Mujeres migradas
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Mujeres migradas - Cinthya Maldonado
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Cinthya Maldonado
Edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes.
Diseño de portada: Antonio F. López.
ISBN: 978-84-17608-54-5
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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A cada una de vosotras que de una u otra forma habéis formado parte de mi vida, tanto de aquel lado del Atlántico como de este.
¡Gracias por todos los aprendizajes!
PRESENTACIÓN
En varias ocasiones escuché diferentes historias de mujeres migradas. Desde niña también tuve curiosidad por que mi madre me contara las historias de cuando ella emigró. Y cuando yo misma me convertí en una de ellas ha habido muchas ocasiones en las que me he sentido identificada con alguna de las situaciones. Después de observar, llegué a la conclusión de que todas teníamos muchos denominadores comunes: todas éramos inmigrantes, mujeres y nuestras historias eran parecidas, casi idénticas. Así fue como decidí sacar del baúl de los recuerdos esa facilidad mía de escribir, dando voz a mi manera a algunas de esas grandes historias de situaciones que pasamos las mujeres migradas.
Espero que juntas y juntos saquemos muchos aprendizajes de cada pequeña vivencia que comparto con mucho cariño en este libro en el que, palabra a palabra, he querido construir de la mejor manera cada una de estas historias que te ponen las emociones a flor de piel. Y también quiero recordarles que no olvidéis nunca que detrás de toda mujer migrada hay historias a veces dolorosas, de supervivencia, de búsqueda de nuevas oportunidades. Por ello, me gustaría invitarles a contemplar otras maneras de luchar contra las adversidades. Ya que para ser migrante se necesita mucha valentía y los inicios nunca son fáciles. Además, a veces quitarse la coraza de fuerte viene bien: nos aligera los momentos a vivir y nos permite conocer otras realidades.
Las mujeres, sin importar de dónde venimos, queremos y podemos aportar nuestros conocimientos y facilidades a las sociedades en las cuales nos establecemos, además de querer empaparnos de nuevos aprendizajes.
A las mujeres quiero decirles que nunca olviden que pueden hacer y ser todo cuanto quieran.
Cinthya Maldonado
SENSACIONES
Al salir a la calle, sintió que el fresco del anochecer pegaba en sus mejillas, qué agradable le pareció después de un largo día de trabajo. Su cuerpo estaba acalorado, sintió deseos de caminar por largo rato por calles poco transitadas, para disfrutar de tranquilidad, o muy transitadas, como en ese momento, y así poder observar el exterior —digo el exterior porque el interior sabemos esconderlo Y moldearlo muy bien en ocasiones— de otras personas que como ella volvían a casa aquella tarde-noche.
Pero las fantasías de su hipotético paseo nocturno se desvanecieron cuando recordó que tenía que volver a casa cuanto antes y fundirse en un beso lleno de amor con su hija. Empezó a recordarse y enumerarse cada una de las tareas que aún tenía que llevar a cabo en casa y de pronto sintió que una nostalgia la invadía y tuvo ganas de llorar. En aquel instante experimentó una gran tristeza, secó con delicadeza las lagrimillas que brotaban de cada una de las esquinas de sus pequeños ojos y disimuló como si una basurita hubiera caído en ellos, sintiéndose hipócrita por limpiarse y disimular, porque bien sabía que la única basura que había caído en su vida y que le sacaba esas lágrimas que estaba reprimiendo por vergüenza era la tremenda soledad y la nostalgia que la acompañaban. Tomó aire, caminó a pasos más largos y decidió tomar el autobús rumbo a su casa donde la esperaba un abrazo lleno de ternura.
ACTITUDES DISCRIMINATORIAS AGRESIÓN
Era un mediodía caluroso de otoño del mes de octubre en Barcelona, yo iba cargada con la bolsa de los productos de limpieza y otra bolsa de tela que acostumbro a llevar con mi bocadillo o comida y bebida del día. Al doblar y entrar en la angosta calle donde se ubica el edificio donde trabajaba y al cual me dirigía, observé a un hombre canoso, rostro casi redondo, estatura mediana, que picaba en uno de los interfonos pero que no obtenía respuesta. Aquel hombre se impacientaba. Yo avanzaba muy despacio, a mi ritmo, y aquel hombre me miraba fijamente como diciendo date prisa, es más, con un leve gesto me lo preguntó y con otro gesto asentí. Pasé primero el garaje, allí estaba un coche aparcado en la parte de fuera creo recordar que era un turismo de color marrón o quizá me confundí y era rojo vino no le di importancia, acostumbro ser lo más prudente que puedo. Al llegar al portal al tiempo que metía la llave en la cerradura saludé con un «Buenas tardes». Aquel hombre casi no contestó, es más, casi que entró antes que yo y a poco estuvo de apartarme para que lo dejara pasar. Una vez dentro y en el corto espacio que separa el portal de la puerta de entrada de la escalera, en aquel angosto pasillo, pregunté adecuadamente: «Perdone, ¿a qué piso va?». Él contestó en catalán: «¿Qué te importa?», a lo que yo respondí también en catalán, porque, al fin y al cabo, para eso me pase dos años haciendo