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Equinoccio
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Libro electrónico292 páginas4 horas

Equinoccio

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Que estaras dispuesto a hacer para vengar la muerte de tus padres?
EquiNocciO
Secuestrados para salvar Las Tierras Sagradas del Norte: Robert, Jeack, Josh, Gerbis y Llary; tienen una responsabilidad muy grande, algo que para su corta edad es muy difcil que lo logren entender, pero ellos no son nios comn y corrientes. Son los elegidos del Len Sagrado del Norte, quien vio que haba algo en ellos que los haca muy diferente ante los dems nios.
Poco despus de su primer enfrentamiento contra Leybor, Gerbis se une a l para quitarle las Tierras Sagradas al Len, dndole paso a Llary. El cuarto elegido. Una nia de la misma edad de ellos que en su corazn naci un sentimiento hacia Robert, quien tambin sinti lo mismo al verla por primera vez.
Los misterios de las Tierras Sagradas hacen que los chicos le pongan ms inters a la guerra que preparan contra Leybor. Robert por su parte, decide no demostrar miedo ni desesperacin ante l, algo que Leybor quera que le sucediera a Robert despus de que le asesinara a sus padres. Lo que los elegidos an no saben es que no deben confiar en nadie de los que los rodean, la nica confianza que pueden tener es la de ellos mismos; algo que sin duda, les ayudar en la guerra contra Leybor y Gerbis.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento20 dic 2011
ISBN9781463314385
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    Equinoccio - Franklin Peña

    Contents

    1

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    3

    4

    5

    6

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    8

    9

    10

    11

    12

    13

    Agradecimientos

    Franklin Peña nació y creció en El Salvador. Tras culminar los estudios de la secundaria, se trasladó a Massachusetts y poco después comenzó a estudiar inglés en Bunker Hill Community College y Cambridge Center for adult Education. Ha escrito tres novelas de ficción, entre las cuales se encuentran El inicio de la Aurora y La mitología del Emperador, las dos entregas próximas de la exitosa serie Equinoccio. Actualmente vive en Massachusetts con su familia.

    Para todas las

    personas que creen

    que los sueños se hacen

    realidad.

    ¿Qué estarías dispuesto a hacer, para vengar la muerte de tus padres?

    1

    (Los elegidos)

    separator.jpg

    —¿sabes lo que va a pasar mañana?

    — ¡no, no lo sé reamente! ¿Qué es?

    — ¡es un eclipse!

    — ¿un eclipse?

    — ¡sí!

    En un salón de clases, en medio de cincuenta alumnos hablaban dos en especial, estaban hablando de un eclipse, algo no tan común en la zona, ese iba a ser el primero que ellos iban a vivir y presenciar. Todos estaban admirados por lo que pasaría el siguiente día, algunos niños le preguntaban a su maestro que les hablara del tema, ellos nunca lo hacían, ya que sabían que siempre que había un eclipse, algo terrible pasaba y preferían no mencionar nada sobre eso.

    — ¡sheeshh! ¡Silencio niños!

    —lo siento maestra, es que le estaba diciendo a Leo sobre el eclipse.

    — ¡si maestra! ¿Por qué a nadie le gusta hablar de eso? ¿Es algo malo?

    — ¡vamos a morir! —gritó uno de sus compañeros que siempre trataba de ser cómico.

    La maestra se queda en silencio por unos segundos y luego les responde diciendo que en el último eclipse, ella era apenas una niña como de la edad de ellos y que su mejor amigo había desaparecido días después de que pasara.

    — ¿y cómo es un eclipse? —preguntó uno de los alumnos.

    —pues el cielo se comienza a poner oscuro, el día se convierte en noche, porque el sol es ocultado por un mundo que se acerca una vez cada cierto tiempo al nuestro.

    — ¿y qué hay en ese mundo?

    —pues nadie sabe, unos dicen que es un planeta deshabitado y que al acercarse al nuestro, por alguna razón desaparecen niños que nunca se vuelven a ver.

