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reconstruyendo mundos
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Libro electrónico77 páginas1 hora

reconstruyendo mundos

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 Resumen

Según una antigua teoría, el hombre solo se encontrará en armonía con el mundo y actor de su época en el trascurso de tres existencias: el alma vegetal, el alma animal y el alma racional.

A comienzos del siglo XXI, entre los numerosos individuos que no habían encontrado su lugar en este mundo, pero que pretendían hacerlo, Niels, entonces un joven arquitecto griego atormentado por los mitos griegos del pasado, fue internado en un hospital psiquiátrico debido a lo que los especialistas describen como un «trueno en un cielo sereno». Niels considera este diagnóstico un flechazo por una perfecta desconocida, Stella, a quien espera, además, reconquistarla poniendo en práctica el juego del alma que le enseñó un florista. Solo dialogando consigo mismo podrá mirar en la misma dirección que su alter ego y rehacer el mundo en su diversidad

IdiomaEspañol
EditorialPaul Vaillé
Fecha de lanzamiento7 abr 2018
ISBN9781547523504
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    reconstruyendo mundos - Paul Vaillé

    RECONSTRUYENDO MUNDOS

    Basado en una historia real

    Resumen

    Según una antigua teoría, el hombre solo se encontrará en armonía con el mundo y actor de su época en el trascurso de tres existencias: el alma vegetal, el alma animal y el alma racional.

    A comienzos del siglo XXI, entre los numerosos individuos que no habían encontrado su lugar en este mundo, pero que pretendían hacerlo, Niels, entonces un joven arquitecto griego atormentado por los mitos griegos del pasado, fue internado en un hospital psiquiátrico debido a lo que los especialistas describen como un «trueno en un cielo sereno». Niels considera este diagnóstico un flechazo por una perfecta desconocida, Stella, a quien espera, además, reconquistarla poniendo en práctica el juego del alma que le enseñó un florista. Solo dialogando consigo mismo podrá mirar en la misma dirección que su alter ego y rehacer el mundo en su diversidad

    Flechazos...

    ––––––––

    En la penumbra de su habitación, acechaba el sueño.

    Sin saber cuánto tiempo permaneció así, deslizándose en un sueño, un sonido, fruto del roce contra la puerta, lo despertó. Poco después se oyó el crujido de la puerta, que se abrió lo suficiente como para dejar ver una silueta en la habitación. A Nyx le agradaba la idea de que el gato de su antigua compañera de piso habría podido venir a visitarlo: este último permaneció un momento inmóvil, arqueado sobre sus patas traseras, y saltó de un brinco hacia su cama para acurrucarse entre sus piernas.

    Pero la presencia del enfermero, encima de él, le trajo a la realidad. Este metió la mano en un bolsillo de su bata y dirigió la luz de su linterna hacia sus somnolientos ojos. Posteriormente, el enfermero de guardia se dio la vuelta y cerró la habitación que, anteriormente, él mismo había abierto con su juego de llaves.

    Pasaron largos minutos. En busca del sueño, con los músculos adormecidos y los párpados sin poderse mantener abiertos, volvió a cerrar los ojos y se refugió en sus recuerdos. Lejos, muy lejos, por encima de las paredes de su hospital, en Marsella.

    Decidió dejar de fingir que estaba durmiendo y se levantó de la cama. El gato lanzó un maullido de protesta, se estiró lánguidamente y volvió a dormirse.

    Nyx encendió una lámpara, se llevó la mano a su bata, que había sacado del armario, y se abrochó el cinturón. Luego, abandonó la agobiante atmósfera de la habitación con un sentimiento de alivio.

    Trasladó, prudentemente, su mirada hacia la fila de puertas tras las que se encontraban su hermano y su hermana durmiendo. Se detuvo por un instante, vaciló, y continuó caminando sobre las baldosas.

    Ellos tres se habían mudado a un piso grande y antiguo, en el barrio de Vauban. Sus padres se mantenían alejados de la ciudad, en una casita de Sormiou.

    A paso ligero, atravesó la zona común del piso, que estaba sumergida en una oscura serenidad y que recobraría alegría en la entrada, en las inmediaciones salón.

    Ya en el patio, se sentó en uno de los sillones del jardín y sacó de los bolsillos un mechero y tabaco. Acercó la tambaleante llama hasta el extremo de su cigarro de liar, que se convirtió en rojo incandescente, se lo llevó a sus labios y le dio una calada. Una espesa voluta de humo se desvaneció en el aire seco y caliente. Inmóvil, observaba la vía celeste. Tantos espacios vírgenes y existencias desconocidas por el hombre, sumergido en las constelaciones que solo se dejan ver en la profunda noche, mientras que las colinas de alrededor duermen.

    Nyx acabó fijándose en la luna. De ella salía un halo blanco mate a través de la fina niebla.

    En la antigüedad, los astrónomos interpretaban estas oscuras llanuras en estanques de agua y estos pliegues de tierra en cañones encajados, más que en cadenas de montañas.

    Otros, mucho más tarde, habían observado que nuestra concepción sobre nuestro entorno podría haber avanzado más rápido si el objeto celeste, en lugar de presentar el mismo lado, se hubiese puesto a girar, evocando una esfera y no un círculo y la expansión de este hecho relacionado con la Tierra, entonces considerada plana, en el centro del universo.

    Nyx estaba más callado que de costumbre. Alrededor reinaba la calma. Se decía a sí mismo que si el mundo desapareciese, no sería por falta de maravillas, sino por falta de admiración. Sabía que los hombres habían explorado las últimas tierras vírgenes, que habían construido metrópolis en lo que antes era tierra de bosques. También sabía que habían fabricado automóviles, aviones, trenes de gran velocidad, etc., que los rincones más remotos del planeta habían sido mapeados, ordenados, explotados, contaminados, grabados por Hollywood, que buscaba fama, dignidad y un lugar en aquella época. Sin embargo, según él, no había mayor milagro que esa frontera de lo visible y lo invisible. ¿Qué ocurría allí donde no se veía nada? De muy joven, su padre le enseñaba a él, a su hermano y a su hermana, infinidad de cosas interesantes: la sombra de un perro, una constelación

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