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La Orquesta Fantasma
La Orquesta Fantasma
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Libro electrónico212 páginas2 horas

La Orquesta Fantasma

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Información de este libro electrónico

Hacia el final de la tercera guerra mundial gran parte de la informacin que mantena al mundo en la espiral del caos se perdi. El resultado fue que la civilizacin regreso varias dcadas en el tiempo en muchos aspectos, a un panorama muy similar a los inicios del siglo XXI. La quinta ciudad ms grande del mundo, donde ocurrieron estos eventos, se convirti entonces en uno de los principales puertos de contrabando y un paraso para el crimen, la polica corrupta y el gobierno inactivo dejaron que Rabden se volviera una de las ciudades menos seguras.
En medio de este caos existe un pequeo rayo de esperanza, un grupo de civiles acta clandestinamente para combatir a las grandes mafias que controlan la situacin, y luchan para mantener el poco orden que queda. Ellos son conocidos como La Orquesta Fantasma.
Paralelo a esto, Mlcom vive en Rabden, acta como todos los atrapados en el mundo moderno, habla de cambiar la situacin pero no hace nada
hasta que se le da la oportunidad.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento22 mar 2013
ISBN9781463353940
La Orquesta Fantasma
Autor

Mr. Mad

Francisco Alejandro Resendiz Guerrero nació en Morelia en Agosto de 1995. Se mudó con su madre y padre a Zamora, Michoacán, cuando tenía 2 años. Fue a la escuela primaria y secundaria, donde se destacó en matemáticas y compitió en varios torneos de matemáticas durante sus años de secundaria, donde obtuvo el segundo lugar en una ocasión y tercero en otra. También escribió su primer poema: "La Medusa". El terminó su primer libro cuando tenía 16 años. Se graduó de la escuela secundaria en 2012 y actualmente está estudiando Creación Literaria en el Centro Regional de las Artes de Zamora.

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    Vista previa del libro

    La Orquesta Fantasma - Mr. Mad

    Copyright © 2013 por Mr. Mad.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013905030

    ISBN:

       Tapa Dura            978-1-4633-5396-4

       Tapa Blanda         978-1-4633-5395-7

       Libro Electrónico 978-1-4633-5394-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 15/03/2013

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

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    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    451738

    ÍNDICE

    Introducción

    1.   Crisis

    2.   La Rutina Matutina

    3.   Toma tu Violín

    4.   La Orquesta Fantasma

    5.   Vigilantes

    6.   El Entrenamiento

    7.   Preguntas y Respuestas

    8.   El Desertor

    9.   Infierno

    10.   El Último Día

    11.   Primera Batalla

    12.   La Trampa

    13.   Sospechas y Sobornos

    14.   La Pista del Lugar y el Momento

    15.   Sacrificio

    16.   La Tumba de los Fantasmas

    17.   Nostalgia

    18.   La Lista Fúnebre

    19.   Traición

    20.   La Captura

    21.   En el Ojo del Huracán

    22.   El Crimen

    23.   Venganza

    24.   El Duelo

    25.   Málcom vs. Morton

    26.   La Agencia de Espionaje Fantasma

    Endnotes

    INTRODUCCIÓN

    Hacia el final de la tercera guerra mundial gran parte de la información que mantenía al mundo en la espiral del caos se perdió. El resultado fue que la civilización regreso varias décadas en el tiempo en muchos aspectos, a un panorama muy similar a los inicios del siglo XXI. Rabden, donde ocurrieron estos eventos, se convirtió entonces en uno de los principales puertos de contrabando y un paraíso para el crimen, la policía corrupta y el gobierno inactivo dejaron que se volviera una de las ciudades menos seguras.

    1.

