Bienvenido al paraíso
Por Ángel Parra
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Bienvenido al paraíso - Ángel Parra
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Prólogo
En primer lugar quiero que sepan dos cosas importantes: nunca estuvo en mis planes realizar este viaje de manera apresurada; mucho menos, imaginar que Madeleine decidiera terminar de forma brutal nuestra relación. Desgraciadamente las cosas son como son y no como quisiéramos. El cruel destino me hizo presenciar impávido una aparición fulminante de Cupido, en mis propias barbas. Incluso vi el desplazamiento de la flecha que tocó el corazón de Madeleine. Todo fue vertiginoso: aparición del angelito a potito pelado, flechazo directo al que palpita. A partir de ese instante la decisión de liquidar lo nuestro le surgió como una evidencia. De la noche a la mañana decidió, la perversa, que yo debía encerrar mis fantasmas chilenos y añejos en el baúl de la abuela y partir.
A ningún individuo que haya vivido lo que me tocó a mí, se le hace fácil volver a su país de origen prácticamente en calidad de encomienda, después de treinta años de exilio.
Madeleine extendió con su mano izquierda el sobre que escondía mi futuro inmediato, un pasaje de ida y tal vez de vuelta a Chile.
—Ahí tienes en tus manos el comienzo de la solución a tus trancas.
Imbécil de mí, me puse a pensar en los regalos, engañitos diversos que compraría para no llegar con las manos vacías. No me percaté, entonces, de que al tocar ese sobre estaba sellando mi destino. Aclaración: no llegar con las manos vacías, costumbre que viene de la época de los conquistadores españoles. Traían espejitos, peinetas y chucherías varias. A cambio se llevaban el oro, las mujeres y las especias que pondrían el sabor nuestro a sus comidas en las celebraciones de retorno junto a la reina Isabel la Católica. Veremos qué aliño llevaré de regreso a Europa. Madeleine me dejó cocinado a fuego lento y con receta personal.
Volantín cortado
Madeleine, mujer que llenó mi vida durante un tiempo, jugó el papel de juez y verdugo. Le resultó fácil, no tuvo ninguna oposición. Tal vez nunca la amé. Solo dejé que llenara mi vida. Su carácter masculino y enérgico la ayudó a resolver rápidamente. Acostumbrada a adiestrar a jóvenes anarcos-primerizos en su núcleo izquierdista. Además era karateka, cinturón negro, la vi con mis ojos quebrar ladrillos con el canto de la mano derecha. Su conferencia preferida para iniciar a sus militantes trataba sobre el cómo preparar, esconder y lanzar la bomba Molotov. Exactamente lo que hizo conmigo. Para dejar las cosas en claro, me explico: entiendo que es la reacción de una mujer aburrida de los amores sin sorpresas que yo le ofrecía. Me sumergió a patadas y empujones simbólicos en el inmenso abismo que es este viaje, sin ofrecer alternativa.
El encuentro de Cupido y su corazoncito dio como resultado que tomara esta decisión en mi nombre.
En mi opinión una medida totalmente arbitraria. Podríamos haber conversado sobre cómo separarnos, pero no fue así. Utilizó un franqueo DHL para deshacerse de mí y poder vivir su nueva pasión libremente. Con Norberto el bandoneonista penetrará el universo malevo del tango, en todas sus dimensiones.
Yo, ordenado, limpio, fiel y sumiso, le llevaba el desayuno a la cama, los cruasanes calientes en las mañanas. Reconozco, sin la más mínima imaginación para enriquecer lo cotidiano. Fui juzgado y condenado en la primera oportunidad que se le presentó.
¿Saben ustedes que los argentinos llaman medias lunas a los cruasanes? Los chilenos decimos "Deme ese por favor", mostrándolo con el dedo índice. Punto en contra. Madeleine descubrió esa diferencia entre otras. Se aprovechó de aquellas debilidades congénitas que solo con el tiempo se descubren y un día se castigan. A pesar de que yo lavaba su ropa interior y la mía juntas como una confirmación de la higiene de nuestro amor, de nada me sirvió. La amaba de un amor tranquilo, reposado, es decir aburrido, seguro de que duraría eternamente. Trabajaba y mantenía la casa impecable. Todos los gestos que yo veía como virtudes, no me sirvieron de nada.
