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Noble Blood
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Libro electrónico261 páginas3 horas

Noble Blood

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Información de este libro electrónico


En algún
lugar de Europa del siglo XIX; una vez se habló de una familia que la
desgracia y la fatalidad encontró. La hija, Melanee Dan Gauten, fue la única
sobreviviente de aquel terrible evento.




Con el paso de los días, aprende a subsistir y vivir en completa soledad,
entre muros que la escuchan gritar por respuestas y explicaciones.




La llegada de una completa extraña con habilidad única, necesitada en todo
aspecto, le lleva paz y compañía al recibirla fraternalmente.




El tiempo se encargade que la nueva inquilina pregunte por sus
progenitores, trayéndole más preguntas que explicaciones.




Dichas preguntas la conducirán a desentrañar grandes secretos que
rápidamente deberá digerir y que la llevarán a viajar por tierras desconocidas
con destinosinciertos; descubriendo además que su madre aún sigue con vida.

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento3 ago 2018
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    Noble Blood - Raúl E. Ruiz Hernández

    © Raúl E. Ruiz Hernández.

    © Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac,

    C.P. 11450, Del. Miguel Hidalgo,

    Ciudad de México.

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    1a. Edición, 2018.

    ISBN:

    Impreso en México - Printed in Mexico.

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Características tipográficas y de edición:

    Todos los derechos conforme a la ley.

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar.

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodríguez /

    Rodolfo Perea Monroy.

    Diseño de portada: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales.

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    ÍNDICE

    Capítulo 1 Redención

    Capítulo 2 El Encuentro

    Capítulo 3 Lazos de Amistad

    Capítulo 4 La Búsqueda

    Capítulo 5 Camino sin Rumbo

    Capítulo 6 La Fuente de las Hadas

    Capítulo 7 Clarividencia

    Capítulo 8 Secretos Familiares

    Capítulo 9 Espadas y Escudos

    Capítulo 10 Espíritus del Lago

    Capítulo 11 Los Guellar

    Capítulo 12 La Primera Pista

    Capítulo 13 La Casa de los 100 Espejos (parte 1)

    Capítulo 14 La Casa de los 100 Espejos (Parte 2)

    Capítulo 15 Profecías

    Capítulo 16 Lápidas

    Capítulo 17 La Villa de la Oscuridad

    Capítulo 18 Disonancia

    Capítulo 19 Entre Fuego y Llamas

    Capítulo 20 Cazador

    Capítulo 21 Corazón de Hielo

    Capítulo 22 El Origen de Kiara

    Capítulo 23 Kiara: Emperatriz de Lobos

    Capítulo 24 Recordando a un Buen Amigo

    Capítulo 25 Rompecabezas

    Capítulo 26 Furia

    Capítulo 27 Reunión

    Capítulo 28 Bajo la Mirada del Cuervo

    Capítulo 29 Réquiem

    Capítulo 30 Plata y Hierro

    Capítulo 31 Sentencia

    Capítulo 32 Un Nuevo Amanecer

    Capítulo 1

    Redención

    En algún lugar de Europa en el siglo XIX, una pareja rodeada de lujos discutía en su mansión. Una niña llamada Melanee Dan Gauten caminaba por el pasillo cerca de la habitación de sus padres escuchando su inquieta conversación:

    —No podemos seguir escondiéndonos así, no es bueno para Melanee quedarse encerrada aquí por siempre —dice el señor.

    —Lo sé, entiendes, estoy consciente de ello. Pero debemos ser cuidadosos, alguien puede descubrir la verdad, y no quiero arriesgar a ninguno de ustedes, sobre todo a nuestra hija —respondió la esposa.

    Cuando Melanee escuchó la discusión, se detuvo frente a la puerta con inquietud, acercándose sigilosamente a la puerta entre abierta:

    —Yo asumí el riesgo al casarme contigo y criar a nuestra hija; por lo que estoy preparado para lo que sea que se aproxime, aún si tengo que arriesgar mi propia vida por ustedes.

