El Botón De Oro
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Continuar, en mi soledad y tristeza, utilizando todos los momentos que sean necesarios para escribir, avistar mis sueos.
Sigo los pasos de mi personaje, a quien veo que en su adolescencia encarrila muy bien su forma de vivir y se amolda al ambiente de una ciudad en progreso: Cajamarca
Asimismo, mejora su lenguaje, y el trato comprensible con los dems, demostrando a su entorno su bien lograda educacin
El se siente hombre de dos mundos, porque en su infancia, la monotona del campo no le daba oportunidad de su desarrollo intelectual; ahora, con el cambio y un sin nmero de atractivos, se entusiasma y sigue en busca de prosperidad haciendo frente a las leyes inventadas por los fuertes para dominar a los dbiles,-- quienes son la mayora --
Este libro ya tiene varios peldaos de experiencia y la tcnica propia de un escritor novato real.
Lo presento con cario
Walter Hermgenes Daz Chvez
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El Botón De Oro - WALTER HERMÓGENES DÍAZ CHÁVEZ
Contents
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
Image 1.bmpI
Pasaron ya como tres años — empieza Gumersindo—. Me encuentro ya aclimatado, amoldado o cualquier término que quieran modo de vivir de esta ciudad. También, al trato de la gente y a los nuevos amigos; a la agitación; a ese ir y venir del colegio del cual tengo lindos recuerdos: fui catalogado como el mejor alumno, tanto en aprovechamiento como en conducta; todo, por mí cultura y esmero en el estudio. Asimismo, siempre con la vista fija en el horizonte, tengo esperanzas de llegar muy lejos.
Y, aunque ese llegar será, según veo, . . . . bieeeeeen lejos, probaré y sacaré del tiempo la última gota del día. No esperaré que sea solamente propicio, porque mi talento también lo es en cualquier tiempo y terreno.
Fui muy obediente a mis padres. Me conformé a sus mandatos, ya que mis hermanos y yo teníamos el deber de aceptar los rigores dela disciplina impuesta con amor y respeto cordial. Luché para que venga el bien y el mal se quede en su sitio. He sentido, asimismo, frío y calor; penas, dolores y melancolías; pero no me amedrentan. Por ello, les contaré de la mejor manera, todos o casi todos los anecdóticos momentos que estoy pasando, los que pasé y aun los que pasaré.
Ya pasaron muchas lunas de esto, pero brota en mi recuerdo algo especial ocurrido en mi niñez. Aquí, en la ciudad de Cajamarca, donde estamos viviendo, y en una tarde tranquila, la gente de la ciudad reposaba como siempre el almuerzo. Sin embargo, ese día sucedió algo raro. Bueno . . . les contaré lo que vi.
Los domingos por la tarde, acostumbraba sentarme en el umbral dela puerta de la casa y veía pasar a la policía montada, trayendo —de las afueras de la ciudad y envuelta en ponchos de lana— a gente muerta por peleas con machetes. También venían otros personajes a pie, jadeantes de dolor y desangrándose; mujeres chillando el llanto . . . ¿Qué había pasado?
Resulta que los muertos y heridos que veía constituían el saldo de una rencilla a machetazo limpio, entre campesinos, sea por desavenencias sobre terrenos, sea por ingestión excesiva de licor. Yo, en ese entonces, miraba todo esto sin convencerme de la realidad; con cierta duda; con un vago sentido del misterio que implicaba.
Esto sabe a novela. Sin embargo, es el relato de un niño que se sintió hombre a los once años, salió de las sombras de un valle en el mismo departamento y decidió emprender el éxodo.
Llegué hasta la Capital —sigue Gume— siempre con el amor y la bendición de mis padres. Pasaron los años. Mirando con mayor acierto las raras cosas de la vida —al parecer hoy profundos sueños de niñez— estas constituían un sobrepeso que cargaría por el resto de mi crecer.
En mi nuevo comienzo, me dije: La vida es cultura, la cultura de nuestros padres. Llevamos el arraigo cultural de ellos. Ahora ya tengo quince años y debo respetarlos. Así pasen los años debo proseguir de la mano de mi espíritu ansioso; debo mirar a ambos lados y estar seguro de que no tengo acechanzas ni desvíos, para lograr con clara decisión todo lo que me propongo: estudios, trabajo, ocupaciones hogareñas, ayuda a mi padre en la administración del negocio. Así, pues, voy a través del sendero ya elegido con la esperanza de que algún día me convierta en un hombre con trayectoria limpia y aplaudida, fruto de un buen comportamiento, hasta llegar al final, sin que tenga que decir: ‘Menos mal, que no me equivoqué’. Porque todo lo hice por ser precavido, más de lo que esperaba.
Así, pies, viví mis sueños con bastante luz y la frente muy alta para que, al terminar, no haya nada más que añadir y pueda decir con alegría: ¡Lo hice!
