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El Mercader De Camellos Del Sahara
El Mercader De Camellos Del Sahara
El Mercader De Camellos Del Sahara
Libro electrónico231 páginas4 horas

El Mercader De Camellos Del Sahara

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El mercader revive la historia de las grandes caravanas de camellos, de la vida nmada en el desierto la comida, las costumbres y en algn momento la vida del gran patriarca se cruza con la figura de Jesus, en sus predicaciones, sus milagros y de alguna manera en ciertos episodios de la vida del mesas y sus amigos que le rodean vistos a travs de los ojos de un mercader de dromedarios, que decide ya no vivir en las lejanas travesas del desierto y se vuelve sedentario en la regin de Jerusaln, se casa con una mujer de estas tierras y tiene a sus hijos con la nueva doctrina que adopta como suya, incluso paga a un traductor para que le explique las palabras de Jesus y lo sigue en sus reuniones masivas al lado de galilea pero el siempre con su labor, el comercio de camellos y las aventuras que lo enmarcan y lo vuelven misterioso.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 ene 2012
ISBN9781463317140
El Mercader De Camellos Del Sahara
Autor

Felipe Conde

El autor Felipe Conde, vive intensamente la escritura de este libro aporta datos maravillosos del ministerio del mesías, descubre interiormente la necesidad de las palabras del mesías vistos por la lente de una persona tan mundana o pagana como lo es un vendedor de animales de carga, sin instrucción por las letras solo en deambular por las lejanías del desierto desde la tierra de Ur hasta los puertos de Cirene en el Sahara en busca de los dromedarios, de los caballos finos de las mulas y demás y finalmente se vuelve fijo en un lugar mítico donde la casa de los almendros es como el Edén, en donde descansar después de toda la vida de peligros en las caravanas, pasaron cuatro años para que este escrito viera la luz después de varias peripecias ahora lo pone en las manos de todo el lector para que descubran la magia de los personajes que aquí se entrelazan, los prodigios, los milagros y la vida del oriente hace dos mil años.

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    El Mercader De Camellos Del Sahara - Felipe Conde

    PROLOGO

    El mercader de camellos revive la aventura del gran desierto del Sahara, las grandes caravanas de camellos, el comercio de los animales de carga, visitar lugares enigmáticos como Betania, El Jordan, Jerusalén, el antiguo Egipto, los puertos de Cirene, Capparnaum, Belén, Nazaret, todo en tiempo y espacio de la vida del Mesías, esta es la otra cara de la vida de Jesús, vista a través de los ojos de un beduino, un comerciante de dromedarios, mulos y asnos que llega a vivir a estas tierras y conoce de cerca el ministerio del Mesías, lo sigue, le busca, trata de estar presente con un traductor, para entender el mensaje en su lengua natal, o dialectos beduinos; ya que el arameo apenas lo conoce cuando llega a vivir a esta tierras con los judíos.

    Sus hijos se casan con mujeres del valle y se mezclan las dos razas, la raza nómada y la raza sedentaria la cual pastorea ovejas y se inicia toda una historia por demás excitante y llena de aventuras al deambular de aquí para allá por los caminos polvorientos, que hace al menos dos mil años todos conducían a la ciudad de Jerusalén.

    En aquel tiempo, es cierto; todos los caminos llevaban hasta la santa ciudad, la vida nómada estaba llena de aventura, sobresaltos y muerte. Los mercaderes al igual que Jesús, caminaban y convivían entre ladrones, esclavos, asesinos, cobradores de impuestos, soldados romanos, hombres acaudalados, pordioseros y prostitutas.

    De algún modo, la vida de Ben Assis, se cruza con la figura del Mesías, siendo niños, allá en el templo, logran conocerse en su infancia y sin embargo el destino vuelve a juntarlos ya de adultos, por los polvorientos caminos y las calles empedradas de Jerusalén, para Said; la ruta del comercio como mercader y para el otro el ministerio sagrado y finalmente lo inevitable, el doloroso camino al gólgota.

    Las tradiciones, la comida, la vida errante de los grandes viajes en caravanas de camellos, los grandes bazares, el comercio, el trueque, las mercancía, la venta de esclavos, la venta de animales de carga así como de bellas doncellas y mujeres para tomar como concubinas, todo este mundo antiguo, con un marco y contexto, el ministerio de Jesús cuando congregaba a miles de personas para darles su enseñanza y realizar los prodigios de sanar a los enfermos.