    — ¿Por qué llora maestra? —preguntó Amanda, una de las alumnas.

    —porque yo perdí a mi mejor amigo días después que pasara el último eclipse y no sé qué fue de él.

    Cuando la maestra les contaba una pequeña historia a los niños acerca de lo que era un eclipse, uno de los maestros escuchaba tras una puerta y reía por lo que la maestra les estaba contando. Ese maestro sabía que el mejor amigo de Britany se había marchado del lugar sin despedirse de nadie, ya que sus padres al tener un enfrentamiento con unos de los hacendados y herirlo accidentalmente con una navaja, se había dado a la fuga con toda su familia, sin darles tiempo que se despidieran de nadie. Britany, la que nunca creyó dicha historia ya que nuca mostraron a la persona que supuestamente habían herido, lo primero que creyó fue que un demonio que vivía en el planeta que cubría al sol, se lo había llevado.

    Muchos mencionaban historias como esas y muy pocos las creían, pero en realidad nadie sabía por qué en ese lugar siempre pasaba algo malo después de cada eclipse.

    —oigan niños, ya sonó la campana, ya pueden marcharse hacia sus casas y recuerden, no dejen de estudiar en las vacaciones y así sean más inteligentes el otro año, aquí los esperaremos.

    Aquellos niños alegres porque ese era su ultimo día de clases, corrían hacia la salida, algunos iban donde la maestra y le daban un abrazo, otros le decían adiós desde lejos, mientras corrían hacia la salida dándole el ultimo adiós a su año escolar, y lo hacían también con la escuela a la que no mirarían por casi tres meses.

    —no les cuentes esas historias a los niños, porque los asustas.

    —tú sabes que eso es verdad y que Edwin desapareció apenas unos días después que el eclipse pasara.

    — tú nunca quisiste reconocer que fue realmente lo que pasó y el por qué, él nunca se despidió de ti.

    —eso fue una mentira que se inventaron para asimilar la desaparición de mi amigo, además ¿Dónde está el cuerpo? Jamás lo encontraron, y si eso hubiera sido verdad, Edwin me hubiera dejado algún indicio del por qué se habían ido y no se había podido despedir de mi.

    —bueno, tú sabrás lo que quieres creer, mejor nos miramos después y espero que tengas unas buenas vacaciones.

    —gracias, y espero que también lo sean para ti.

    Aquella pareja de maestros salen del aula, cada uno en diferentes caminos.

    Britany llega a su casa y al llegar mira que su hijo Robert un niño de diez años con cabello claro y ojos azules, tenía una mirada de valentía que siempre hacía lo que se proponía, para los padres de él, no les era muy difícil educarlo ya que era muy inteligente y siempre seguía las reglas que se imponían en cualquier lugar y especialmente en su casa.

    El día del eclipse había llegado, Robert quien le había dado muy poca importancia, se queda solo en casa esperando que todo el alboroto pasara. Sentado en una silla en el patio mira que algo pasa frente a él. El objeto pasó tan rápido que le fue imposible ver qué era lo que había sido. Robert se para y pregunta que si alguien andaba en ese lugar. El cielo se empezaba a poner oscuro debido al eclipse, Robert seguía preguntando pero no recibía respuesta alguna de lo que podía haber sido lo que él vio. Al darse cuenta que no había sido nada o que él lo quiso ver así al no recibir respuesta a los llamados que hacía, se sienta y sigue pensando que por qué tanta admiración por un eclipse. Cuando el día se tornó como la noche, y todo lo que estaba alrededor de Robert se miraba oscuro, comenzó a escuchar sonidos extraños, algo que para él no era tan común en ese lugar. Robert camina un poco hacia el lugar de donde había provenido el sonido, luego lo escucha en otro lugar, a lo que él decidió seguirlo, al final, el sonido se escuchaba tras un enorme árbol donde su tatarabuelo se sentaba cuando era un niño y que aún lo hacía cuando era ya mayor, al llegar ahí, Robert rodea el árbol pero no encuentra nada, se pone a pensar que todo eso podría ser producto de su imaginación, cosa que casi no se lo creía ya que él era muy poco para esas cosas.

