Un matrimonio poco convencional
Por JESSICA STEELE
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Sin embargo, aquel matrimonio poco convencional que ellos habían acordado no funcionó tal y cómo habían esperado. No había más que un motivo: no podían mantenerse alejados el uno del otro...
JESSICA STEELE
Jessica Steele started work as a junior clerk when she was sixteen but her husband spurred Jessica on to her writing career, giving her every support while she did what she considers her five-year apprenticeship (the rejection years) while learning how to write. To gain authentic background for her books, she has travelled and researched in Hong Kong, China, Mexico, Japan, Peru, Russia, Egypt, Chile and Greece.
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Un matrimonio poco convencional - JESSICA STEELE
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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Jessica Steele
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un matrimonio poco convencional, n.º 1673 - septiembre 2019
Título original: Part-Time Marriage
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1328-446-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
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Capítulo 1
YA TENÍA bastantes complicaciones en la vida! Lo último que le apetecía a Elexa era terminar el trabajo que se había llevado a casa después de lo que le había dicho su madre por teléfono.
La vida podría ser muy fácil si no fuera por su familia y por los hombres.
¿Por qué no se conformaba con lo que tenía? Un excelente trabajo en Colman y Fisher, una conocida empresa de marketing, en la que a sus veinticinco años ya era jefa de la división de planificación. ¿Para qué necesitaba novio, amante o marido?
Jamie Hodges llevaba años queriendo ocupar ese lugar y Elexa se estaba quedando sin excusas para no salir con él. A Des Reynolds, ni se había molestado en ponerle una excusa cuando, con su tono de voz más sensual, le había dicho que, si pasara una noche con él, no volvería a ser la misma.
–¡Ni en sueños! –le había contestado. No se había dado por vencido.
Aunque la insistencia de ambos la molestaba, lo que más la molestaba era su madre, que decía que «a su edad» debería estar casada.
–¡Tengo mi trabajo! –se había defendido–. Un trabajo que me encanta y en el que tengo muchas posibilidades de ascend…
–No me refería a eso –la había interrumpido su madre.
Elexa sabía exactamente a lo que se refería su madre: marido, casa bonita en el campo, hijos… sobre todo, hijos. Ya antes de que su prima Joanna tuviera una niña, su madre se moría por ser abuela. Con la llegada de Betsy, el asunto se había agudizado. Elexa intentó explicarle que ya tenía una casa, aunque fuera un piso en Londres y no una casita en el campo, y que le gustaba demasiado su trabajo como para pensar en tener pareja y, menos, en casarse.
Lo único que había conseguido era que su madre, que no terminaba de creerse que una hija suya, por muy brillante que fuera, pudiera estar dedicada en cuerpo y alma a su trabajo, se preocupara y decidiera que Elexa tenía que haber pasado por alguna experiencia traumática. Una experiencia de la que no hablaba, pero por la que no quería acercarse a los hombres. Kaye Aston estaba convencido de ello, así que no paraba de presentarle a caballeros… ¡que resultaban ser unos pelmazos!
Hacía años que Elexa vivía sola, pero iba a ver a sus padres cada tres semanas porque los adoraba. Por eso, no se había quejado y había pasado por el aro de salir con aquellos hombres.
Claro que eso había sido antes de que su prima se comprometiera y se casara. Que su prima pequeña se casara antes que ella era algo que a su madre no le había gustado, como se encargó de decirle en su día. Desde que había nacido Betsy, solo tenía un tema de conversación.
Elexa había empezado a temer sus llamadas y aún más las visitas a sus padres porque nunca sabía qué hombre se iba a encontrar. ¿De dónde los sacaría su madre?
Su madre le acababa de recordar que el siguiente domingo era el bautizo de Betsy.
–¿Te acuerdas de Thomas Fielding? –le había preguntado su madre–. Está invitado a la celebración.
Elexa conocía a Thomas Fielding desde hacía años. Tenía más o menos su edad y era buena persona. No necesitaba preguntar por qué lo habían invitado. Le pareció ver no solo la mano de su madre detrás sino también la de su hermana, su tía Celia, y la de su hija y prima, Joanna. Todas unidas en la campaña «Vamos a casar a Elexa».