    Era una noche serena y tranquila, llena de estrellas en la tienda de la tribu nómada que acampaba en las afueras de la aldea, en los caminos polvorientos cerca de las dunas de arena, de pronto un grito sonó como un trueno, terminando con la quietud de la noche, las mujeres que ayudaban con el parto complacidas de ver a la recién nacida criatura, levantaban los brazos al cielo regocijándose, es varón, es varón! Gritaban y sus rostros llenos de jubilo, el séptimo hijo de la genealogía del gran patriarca, Ben Al Yamir de las tribus mercaderes del Sahara, desde Marruecos al Nilo, Samaria, Jerusalén, hacia Arabia y hasta la tierra de Ur.

    Aquella noche los hombres de las tiendas que cerca de la fogata, entonaban cánticos de misterio; se sorprendieron al ver una luz fugaz, que surcaba el firmamento, el patriarca con gran asombro se arrodilló junto a su tienda en el suelo polvoriento y expresó a los demás concurridos algo grandioso esta por suceder, atónitos y casi hipnotizados, pastores nómadas y demás personas que acampaban, vieron la estrella fugaz posarse casi por encima de la aldea cercana y se maravillaban.

    La noche paso en gran jubilo por la llegada de Ben Assis y al iniciar el alba, cual seria la sorpresa que a lo lejos allá por encima de las dunas una silueta de tres personas sobre camellos, llevaban sus cargamentos y por los atuendos que traían puestos, los hombres de la tribu juraban que venían de tierras muy lejanas y se dirigían hacia la comarca donde por ultima vez vieron a la estrella fugaz posarse.

    Ya llegado el medio día, por el camino arenoso y polvoriento transitaban algunos pastores de ovejas; guiando sus rebaños y en su idiomas decían: la profecía se ha cumplido, estemos contentos algo bastante grande y bueno ha sucedido algo maravilloso, escuchaban a los peregrinos pasar con rostros apacibles, llenos de jubilo de gozo, vamos a donde a nacido el niño, la aldea mas cercana de nombre Belem, estaba llena de forasteros, de tribus nómadas que cruzan el desierto en busca de lugares con abundante agua para mitigar la sed de sus familias y de los animales.

    Aquellos tres míticos personajes, que tenían aspectos de reyes por sus ataviaduras y turbantes llegaron a la aldea se acercaron a un paraje donde servia para encierro de los rebaños y los animales, bajaron sus cargamentos y al despuntar el día se hicieron hacia el oriente, sobre las dunas de arena hasta que el polvo, el calor y los cientos de espejismos de la arena terminaron por desaparecerlos por completo.

    Con todos los cuidados y atenciones del recién nacido, las mujeres se distribuyan los quehaceres de la tribu, la comida, su preparación, los hombres atendiendo al rebaños de cabras, los camellos, las asnas y algunos caballos muy finos que traían consigo estos mercaderes, el jefe de la tribu señor ya grande de semblante moreno y barba blanca con turbante de colores llamativos, en la hora de la comida expresa su alegría por su nuevo hijo y dice con voz fuerte a sus esposas, junten provisiones pues en tres días partimos hacia damasco, a la gran venta de animales de carga, al gran bazar donde se comercian desde productos alimenticios secos como los dátiles, higos, carne seca pescado salado seco, animales de carga, corceles, animales finos de lujo, de carreras como los que traemos aquí, esclavos, mujeres, concubinas vírgenes, telas, alhajas de oro y plata, telas, en fin y de paso visitar a las ciudades de Jerusalén y Jericó a donde abundan los compradores de los finos caballos y corceles que es nuestro menester.

    Después de tres días de apacible vida, y descanso en las tiendas, inicia el éxodo hacia los siguientes pueblos, para realizar el gran viaje, se cargan los asnos, los camellos y los mulos con todas las mercancías, alimentos los niños, las mujeres y una cuadrilla de hombres bien armados delante de la caravana con caballos finos y detrás de los casi cien animales domesticados otro grupo de cinco personas a la retaguardia en altos camellos, dromedarios, bien armados con dagas y espadas para disipar algún salteador de caminos que acechan a las grandes caravanas por estos alejados y polvorientos caminos casi desprovistos en su totalidad de flora, solo algunos arbustos y palmeras enanas sin frutos, s e avistan de cuando en cuando, los camellos cargados de reliquias y pequeños orfebres de oro y baratijas de cobre o estaño, bien guardadas van a lo largo de los lomos de los camellos, las monedas de oro para los negocios van a reguardo del patriarca que con sus arracadas de oro, tres anillos en cada mano y dorsales, cadenas de oro macizo, hacen pensar en el gran mercader con sus cuatro esposas y tres concubinas y demás familiares que viajan con todas sus pertenencias como una gran familia, con un guía, un líder beduino con sus ojos profundos verdosos, su piel raída por el sol con arrugas y varias cicatrices, ceño fruncido, barba y cejas pobladas de Tes. morena con el rostro de un hombre de 58 años alto, bravío, con su turbante y faja con tres dagas al frente y varias espadas sobre los lomos del camello como si salieran listo para una gran batalla.