    — ¿Robert? —se escuchó una extraña voz que lo llamaba.

    — ¿Quién anda ahí? —preguntó él, asustado porque sabía que se encontraba solo y no era una voz que él reconociera.

    —nos vamos de aquí.

    Fueron las últimas palabras que él escuchó, mientras que de aquel enorme árbol salió una luz muy brillante, dejando a Robert paralizado por lo que estaba viendo, luego fue absorbido por en medio del árbol.

    separator.jpg

    En otro mundo, donde la vegetación era muy parecida a la del mundo de Robert pero que era algunas tres veces más pequeñas, se encontraba Josh, jugando con unos compañeros y haciendo algunos trucos de magia.

    La familia de Josh solo comprendía de sus dos padres, ya que sus abuelos de parte de ambos padres, habían muerto a temprana edad.

    Josh, un niño de diez años, de la misma edad de Robert, con su cabello negro sus ojos café y un lunar cerca de su nariz a lado izquierdo de su rostro. A él siempre le gustaba estudiar en especial, la Magia Blanca y Magia Negra, eran dos habilidades que el manejaba muy fácilmente, siempre le gustaba saber un poco de la historia del lugar donde se encontraba, sin importar si era de su hogar de origen o de otro lugar. Sus padres casi nunca se percataban como él estaba, si él se iba a quedar por cierto tiempo donde sus amigos, para los padres era algo normal, ya que no se daban cuento si su hijo estaba en casa o no. Josh siempre vivió con la idea de que no necesitaba de sus padres para salir adelante, esa era una idea que lo hacía a él estudiar y siempre sobresalir en todo lo que se proponía.

    Al igual que el mundo de Robert, en ese también estaba a punto de suceder un eclipse, lo que para ellos era algo normal, lo único de anormal que tenía era que en ese año, ya habían ocurrido los dos eclipse que se dan por año y este era único porque jamás habían visto tres en uno solo. Los ancianos que habían vivido por muchos años, contaban la historia que la única vez que había habido tres eclipses durante un año, había sido el año que un niño había desaparecido y jamás lo habían encontrado, muchos decían que lo habían raptado y que posiblemente iba a pasar lo mismo en ese año, algunos también decían que un tercer eclipse anunciaba destrucción en las aldeas y que por lo tanto el año que venía iba a ser de muchas destrucciones. Durante mucho tiempo la vida en ese lugar había sido todo buena vida, pero un día después del tercer eclipse, pestes llegaron tanto en animales como en las personas de las aldeas, muchos niños, los que eran más susceptibles a las enfermedades, morían al instante en que les caía el virus. Primero vomitaban, lo hacían tanto, que al final solo podían desechar sangre, perdían completamente el color de su piel y al final, al quedar sin fuerzas, quedaban inconscientes a lo que nunca volvían a despertar. Una de las historias vinculaba todas esas muertes con la desaparición del niño que había desaparecido misteriosamente, decían que él había muerto y que su cuerpo lo habían enterrado con todos los cuerpos de los demás niños, haciendo imposible que lo encontraran y darle así una explicación a la historia de la desaparición de aquel niño.

    Josh seguía jugando con dos de sus amigos y compañeros de escuela, Santiago y Marcus, ellos al igual que los niños del mundo de Robert, estaban disfrutando del último día de clases, solo que en ese mundo las clases terminaban un día después, cual era la diferencia entre el mundo de Robert y el de Josh.

    —entonces Josh, ¿irás con nosotros a practicar algunos trucos nuevos que estamos tratando de hacer?

    ¡Iremos a la Cascada de la Piedra Oscura!

    — ¡claro! No me perdería por ninguna manera lo de abrir el portal.