—Anda a enterrar a tus fantasmas en el lugar de los hechos, déjate de mariconadas y trata de quedarte allá. ¡Ese es tu país y no este! —(Y yo me sentía más francés que Alain Delon).
Me anunció que lo nuestro había terminado como quien apaga un cigarrillo con el taco del zapato.
—Escucha y no interrumpas, para ahorrarte saliva y ruidos molestos solo hablaré yo. He decidido que de ahora en adelante mi vida será sin ti, definitivamente —dijo esto en un español impecable; definitivamente, me pareció innecesario.
Luego sin aspavientos y con mirada glacial, me entregó un papelito con la lista de sus decisiones. No eran muchas, pero me incumbían todas. Leí sin mostrar ni sorpresa ni tristeza.
—Quiero informarte en primer lugar a ti, ya que eres el perjudicado:
1) A partir de esta fecha me dedicaré a aprender a bailar el tango argentino, con intenciones profesionales.
2) Por la misma razón abandonaré la política. Me entregaré a Norberto, en cuerpo y alma, el maravilloso bandoneonista que acompaña las clases en la Academia.
3) Quiero que sepas que así como hay gente que descubre su propio amanecer al conocer al Dalai Lama, yo encontré el mío al conocer a Norberto.
Post data: Sigue con tu suscripción a Le Monde Diplomatique que tanto te interesa. Norberto me regaló el Kama Sutra. ¿Alcanzas a ver la diferencia?
¿Dónde habrá guardado tanto odio acumulado? Esta mujer, que hasta hace poco era mi compañera, me detestaba. La redacción del texto era casi de fiscal militar en tiempo de guerra.
De su declaración de desahucio me quedó resonando aquello de me entregaré en cuerpo y alma. Se entregaría sobre todo en cuerpo, lo pensé temiendo que me escuchara. Seamos claros, en este tipo de declaraciones de finiquito se introduce la palabra alma solo para impresionar al contrincante. Tal vez para que la decisión aparezca reflexionada y profunda. La utilización de la palabra alma es un abuso y un tema hasta hoy misterioso.
Insisto, en este caso concreto no tiene cabida. En su nombre se han cometido grandes injusticias. Esta es una. Basta con decirlo golpeadito y con convicción.
—Mi alma ya no comunica con tu alma, mi espíritu está lejos del tuyo. Si te he visto no me acuerdo. —También se puede decir te fuiste tango. Frase que por razones obvias no elegí.
Busco y compro manual, si existiera, que me explique inteligentemente qué es el alma y para qué sirve en este mundo materialista. El mismo intríngulis se presenta en el uso y abuso de la palabra Dios. Dios mío, por Dios, Dios santo, Dios me libre, Dios lo quiera. Pago en efectivo.
Utilizan con insistencia la palabrita alma los autores de letras de canciones románticas y los beatos.
En cambio el cuerpo, la compleja materia que nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte, es ninguneado, vilipendiado y castigado. Con el cuerpo las cosas son claras, el siente dolores, sufre, goza, conduce a los orgasmos y llora de alegría. Este cuerpo y su genial cerebro se levantan a ganar el pan cotidiano y da la pelea por existir en este mundo de mierda, este sí que es real. La permanente mención del alma me huele a cuento católico, cardenalicio.
La verdad, la auténtica, la firme, lo que le sucedió a Madeleine tiene un nombre: calentura y punto.
Su declaración escrita de puño y letra y firmada con fecha me dejó estupefacto.
—Ya se veía venir. A mí me funciona el olfato. A buen entendedor pocas palabras. Tanto va el cántaro al agua que al fin se quiebra. —Repetir estas formulitas gastadas es la única defensa que tenemos los cornudos.
