Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.
Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.
Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.
Libro electrónico107 páginas1 hora

Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Revelacionesy 19 cuentos ms es una recopilacin de historias de ficcin, donde los personajes son individuos comunes y corrientes, extraos y ambivalentes- como puede ser cualquiera- atrapados en situaciones, algunas cotidianas, otras sobrenaturales, pero casi siempre, ms all de su control. El problema ser si te sientes identificado con alguno.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento5 ene 2011
ISBN9781617644603
Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.

Relacionado con Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.

Libros electrónicos relacionados

Relatos cortos para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Revelaciones…Y 19 Cuentos Más.

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Revelaciones…Y 19 Cuentos Más. - Paul Ehrlich

    Revelaciones . . .

    y 19 cuentos más.

    Paul Ehrlich

    Copyright © 2011 por Paul Ehrlich.

    Número de Control de la

    Biblioteca del Congreso:         2010942236

    ISBN:      Tapa Blanda              978-1-6176-4459-7

                  Libro Electrónico        978-1-6176-4460-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    219884

    Índice

    1- Revelaciones

    2- Estática

    3- Gajes del Oficio

    4- Tres Dedos

    5- Fantasía en el Arte Contemporáneo

    6- Fuerte y al medio

    7- Radio Factory

    8- Telemarketing

    9- El regreso de Morgana

    10- Encuentros Cercanos

    11- Las Increíbles vacaciones del Sr. González

    12- Misión Incumplida

    13- No hay nada mejor que Saint—Martin

    14- Sobre adverbios y adjetivos

    15- El Cielo

    16- Acto de contrición perfecta

    17- Arte Menor

    18- El fantasma de la Cuarenta y Tres

    19- Eyaculación Precoz

    20- Por el precio de un café

    Pero antes quiero decir . . . .

    Mi afición por capturar instantes, y la temprana realización que los seres humanos somos únicos y a la vez predecibles, me llevó a escribir cuentos. Los escribo desde que tengo uso de razón, aunque no tengo ninguna pretensión literaria. Simplemente cuento cuentos. En ellos me gusta sumergirme en situaciones cotidianas, muchas veces ridículas, protagonizadas por individuos que no siempre son concientes del momento que están viviendo. No siempre es importante su localización geográfica o la temporalidad de los protagonistas. Mi fascinación se centra en sus maneras de comportarse en un momento inesperado de sus vidas. Sin embargo, y sin precisar cuales y por increíble que parezca, algunos están basados en hechos reales.

    No existe un hilo conductor, ni una temática definida, en esta colección de cuentos cortos. Tampoco hay un orden lógico en su compilación. Es como meter un montón de caramelos, de distintos sabores y texturas, en una misma bolsa. Algunos serán empalagosamente dulces, otros ácidos. Algunos se chupan, otros se mastican y otros serán difíciles de tragar. El recuento de calorías dependerá del metabolismo imaginativo de cada cual.

    Finalmente, debo agradecer. Y agradezco a todos aquellos que me criticaron, porque siempre lo hicieron enseñándome algo muy importante: Más se aprende de de los errores que de los aciertos.

    En especial, quiero agradecer a mi esposa, mi más tenaz crítica, por su paciencia, por sus comentarios, y sobre todo, por su cariño incondicional, motor de cualquier labor creativa.

    Barcelona

    30 de Octubre, 2010

    Desde que estuve en disposición de saber que no sabemos nada, mi razón ha sido más dócil a la voluntad de creer. Ahora me siento con la capacidad de comprender un misterio sin una rígida definición

    —Thomas Brown

    Revelaciones

    - Espero que tengas una buena razón para haberme hecho venir aquí. Odio estos lugares, y lo sabes bien.

    - Sí, ya lo sé, pero me pareció que estaba más a la mano. Te pedí un café.

    - Cortado, espero.

    - Cortado.

    - ¿ Cuál es la urgencia?

    - ¿Hace cuanto que estamos metidos en esto?

    - Supongo que no me habrás hecho venir aquí para filosofar.

    - Contéstame, ¿hace cuánto?

    - No lo sé. Mucho, supongo.

    - Demasiado, diría.