    —Por favor, Frederick, no hables así, lo menos que deseo es perderte por intentar actuar intrépidamente —respondió la mujer más inquieta.

    —¿De qué estarán hablando? —se preguntó Melanee un poco confundida y siguió escuchando todo.

    —…Como cabeza de esta familia, es mi deber protegerlas; así que pese a todo, pienso que debemos salir al pueblo de vez en cuando.

    —No seas tonto; si alguien llega a descubrirlo, todo se habrá terminado para esta familia.

    —¡¿Entonces quieres que permanezcamos aquí encerrados, como aves en una jaula, Sybil?! —responde el marido muy efusivo ante la intensa conversación.

    —No quiero discutir más sobre el tema si vas a tomar esa actitud. Esta conversación ya se terminó —responde ella cruzando los brazos y sentándose en la cama, mientras Frederick se encamina a la puerta.

    Melanee se aparta rápidamente de la puerta al verlo acercarse; pero en su sobresalto tropieza al caminar hacia atrás. Al caer se golpea fuertemente en la sien contra la pared.

    —¡Melanee!, hija, ¿te encuentras bien? —dice él corriendo a ella para observar su herida.

    —Sí, estaré bien —responde con tranquilidad mientras él miraba como su herida sanaba por si sola y su madre los observaba muy seria y con una tenue sensación de preocupación.

    »¿Lo ves?, ya desapareció, ya no tengo nada. Papá, ¿ocurre algo malo entre tú y mamá?

    —No cariño, no ocurre nada; son sólo… cosas de adultos —le contesta frotando sus hombros como cualquier padre cariñoso para despejar su mente de ideas mal interpretadas que pudiera tener.

    Más tarde esa noche, la familia se encontraba lista para cenar en el comedor. No obstante, un individuo ajeno estaba observándolos desde un árbol; mirándolos a través de la ventana con unos binoculares.

    —…ya los encontré —menciona aquella figura.

    —Y dime querida, ¿qué hiciste el día de hoy? —preguntó Frederick dulcemente mientras ambos esperaban a Sybil para empezar a cenar.

    —Bueno… terminé de leer un libro.

    —Vaya, qué bien, cuéntame, ¿Qué tal te pareció? —contesta haciéndole conversación.

    Aquel hombre continuó observando cómo Sybil se reunía con su familia en la mesa y comenzaban a servirse en sus platos. Después, le apuntó a Frederick con un revolver de cañón inusualmente largo:

    —Esa cena luce exquisita. Es una lástima que no alcanzarás a probarla —menciona sosteniendo firmemente el arma apoyado en su brazo izquierdo.

    Calculando bien su pulso, amartilló el arma preparando su disparo. En el comedor, su blanco estaba por probar el primer bocado mientras Melanee y Sybil hablaban un poco.

    En un parpadeo, aquel sujeto jaló del gatillo, expulsando una bala puntiaguda que atravesó el cristal del ventanal y se impactó en el pecho de Frederick. Dicho disparo fue tan potente que lo derribó de la silla al momento de tocar su pecho, como si se hubiera tratado de la bala de un cañón.

    Melanee despierta súbitamente muy agitada en su cama, mirando a su alrededor considerablemente oscuro por cortinas que iban del techo hasta el suelo cubriendo largos ventanales. En la recamara se encontraba un armario de madera sumamente ancho, un peinador de espejo ovalado con su silla de pantas curvas talladas en madera. Cerca de la cama estaba una pequeña mesa donde reposaba una lámpara de aceite, misma que se encontraba apagada. Una vez visto que se encontraba en su habitación se lleva la mano a la frente deslizándola hasta su cabeza por la impresión que le causó tan terrible sueño. Poco después sale de su habitación ya vestida y llega hasta las escaleras con un gesto depresivo sin mirar nada más que al piso.

    —Hola hija, ¿otra vez durmiendo en la tarde? ¿Gustas que te prepare algo de comer? —le dice Sybil desde abajo portando un delantal y mirándola con una sonrisa.