¿Y saben por qué? Porque hay muchas cosas buenas y nunca esperadas que deben realizarse sin reparos.
A lo mejor, mi talento con los años brille con una verdadera obra y pueda asimismo despertar del letargo en el que se encuentran mis voces. Estas solo esperan el eco de las montañas, oído en mi niñez.
Por el momento, dejaré esta inspiración. Más adelante, quizás, oriente mi vida hacia otro camino. Ahora solo veo cómo se cruzan las conformidades de las cosas sin que estas se sientan ni se piensen; y procuraré darles forma, como para respetar la vida misma. Por eso es que suelo decir: A la vida, hay que dejarla vivir su vida
.
Ya en la ciudad de Cajamarca, salí a visitar otros lugares, nuevos para mí. Recordé el nombre de una de las más calificadas haciendas cuyas zonas agrícolas y ganaderas eran las mejores: la Hacienda Colpa. Esta es la hacienda más mentada en esta ciudad, por tener grandes extensiones de terreno sembrado con maíz; y, en especial, con pasto para ganado. En ella, engorda una inmensa cantidad de vacas lecheras. De allí, una gran producción de queso, sea para el consumo de la ciudad, sea para distribuir en el resto del país. El viaje a esta hacienda es muy divertido porque se debe atravesar diferentes zonas o campiñas que alegran con el verdor y la frescura de sus plantas. En ellas, también se observa mucho ganado lanar, caballar, vacuno, etc. Es allí donde mi tío Francisco trabajó al llegar a esta ciudad, ordeñando vacas. Este trabajo lo tuvo por mucho tiempo. Lo dejó cuando un cliente de esta hacienda lo contrató para que trabajara con él, ya no en el campo, sino en la ciudad misma. Es allí donde se encuentra en la actualidad.
Cuando entró a trabajar en este negocio, vivía el señor Manuelito que era su dueño. Desde ese tiempo, mi tío Francisco se dedicó por entero y con esmero al trabajo y cuidó de las dos tiendas de don Manuelito. Y lo hizo por muchos años hasta que el destino, nuevamente, le cambió el rumbo: el señor Manuelito falleció después de una penosa enfermedad.
Luego de ello y después de muchos años, mi tío Francisco se hizo propietario de estos dos lucrativos negocios y, como necesitaba ayuda para poder administrarlos, acudió a su hermano, mi padre, a quien lo trajo desde la provincia de Celendín. ¡Y claro, tuvo que salir con él toda la familia! Una vez allí, intentaron saborear el néctar de esa nueva vida.
II
Cajamarca es una ciudad muy hermosa y tiene atractivos turísticos: las iglesias, las ruinas de las Ventanas de Otuzco y el cerro de Santa Apolonia. Muy famoso y de gran ubicación, este es un mirador, obra de la naturaleza. Allí construyeron los incas una silla de la misma piedra, en tal forma que se puede divisar hasta los últimos rincones de la ciudad de Cajamarca; también, una gradería de la misma roca que nace a dos cuadras de la plaza de armas. Por esa gradería se puede subir a la cumbre de este cerro. Otros lugares como Cumbemayo, los baños de Chonta Pacha, los famosos y muy mentados Baños del Inca y muchos otros tesoros atractivos son los habidos en Cajamarca, con sus campos de verde intenso, sol serrano, cielo celeste y nubes algodonadas.
Esta ciudad encierra mucha cultura y su gente es a cada cual más amable bondadosa y honesta. Cajamarca, además, posee un gran atractivo histórico y cuenta con un clima envidiable: seco y templado. Todo esto nos da la posibilidad de admirar sus extraordinarias construcciones arquitectónicas. En ellas, podemos ver y admirar lo que fue el pasado milenario de nuestra historia.
Y así, este sin número de atractivos, causa entusiasmo e incita a un estudio más profundo de la geografía de la ciudad lo mismo que de su historia. Sería bueno encontrarse con personas originarias del lugar para que, cómodamente sentados, nos cuenten su trayectoria con puntos y comas. Sin menospreciar a los historiadores, hay mucha gente con conocimiento que puede contarnos lo que fue y lo que es ahora la ciudad. Su entusiasmo nos permitirá escuchar historias sobre los antepasados, ricas en semblanzas y dignas de ser escuchadas, y endulzarlas con cuentos como si fueran historietas.
Las riquezas dejadas por los conquistadores abarcan también construcciones arquitectónicas, dignas de admiración. Iglesias como la Catedral, en la plaza de armas, son testimonio de ello. Su estilo colonial deleita verdaderamente e impresiona. Adornadas esas iglesias con hermosos y valiosos cuadros religiosos, su contemplación transmite una sensación de paz y tranquilidad al visitante. Asimismo, todos los perímetros de las iglesias se encuentran adornados con cuadros alusivos a la religión