    A su paso por las grandes aldeas, el estruendoso paso de los animales por los caminos trillados por otros beduinos, pastores, que deambulas por los desprovistos pastos donde casi no hay señales de agua la gente que para vivir sale a su encuentro y los guían hacia un paraje con palmeras y agua abundante para levantar sus tiendas y descansar que ellos lo suelen llamar oasis.

    Cuando inician su largo viaje internándose por los caminos que llevan a samaria, lograron ver a una pareja que venia detrás de ellos, con un borriquillo cargando sus partencias, una mujer con un niñito recién nacido en brazos y un señor de semblante apacible de raza judía talvez por la vestimenta que se dirigían a toda prisa por los caminos de arena que llevan a Egipto y las ciudades en ruinas de las grandes pirámides.

    Toda la gente de los pueblos donde el patriarca acampa con toda su familia, la mercancía y sus animales de carga, se maravillaban diciendo: la gran luz que vimos y que se poso sobre Belem es un buen augurio, dicen que se cumplió una profecía, que ya ha nacido el gran rey, el rey que todos los judíos esperaban desde la época de David y de Salomón.

    Con todos los cuidados que la caravana requiere los niños de la familia del gran mercader van en los lomos de los dromedarios, no así los hijos de los sirvientes y esclavos que van en los mulos y las asnas y algunos caminan largos tramos a pie por el caliente suelo arenoso donde en mas de dos ocasiones tienen que resistir a las tormentas de arena ¨ invisibles, es decir a las tolvaneras que se levantan en pleno desierto y llegan hasta mas de cien kilómetros por hora, y todo lo que encuentran a su paso, tierra arena y arbustos lo destruyen, Ben Assis cuando ya contaba con siete meses de nacido fue llevado a un templo para la circuncisión y el sumo sacerdote le dijo, cuiden a este niño, pues herodes ha mandado matar a todo hijo recién nacido y hasta dos años, de todas esta regiones de samaria, a lo cual el patriarca contesto: somos de la tierra lejana del desierto del Sahara por Marruecos al otro lado del Nilo, en el gran mar, es decir el mar grande somos nómadas de tierras lejanas, venimos en nuestro peregrinar a todos los bazares de las ciudades por nuestras mercancías y los animales de carga, somos beduinos antiguos de nacimiento, mi familia y yo llegamos por estas tierras y estos senderos desde hace mucho tiempo atrás, y volvemos cada 2 o 3 años es decir que tal vez nuestra próxima visita a damasco y Jerusalén sea cuando este niño ya tome las riendas de un maestre camello de silla individual y cargas pesadas y cumpla la edad de 7 años, mi buen amigo sacerdote, estoy buscando aquí a un joven acaudalado que heredo todo de sus padres y yo le traigo ovejas finas y caballos de muy buena estirpe, cual es su nombre ni fino amigo dijo el sacerdote, su nombre es José de Arimatea contesto el gran patriarca. Me parece que e s el dueño y señor de todas estas tierras y todo los alrededores de aquí a las afueras de Jerusalén.

    En este gran negocio que cerró Ben Al Yamir hijo, acompañado de su padre, recibió 4 bolsitas de monedas de oro y 2 bolsitas mas de monedas de plata que contenían denarios al desplazar a sus propiedades diez mulos, 5 asnas 9 caballos finos, tan finos como el mismísimo oro de los ornamentos que traía exhibiendo en el pecho el gran patriarca, luego después de cerrar el trato, pagar la suma y retirar los animales, el joven le ofreció su mansión para que descansaran por el viaje su gran familia a lo cual muy agradecido Ben al Yamir acepto humildemente.

    Gran familia, grito el gran patriarca, alzando los brazos al cielo y haciendo un ademán de descanso a todos sus condescendientes, nos quedaremos esta noche, mañana partiremos de regreso al Nilo, y lo dice en su lengua natal, como dialecto y todos acatan la ley.

