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¿Qué tan lejos está el cielo?: Louise Golden
¿Qué tan lejos está el cielo?: Louise Golden
¿Qué tan lejos está el cielo?: Louise Golden
Libro electrónico316 páginas4 horas

¿Qué tan lejos está el cielo?: Louise Golden

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Información de este libro electrónico

Varios años después de los eventos del primer libro de esta saga Louise ha seguido con su vida con normalidad hasta que su mundo da vueltas... un día se encuentra a una desconocida en la carretera que parece haber perdido la cabeza. 

Poco después, su padre, con quien tiene problemas sin resolver está a punto de morir. Las pesadillas del maltrato regresan. ¿Sirve de algo perdonar a alguien que de todas formas va a morir?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento6 abr 2019
ISBN9781547581955
¿Qué tan lejos está el cielo?: Louise Golden

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    ¿Qué tan lejos está el cielo? - Laurie Hanan

    ¿Qué tan lejos está el cielo?

    Una novela de misterio de la saga Louise Golden

    Laurie Hanan

    Publicado en los Estados Unidos de América por Hooka Moon Publishing.

    Copyright 2012 por Laurie Hanan. Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción de ninguna porción del libro sin el permiso escrito de la autora.

    Portada diseñada por: Laurie Hanan.

    Este es un trabajo de ficción. Todos los nombres utilizados, personajes y lugares mencionados son ficticios o usados ficticiamente. Cualquier parecido con- personas reales, vivas o muertas y con eventos ocurridos es pura coincidencia y va más allá de la intención de la autora o del editor.

    ISBN-10: 0615588859

    ISBN-13: 978-0615588858

    También escritos por Laurie Hanan:

    Una vida casi perfecta.

    Otro día en el paraíso.

    Escalera al cielo.

    HookaMoonshine; Una novela Kindle WordsdeLeiCrime.

    Colaboraciones:

    Misterio en el paraíso: 13 historias de suspenso.

    Paraíso, pasión, asesinato: 10 historias de misterio de Hawái.

    Dedicado a mi esposo David y a mis hijos Elan, Eliana y Yaron.

    Una nota de la autora:

    ¿Qué tan lejos está el cielo? contiene palabras y lugares provenientes del idioma Hawaiano. Si vives en los Estados Unidos continentales, no te preocupes. El lenguaje hawaiano es simple, hermoso y melodioso. Al ver las palabras escritas puedes pensar que son imposibles de pronunciar, trata de dividir las palabras en sílabas, será más sencillo. Una sílaba nunca contendrá más de dos letras y siempre termina con una vocal. En el alfabeto hawaiano existen 5 vocales y 7 consonantes, lo que hace un total de 12 letras. Es posible utilizar muchas vocales al mismo tiempo, pero las consonantes nunca se utilizan juntas. De hecho, algunas palabras no tienen consonantes y todas las palabras siempre terminarán con una vocal. Las consonantes tienen la misma pronunciación que en inglés, con la excepción de la letra W, a veces se pronuncia igual que la letra V, tal como tradicionalmente se pronuncia Hawai’i, dicho fonéticamente huhvi-ee en lugar de huh-why-ee.

    Cómo se pronuncian las vocales: (En inglés)

    a ah

    eeh

    i ee

    ooh

    u oo

    Un símbolo puesto encima de una vocal, llamado kahakō, indica que el sonido de la vocal debe alargarse. Un símbolo parecido a un apostrofe, llamado ‘okina, indica una pausa breve en la letra, tal cual en Ingles se dice oh-oh. Entonces, para la palabra hawaiana ka‘a, que significa carro, se pronunciaría: kah-ah.

    El significado de la mayoría de las palabras quedará claro analizando el contexto. Si no estás seguro, puedes revisar el glosario al final del libro. Las personas de Hawái son hospitalarias con los extranjeros. Si tú muestras interés en aprender su idioma y cultura serás recibido con los brazos abiertos. Prueba decir una palabra en Hawaiano con una sonrisa acompañado de un aloha y verás como todo saldrá bien.