    Aquel gesto la hizo sentir mejor y salir de la cabizbaja expresión que tenía. En un instante, un ruido en las ventanas la distrae y la hace desviar la mirada a la fuente del ruido. Al ver que no era nada significativo, vuelve a dirigir la mirada a su madre; pero ella ya no estaba ahí, se trataba sólo de su imaginación. Vuelve a sentirse deprimida y continúa bajando las escaleras.

    En su camino por la planta baja se encuentra con aquel comedor y se detiene a mirarlo; recuerda sus gritos al ver el cuerpo de su padre en el suelo, reviviendo en su mente aquel momento cuando se vio embestida por su madre, quien recibe dos disparos en la espalda al prevenir que estos le impactasen.

    —Melanee… por lo que más quieras… no hagas ningún movimiento —le dijo con una voz entrecortada por los impactos, hasta desmayarse sobre ella, quien queda en estado de shock intentando acallar su inevitable llanto.

    Volviendo en sí, Melanee camina al comedor para encontrar algo que comer.

    Melanee es una chica de 16 años que vive sola en una gran mansión, culpándose de la muerte de su madre, ya que ella sabía muy bien que no le pasaría nada debido a su extraño don, el cual recuerda que descubrió a corta edad cuando empezó a dar sus primeros pasos. En tal ocasión, perdió el equilibrio y cayó junto a una mesa de la sala y un jarrón de cerámica se le vino encima, golpeándole el hombro y clavándosele un pequeño trozo en la pierna.

    Al estar su padre presente corrió en su ayuda y Sybil apareció rápidamente al escuchar el fuerte llanto de Melanee. Frederick rápidamente le retira el pedazo filoso de porcelana y la lleva a la cocina a intentar curarla; pero antes de llegar nota que su hija ya no llora más, llevándose la sorpresa de encontrarla sin ningún rasguño o daño visible.

    Además de sus padres, cuenta con una tía que vive en el pueblo cercano de la que su madre habla muy poco y muy rara vez los visita; de igual forma, su madre nunca la llevó a conocerla, aunque ella se lo pidió insistentemente por un tiempo.

    Por todo ello, jamás optó por salir de los alrededores en aquellos cinco meses después de aquella trágica noche; ya que nunca conoció a nadie afuera de la propiedad, ni el camino al pueblo cercano. Se encontraba completamente incomunicada y aislada.

    Cuando termina de cenar, se dirige a la puerta trasera cerca de la cocina y se envuelve en una capa para abrigarse del frío otoñal de la intemperie.

    En la parte trasera de la mansión se encontraba un invernadero, en donde entró a dar agua a algunas de sus rosas, gencianas y una orquídea. Posteriormente, y como una de sus pocas actividades diarias, tomó un canasto y salió al bosque a buscar más flores de los alrededores para su jardín, cuidando de no perder el camino de regreso cada vez que salía.

    En aquella ocasión, intentó ir un poco más allá de donde ya conocía, para intentar encontrar alguna flor nueva; pero aparentemente no consiguió tener mucho éxito:

    —Rosas, tulipanes, lirios… nada nuevo —se gira algo desanimada después de caminar por un tiempo.

    De pronto algo le llama la atención cuando gira la cabeza a la izquierda. Se sorprende al ver una flor sumamente azul con forma de trompeta levemente cerrada; tiene un cáliz verde en su base y dientes triangulados:

    »¡¿Será real; una genciana sin tallo!? —dijo contemplando dos corolas jóvenes entre las ramas y el musgo de una roca cerca de un pequeño manantial.

    Al acercarse a la flor, tuvo un pequeño recuerdo de cuando su madre le llevó una maceta a su cuarto con las mismas flores, pero estaban abiertas; sus pétalos estaban extendidos y dejaban ver su tubo interior blanco con puntos azul oscuro.

    —¿No es linda? ¿Quién diría que habría flores como estas por aquí? —le dice Sybil colocándola sobre el peinador del cuarto. Melanee al ver su brazo un poco descubierto por la manga de su vestido, le notó un rasguño considerablemente grande:

    —¿Qué te pasó en el brazo? ¿No te duele? —le formula en ese recuerdo que le trajo la flor, seguía hipnotizada mientras la miraba. Mientras que detrás de ella, un lobo negro se le acercaba ferozmente sin que lo notara.