    Crisis

    -Cada vez hay menos recursos; hay que caer bajo para obtener una miga de pan, y aun más bajo para conservarla-. Evan se despidió del público con esta frase y una ligera reverencia y se retiró a lo que pensaba, era una especie de camerino. Cuando se sentó frente al espejo, vio un hombre diferente al que recordaba, se veía cansado y bastante decaído; no asemejaba el hombre fuerte y extrovertido de 27 años que en realidad era. Después de esta reflexión se froto los ojos y rememoro los eventos que lo habían llevado a su posición actual.

    Antes de graduarse grabó un video sobre la crisis que se sufría en el país. Poco después lo llamaron para ofrecerle una beca con tal de hacer todo un documental. Luego de presentar el documental le pidieron que diera conferencias, fue entonces cuando le ofrecieron el pequeño auditorio en el que se encontraba ahora.

    Si lo pensaba bien, resultaba extraño, e incluso ilógico que le hubieran ofrecido un establecimiento tan chico; aun más sabiendo la demanda de boletos por parte del público y la riqueza del canal que lo había contratado. Evan organizó los papeles en su maletín, se puso su abrigo, su sombrero y se dispuso a salir por la pequeña puerta que conducía a la parte trasera del teatro. Al salir se encontró en un habiente sombrío; era invierno casi a media noche, por lo que no era extraño el frio que lo envolvía, no obstante el ambiente era frio por otra razón.

    Comenzó a caminar por la acera vieja y desgastada, por lo que se debía prestar especial atención a las irregularidades de la misma, aun más debido a la oscuridad; por no mencionar los demás obstáculos, la basura se amontonaba junto a todo, además las paredes, señales y postes de luz de la calle tenían grafiti y avisos de personas desaparecidas. La humedad soltaba vapor que ascendía desde las cloacas y algunos callejones nublando la vista. Las farolas eran inservibles y las únicas luces en la calle provenían de anuncios de neón.

    Había por lo menos 3 autos chocados que despedían grandes cantidades de humo, mientras a lo lejos se escuchaban las sirenas de ambulancias y patrullas, otro tema de la conferencia. Mientras caminaba, Casi chocó con una señal de alto que uno de los autos había torcido, resbaló y cayó. Soltó una palabrota a la vez que se levantaba, sacudió la suciedad de su abrigo y siguió caminando en dirección a su auto.

    El ambiente le recordó su equipo, su mundo, su investigación (la cual lo había agotado hasta acelerar su envejecimiento)… ¡Claro!, como pudo olvidarla, estaba tan cerca que casi podía oler la respuesta. Sujetó con más fuerza su maletín y comenzó a andar más rápidamente.

    Al pasar junto a un callejón, no más grande que una casa pequeña, escucho que lo llamaban por su nombre. Paró en seco evitando resbalar con el hielo del suelo y giro la cabeza. Evan estaba seguro de conocer la voz del sujeto, no recordaba muy bien de quien se trataba así que levantó la mirada para verle el rostro; este retrocedió un poco ocultándose en las sombras, levantó el brazo izquierdo, apuntó el arma y apretó el gatillo.

    2.

    La Rutina Matutina

    El molesto sonido de un despertador barato interrumpió los sueños de Málcom. Abrió los ojos y lo primero que vio fue una nota pegada al techo, no sabía que decía ni quería saberlo. Su siguiente pensamiento fue muy simple: Otro día.

    Málcom se enderezó y bajó los pies de la cama, se revolvió el cabello, se sacudió la ropa para refrescarse y dio un rápido vistazo a su suite que contrastaba con lo que se vivía al otro lado de la ventana. Era limpia, ordenada y casi no había nada además de los muebles, al más puro estilo minimalista. Luego de una ducha rápida se vistió con un traje simple de saco y corbata, para luego dirigirse al la cocina. En cuanto abrió la alacena comprendió que tendría hambre; había un poco de cereal, pero era muy poco como para satisfacerlo, y no quería empezar y luego quedarse con el estomago exigiéndole más. Ya compraría algo de camino al trabajo.