    La gran sala con almohadas en el suelo, unas mesitas diminutas en altura, pero extensas en longitud, tenían los mas exquisitos y deliciosos manjares, platillos de aves, pescados, un lechón completo humeante al centro de la mesa, tórtolas en aceite, cordero con dátiles, cocido de carne, dos ollas que humeaban un espeso caldo hecho de vísceras de cordero, costillas completas de toro ahumadas, amigo! Dijo José, quiero que pruebes y degustes nuestra comida, deléitate con tu gente y Hare que guarden 4 canastos para tu viaje, porque tu familia es numerosa y en el futuro seguiremos haciendo mas negocios cuando estés por estas tierras, serás bienvenido tu y toda tu familia esta es tu casa.

    Después de degustar todo lo servido, le dieron de comer a los sirvientes y a los esclavos y procedieron a fumar un rato una docena de hombres que acompañaban a José en el interior de su gran casa, hombres de rostros raídos con arrugas, la peculiar pipa de una mezcla de cuero y cobre, llenaba el ambiente de un denso humo azul, de aromas exquisitos, de vez en vez la pipa iba de mano en mano, las cavernosas sonrisas y carcajadas dejaban ver en contadas ocasiones, las dentaduras casi negras y podreduras de dientes frontales y algunos que llevaban el turbante ceñido tenían casi toda la dentadura con metales que tal vez eran oro y o plata, alguno con incrustaciones de piedras, la charla era amena porque todos reían y el humo salía de sus bocas, levantaban los brazos hacia el techo como es conocido entre los judíos, hacer reverencias.

    El lenguaje era imperceptible, seria por la mezcla de tabaco y gachís que ponía en estado relajado y alegra a estos personajes como salido de los cuentos de las mil y una noches, una vez terminado el humo, de la simpática pipa turca, todos y cada uno se fueron saliendo de las gran sala frontal de la casa del anfitrión, la cual estaba hecha de adobe, barro untado y madera, con finos mosaicos multicolores, al final se cierran las dos puertas, dos vigías velan en las esquinas de la gran mansión, casi las 9 de la noche no hay ruidos solo el silencio reina, el rebuznar de cuando en cuando de los asnos y los mulos amarrados en circulo al fondo de la propiedad de la mansión, en una habitación cercana a las caballerizas donde se encuentran los caballos finos, unas mujeres trabajan afanosamente con sus manos sobre una antigua mesa de cedro, amasando algo que tal vez sirva para la elaboración de tortas que se servían calientitas en el desayuno, el humo del horno del pan, casi llega al cielo en una noche estrellada sin viento, calida y en total penumbra, no hay luna solo las estrellas en el firmamento.

    Casi amanecía en las afueras de Jerusalén, cuando ya el trote de los caballos, mulos y las personas de a pie cruzaban por los caminos muy de mañana, antes de rayar el alba, los sirvientes en la mansión ya disponían una gran mesa alargada hecha de tablas d madera fina y varia bancas de lado y lado.

    El gran patriarca Ben al Samir, ya vestido con sus atuendos de viaje, tunica blanca, turbante oscuro pocas joyas sobre el pecho, dos puñales en la cintura, una daga cerca de la mano izquierda con su empuñadura de oro, botas de cuero con remates de pelo de camello; todos dispuestos en un desayuno rápido que solo les tomaría una media hora y la carga sobre los lomos de los animales ya lista pata partir.

    Amigo Ben! Dijo una voz cavernosa desde el portal trasero, se dieron un fuerte abrazo, intercambiaron algunas palabras antes de despedirse, el beduino le hizo una señal para que un esclavo se acercara y le trajo una bolsita de cuero con cintillos, el la recibe, la destapa y la entrega a José el acaudalado señor, y saca una pequeña pieza de cobre como semejando un incensario, como los que usan los sacerdotes en las sinagogas José por su parte hizo venir a dos de s sus sirvientes cargados con dos canastos cada uno a lo cual las montaron sobre los lomos de unas mulas les hizo una reverencia y paso a paso fue saliendo toda la caravana de la gran propiedad hacia la zona despoblada, lejos de las palmeras de dátiles lejos del gran manantial de Jerusalén, lejos de toda humanidad y se internaron hacia el desierto, luego del tropel de los animales ya con media hora de camino, solo la tierra suelta y el polvo del gran camino quedo como testigo de las miles de pisadas de los animales y alguna sandalia de los esclavos que viajaban a pie.

