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Vivir al estilo de Jesús: Itinerario de una vida en misión
Vivir al estilo de Jesús: Itinerario de una vida en misión
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Libro electrónico147 páginas1 hora

Vivir al estilo de Jesús: Itinerario de una vida en misión

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Las palabras misión y misionero no tienen buena acogida en aquellos países donde se las recuerda unidas a episodios de conquista. Con la fuerza que da la experiencia misionera en Asia durante muchos años, el autor piensa que es labor importante de la Iglesia conseguir que los países de misión no vean a los misioneros como conquistadores.
El libro contiene unas buenas pistas para comunicar el mensaje con una nueva sensibilidad muy atenta al contexto: el misionero tiene que ser portador de Cristo, pero no debe enarbolarlo como un estandarte; debe vivir de Cristo, pero sin pavonearse de ello; debe dar testimonio del amor sin darse importancia; hablar de Dios sin ensordecer al otro; amar a los que están lejos pidiendo discretamente su amor.
Este libro es un regalo que acompaña la renovación de nuestras respuestas a la vocación misionera del Señor. Son unas páginas útiles para la formación espiritual de los trabajadores del Evangelio enviados en misión-diálogo: jóvenes católicos, ministros laicos, seminaristas, sacerdotes y para todos los que se consagran a la vida apostólica.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 jun 2019
ISBN9788427725669
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    Vista previa del libro

    Vivir al estilo de Jesús - Jacques Leclerc du Sablon

    Créditos

    INTRODUCCIÓN

    Con mucho gozo y honor introduzco este libro escrito por el padre Jacques Leclerc du Sablon. La archidiócesis de Manila es una privilegiada por tenerlo como hermano misionero y amigo.

    El padre Jacques dice en este libro: Las palabras misión y misionero son el latido del corazón de la Iglesia. En medio de los rápidos cambios de nuestro mundo, cuando se desafía a la fe católica y se ve sometida a pruebas algunas veces violentas, ¿debería parar la misión de la Iglesia? No. Pero el uso de las palabras misión y misionero y su práctica necesitan una profunda renovación. Este es el mensaje que nos dejó el sínodo de obispos del año 2012 sobre la nueva evangelización.

    La primera vez que me encontré con el padre Jacques acababa de regresar de China donde había estado más de veinte años. Desde allí marchó a Manila donde continúa sirviendo a la Iglesia de China.

    En este libro se nos aparece como uno de los apóstoles que se juntaron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado (Mc 6,30), como una manera de información espiritual después de la misión. Lo que el padre Jacques comparte es un regalo útil que acompaña la renovación de nuestras respuestas a la vocación misionera del Señor. También puede servir como libro de texto para la formación espiritual de los trabajadores del Evangelio, de los jóvenes católicos, ministros laicos en el apostolado, seminaristas y sacerdotes, hombres y mujeres consagrados a la vida apostólica.

    Los cristianos misioneros no vienen como conquistadores, dijo el papa Francisco en Corea del Sur en su visita en el año 2014, recomendando a los misioneros la necesidad de ser conscientes de su identidad y estar enraizados profundamente en Cristo. ¿Cómo adquirir este conocimiento? El padre Jacques después de regresar de la misión y reflexionar sobre ella, responde a esta pregunta: Viviendo al estilo de Jesús. Apuesto que podemos conseguirlo.

    Mis felicitaciones al padre Jacques por el regalo de este libro y, especialmente, por su persona y su misión.

    + Luis Antonio G. cardenal Tagle

    Arzobispo de Manila

    Presentación

    Nadie puede pensar en una vida espiritual de oración y misión sin estar fuertemente interesado en ella o sin conocer las realidades del mundo de hoy. Es necesario ver , hacer un análisis y examinar de forma renovada las bases fundamentales de la misión cristiana; es decir, juzgar . Por último se necesita alguien a quien enviar como misionero: actuar .