    - ¿Qué pretendes, una celebración?

    - Quiero que por favor me escuches, aunque sea por unos minutos.

    - Todo sea para salir de este lugar lo antes posible. No sé cómo puedes aguantar el humo y no digamos del café. Habla de una vez.

    - Cuando empezamos le veía sentido a lo que hacíamos, y no quiero que me malinterpretes. No me arrepiento de nada, de nada en absoluto, pero ¿sabes qué? Estoy cansado, muy cansado.

    - Yo también me canso.

    - Yo estoy realmente cansado.

    - No me hables entrelíneas. Suelta de una vez lo que estás tratando de decir.¿ Por qué tarda tanto el café?

    - Quiero salirme, Mika’il.

    - Ya sabes que de esto, no se sale nadie.

    - Por eso me tienes que ayudar.

    - Yo . . . ¿yo te tengo que ayudar?

    - No solo eres mi jefe, eres también mi amigo.¿ No es así?

    - No creo que pueda darte una mano, Jibra’il y aunque pudiera, no lo haría.

    - Escúchame. Más que cansado estoy decepcionado. ¿No será esta una farsa que nos hemos inventado y que de tanto repetirla hemos terminado por creerla?

    - Cuidado, hermano, mucho cuidado. Acuérdate de lo que sucedió con el último que intentó hacer sus propias reglas.

    - Ni siquiera lo mencionas. Era nuestro hermano, Mika’il, nuestro hermano.

    - ¡ No se nos permite mencionarlo y basta! ¡Y el momento que cuestionó la autoridad dejó de ser nuestro hermano!

    - Además que lo mío es distinto.

    - Distinto, ¿Cómo?

    - Estoy harto de la violencia. Estoy harto de los castigos. Les hemos hecho creer que somos protectores y no somos más que sus verdugos.

    - Son pruebas que tienen que pasar.

    - ¡Vamos, Mika’il.! Destruímos ciudades, matamos inocentes. ¿Seríamos nosotros capaces de soportar la cuarta parte de lo que hacemos?

    - Durante la rebelión . . .

    - Ahí eramos todos soldados. Sabíamos por qué peleábamos. Te estoy hablando de gente que sufre y que no tiene la menor idea del motivo de su sufrimiento.¿ Me puedes explicar el sentido?

    - Porque es parte del plan. Y así se diseñó. Al final es por su propio bien, Jibra’il, por el bien de toda la humanidad, como quien dice.

    - A eso exáctamente me refiero. Esa es la gran mentira que . . .

    - Cuidado, cuidado, hermano.Estás peligrosamente caminando por el sendero que el jefe no aprueba.

    - ¿Hace cuánto que no hablas con él?

    - No habla con nadie.

    - Pero antes no era así. Sigues siendo su mano derecha, ¿O no?

    - Sí, supongo que sí. Pero ya no habla con nadie. Todo tiene que seguir de acuerdo al plan. No hay nada que hablar.

    - ¿ Y si en todo este tiempo el plan cambió?

    - ¡ No seas estúpido, Jibra’il. El plan no cambia!

    - ¿ Qué sabes? Si no has hablado con él en tanto tiempo, tal vez haya cambiado y no te lo ha dicho.

    - De verdad que estás mal de la cabeza. Si hubiese habido algún cambio, ¿ No crees que hubiese sido el primero en saberlo?

    - Que quieres que te diga. No me sorprendería que hayamos quedado

    - como agentes libres.

    - ¡ Ya basta de tonterías, Jibra’il! Precisamente porque no somos agentes libres es que debemos ceñirnos al plan y tú, dejarte de todas esas estúpidas ideas que son, por lo demás, totalmente ajenas a nuestra condición. Somos lo que somos, y no hay nada que podamos hacer.

    - Una vez se intentó.

    - Sí, y así les fue.

    - Tal vez nosotros podríamos hacerlo bien, Mika’il.

    - Ahora tu vas a escucharme a mí, hermanito. Accedí a verte en esta pocilga y a tomarme este asqueroso café porque eres tú. Te estimo, de verdad que sí y hemos sido camaradas desde siempre y no quisiera verte caer en desgracia estando tan

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1