    Laurie Hanan

    No hay necesidad de viajar para llegar a conocer el mundo entero. Aún sin mirar por la ventana es posible ver el camino hacia el cielo. Entre más lejos llega uno, menos es lo que sabemos. Lao Tzu

    Capítulo 1

    Todo lo que me separaba a mí de una muerte repentina era una línea amarilla despintada. Quienes viajaban hacia el oeste, con el café recorriendo sus venas, pasaban a toda prisa a la par mía. Gracias a dios por la cafeína.

    Mi radio portátil tenía el Jingle Bell rock a todo volumen. Pensé en tirarlo por la ventana, pero estaba esperando por las noticias estelares de las seis en punto. Luego de escucharlas arrojaría el radio.

    Mi nombre es Louise Golden, mejor conocida en esta época del año como Louise McScrooge. Trabajo para el servicio postal de Estados Unidos. No paramos así sea que haya nieve, lluvia, calor, noches oscuras...  y cosas así por el estilo. En Hawái no tenemos que preocuparnos por la nieve, pero la lluvia en el invierno puede ser un verdadero problema.

    Mis luces delanteras se reflejaban en la calle mojada. Me incliné hacia adelante, esperando que el cambio de posición aliviara mi dolor de espalda. He pasado las últimas doce horas entregando tarjetas de navidad y paquetes bajo este miserable clima. Tenía frío, estaba mojada y estaba sumamente exhausta. Santa Louise. Ho hoho, ¡feliz navidad!

    En medio del aguacero, una figura apareció en el camino. Ella era joven, de tal vez unos veinte años. Su cabello, largo y oscuro y su camiseta blanca holgada que llevaba bajo su delgado y pálido cuerpo. Estaba descalza. Si ella hubiera seguido su camino, estaría bien. Pero no fue así. Ella se detuvo en frente de mi como si estuviera congelada. Pisé el freno y giré bruscamente. Al mismo tiempo, la mujer movió. Justo en la dirección de mi camión. Las llantas patinaron en el asfalto mojado y no hubo nada que yo pudiera hacer para evitar golpearla.

    Un terrible golpe se sintió en el camión. Ella salió volando por varios metros y aterrizó en el camino fangoso.

    Tenía mi celular a mano y marqué el 9-1-1 antes de detenerme por completo. Puse las luces intermitentes y me acordé de ponerle seguro a mi puerta. Me guardé las llaves, salí hacia la lluvia y empecé a correr hacia donde estaba tirada ella.

    Me incliné sobre el maltrecho cuerpo. No debo haber ido tan rápido cuando la golpeé. Ella no se veía herida, pero no parecía moverse.

    El teléfono sonaba en la otra línea. Nueve-uno-uno. ¿Policía, bomberos o ambulancia?. Dijo la voz con tono de ultratumba del operador.

    El curso que tomé en la Cruz Roja sobre primeros auxilios me enseñó que debía pedir hablar con la policía desde el inicio. Ellos decidirían si era necesario enviar una ambulancia. Policía.

    ¿Es esta una emergencia?.

    Si.

    Apreté el teléfono con mi oído, me puse de rodillas junto a la mujer—en realidad, se ve más como una niña— y le toqué el cuello. La lluvia caía sobre su rostro. Su piel se sentía fría al tacto. No creo haber sentido ningún latido en ella, pero mi propio corazón latía tan fuerte que no sabía distinguir lo que pasaba.

    Policía. ¿Cuál es su emergencia?.

    He golpeado a un peatón. Ella no se mueve.

    ¿Dices que has golpeado a un peatón?.

    ¡Si! Con mi camión. Soy cartera.

    ¿La victima está respirando?.

    No lo sé... no sabría decir....

    ¿En dónde te encuentras?.

    Miré a mi alrededor. ¿En donde estaba exactamente? No puedo recordar cual fue la última señal de carretera por la que pasé.