Madeleine resolvió el cambio de hombre en su cama como quien cambia un neumático al automóvil en pana. El del lado izquierdo en este caso. El alma no tuvo nada que ver. A otro perro con ese hueso. Ya hablaremos de eso con detalles. Frase que usaré a menudo, ayuda a salir del paso.
Nuestra relación duró tres años –mil días–. Puedo hacer una analogía con la Unidad Popular. Comienzo lleno de esperanzas, banderas al viento y cánticos revolucionarios.
Para terminar en un final dramático, estilo ópera wagneriana.
Después de asumir el naufragio sentimental de manera varonil y serena, uní lo útil a lo agradable, como lo recomienda una expresión francesa.
Lo útil será olvidarla; lo agradable volver al país después de treinta años. Permítanme que lo ponga en duda. Los viajes intempestivos y no programados reabren viejas heridas ya cicatrizadas. Siempre lo supe y me acomodaba que el peso y la dirección de la relación sentimental, terminada recientemente, lo llevara Madeleine. Yo me abanicaba y dejaba querer. Fui incapaz de reflexionar sobre nuestro futuro. Ahora me doy cuenta de que todo está intercomunicado. ¿Inmadurez? Seguro. Antes que nos separáramos yo no tenía pesadillas. ¿Es fruto de la declaración de despedida a la que me condenó, o mi regreso al país? Ambas cosas a la vez. Lo evidente es que la reaparición de los sueños angustiosos y transpirados coincidió con la ruptura sentimental parisina hace tres semanas. Yo me sentía cómodo en esa historia amorosa sin entusiasmo, de hombre maduro. ¿Falta de compromiso de mi parte? Sí señor, acostumbrado a amores sin destino no le puse empeño a este. Me equivoqué al no adjudicarle más valor a los ejercicios sexuales. El error fue creer que lo que me sucedía a mí era lo más importante. Madeleine no quería nada más conmigo. Las razones estaban de su parte. Fundamentados argumentos de inmenso desprendimiento sentimental, así lo demostraron. Dio el tijeretazo cortó por lo más delgado. La boucle est bouclée. El círculo se cerró.
Mi partida al destierro y el regreso tienen un origen común. La violencia ilegitima ejercida en mi contra. Primero la expulsión y destierro sin fecha de regreso y en contra de mi voluntad. Salí de Chile desde un pequeño aeródromo llamado Cerrillos a fines de los 70. De manera poco elegante, lo que los chilenos comunes y corrientes llamaríamos vulgarmente con una patá en la raja. Deportado y destetado, sin miramientos, por la dictadura militar. De la misma manera se produce mi retorno. Desahuciado de mi entorno sentimental y doméstico por la misma mujer que declaró una vez con su voz de fumadora: "Te quiero".
Santiago-París-Santiago
He vuelto a mi país de origen después de tres décadas. Este lacónico párrafo será el inicio de la narración. Dicho texto deberá contar lo que ocurrirá a Andrés Fuentenegra, yo, en Chile, al regresar treinta años después de haber sido expulsado.
Durante los años transcurridos en el exilio he hecho lo que me ha parecido correcto. Sin orden de partido. No voy a cambiar ahora, recién cumplidas mis sesenta primaveras. Me interesan las opiniones una vez que el drama está consumado.
Seguiré mis propios preceptos y presentimientos. Antes de comenzar a escribir debería leer los libros que ya fueron publicados sobre el tema e inspirarme. Igual es peligroso, las historias de retornados se repiten.
El anecdotario del chileno exiliado político o económico no será incluido en este opúsculo. Dicha compilación universalmente conocida como la picardía del chileno da para reír de buena gana pero también para avergonzarse. Esta virtud nacional se sitúa en la frontera con la delincuencia en muchos casos. No esperen en ese sentido nada de mí. Entonces decía, porque a porfiado no me la gana nadie. He vuelto a mi país de origen después de tres décadas viviendo afuera. Lejos de Chile por razones que todo el mundo conoce, en