    —está bien, pero no te tardes, nos reuniremos en este mismo lugar, y recuerden no olviden traer un camisa blanca y que no hayan usado nunca.

    — ¿y eso para qué? —dijo Marcus, un poco extrañado por lo de la camisa blanca.

    —porque el portal que trataremos de abrir, es algo puro, algo que es sagrado y por lo tanto, tenemos que tener una prenda con nosotros que sea nueva, y que mejor que una camisa que cubre el lado donde nosotros guardamos todo lo que es sagrado para nosotros.

    — ¿y por qué blanca?

    —porque la luz clara del día desaparecerá con el eclipse y con nuestras camisas daremos a entender el respeto que le tenemos al tiempo, tanto de día como de noche.

    —realmente aun no entiendo muy bien, pero iremos.

    —bueno, yo buscaré una, y si no la tengo prometo irla a comprar, pero no se preocupen que aquí estaré con todo y mi camisa. —Josh da la vuelta y se dirige hacia su casa, lugar donde sus padres ni siquiera saben que él se encuentra en su último día de clases, por lo que Josh decide no contarles nada acerca de su salida con sus amigos.

    Josh busca una camisa que le habían regalado sus compañeros de clases para el cumpleaños de ese año, pero no la encuentra, en ese momento entra su madre a su habitación y se queda asombrada de lo bien combinado que tiene Josh su cuarto.

    —hola mamá. —dijo Josh con poco entusiasmo al ver a su madre.

    — ¿Qué haces? —preguntó aquella madre, queriendo poner un poco de interés a lo que estaba haciendo su hijo. — ¿irás a alguna parte?

    —saldré con algunos amigos.

    — ¿vendrás pronto?

    — haber mamá, ¿desde cuándo tú te preocupas por mi? —Josh se queda callado pensando en la respuesta que le había dado a su madre. —Lo siento mamá pero ustedes nunca me preguntan nada acerca de mi, y me sentí extrañado que me preguntaras para donde yo me dirijo en este momento.

    —lo sé hijo, no tienes que darme ninguna explicación, tu sabes lo difícil que es para nosotros mantenernos en la situación en la que estamos y por eso es que somos contigo de esa manera.

    —pero están descuidando a su hijo, a veces salgo por varias semanas y ustedes ni cuenta se dan de eso.

    — ¿que no llegas a dormir a casa por semanas?

    — ¡si ves! Sabes me tengo que ir, hablaremos en otra ocasión, digo si es que tienes tiempo para mí.

    — ¡pero hijo, espera!

    — ¿para qué mamá?

    —no olvides que tu padre y yo te amamos.

    Josh jira en dirección a su madre, suspira y dice:

    —lo sé mamá, a su manera pero sé que me aman y yo también los quiero a ustedes. — Josh se regresa y le da un abrazo a su madre, a aquella madre le sale una lágrima de sus ojos y ve que su hijo sale de la casa.

    — ¿hablabas con Josh? —preguntó el padre de Josh.

    —sí, y no sabes lo que me dolió saber todo lo que está sufriendo por nuestro abandono.

    — ¿pero le dijiste que nos vamos de viaje hoy por la noche?

    — ¿querías que le destrozara mas el corazón? no sabes las palabras que me dijo, yo no tuve el valor para decirle que nos iríamos de viaje por tres meses.

    —entonces, no olvides escribirle una carta explicándole el por qué nos iremos y cuando regresaremos.

    Esas fueron las palabras de frialdad de aquel padre que no sabía que a su hijo le estaba a punto de cambiar la vida, que cuando lo volvieran a ver, si es que lo hicieran, Josh será un niño completamente diferente.

    — ¡vamos Marcus, apresúrate! Si no, nunca llegaremos a tiempo al lugar donde nos ha de estar esperando Josh.

    —no encuentro la camisa nueva que tenía guardada para este día. ¡Oh, espera! Ya la encontré…

    —¡mira! Como te dije, allá esta Josh esperándonos.