    Tomó su computadora portátil y se dirigió a la puerta. Antes de girar la perilla se detuvo y miró su reloj (seguía su parte favorita de la rutina); inhaló hondo, se armó de valor y salió. Justo lo que quería, su vecina Deborah, de belleza modesta pero con un alma más bella que los ángeles, salía de la puerta de su suite con rumbo a otra protesta pública, a juzgar por la gran cantidad de pancartas que llevaba bajo el brazo y la prisa aparente.

    -Hola Deborah-. La voz de Málcom resultaba extrañamente ronca después de solo oír sus agudos pensamientos.

    -Eh, ¡Ah! Hola Málcom. ¿Cómo estás hoy?- Deborah apenas podía con todo lo que llevaba, pero Málcom solo atinó en decir una frase previamente pensada.

    -Estoy bien, gracias por preocuparte.- Dijo Málcom casi completamente paralizado, mientras a Deborah se le caían letreros y pancartas de las manos.

    -¡Ay no!- Se quejó Deborah apoyando las manos sobre las caderas. -Perdona que te moleste Málcom- Añadió dirigiéndose a su interlocutor (ahora mudo). -¿Podrías ayudarme con las pancartas?- Dijo señalando los cartones en el suelo.

    La mente de Málcom tardó un poco en reaccionar, cuando lo hizo, se agacho tan rápido como pudo para compensar el tiempo. -¿Qué es esta vez?- Dijo esforzándose por que su voz no temblara mientras seguía recogiendo pancartas.

    -Dejaron salir un preso que, supuestamente, tenía cadena perpetua- Contestó Deborah jadeando ligeramente.

    -Lamento no ser de más ayuda. Creo que trabajare hasta tarde.-

    -¿¡Otra vez!?- Dijo Deborah y volvió a dejar caer los letreros. Mientras Málcom los recogía por segunda vez, ella agregó: –Tú necesitas vacaciones- haciendo énfasis clavándole el índice en el pecho.

    -Eso me recuerda…- Continuó Deborah, y esperó a la atención de Málcom cuando este se enderezó. -Voy a hacer una fiesta. Hoy en la suite… Sí, ya informé a la recepción.- Añadió alegremente como adivinando los pensamientos de Málcom al tiempo que los dos avanzaron hacia el elevador que acababa de abrirse.

    Málcom sentía cosquillas en el estómago, Deborah lo había invitado a una fiesta. Aunque no le gustaran las fiestas modernas por el ruido, y (muy frecuentemente) la gran diferencia de intereses entre él y los demás invitados; pensó en buscar un espacio en su agenda para al menos quedar bien con Deborah.

    -¿Qué dices?- Dijo Deborah tan abruptamente que Málcom casi deja caer las pancartas; cuando se percato de esto se dio cuenta de que ya habían llegado a la puerta principal del hotel.

    -¿¿Qué digo??- Repitió Málcom.

    -Dijiste algo de una agenda, y luego te quedaste pensando.- Deborah miro su reloj y exclamo: -¡No! Perdona Málcom, debo irme.- Le arrebató las pancartas a Málcom, lo besó en la mejilla y se fue corriendo en dirección al centro chocando con casi todo el que se le atravesaba.

    Málcom sintió como si su estómago se hubiera evaporado. Toda la semana se había propuesto causarle una buena impresión a Deborah, e igual que toda la semana, había fallado. Málcom gruño, se encorvó ligeramente, y comenzó a caminar.

    Como todos los días, desde que vivía en el hotel, una mujer repartía volantes sobre el cáncer y pedía limosna. Málcom habría donado un poco de dinero si no supiera que quedaría en manos de alguien tan rico que no notaria la donación. Justo detrás de esta había una tienda de autoservicio en la que Málcom compró su acostumbrado capuchino y una rosquilla de vainilla. Como siempre desde el mes pasado, un vagabundo pedía cigarros una cuadra antes del subterráneo.