    Kāne‘ohe. Del lado este de KamHighway. Alrededor de una milla al este de Hygienic Store.

    Mis lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía en mi rostro. Mi cuerpo se estremeció por el frio, el agotamiento y el miedo. El operador seguía hablando, pero yo ya no estaba escuchando. Me desmayé sobre el lodo y las rocas que había allí y me puse a sollozar.

    A lo lejos, sonaban las sirenas de policía. A medida que se acercaban, luces parpadeantes de color azul penetraban la oscuridad.

    Capítulo 2

    No tengo recuerdos del viaje a casa. Ya era pasada la medianoche cuando estacioné mi

    Z-3 y subí lentamente los escalones. Ni siquiera me molesté en revisar el buzón. Mañana habría suficiente tiempo para hacer eso.

    Había sido suspendida. Es un procedimiento de rutina, pero aún así era algo exagerado. Soy una buena conductora, siempre soy cuidadosa. No he tenido ni un solo accidente en los cinco años que llevo repartiendo el correo. Hasta ahora.

    Sin encender la luz, tiré mi bolso en el piso, aseguré la puerta y puse la alarma. Sage ladraba y corría emocionado por la sala dando vueltas en círculos. No pude evitar sonreír.

    Moondancebufeó y escupió. Solamente un gato es capaz de no solazarse con la belleza de un Westie.

    La recogí y me la llevé a mi hombro, y ella vibraba con un profundo y ronco ronroneo.

    Dejé mis ropas mojadas apiladas en el piso, me puse mis pijamas de franela roja y una vieja sudadera y me metí en la cama sin haberme cepillado mis dientes. Con un compañero peludo a cada lado de mí, cerré mis ojos.

    Tan pronto como mi cabeza cayó en la almohada, mi mente se empezó a alborotar. Podía ver a través de la oscuridad a medias en thestripedshadowsmadebythepartually open blinds. El accidente se repetía en mi cabeza vez tras vez—la oscuridad, la calle mojada, los carros pasando a toda velocidad junto a mi bajo la terrible tormenta, mis luces delanteras alumbrando a esa mujer que salió de la nada, la mirada de terror en su rostro. Y luego el golpe.

    Alguien estaba tocando en mi puerta principal. Abrí mis ojos y le di un vistazo al reloj en la mesita de noche. Eran las ocho de la mañana.

    Un minuto. Dije con voz baja.

    Me esforcé por ponerme de pie, me restregué mis ojos y me dirigí a la sala. Emmeline me veía a través de la ventana y me saludaba.

    Puse el código de la alarma y abrí la puerta.

    Hola Louise. ¿Por qué estás en pijama? ¿Estabas durmiendo?.

    Le abrí la puerta a mi pequeña vecina de trece años y a su perrita de color café y negro: Dazy.

    Tuve una larga noche.

    Te vez cansada.

    No pude dormir bien.

    Emmeline estiró sus brazos. Abrazo.

    Puse mis manos arriba. No me he cepillado mis dientes.

    Emmeline se dejó caer en el sillón. Ella se sentó con sus piernas cruzadas y se puso a ver Cartoon Network.

    Me dirigí al baño. Voy a estar justo allí.

    Dazy se detuvo a mirar a través de la puerta del dormitorio donde Sage y Moondance estaban durmiendo en la cama, luego me siguió.

    El programa de ScoobyDoo sonaba en la sala.

    Abrí la llave del lavabo y me observé en el espejo. Pero que desastre.

    Dazy hizo un murmullo.

    Tú piensas lo mismo ¿eh?.

    Me enjuagué el rostro, me cepillé losdientes y me esponjé el pelo. Es lo mejor que puedo hacer.

    Dazy me siguió hacia la cocina. Ella me vio tomar mi taza de velero favorita, la llené de agua, le agregué una bolsita de té y la puse en el microondas.