    Ver, juzgar y actuar son los primeros capítulos de este libro y abren la puerta a la meditación en la vida y a la experiencia de la espiritualidad misionera.

    Los siguientes son como las facetas de un diamante. Todo comienza con una llamada a la interioridad enraizada en Cristo a la que es preciso darle tiempo en la vida misionera y que solo madura en el silencio, la discreción y la soledad antes de cualquier proclamación explícita de la palabra y de la construcción de una comunidad de fe.

    La espiritualidad misionera sigue un angosto camino que debe ser caminado y vivido como lo hizo Jesús. El mapa de esta espiritualidad y apostolado es el del Evangelio. En los capítulos siguientes se ofrece una meditación del Evangelio que ilumina el itinerario del espíritu misionero.

    La experiencia misionera que presento en este libro es el testimonio vivido en Asia, especialmente en China. El último capítulo se hace eco de la observación hecha por el cardenal Tagle de Manila: en Asia, la fe cristiana sigue siendo extranjera. Invitamos, pues, a vivir como Jesús una vida misionera, así como también a renovar la teología misionera.

    Mundos

    en desequilibrio

    Desafiar el caos

    Sor Sophie de Jésus, religiosa francesa residente en Manila, ha escrito un libro con ese título: Desafiar el caos¹. El caos al que alude es el que sufren los jóvenes filipinos, víctimas y actores de la violencia extrema que caracteriza su vida en las calles, barrios y suburbios de chabolas así como en los medios rurales donde habitan los más desheredados y que, además, son los más vulnerables a las catástrofes de la naturaleza. El desafío consiste en darles la mano para que resurjan a la vida y salgan a flote tras años de cárcel, de sufrir e infligir violencia, de drogas, de vagabundeo y miseria. Su divisa para esta misión es buscar la santidad en el caos, la santidad donde nadie la espera encontrar.

    A semejanza de Manila y de la vida de los jóvenes en sus calles, todo el mundo está hoy afectado por grandes desequilibrios: la economía y la política, los modos de vida, las estructuras sociales, las culturas y las identidades, las nacionalidades, las religiones y, claro está, también el cristianismo que estamos viviendo y la Iglesia católica.

    Una manera muy común de representar las cosas es la imagen del muro.

    ¡Vamos a dar contra el muro!, solemos decir; contra el muro del fracaso y del desconcierto económico, el muro del crecimiento o el del decrecimiento, depende, el muro de las catástrofes ecológicas, el muro de los comunitarismos, los integrismos y los fundamentalismos religiosos, el muro de nosotros mismos cuando la esperanza deja de ser el motor de nuestra vida personal y colectiva.

    Estos movimientos en desequilibrio vienen acompañados de exclusión, desesperación, chauvinismo, xenofobia y violencia contra el extranjero, el migrante, el que es distinto, o contra lo que lo representa. La guerra existe como consecuencia de varios de estos desequilibrios.

    No obstante, ¿hay que mirar con mucha atención esas tensiones y esos muros? ¿No se trata de traqueteos, de tumbos que vamos dando en el camino hacia el mañana que hemos de superar o hacia los espacios abiertos que nos aguardan al otro lado de los muros?

    Los desequilibrios no son alternativas binarias entre el bien y el mal, entre el sentido y el sinsentido, entre el orden y el desorden, entre el ayer y el mañana. No se hunden necesariamente en la nada, aun cuando la violencia es una de sus simas. ¿No son más bien una llamada a evitar dilemas, a desmontar fijaciones, como nos lo susurra al oído la sabiduría china? ¿Cómo desbloquear las fijaciones para dejar abiertas las diferencias y devolver a la vida su fluidez? ¿Podemos trabajar para que lo que se nos ha quedado fijado y está agotado o desecado se vuelva fluido? En términos cristianos podemos decir que hay que trabajar por la santidad en el mundo, incluso en sus múltiples caos.