    —Em… no es nada, sólo fue un rasguño al recolectarlas —se cubre el brazo poniéndolo rápidamente atrás de la espalda.

    Ni siquiera parpadeaba contemplando la flor. Nada parecía volverla en sí, ni siquiera el olor a carne que despedía el lobo de su hocico, con una agitada respiración saboreando su presa al acercársele lenta y cautelosamente con la mirada fija en su espalda.

    Aquel cánido salvaje, al pisar una rama, la hizo volver en sí. Ella miró instintivamente detrás de su espalda, encontrando los ojos del lobo y su hocico a escasos centímetros de su rostro. Notando ya su presencia, comenzó a deslizarse rápidamente de espaldas intentando apartarse. Llegó a la roca y aplastó inconscientemente un par de flores con su mano.

    El feroz animal al verla inmóvil la embiste sin titubeo. Ella logra esquivarlo girando a la izquierda y rápidamente empieza a correr, siendo seguida por el lobo que no pretendía dejarla escapar.

    Tras una larga persecución, el lobo estaba ya cerca de atraparla, pero al saltar ella sobre un tronco el feroz animal intenta cruzar por debajo al tener espacio suficiente. Con un chillido de lamento y dolor da señal de haberse atorado al caerle un tronco que Melanee había debilitado al apoyarse. Desesperado, intenta liberar su pata trasera y genera pataleos y mordidas al árbol que lo apresaba. Tras percatase de que su atacante ya no la perseguía, Melanee se detuvo volviendo la mirada al tronco.

    Ante el palpitante resonar de su corazón inquieto, mira a la fiera intentando escapar de su agonía con un agitado jadeo y chillidos agudos. Dio media vuelta y estaba a punto de correr de regreso a la mansión, pero se detuvo un poco a pensar en que podía dejarlo a su suerte o ayudarlo a liberar su pata lastimada, sin saber qué esperar.

    Al mirarlo por segunda ocasión, observa que se mantiene recostado sin dejar de mirarla; aparentemente expresando aflicción por perseguirla. Dicha expresión hizo que tomara la decisión de liberarlo, a pesar de sentirse temerosa. Comenzó a acercarse lentamente a él; en un principio soltó un ladrido y gruñó, lo que la hizo retroceder un paso, pero después sólo agachó la cabeza a un suelo repleto de hojas secas, mientras ella lo rodeaba con precaución para poder levantar la trampa que lo apresaba y le causaba dolor.

    Una vez liberado se levanta cojeando, y ella se aleja unos pasos sin dejar de mirarlo con precaución y con los puños cerrados, esperando que no la ataque al acercársele.

    —...No te pediré que me lo agradezcas. Sólo vete y déjame ir —permanece mirándolo de reojo sin que él dejara de mirarla con sus peculiares ojos de distintos colores: siendo el derecho café y el izquierdo azul; una característica que le pareció poco usual, en medio de su temor.

    Al poco tiempo, el lobo se alejó cojeando en la dirección por la que la estuvo persiguiendo. Al verlo irse, ella hizo una exhalación de alivio retomando el aliento. Una vez alejado el miedo de su mente, mira a su alrededor y se da cuenta de que no está segura en ese lugar. Toma un camino opuesto al que el lobo tomó, mientras procura reconocer algo que le indique cómo retomar el camino a casa.

    »…¿Hasta dónde me habrá llevado ese lobo? Sabía que no debía alejarme demasiado, y además perdí todas las flores que llevaba en el canasto —decía frustrada mirando su entorno deseosa de encontrar la mansión.

