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El Inicio De La Aurora
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Libro electrónico228 páginas3 horas

El Inicio De La Aurora

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Información de este libro electrónico

La verdad es la ltima en ser revelada, pero la nica que siempre sale a relucir.

El Len y Shaly fueron desterrados de sus castillos luego que el Shamn descubriera el plan del Len. Traer a cuatro nios inocentes para salvar sus tierras. Ahora, Robert es el destinado a gobernar las Tierras Sagradas ya que es un Espritu Blanco, uno de los ms poderosos espritus. Pero para eso tiene que enfrentarse a Carpio, Leybor, y sus secuaces. Los atriarcas y los Espritus Negros. Lo lograr? Descbrelo en el trayecto de EQUINOCCIO.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 mar 2013
ISBN9781463353759
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    El Inicio De La Aurora - Franklin Peña

    El IniCio de la AurOra

    Franklin Peña

    Copyright © 2013 por Franklin Peña.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013904703

    ISBN:   Tapa Dura               978-1-4633-5368-1

                 Tapa Blanda           978-1-4633-5369-8

                 Libro Electrónico   978-1-4633-5375-9

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 27/03/2013

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    ventas@palibrio.com

    400473

    Índice

    PRÓLOGO.

    1 (¿Qué?)

    2 (El viaje)

    3 (No todo era lo que parecía)

    4 (Revelación)

    5 (El Clan)

    6 Llary y Robert.

    7 (El escondite nocturno)

    8 (La Revelación del secreto mejor guardado)

    9 (El plan mejor elaborado)

    10 (Qué ha pasado con Josh)

    11 (Mi vida nunca fue igual)

    12 El inicio de su historia.

    13 El Final.

    Agradecimientos.

    FRANKLIN PEÑA

    El IniCio de la AurOra

    Franklin Peña nació y creció en El Salvador. Tras culminar los estudios de la secundaria, se trasladó a Massachusetts y poco después comenzó a estudiar inglés en Bunker Hill Community College y The Cambridge Center for adult Education. Ha escrito tres novelas de ficción, entre las cuales se encuentran Equinoccio y La mitología del Emperador, cual es la culminación y la próxima entrega de la exitosa serie Equinoccio. Actualmente vive en Massachusetts con su familia.

    image001.jpg

    Para mi madre

    que siempre está ahí

    en las buenas y las malas.

    I love you Mom.

    "La verdad es la última en darse a conocer,

    pero la única que siempre sale a relucir."

    PRÓLOGO.

    E l sonido de un par de tacones se oía a unos metros, algunos alumnos escuchaban que una mujer caminaba acercándose cada vez más, sin embargo le dieron poca importancia; más bien, se quedaron en silencio ya que ellos se encontraban calcando el examen que iban a tener el día siguiente. Un examen que les diría si tenían derecho a seguir el año escolar entrante.

    Tal y como se lo imaginaban aquéllos muchachos, cinco para ser más exactos, aquélla mujer era la maestra de ellos. Una mujer de unos treinta años, de esas noventa, sesenta noventa. Piel clara, tenía una estatura de un metro sesenta. Sus ojos eran verdes, tan verdes que cualquiera los confundía desde lejos y los mirara completamente claros. Su cabello era castaño claro, unos labios completamente rojos. Shelley Printo, cual era el nombre de aquélla maestra; también llevaba unos tacones de aguja, una minifalda roja y una camisa gris muy pegada. Tenía el cabello recogido, sus labios siempre rojos. Se dirigía exactamente hacia donde se encontraban los cinco niños.

    — ¡Viene la maestra! —gritó Josh. Todos, Robert, y los otros niños se escabulleron por una puerta trasera. Robert estaba tan nervioso que olvidó una libreta que siempre llevaba con él. Tres de ellos se marcharon de una sola vez hacia sus casas rebotando en los pupitres que encontraban a su paso, Robert y Josh se quedaron fuera de la escuela.

    —te dije que no debíamos venir, jamás de debí haber hecho caso. Robert estaba con canillera, sentía un profundo sentimiento de nerviosismos que se estaba comenzando a convertir en llanto. Sí, Robert, aquél que se había enfrentado a tantas aventuras y que había estado a punto de derrotar a Leybor, se encontraba nervioso porque sabía que lo iban a descubrir. Robert tenía unos vaqueros negros, muy ajustados, llevaba un jaquet muy largo, y su cadena que no se había quitado desde el terrible momento que vivió al perder a su padre.

    No le tenía miedo a enfrentar a muchos obstáculos que había tenido hasta ese momento, pero sí se lo tenía a una maestra.