    —pero no venimos tan tarde.

    —oigan, ¿Por qué tardaron tanto?

    — Marcus, que no encontraba su camisa.

    —pues vámonos que el eclipse está a punto de comenzar y tenemos que estar ahí antes de que eso suceda.

    Josh y sus amigos se dirigían hacia la Cascada de la Piedra Oscura, un lugar con una historia terrible.

    Se dice que por mucho tiempo en ese lugar habían asesinado a niños y que las almas de aquellos pequeños inocentes no se iban de ese lugar, penando y llorando la manera de cómo los habían asesinado. A algunos niños los degollaban y unos indios quienes decían que al beber su sangre se iban a convertir en seres inmortales y que a los niños que habían asesinado les esperaría una recompensa en el más allá, un lugar que nadie conocía pero que por alguna razón ellos decían que existía para dar recompensa a los que sacrificaban y los que habían hecho sacrificio para agradar a Dioses, ellos bebían sus sangre sin importar las atrocidades que les hacían a aquellos niños. A otros niños simplemente los asfixiaban, a otros los amarraban de sus pies con una cuerda que sujetaban a un árbol cercano y los hacían colgar, quedando sus cabezas en el agua lo que les provocaba la muerte. La más y cruel muerte que les daban a aquellos niños era cuando se decían que ellos estaban malditos, porque nacían con enfermedades que les deformaba alguna parte de su cuerpo. Cuando los miembros de la aldea se daban cuenta que el niño había nacido enfermo, los asesinaban inmediatamente, pero habían madres que ocultaban a sus hijos y no los dejaban salir nunca, y por alguna razón aquellos aldeanos se daban cuenta que aquellos niños eran escondidos y protegidos por sus padres. Los iban a sacar de sus casas y los llevaban hacia La Cascada de la Piedra Oscura, donde los asesinaban cruelmente por estar malditos. A esos niños los amarraban a un árbol y bajo de ellos encendían una fogata lo suficientemente viva como para que los niños que estaban sobre ella se quemaran y murieran. Los gritos de aquellos niños eran escalofriante el dolor que les provocaban aquellas llamaradas los hacían retorcerse hasta que quedaban calcinados completamente. Los aldeanos decían que al momento que los niños daban los gritos, era el demonio que tenían dentro de ellos los que estaban muriendo, a lo que ellos quedaban felices, porque así mantendrían alejados a cualquier demonio que quisiera apoderarse de los hijos de la aldea.

    Historias como esa acompañaban a aquella cascada que en realidad nunca se había podido comprobar que todo lo que se decía, fuera cierto.

    Josh y sus amigos estaban llegando a la cascada uno de ellos miraba el entorno y comenzaba a notar que el día se estaba tornando oscuro por el eclipse, y que la aves de aquel lugar se habían tornado más escandalosas que otras veces en la que ellos habían ido, aquel niño se imaginó que podría ser por lo del eclipse y le dejó de dar importancia.

    —yo empezaré. —dijo Josh queriendo tomar la delantera y se quitó la camisa que vestía para ponerse la que había traído, la saca de una bolsa de su pantalón, un truco que a él le encantaba, ya que no cargaba con bolsos, sino que todo lo que quería cargar se lo metía en las bolsas de sus pantalones.

    —no, empezaremos nosotros primero, porque si no resulta con nosotros, si lo hará contigo. Marcus saltó al frente de Josh, evitando que aquel tomara la iniciativa el encanto.

    — ¿pero por qué conmigo? Si vamos a hacer el mismo encantamiento para abrir el portal.

    —tú sabes que a ti siempre te salen muy bien los encantamientos y que a nosotros siempre hay algo que nos sale mal. —dijo Santiago, el más grande de ellos ya que era un año mayor.

    —bueno, lo haremos como ustedes digan, solo que no esperen que el eclipse pase, porque yo también lo quiero intentar.