    Escuché un pequeño alarido. Moondance estaba echada en la puerta de la cocina, con sus orejas hacia atrás y moviendo mucho su cola. La levanté y la puse en la encimera. Dazy fijó su mirada en mí mientras tomaba una lata de comida para gatos vegetariana del refrigerador y ponía un poco en un platillo.

    Hice una pequeña pelota de comida. Oye Dazy. Atrápalo.

    Ella lo atrapó en el aire y se la tragó de inmediato.

    Las uñas de las patas de Sage golpeaban el piso de madera. Su cara apareció por la jaba. Ella bostezó, olfateó el lugar y miraba el cuarto con una mirada perdida. El veterinario dice que ella es ciega de nacimiento, pero aún sin sus ojos ella puede ver más que la mayoría de la gente.

    Le di un poco de comida para gato a Sage y fui al sofá donde estaba Emmeline.

    Emmeline no se parece en nada a la imperativa niña de ocho años que se hizo mi mejor amiga cuando me mudé al vecindario hace cinco años. Ella recientemente se cortó su pelo largo teñido de color miel y lo donó a una organización que hace pelucas para niños que han perdido su pelo. Lo que ha quedado de su cabello está teñido de color henna rojo y recortado con una pequeña shag. Ya no queda nada de los grandes cachetes que la hacían parecer una ardilla, han sido reemplazados por una mandíbula fuerte y pómulos resaltados que parecen ser de una super modelo. Solamente sus misteriosos ojos de color ámbar seguían siendo los mismos.

    Cada pocos minutos, el teléfono de Emmeline suena. Sus dedos vuelan entre las teclas mientras ella texteacon sus ojos pegados a la televisión. Dazy y Sage se tumbaban y perseguían por la casa. Moondance se coló en la sala y sin dejar de mirar a los perros, se escabulló en la alfombra persa y brincó hacia el piano. Ella miraba ferozmente antes de acurrucarse y cerrar sus ojos.

    Cuando se acabó ScoobyDoo terminó, Emmeline apagó la televisión.

    ¿Está bien si practico en tu piano?.

    Por supuesto.

    El piano terminó en la sala circunstancialmente, no por que así lo planeara. Mi amiga Marta, la cazadora de ventas de garaje, lo encontró en una en una subasta. Ya había pagado por él antes de darse cuenta de que no iba a caber en su sobrepoblada casa. Ella insistió en traerlo a mi casa. Yo no quería tener un piano, junto con todos los recuerdos que me traería. Mi madre daba clases de piano. Ella murió cuando yo tenía quince años, y yo no he tocado un piano desde entonces.

    Marta me convenció de que necesitaba algo con que llenar el espacio vacío en mi sala. Ahora el piano está a la par de una de las paredesde mi sala poco amueblada, y mayormente, solo está recogiendo polvo. Sin embargo, debo admitir que es una exquisita pieza de mueblería. Le da a la sala una toque lleno de vida, como si la gente se reuniera aquí para una fiesta por las noches. También es útil como una vitrina para poner mi colección de anzuelos de pesca hechos de vidrio, también le sirve a Moondance como una zona libre de perros.

    Lo más importante, es que el piano le da a Emmeline una excusa para estar aquí, donde ella puede practicar lejos de su hermano de ocho años: Jackie.

    Emmeline se guardó su teléfono en su bolsillo trasero. Se sentó junto al piano, levantó el fallboardy empezó a tocar la Tocata y Fuga en D menor de Bach.

    Cerré mis ojos. Aún me la sé de memoria. De niña, era mi pieza de recital favorita.

    Emmeline la tocó como una experta, pero sabía que no lo hacía de corazón. Su amor de verdad es la guitarra eléctrica.

    Cuando ella terminó, ella se puso de pie e hizo una reverencia. Yo le aplaudí.

    Tocaré una canción navideña en mi recital. ¿Quieres oírla?.

    Seguro. Nunca le he dicho a Emmeline cuanto me desagrada la música navideña. Solamente estaba feliz de tenerla en mi casa.