    Al cabo de unas horas y ya aproximada la noche, logró llegar a su hogar muy cansada. Entró por la misma puerta trasera y dejó su capa sobre una mesa cerca de la entrada. Posteriormente se dirigió a la sala. Ahí tomó unos leños para prenderles fuego y obtener algo de calor. Al encenderse una llama, se sentó recargando su cabeza sobre el puño derecho, contemplando como comenzaba a arder la leña. Al verla, recuerda nuevamente aquellas escenas trágicas de la muerte de sus padres. El crujir de los leños dispara frente a sus ojos imágenes que hacen que su mirada se muestre nostálgica, pero su expresión facial es seria.

    —Ellos bien sabían que yo no iba a morir… Me gustaría haber muerto con ellos… quisiera morir ahora mismo… si tan sólo no tuviera esta… maldición con la que nací… no tendría que cargar con toda esta culpa —susurraba apretando fuertemente los puños. Pasó unos momentos con esa idea, pero poco después agregó: —En fin… qué más da, seguiré buscando la manera de darle un significado a esta vida sin sentido. Me pregunto qué estaría haciendo un lobo negro por estos alrededores. Y sobre todo, ¿por qué tendría los ojos de distinto color?, eso sí fue algo bastante inusual. Pero imagino que ya no volveré a verlo —se recostó en el sillón cerrando los ojos para tomar una siesta.

    De esta forma, Melanee pretendía concluir su día, no muy distinto a los otros. A pesar de haber llegado con bien a su hogar, no estuvo sola en el trayecto a la mansión; ya que afuera había entre los arbustos cercanos algo que no dejó de seguirla en ningún momento.

    Capítulo 2

    El Encuentro

    Tras una hora de sueño; se pasó la mano izquierda por los ojos y después por su mejilla, hasta bajar al cuello; entonces abrió exaltadamente los ojos al descubrir que ya no tenía puesto el camafeo que llevaba.

    —¡No, mi camafeo!, se me debió haber caído cuando el lobo me perseguía —muy angustiada recuerda el momento en que una rama le había rasguñado el cuello cuando corría.

    Meditando qué hacer, se pregunta: —¿Qué hago, salir en este momento en la oscuridad del bosque a buscarlo? No, claro que no. Jamás lo encontraría y peor aún, ya que no sé en qué parte del bosque pueda estar. Podría pasarme toda la noche y posiblemente no lo… —interrumpe en el momento en que escucha unos golpeteos en la puerta, a los cuales no les da gran importancia. Pero cuando escuchó romperse el cristal de una ventana, se levantó exaltada y con preocupación de lo que podría tratarse, pues al parecer alguien había entrado a su propiedad.

    Asomándose lentamente por el obscuro pasillo, escucha pasos bastante ligeros en la alfombra, tan ligeros que no le hacían imaginar que se tratara de una persona.

    Nuevamente el temor la cubría como un manto helado que le erizaba la piel ante lo que pudiera estarse acercando cada vez más a ella. Aquella criatura se presenta frente ella al acercarse a la luz de la sala, y ella ve con asombro que se trata de un lobo; el mismo lobo que la persiguió en el bosque estaba nuevamente frente a ella deteniéndose a una corta distancia y mirándola con sus singulares ojos.

    Hubo un pequeño intercambio de miradas; era como si el lobo esperara una señal para actuar, pero con la diferencia de que sólo se quedaba quieto sin señal de agresión.

    —¡¿Otra vez él?! A qué habrá venido, acaso… ¿acaso me estuvo siguiendo todo este tiempo… y ahora, qué voy a hacer? Sé que dije que quería morir pero, no de esta manera —se decía sin saber qué hacer; con una gran intriga que su rostro no podía ocultar.

    Melanee no sabía qué hacer, se encontraba en un gran predicamento, y descubrió que no tenía mejor opción que correr. En el momento preciso, corrió tan rápido como pudo alrededor de toda la mansión: por los pasillos, las escaleras, subiendo y bajando de niveles, hasta llegar a la biblioteca donde tropezó cerca de un escritorio. Al caer retrocedió de espaldas en el suelo frío de mármol como en su primer encuentro con el lobo, hasta topar con una esquina que ya no le dejaba salida de escape, mientras que el lobo se acercaba a ella lentamente, pero sin mostrar agresividad o aullidos en

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