    ¿Sería el mismo Robert?

    ¡Claro!

    Robert simplemente no soportaba la idea que todo lo que había logrado durante el transcurso del año escolar se le fuera por un tubo y, en sus propias narices; todo, por querer saber las preguntas del examen de un día después.

    —ya cálmate, estoy seguro que la señorita Printo no se fijará en tu libreta. Josh parecía más tranquilo, el eco de su voz era plácido, y estaba tomando aquella situación más sosegadamente. Tenía su cabello recortado y se había dejado ver el lunar que siempre lo ocultaba porque no le gustaba que nadie se lo mirara; él llevaba unos vaqueros color gris, zapatos café y una camisa negra. —estoy seguro que la señorita ni cuenta se dará que esa libreta está en su escritorio.

    —solo espero que tengas razón, porque de no ser así, todo lo que he logrado hasta esta fecha se irá directito a la basura.

    Afuera estaba oscureciendo, el olor del aire fresco rodeaba y apaciguaba el entorno. Solo se miraban unas estrellas y la luna menguante que expulsaba su color plateado. El viento era leve, la temperatura era fresca; realmente era casi el final de un atardecer, pero la noche ya podía más que el día. Estaban entrando al ciclo del verano. Junio 20, en la culminación de las clases. El inicio de una nueva etapa para los chicos. El inicio de una nueva etapa en la vida de los Elegidos.

    1

    (¿Qué?)

    T odos estaban reunidos en el castillo de Shaly. Robert estaba sentado en un sofá, en una de las esquinas de la sala pintada de color plata, tenía unos adornos de cristal y del techo colgaban unas velas que utilizaban para darle luz al lugar. Los muebles tal como los sofás, estaban adornados con cobertores color gris con un logotipo de un sol en el centro del espaldar.

    Se encontraban en aquel lugar que tenía una vista muy hermosa. Llary se hallaba sentada al lado de Robert. Le hablaba a susurros, de la misma manera en la que el León le hablaba a Shaly. Jeack y Josh se encontraban en otro sofá, muy cerca de donde se encontraban el León y Shaly. Ya habían pasado poco más de un mes desde el encuentro que habían tenido con Leybor.

    Aquel encuentro en el que no sabían qué había pasado con él.

    ¿Lo habían derrotado?

    ¿Los volvería a buscar?

    ¿Sería más fuerte cuando lo enfrentasen nuevamente?

    En realidad, los chicos no se hacían todas esas preguntas, la única que se hacían era:

    ¿A dónde se encontraba Gerbis y Leybor?

    El León y Shaly sabían algo sobre ese tema, pero últimamente habían estado muy callados y no habían querido decir nada acerca. Los chicos pensaron que había sido porque ellos no habían sido capaces de derrotar a Leybor estando los cuatro juntos, pero el León jamás les iba a reclamar por algo como eso. Él sabía muy bien las artimañas de Leybor.

    Artimañas que para el León serán un castigo inmune; por lo tanto el León también sabía que para aquéllos niños de tan solo diez años de edad les sería muy difícil que derrotaran a Leybor.

    ¿Podría ser que el León ocultara algo más sobre la escusa que les había dado para traerlos hasta el lugar en donde se encontraban?

    Pues todo hasta ese momento los chicos lo miraban como una caja de sorpresa. Ellos aún no recordaban nada sobre los minutos antes de llegar hasta ese territorio. Robert por su parte en lo que menos quería pensar era en los minutos antes de llegar hasta ahí, ya que eso le traería un gran dolor al recordar a sus padres ahora fallecidos.

    Robert sufría la pérdida sus padres, sus dos seres más queridos. En su mente los pensamientos, los recuerdos, y todo lo que algún día había vivido con su única y verdadera familia se habían ido.

    El pecho le ardía.

    Los pensamientos le atosigaban.

    La tristeza y el dolor estaban haciendo de él un niño asfixiado.

    ¿Por qué tendría un niño de tan solo diez años soportar una tortura tan cruel como esa?

    Robert trataba de dar explicación a esa pregunta, pero le asolapaba pensar en alguna manera que sus padres estaban muertos. ¿O no lo estaban? Últimamente, cuando se sentía deprimido tal y como lo estaba siendo en este momento, su pecho le ardía. Después de sentirse arraigado al dolor, había comenzado a pensar que el medallón que tenía colgando en su pecho era el causante de dicha cosa. Su intriga estaba elevada por saber cuál era en realidad el causante de su dolor.

    Lo tenía muy claro.

    Era la ausencia de sus padres.

    ¡Sí!

    Por supuesto que era eso.