    Los dos amigos de Josh comienzan a quitarse la ropa, Josh los miraba muy extrañamente y poniéndoles mucha atención a lo que estaban haciendo, luego observa que uno de ellos Marcus, comenzaba a hacer el encantamiento. Con una de sus manos tomó agua de la que caía desde la cascada, y comenzó a dibujar un círculo en una enorme peña, aquella era la piedra oscura, la que le daba el nombre a la cascada. El eclipse ya había comenzado y Marcus no hacía funcionar el portal, que para ellos los trasladaría hacia el futuro o hacia otros lugares. Cuando Marcus no pudo hacer el encanto, lo intenta Santiago, quien comienza a hacer lo mismo que había hecho Marcus pero por alguna razón esta vez de aquella enorme piedra oscura, en medio del circulo que había hecho Santiago, salió un punto muy brillante, algo que intrigó a Josh e hizo que se dirigiera hacia el frente de la piedra, al hacerlo Marcus le dice que el sol ha sido cubierto completamente, cuando él dice eso unas enormes manos salieron de aquel punto brillante que en ese instante creció y una luz destellante iluminó todo el lugar, aquellas manos tomaron a Josh y lo succionaron hacia dentro de la piedra, Marcus y Santiago al ver lo que había sucedido, corrieron tan rápido a lo máximo que sus piernas le podían dar, Santiago cuando ya estaba un poco lejos se detiene y al hacerlo él, también lo hace Marcus.

    — ¿Por qué te detienes? —preguntó Marcus, quien solo deseaba salir de aquel lugar por lo que había visto.

    — Josh, él quedó en ese lugar y ahora tenemos que hacer algo para poder ayudarlo.

    — ¿pero qué harás? Tu sabes perfectamente que lo que estábamos haciendo es algo prohibido y además el eclipse está a punto de acabar y si alguien lo quiere ayudar, no lo puede hacer hasta que haya un tercer eclipse, lo cual nadie sabe cuándo va a suceder.

    Santiago no sabe qué hacer en ese momento pero sabía muy bien lo que les podría pasar por haber desobedecido a unas de las reglas de la magia y con un simple lo siento, se despidió de aquel niño que no sabría si algún día lo verían otra vez.

    separator.jpg

    En el tercer mundo donde todo era totalmente diferente al mundo de Robert y de Josh, en ese lugar se encontraba el tercer elegido el cual malgastaba su tiempo solo en aventuras y juegos, en lo único que siempre había sobresalido sobre los demás era, en que él era el mejor hechicero de toda la región en donde se encontraba el lugar donde él vivía.

    Jeack, cuál era el nombre del tercer elegido, un niño que también tenía diez años, lo cual era la misma edad de Robert y Josh, su cabello era café claro que le llegaba hasta su cuello, hacia los lados le cubría sus orejas, pero siempre mantenía descubierta su frente. Sus ojos, los cuales eran del mismo color que el de su cabello, dándole una perfecta combinación con su piel clara, su estatura era la adecuada a la de su edad, y siempre le gustaba vestir con camisas que fueran mangas cortas y pantalones un poco ajustados.

    Jeack había salido con un señor que para él era como su padre al cual respetaba como tal. Aquel hombre era como de unos treintaicinco años, su piel morena unos ojos negros al igual que su cabello. Tenía una fuerte voz que hacía que cualquier orden que diera se cumpliera de inmediato, Edwin o Ed. Como siempre lo llamaba Jeack, lo acompañaba a todas partes. Edwin también quería a Jeack como si fuera su propio hijo, lo miraba como el hijo que murió cuando tenía tan solo tres años de edad.

    Edwin era el nombre del hijo que se le había muerto de una muy corta edad, debido a una enfermedad misteriosa que jamás se dio cuenta por qué le había causado la muerte a aquella pobre criatura. Los curanderos que vivían en los alrededores del lugar donde vivía él y su compañera de vida, quien murió por la misma enfermedad unos meses después que muriera su hijo. Ellos contaban que era una maldición que había caído en aquella joven

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