Intentar explicar por enésima vez que no había sufrido ninguna experiencia traumática hubiera sido como darse cabezazos contra la pared. ¿Cuántas veces había dicho que le parecía mucho más interesante su trabajo que un hombre? ¿Cuántas veces les había asegurado que no se quería casar y que no quería dejar su trabajo para formar un hogar con una buena persona como Tommy Fielding, que querría que fuera la perfecta casada y que se sentiría de lo más herido cuando descubriera que ella prefería trabajar fuera de casa que dentro?
De repente, se dio cuenta de que ya había aguantado bastante. Sabía que su madre lo hacía con buena intención, pero se sentía acorralada.
Elexa se pasó los dedos por el pelo rubio. ¿Qué podía hacer? Solo necesitaba un año sin presiones. Tenía el ascenso cerca, pero necesitaba tiempo para concentrarse en el trabajo.
Suspiró y se quedó mirando a la nada mientras recordaba la conversación que había oído hacía un mes mientras esperaba a su amiga Lois Crosby, que siempre llegaba tarde.
Habían quedado para comer en el Montgomery y ella, que siempre estaba ocupada, había llegado primero. Se sentó y esperó con un refresco.
–¡Noah! –oyó a sus espaldas.
–Marcus –dijo otra voz.
Miró el espejo que tenía enfrente y vio a dos hombres altos y guapos de unos treinta y tantos que se saludaban. Eran ejecutivos perfectamente vestidos. Se sentaron y dejó de verlos, pero no de oírlos.
–No hemos sabido nada de ti en dos años, desde que te hicieron director internacional –dijo el que tenía la voz más suave. Pensó que era Marcus.
–Me han dicho que te va bien en Stanton’s –contestó el otro. ¿Noah? No le interesaba que le recordaran el puesto que tenía. Quería saber qué tal le iba al otro.
–Todo tiene su precio.
–¿A qué te refieres?
–A la familia. Casi no veo a mis hijos –contestó Marcus.
Era obvio que eran dos buenos amigos que no se veían hacía tiempo. Marcus acusó a Noah de ser un adicto al trabajo.
–Todo tiene su precio –citó el amigo.
–¿Cuál es en tu caso?
–No tener tiempo para tener una familia –contestó Noah.
–¿Quieres formar una familia? –preguntó Marcus incrédulo–. ¿Una esposa y…?
–No me muero por tener una esposa. De hecho, creo que una esposa es un apéndice sin el que me puedo pasar sin problemas, pero llevo un tiempo preguntándome qué estoy haciendo con mi vida.
–No te queda mucho por subir. Ya eres director internacional.
–Me gusta mi trabajo, los retos diarios, pero…
–¿Te falta algo?
–Un hijo. Llevo un par de meses pensando que me gustaría tener un hijo.
–¿Tú?
–Uno sería suficiente.
–Creía que eras un soltero empedernido.
–Lo soy, pero estaría dispuesto a dejar de serlo… a ratos.
–¡Nunca dejas de sorprenderme! ¡Lo que tú quieres es una mujer a media jornada!
–¡Yo no quiero una esposa para nada! –lo corrigió Noah–. Pero, para tener un hijo, no tendría más remedio que unirme temporalmente a una mujer. Si me encuentras una mujer que quiera casarse, tener un hijo y divorciarse, me lo pensaría.
–¿Lo dices en serio? ¿Crees que hay alguna mujer que quiera darte un heredero y luego irse tan contenta?
–No tengo tiempo para relaciones ni para salir a buscarlas.
–¿Sigues viajando mucho?
–He debido de dar ya tres veces la vuelta al mundo.
–¿Por qué no tiras de agenda?
–¿Crees que alguna de las mujeres que conozco estaría dispuesta a darme un hijo y a desaparecer con un buen acuerdo económico?
–¡Uhhh! No creo –contestó Marcus.
En ese momento, apareció su amiga que, para su sorpresa, se paró en la mesa ocupada por los dos hombres.
–Bon appetit, Marcus –sonrió.
El tal Marcus ya estaba en pie y le dio un beso en la mejilla.
–¿Conoces a Noah Peverelle?
El aludido se había levantado también y Elexa aprovechó para observar a aquel hombre que quería un hijo, pero no una mujer. Se apresuró a bajar la mirada cuando él se dio cuenta de que alguien lo estaba