    Amanece en el medio oriente, la bruma se confunde con la faz de la arena humeante, a las seis de la mañana, ya todos de pie continúan con su gran viaje a tres días de camino de Jerusalén llegan a Sidon, ciudad de gente culta, romanos acaudalados, emires, príncipes en fin además de la gente plebeya, todos aguardan el día del gran bazar, porque en este lugar a las afueras de la ciudad, deben colocar de manera ordenada, las mercancías, los animales y las familias de los mercaderes a la intemperie, en una densa zona salitrosa, de arena húmeda con algunos pantanos en las cercanías, el agua salóbrega la consumen los animales de carga las tiendas de cuero, telas de lino, sedas todas al aire libre, las personas intercambian alimentos por la diferencia de culturas, sabores y sazones, y debido a sus monedas que se aceptan, que es únicamente el oro, no así con el cobre y la plata que es de poco valor y no es bien aceptado en los trueques.

    Todas las noches desde la llegada, la gente no duerme trabajan las 24 horas, los esclavos atendiendo a los animales, custodiando grupos de personas bien armadas a los patriarcas que traen las buenas mercancías, joyas y caballos finos, también existen robos a toda hora y mas cuando se realizan los tratos y la paga es el oro, que si bien dejan sin manos y brazos a quien es sorprendido no así con el dinero, ya que la ley es demasiado cruel con los ladrones pues le pueden cortar una mano o bien si el castigo es el máximo, la horca y todos los ahí reunidos sirven de testigos como se balancean los cuerpos de los colgados como un circo.

    Llegado el siguiente día, las tribus venidas de lugares lejanos a ofertar sus productos, se alinean en tramos de lado y lado como un gran tianguis, junto de cada tienda están los jefes o patriarcas con toda la familia, el bullicio es tal que no se logra entender la platica de las tiendas contiguas, la algarabía, el griterío de la gente, en busca de lo novedoso, seda de la china, especias de la india, caballos finos de Mesopotamia y Egipto, maderas finas de cedro, Ebano, olivos de Judea, aceites, vasijas de metal, mujeres en venta, esclavos negros, jóvenes, mulos, asnas con cría, caballos sementales para la cruza, para carga, para tiro de carretas, las mujeres; las hay en variedad, jóvenes, adolescentes, vírgenes, concubinas que por diez denarios de plata cambian de propiedad, esclavos fuertes de 45 denarios camellos finos de dos talentos de oro caballos finísimos corceles del Sahara blancos de 10 talentos de oro y negros, finísimo lino de Egipto, es interminable el numero de carpas lado a lado del camino, el bramar de los animales, por el torrencial so que cae aplomo a las 3 PM, el comercio, el trueque, la compra y la venta, la subasta, etc.… todos dispuestos a comprar y otros a vender, el precio se regatea todo es según el trato y según el gusto, en fin.

    El gran jefe al día siguiente, reúna a sus cuatro hijos los cuales en este negocio de mercaderes y turbantes son sus encargados de ventas, uno para los alimentos secos, otro los caballos finos otro los dromedarios y las bestias de carga y el menos se encarga de atender a los clientes, darles un trato de bienvenida, un trato cordial y explicarles desde donde provienen y la cantidad de gente importante que conocen a lo largo de los viajes por asiria, Judea el Líbano Egipto, etiopia y el interior del Sahara.

    Las cuentas de las ventas, las recolecta el gran patriarca, al saquito de piel que lleva consigo junto a la cadera por debajo de sus ropas, ceñidos al cuerpo con un grueso cinturón, al que como adorno tiene pegadas dos dagas con empuñadura de oro, elabora el recuento de las monedas de oro y las de plata las separa en otro saquito el cual deja al resguardo del mayor en un cofre de pelo de camello, claro y por supuesto las monedas de plata son mas grandes, pesan mas pero su valor es bajo, mas sin embargo las monedas de oro, pequeñas tienen un valor mas alto y el jefe puede custodiarles con su vida.

    Todas las mañanas al rayar el alba, la familia realiza rituales de cantos, tomándose las manos, disponen de incensarios en las cuatro esquinas de la gran tienda, con aromas de muy buen gusto, mirra, incienso de oriente medio levantan los brazos al cielo como pidiendo al gran creador bendiga sus negocios, ya que ellos son personas muy supersticiosas cada ves que las personas se acercan y ven la mercancía y no realizan trueque o negocio las mujeres queman ramitas y algunas cáscaras de árbol de enebro y demás cursilerías que no se sabe que es pero se supone que ahuyenta a los malos genios o espíritus o los demonios que pudieran afectar a sus vidas o a los niños de la familia.

    De entre todos los hombres que se acercaban a la tienda de los beduinos, un judío acaudalado de galilea, fanático de las carreras de caballos y observando que los dos corceles de color azabache que tenia el jefe beduino a la

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