    Pero había algo más, algo que estaba oculto en ese amuleto. — ¡Claro! Ahora lo recuerdo. Dijo entre su mente. Un recuerdo muy doloroso había llegado a su percepción.

    El anochecer más oscuro que él había tenido en toda su corta vida.

    Un cielo nublado de nubes grises y una caterva de malvados que hicieron lo peor que le pudieron haber hecho a Robert después que fuera llevado hacia las Tierras Sagradas.

    La pérdida de su padre y luego la de su madre. Era obvio que lo último que Robert quería era estar en un lugar lleno de malos momentos y situaciones.

    Pero allí estaba, rodeado de tres niños y dos leones.

    Que absurda la vida. Se decía él mismo en alargues vagos en su mente.

    Sin embargo esa era la situación.

    Ya no había marcha atrás.

    Su presente estaba ahí en frente de él, y no había nada más que hacer más que enfrentar a la subsistida vida que estaba cargando hasta ese momento.

    —pero que silencio el de este lugar…

    — ¡padre! —Llary salta del sofá de un solo impulso, explaya su vestido caoba que llevaba puesto, los tirantes eran delgados que le transcurrían por su cuello y su espalda hasta unirse a la parte trasera del vestido. Un vestido que le llegaba hasta las rodillas.

    Su cabello lo tenía extendido, tenía puestas unas chanclas al color del vestido con agarradero alrededor del tobillo.

    —hija, que gusto verte, parece que no me has visto en semanas. —Piper, con su típica sonrisa, vaqueros un poco flojos y un sombrero.

    ¿Un sombrero?

    Sí, era un sombrero.

    Simplemente había estado fuera por unas semanas y venía completamente cambiado. Llevaba una camisa de botones color marrón al igual que sus botas que también eran de ese color.

    Llary se arrojó a los brazos de Piper, las lágrimas se le escurrían por sus mejías. Se acomodó tan bien en los brazos de Piper que se sentía protegida de cualquier cosa que le pudiera pasar; luego le comenzó a susurrar cosas al oído.

    —yo quiero tomar aire fresco. —dijo Robert, lanzándole una mirada al León y Shaly, quienes se le quedaron mirando fijamente. Robert llevaba unos pantalones negros muy ajustados, se había puesto una gorra roja y una camisa color azul marino. Tenía unos zapatos negros y un jaquet que parecía de cuero y que tenía al lado de él. Su piel blanca resaltaba entre los colores que llevaba puestos. Él toma el jaquet y sale del cuarto, acto seguido lo hace Jeack y Josh, quienes nunca dejaban de usar aquellas camisas color gris y bueno, ahora unos pantalones más oscuros. También llevaban unos zapatos negros y al igual que Robert, tenían un jaquet color negro cada uno; en realidad, solamente Jeack vestía de esa manera, pero Josh le intrigaba vestirse de la forma como Jeack lo hacía, y decidió hacer lo mismo.

    Al principio, eso le molestaba a Jeack, pero luego le pareció divertido que los dos estuviesen vestidos de la misma manera.

    —nosotros iremos contigo. —propuso Josh.

    Ambos chicos se levantaron.

    Robert solo se les quedó viendo y con su rostro les hizo un gesto facial insinuándoles que estaba bien.

    Todos estaban afuera con un clima fresco; al parecer estaba haciendo algo de frio, ya que el otoño se estaba dejando ver. El sol estaba fuerte, algo que hacía que se vinieran aires calientes entre ratos; sin embargo, en ese momento estaba siendo ocultado por unas nubes grises que en consideración, estaban anunciando una muy poderosa tormenta.

    Junto a unos árboles se encontraban los voladores caminando alrededor y Lémur que no tardó en salir a encontrar a Robert, éste se detiene, toma a su animal guía y jira a dirección de Jeack y Josh. Ellos se estaban susurrando uno al otro:

    —le decimos, tiene derecho a saberlo. —le decía Jeack a Josh, arrojándole miradas a Robert.

    —pero si no lo toma bien, mira que de aquí: tú, Robert y yo, no tenemos para donde ir.

    —escucha, tenemos la oportunidad de irnos de aquí, estas tierras no tienen futuro y nosotros tampoco lo tenemos en ellas, así que, yo me regreso hacia mi mundo. —los ojos café de Jeack le brillaban muy fuerte, parecía que hablaba enserio con lo de irse hacia su mundo.

    Pero, por qué.

    — ¡te irás y nos dejarás a sólo tres elegidos! Tú sabes el peligro que corremos si Leybor llega a aparecer y no estamos los cuatro elegidos juntos.