    Igual que todo el mes, el subterráneo estaba demasiado abarrotado como para abordar, por lo que Málcom y las demás personas en la estación, esperaron el siguiente tren que igual que siempre, se hallaba vacio. Una vez que Málcom bajó del tren, camino a grandes zancadas por la plaza rodeada de rascacielos que desde hacía 3 meses y medio, apestaba y se encontraba casi vacía debido al nuevo fertilizante natural que habían elegido los jardineros.

    Cuando Málcom llegó al edificio donde trabajaba y respiró aire fresco (filtrado por ineficientes ventiladores exteriores), se percato de que algo rompía la rutina. El atrio, amplio, alto y en su mayoría con ventanas al exterior, se encontraba vacío casi por completo y el silencio se rompía solo por los susurros de la escoba contra el suelo y los papeles de archivo uno contra otro. Quizá era temprano, Málcom revisó su reloj. Era la hora correcta, entonces… ¿Por qué no se escuchaba el habitual ajetreo de la mañana?

    Málcom tomó el ascensor extrañado, cuando las puertas se cerraron dejándolo solo, tocó un botón, se recargo en la pared y deseo que en el piso en el que trabajaba tampoco se escucharan los habituales chismes y risas que apenas dejaban trabajar. Al abrirse las puertas su deseo se hizo añicos contra el suelo, el ambiente era feliz y festivo. Seguramente era el cumpleaños de alguien. Sus compañeros lo saludaron con un movimiento de la mano en el mismo orden de siempre ya que tenían que permanecer en sus estaciones de trabajo (lo cual para desgracia de Málcom, no les impedía chismear, festejar y alborotar el lugar).

    Málcom respondió de igual forma y siguió caminando. Al llegar a su oficina, cerrada con puerta de vidrio, el ruido bajó de volumen hasta casi desaparecer. Dejó su maletín junto a su escritorio, se sentó, recargo los brazos junto al teclado de la computadora, se puso cómodo y pensó. A trabajar

    3.

    Toma tu Violín

    Málcom trabajó como siempre esa mañana hasta casi el medio día. Cuando el director de recursos humanos anuncio por el altavoz que la empresa se había declarado en quiebra, aseguró que debían despedir a todo el personal, y con tal de no caer en la obligación de pagar la indemnización, declarar la banca rota. Fue entonces que Málcom entendió porque todo el lobby estaba tan callado al llegar él, (de alguna manera) la secretaria se había enterado de los futuros despidos y se lo había comunicado a toda la planta baja, quizá con la condición de no propagar la noticia, por lo que el chisme no había llegado a oídos de sus compañeros.

    Cuando Málcom salió de su oficina el ruido era peor que antes. Al pasar por el pasillo se dio cuenta de que el pánico y el caos reinaban en todo el edificio, los ex-empleados destruían las computadoras y los archivos, además de quemar los escritorios y archiveros de madera. Las pocas personas que no aumentaban el desorden lloraban desconsoladamente o se revolvían el cabello, aparentemente pensando en que hacer para evitar la ruina.

    Momentos después, Málcom se encontraba sentado en una banca de la plaza, el mal olor no le importaba, tenia cosas más importantes en que pensar. Málcom pensó en su suite (lujosa pero barata), la razón por la que vivía allí era la crisis, ahorraba para viajar al prospero extranjero pero ahora la crisis le había quitado esa oportunidad.

    Málcom sacó el celular de su bolsillo, no creía lo que iba a hacer. Abrió el dispositivo, buscó un nombre, oprimió un botón, se acercó el teléfono a la oreja, y esperó. Sonó un bip, otro bip, Málcom perdía la seguridad en sí mismo.

    –Hola.-

    –Ho-hola Deborah.- Respondió Málcom torpemente.

    -¡Hola Málcom! No esperaba tu llamada, ¿Cómo estás?-

    -Sólo llamo para confirmarte que sí voy a la fiesta.-

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