    Su teléfono sonó. Ella lo sacó, envió un mensaje y se lo guardó de nuevo en su bolsillo.

    Ella tocó varias estrofas de Noche de paz, haciendo que sonara como una música fúnebre lenta. Resistí la tentación de cantar con ella.

    Eso fue hermoso.

    Eso estuvo horrible. De veras necesitas afinar esta cosa. Me dijo ella, con esta, ya era la centésima vez.

    Tengo que irme ahora. Tengo una lección de equitación a las once.

    Ahora veo mucho menos a Emmeline desde que su papá le compró un caballo para su cumpleaños número trece. Emmeline y JourneyBleu están tomando clases de adiestramiento como preparación para las competencias del próximo verano.

    Ella está creciendo.

    Ella me dio un abrazo. Su teléfono sonó y ella se fue corriendo hacia los escalones. Ella texteaba mientras caminaba, con Dazy corriendo detrás de ella.

    Necesitaba hacer algo para llenar el vacío que habían dejado atrás. Vamos Sage. Vamos a ver si Dan y Doug están en casa.

    Sage salió disparada y se puso a esperarme en la puerta trasera.

    Mira por donde caminas amiga. Le dije mientras salíamos. Le tomó un tiempo aprender que los escalones no solo van hacia arriba, sino que también hacia abajo. Luego de unos cuantas caídas, ahora ella tiene más cuidado.

    Los coches de Dan y Doug estaban en la entrada de la cochera y la puerta de enfrente estaba abierta. 

    Pasamos por el jardín y subimos los escalones de concreto.

    En el tiempo en que todo mundo está saliendo del clóset, Dan y Doug se mudaron aquí desde San Francisco para encerrarse en el closet. Al menos, esa es mi teoría. Para mi fortuna ellos no han usado la cabaña de la suegra que está en su propiedad. Ellos me lo han estado rentado a mi desde hace cinco años. Ellos siguen queriendo hacerse pasar por una par de solteros sin compromisos. Pero bueno, eso está bien para mí.

    Miré por lo puerta. ¡Knock, knock!.

    Entra Louise. Dijo Dan.

    Dan y Doug estaban en el comedor, disfrutando su café de la mañana y compartiendo el periódico.

    ¿Nos acompañas para el café?. Preguntó Dan. Él es diez años mayor que mí, es decir, que él tiene cincuenta. Con seis pies de alto, cabello oscuro ondulado y un bigote cuidadosamente recortado, bien podría ser una versión mayor y más robusta del hombre Marlboro.

    Seguro. Gracias.

    El café está en la cocina. Sírvete.

    Buenos días Louise. Dijo Doug.

    Hola Doug. Cerré la puerta tras de mí y me dirigí a la cocina.

    ¿Te gustaría un rollito de canela?. Dijo Doug. Los acabo de hacer. Todavía están calientes.

    Originario de Gales, Doug es más delicado y pálido que Dan. El trabaja como chef en un restaurante de lujo en Waikīkī y practica sus habilidades culinarias en casa. De vez en cuando pruebo alguna de sus creaciones.

    Mi estómago gruñía cuando vi los rollitos de canela enfriándose en una bandeja para galletas. No podía recordar cuando fue la última vez que comí. Con una taza de café en una mano y con un enorme rollito de canela en la otra me senté con Dan y Doug. Sage se sentó en mis pies, con su nariz sacudiéndose.

    Veo que fuiste noticia de nuevo. Dijo Dan.

    ¿Qué fui que?.

    Dan abrió la sección de Hawái en el Honolulu Advertiser y lo puso enfrente mío. Me llevé la mano a la boca cuando vi el titular.

    Camión de correo atropella a peatón.

    Colapsó la hora pico del tráfico el viernes.