    — Leybor no creo que llegue a aparecer; sí, es cierto que Leybor está por ahí en cualquier lugar, pero también ponte a pensar que él sabe a lo que se expone si llega a enfrentarnos…

    — ¡enfrentarnos! Pero si me acabas de decir que te piensas regresar hacia tu mundo, cómo crees que Leybor no aparecerá cuando se dé cuenta que los cuatro elegidos están separados. ¿Hola? —insinuaba Josh levantando su mano derecha a la altura de su oreja. —Si no recuerdas, eso fue lo que él quería que sucediera desde el principio; Además, —Josh toma un suspiro y dirige su mirada hacia Robert, aquél simplemente los miraba muy extrañamente mientras con sus manos acariciaba a Lémur. —que no piensas en el dolor que Robert ha pasado y que está pasando en este momento…

    —espera un momento, —interrumpió Jeack un poco exaltado. —sí es cierto que Robert ha sufrido mucho y que aún lo está haciendo pero, qué hay de nosotros. Yo tengo padres, y a una persona muy especial que sé, está esperando por mí. Lo siento, pero hasta aquí llego.

    — ¡Jeack! Somos los elegidos, los cuatro elegidos…

    — ¿Qué elegidos? Tú sabes muy perfectamente que eso es una farsa o, no fue eso lo que el León le dijo a Shaly. —Jeack se había puesto furioso, al parecer había descubierto algo que les habían ocultado. Todo indicaba que lo que les habían dicho, había sido una mentira, una mentira que no había solo marcado la vida de Robert, sino también, la de Gerbis, uno de los que el León había traído hasta ese lugar.

    — ¿me estoy perdiendo de algo? —Robert había llegado al ver la discusión que Jeack y Josh tenían.

    Se había dado cuenta de las insinuaciones que los chicos tenían hacia él. — ¿Qué pasa aquí?

    —es Jeack, se quiere ir hacia su mundo y nos quiere abandonar. —Exclamó muy rápidamente Josh, que no estaba de acuerdo en lo más mínimo con lo que pensaba hacer Jeack.

    — ¿Cómo que te vas? —preguntó Robert, intrigado pero no asombrado por la decisión de Jeack.

    —vamos Josh, dile la verdad a Robert…

    — ¿de qué verdad están hablando ustedes? Hay algo que ustedes sepan que yo no. —Robert se había comenzado a intrigar por aquella conversación. Un sentimiento estaba creciendo en su estómago, algo como un presentimiento que él deseaba que no fuera para algo malo. Pero, ¿de qué realmente se trataba todo aquello?

    —Jeack escuchó al León hablar con Shaly.

    —y, ¿de qué hablaban? —preguntó Robert

    —mira Robert, yo sé que somos un equipo, o eso era lo que yo pensaba hasta que escuché lo que dijo el León…

    —haber, déjense de rodeos y mejor vayan al grano de una sola vez. —interrumpió Robert, queriendo saber de qué se trataba todo eso.

    —es que el León le dijo a Shaly que nosotros…

    —oigan niños, necesito que entren un momento, Shaly y yo tenemos que hablar con ustedes por un instante. —el León había llegado justo a tiempo para detener a Jeack; pero, ¿detener de qué? Eso era un misterio más de los que estaban rodeados los chicos.

    —vaya, hasta que se dignaron en hablarnos. —murmuró Robert, mientras caminaba hacia dentro del castillo. De igual forma iban Jeack y Josh, ambos en silencio.

    Al llegar adentro del castillo se admiraron de lo que vieron: era una mesa gigantesca, repleta de toda clase de comida. Habían diferentes clases de bebidas:

    Ponches y jugos de diferentes sabores… mucha variedad. Las comidas variaban desde:

    Gallinas horneadas hasta chicharos y comida chatarra, el olor de toda aquella comida hacía que todos los que estaban alrededor se les alborotara la ansiedad por querer comer más de uno de todos esos platillos.

    Robert mira hacia los chicos, los otros dos chicos hacen lo mismo con él. Jeack le hace un gesto con su cabeza, preguntándole si él sabía algo acerca de esa comida. Casi siempre comían todos en una pequeña sala o en sus recamaras, pero nunca les habían hecho semejante comida que parecía que era para un ejército.

    Robert comenzó a contar las sillas, y tal y como él se lo imaginaba, allí no había cinco sillas. Robert tenía muy en claro que los que se sentaban a la mesa eran cinco.

    ¿Por qué ahora había más de cinco?

    Robert había contado ocho sillas, y de inmediato quiso preguntarle al León, éste adivinando las intenciones de Robert, lo hizo sentarse al igual que a los otros diciendo con una leve voz,

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