    Para nosotros, los creyentes, las zonas de exclusión, los desequilibrios y el caos son lugares de misión, sitios adonde se mandan emisarios que viven la misma experiencia creyente de Moisés cuando se apartó del antiguo camino para ir hacia la zarza que ardía sin consumirse, es decir, sin perder nada ni destruirse (cf. Ex 3).

    Podemos quedarnos parados en los baches del camino o permanecer en las mismas rutas de ayer llenos de desolación porque no llevan a ninguna parte sino a dar contra el muro. Podemos quedarnos a este lado del muro antiguo y decir temblando que allá vamos... ¡a dar contra el muro! Pero también podemos pensar, actuar, luchar, votar, esperar, consumir, trabajar, educar, formar, comulgar, orar, vivir y amar intentando, en cualquier lugar en el que estemos, situarnos al otro lado del muro, mientras estamos construyendo ya lo que viene después del desequilibrio.

    Esto se puede hacer de manera individual, mediante opciones y compromisos personales. También lo podemos hacer juntos, en familia, en amistad, en redes, en asociaciones, en grupos solidarios, en sindicatos, en comunidades... y también en Iglesia.

    Cuando todo se cosifica, se bloquea, se opaca, se fija y se vuelve inerte, el Evangelio nos invita a desafiar el caos y habitar las zonas excluidas, a nutrir la vida, como dice la tradición china.

    En los desequilibrios caóticos se pueden ver las lecturas emergentes de la historia. Este tiempo hay que recibirlo como un momento crítico y favorable; en él se forjan coherencias de pensamiento, proyectos de sociedad y de economía. Este tiempo es un paso de la marcha de la historia. Sabemos que la historia no tiene marcha atrás. El tiempo eleva lo que estaba demasiado bajo y baja lo que estaba demasiado alto. Este es el tiempo apropiado para cantar continuamente el Magníficat y las Bienaventuranzas, de pasar a otra cosa, al otro lado del muro.

    Hay tres testigos de lo que puede ser la santidad en el caos que me ayudan a seguir manos a la obra en el desequilibrio de los mundos de hoy.

    El primer testigo esboza las cualidades deseadas y requeridas para vivir los grandes desequilibrios y abrir caminos al otro lado de los muros. Hace 2.500 años, escribió:

    Hay un camino para llegar a la autenticidad de la humanidad, con una verdad que contribuya a que otros avancen en ese camino.

    Sin ser clarividente acerca del bien, no se puede alcanzar esa auténtica humanidad. La autenticidad que suscita una transformación del mundo y de sus seres es el hecho mismo del cielo.

    El camino del hombre es ponerse a la tarea para hacer que tenga lugar esa autenticidad.

    Estos hombres desarrollarán su saber.

    Serán interrogadores exigentes.

    Serán hombres de pensamiento atento.

    Se ejercitarán en el discernimiento.

    Se empeñarán en poner en práctica en su vida la opción que han hecho por el bien.

    Lo que unos pueden hacer en un solo impulso, a otros les cuesta cien intentos.

    Alguno lo consigue en diez intentos, otro en mil.

    De hecho, el que emprende esta vía, aunque sea pobre de espíritu, ciertamente conocerá la luz; aunque sea débil, se volverá fuerte.

    Estas líneas no son de san Benito, ni de santa Teresa de Ávila, ni siquiera de san Ignacio de Loyola. Se las debemos a la antiquísima sabiduría china², y están escritas alrededor de cuatro siglos antes de nuestra era.

    El segundo testimonio es el de un hombre y el de una mujer, que pagaron con su vida, con cinco años de diferencia, el haber desafiado el caos de su tiempo. Son Mahatma Gandhi y Etty Hillesum; ambos colocan alto para nosotros el listón de la misión que se nos confía:

    Sed vosotros mismos el cambio que quisierais ver en el mundo.

    Yo no creo que podamos corregir en el mundo exterior nada que

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