaje del desierto egipcio. No obstante, lo que apareció fue una cara juvenil con ojos que se ceñían cuando me miraban, gruñí y me di la vuelta, jalando el edredón por encima de mi cabeza, ese idiota grosero sería lo último en lo que pensaría antes de dormir.

    *

    El domingo estuvo bien, ya que no vi mucho a Chloe. Aparentemente, estaba acostumbrada a dormir hasta tarde después de una noche de fiesta. A nadie le importó, y menos a mí.

    Por la noche, preparé mi mochila y revisé todo lo que necesitaba tres veces, no queriendo olvidar nada. Sin embargo, la mañana del lunes, me había dado cuenta de que me había olvidado de una cosa esencial: el transporte, Chloe se había ido sin mí, y sin dejar instrucciones de cómo llegar a la escuela.

    —Será un gran comienzo en la Preparatoria Grover Beach. —Cerré los ojos y solté un suspiro de frustración, luego me colgué la mochila a los hombros, siempre existía la posibilidad de pedirle a la tía Pamela que me llevara, pero eso significaría darle explicaciones, y hoy no me apetecía contarle las idioteces de Chloe.

    En vez de eso, caminé por la acera y le pregunté a la primera persona en la calle cómo llegar. La anciana, obviamente sorda, gritó a su vez:

    —¿Qué quieres?

    —¡La preparatoria Grover Beach! ¿En qué dirección? —Apunté a la izquierda y a la derecha al mismo tiempo, poniendo una cara esperanzada.

    La mujer sonrió.

    —Ah. —Señaló con su bastón a la izquierda—. Son tres kilómetros en esa dirección —gritó tan fuerte que me pregunté si me consideraba tan sorda como ella.

    Si quería estar en la escuela antes de que sonara la campana para la primera clase, tenía que correr. Dos autobuses amarillos me pasaron mientras corría por la calle, al menos ahora sabía dónde tomar uno mañana.

    Llegué al edificio, sudando y jadeando, en quince minutos. Y todavía me había quedado tiempo suficiente para buscar la oficina y conseguir mi horario.

    La señora Shuster, la secretaria, ya me estaba esperando cuando abrí la puerta de cristal opaco y entré en la oficina, había hablado con ella por teléfono la semana anterior, haciéndole saber que clases tenía la intención de tomar aparte de las cuatro materias principales: inglés, matemáticas, ciencias e historia de los Estados Unidos. Escogí periodismo, educación física, y, por supuesto, arte.

    Ella me había hablado de una clase especial que ofrecían, llamada Animación y Efectos Visuales, había tomado una clase avanzada similar en El Cairo y no veía la hora de continuar mis estudios aquí. Dotada de manos tranquilas y un ojo para los detalles, mi objetivo era trabajar para Disney Pixar algún día, era eso o me convertía en bailarina profesional, ya que me encantaba moverme casi tanto como me gustaba dibujar.

    La secretaria me hizo firmar algunos formularios, luego me entregó mi horario de clases y un mapa del edificio de la escuela, con tantos pasillos, sería un milagro si alguna vez encontrara la salida.

    Seguí mi camino hacia la clase de ciencias con un dedo en el mapa, mirando hacia arriba de vez en cuando, comprobando que seguía el camino correcto. Una última vuelta a la izquierda y... ¡ta da!, levanté la barbilla y miré a una puerta cerrada que tenía dibujado una versión sencilla hecha de palitos, simbolizando un hombre. Se escuchó el sonido de las cisternas de los inodoros y de los grifos, y ésta definitivamente no era el aula de ciencias.

    Revisé el mapa otra vez. ¿Dónde diablos había girado mal?

    La puerta se abrió de repente y, sujetando el gran papel con ambas manos, enfoqué la mirada en la cara de un chico. Antes de que supiera por qué, mi corazón se aceleró.

    Tony se detuvo antes de atropellarme, hizo un esfuerzo por mirar hacia abajo, como si mi corta estatura le molestara por encima de todo lo demás.

    Oh vamos, no era tan malo, por lo menos, mi altura era linda. Incluso podría apoyar su barbilla en la parte superior de mi cabeza si me abrazara.

    Espera, no pensé en un abrazo, ¿o sí? Definitivamente no sería con este imbécil, de ninguna manera.

    —¿Vas a estudiar aquí? —preguntó al fin, y por lo que parecía, eso era con seguridad lo peor que podía pasarle.

    —Eh... s-sí. —Maldita sea, odiaba mi reciente hábito de tartamudear, esta no era yo, bueno, no la yo normal. Me aclaré la garganta y enderecé mi espalda, lo que me dio el último centímetro que necesitaba para recuperar la confianza en mí misma—. Primer día.

    La mirada de Tony se posó en el mapa en mis manos, y luego regresó a mi cara. Su expresión cambió a una de diversión mientras arqueaba una ceja.

    —¿Tomarás tu primera clase en el baño de chicos? —No me dio tiempo para formular una respuesta, sino que con cuidado me empujó a un lado con la parte de atrás de su brazo y se alejó.

    Le saqué la lengua cuando lo hizo. Entonces, golpeé la parte de atrás de mi cabeza contra la pared e inmediatamente me arrepentí mientras el dolor vibraba a través de mi cráneo.

    Está bien, empecemos de nuevo. Localicé el baño de hombres en el mapa, y luego me abrí paso desde allí hasta el aula de ciencias, esta vez encontré el camino y me desplomé, aliviada, en un pupitre en la parte de atrás.

    Un grupo de estudiantes entró al sonar la campana, un tipo muy alto, que llevaba una sudadera negra con la capucha puesta sobre su cabeza, caminó hacia mí y luego se detuvo, mirándome de forma extraña. El delgado cable de los auriculares de su iPod corría a lo largo de su cuello, y unas cuantas hebras de cabello rojo parpadeaban por debajo del dobladillo de su capucha.

    —Muévete —gruñó—. Ese es mi asiento.

    —Buenos días a ti también —murmuré, pero no creí que pudiera oírme con los auriculares puestos. Me moví al asiento de al lado, llevándome mis libros conmigo. No me envió lejos, así que, aunque tuviera que sentarme al lado de un gigante hostil, había conseguido sentarme en «alguna parte».

    Una profesora entró detrás del último par de chicos, su pelo estaba teñido de un blanco brillante y unas gafas de color verde pastoso reposaban sobre su nariz respingona, miró alrededor de la habitación hasta que su mirada se posó sobre mí. Sonrío, mientras gesticulaba con su mano para que me presentara.

    Sabía que esto iba a suceder, pero eso no evitó que un escalofrío se deslizara por mi espina dorsal al pensar en la introducción formal. Al menos sólo tendría que hacer esto siete veces hoy, y entonces el horror habría terminado.

    La señora Hallshaw, que era su nombre, me

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