    (Kāne‘ohe Diciembre 11) Ayer el tráfico estaba detenido en ambos sentidos cuando un peatón fue atropellado por un camión de correo en la autopista Kamehameha. El accidente ocurrió justo antes de las 6 pm, cuando una mujer sin identificar intentó cruzar la calle. Ella no estaba en la acera. La mujer, que aparenta tener un poco más de veinte años, fue llevada al hospital Castle donde permanece en coma, en condición delicada pero estable.

    La conductora de cuarenta años, la cartera Louise Golden ha sido suspendida y está siendo investigada por el accidente.

    Una lagrima bajó por mi mejilla y cayó en mis dedos. Por dios.

    Doug puso una mano en mi hombro. ¿Te encuentras bien?.

    No pude responder.

    Dan se puso detrás de mi y puso sus manos en mis hombros. Bebe algo de café.

    Respiré hondo un par de veces y obedientemente empecé a darle sorbos a mi taza.

    ¿Ya desayunaste?. Me preguntó Doug.

    No. Se escuchó como un gruñido.

    Puede que te sientas mejor si comes.

    Douglas, ¿por qué no le preparas unos huevos?. Dijo Dan.

    No, de veras. Esto está bien. Le di una mordida al rollito de caneloa.

    Dan masajeó mis hombros. ¿Cómo fue que pasó eso?.

    Estaba conduciendo de vuelta a la estación al final del día. Estaba oscuro y estaba lloviendo. No se de donde salió ella. Ella solamente estaba allí, a la mitad del camino. Fue un momento que nunca he querido que llegara. Nunca olvidaré el sonido....

    Nadie habló. Dan sobaba mi cuello con sus fuertes dedos.

    Un minuto después Doug dijo: El diario dice que ella está en coma.

    Yo asentí. "Ellos iban a dar su diagnóstico en el hospital Castle, luego la iban a transferir al Queen Trauma Center si fuera necesario. Luego de llenar el reporte del accidente en el trabajo, fui al hospital Castle para ver como estaba. Ella todavía estaba allí, pero en el hospital no me dieron ninguna información sobre su condición.

    Yo me quedé por allí, esperando poder enterarme de algo. A las diez en punto, hubo cambio de turno. Uno de los enfermeros que empezó su turno le gustaba platicar. Cuando le dije que yo fui quien la había atropellado a ella, él estaba dispuesto a darme algo de información. Él dijo que el resultado de la tomografía era negativo y que ella no tenía heridas de gravedad.

    Eso es algo bueno. Dijo Doug.

    Ella está inconsciente, y eso nunca es algo bueno. La tienen como a una desconocida.

    ¿Ellos no saben quién es ella?. Preguntó Dan.

    Ella no estaba llevando ninguna identificación. Regresaré allí hoy para ver si puedo averiguar algo más.

    ¿Qué edad crees que tiene ella?.

    Es joven. Al inicio pensé que tenía unos veinte años. Ahora, me parece que ella podía ser una niña de catorce o quince. Ella estaba descalza, sin nada más puesto que unos panties y una camiseta larga totalmente empapada. Ella había estado a la intemperie por un buen rato.

    Su familia debe haberla reportado como desaparecida. Dijo Dan. El trabajó como un detective para una compañía de préstamos local, y sabe todo sobre las personas que desaparecen.

    Él se regresó a su silla.

    Levanté a Sage y la puse en mi regazo y la abracé. Ella buscaba el rollo de canela.

    ¿En serio te suspendieron?. Preguntó Dan.

    Yo asentí.

    ¿Pero por qué? No fue tu culpa.

    Es un procedimiento estándar.

    Quizás te caerían bien las vacaciones. Dijo Doug.

    Asentí de nuevo.

    Te apuesto que estaba drogada. Dijo Dan. La forma como corrió hacia la calle, bajo la oscuridad y la lluvia, sin mirar hacia donde iba. ¿Le hicieron el examen toxicológico?.

    Eso no se me había ocurrido. Debieron haberlo hecho.

    Deberías asegurarte e ir a averiguar. Dijo Dan. Si ella estaba drogada, eso dejaría claro que no hubo ninguna negligencia de tu parte.

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