Desterrad a Elihú
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Desterrad a Elihú es una parábola en forma de novela en la que se nos invita a cuestionar los dogmas anquilosados de las diferentes Iglesias cristianas, a enfocar nuestra religiosidad en los preceptos más puros de la palabra de Cristo y, la mirada, hacia aquellos más necesitados, en lugar de hacia opulentos altares.
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Desterrad a Elihú - José Manuel Andueza
Después de muchos siglos sin hacer acto de presencia, el día menos esperado y ante la perplejidad de la población, el cielo se abre y surge Dios para darle un mensaje a la humanidad: «Desterrad a Elihú». Enseguida se crean diferentes cónclaves de expertos exégetas y teólogos con la voluntad de descifrar la enigmática exhortación del Todopoderoso y analizar el cometido de Elihú en las Sagradas Escrituras.
Desterrad a Elihú es una parábola en forma de novela en la que se nos invita a cuestionar los dogmas anquilosados de las diferentes Iglesias cristianas, a enfocar nuestra religiosidad en los preceptos más puros de la palabra de Cristo y, la mirada, hacia aquellos más necesitados, en lugar de hacia opulentos altares.
Desterrad a Elihú
José Manuel Andueza Soteras
www.edicionesoblicuas.com
Desterrad a Elihú
© 2018, José Manuel Andueza Soteras
© 2018, Ediciones Oblicuas
EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
c/ Lluís Companys nº 3, 3º 2ª
08870 Sitges (Barcelona)
info@edicionesoblicuas.com
ISBN edición ebook: 978-84-17269-15-9
ISBN edición papel: 978-84-17269-14-2
Primera edición: febrero de 2018
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: Héctor Gomila
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio, sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
www.edicionesoblicuas.com
Contenido
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El autor
Al hermano Francisco, que intentó gobernar la iglesia
desde el evangelio pero no le quisieron escuchar.
A mi mujer y mis hijas, que gobiernan mi casa
llenándola de amor y alegría.
A mi comunidad, que me ayuda a refrescarme en las aguas cristalinas de la fe para leer la vida.
A las miradas, que nunca se olvidan ni se olviden.
1.
Una nube bajó de lo alto, el cielo se abrió en dos y se oyó la voz de Dios que decía:
«Desterrad a Elihú. Por favor os lo pido, echadlo ya de vuestras vidas, de vuestras casas, de vuestros países, de vuestra historia. No aguanto más el grito de dolor de mis pequeños. Desterrad a Elihú».
Soñó extraño. Hacía siglos que Dios no se había pronunciado. Es más, para la mayoría de la ya escasa población del planeta era un gran desconocido. Hubo que buscar en los anales de la historia para recuperar su presencia.
Hoy en día son pocos los grupos que siguen hablando de Él. Hay unas cuantas comunidades no muy numerosas que se reúnen en su nombre o sin nombrarlo, pero que intentan vivir su existencia desde unos valores y un sentido que podríamos decir que vienen de Dios.
Se trata de hombres y mujeres que generalmente se reúnen en sus casas. Algunos comparten redes más amplias, pero la mayoría no tienen excesivo contacto con otros grupos.
Por otro lado, no son pocos sino al contrario, más bien muchos, los que siguen utilizando su nombre en vano. Muchos los que han encorsetado a Dios en sus camisas, quienes han embalsamado a Dios en sus opiniones de formol impidiéndole ser quien realmente es. Una palabra utilizada para defender ideas privadas que potencien beneficios personales.
Así nos encontramos con edificios enteros en que aparece su nombre pero no está, en que se ha dibujado una falsa imagen suya pero que le han tapado la boca, no sea que sus auténticas palabras descubran los falsos mensajes que se dan en su nombre para mantener el sistema y el poder establecido.
Dios, palabra de ricos y conservadores que se engalanan para pronunciarla y utilizarla en vano, para justificar conciencias y actitudes contrarias a sus designios y al bien de la humanidad.
Pero el Dios real, el que aquel judío al que llamamos Jesús de Nazaret nos ayudó a entender y a descubrir, está olvidado en los más profundos rincones de la memoria colectiva. Son pocos, como decía, los que hoy se acuerdan de él. Si bien, de vez en cuando hay pobres que vuelven a gritar su nombre para recibir una ayuda que venga de lo alto —ya que aquí han sido abandonados, olvidados, ninguneados e invisibilizados— a la que agarrarse para salir de sus vertederos vitales.
También aparecen voces de profetas que dicen hablar en su nombre. Pero está tan olvidado que apenas se les hace caso. A lo sumo cuando ya no están y para utilizar su imagen como símbolo que ayude a mantener sistemas preestablecidos, ahogando con enormes pósteres su voz.
Nos hemos vuelto expertos en enmudecer, en curar con esparadrapos que cierren bocas llenándonos de medidas contrarias a Dios pero escondidas entre esas cuatro letras: d, i, o, s. En eso se ha convertido.
Por eso cuando se volvió a abrir el cielo se produjo una gran conmoción. Los científicos decían que había que estudiar el tema. Analizar bien qué era exactamente lo sucedido. Pero no hay mucho que decir. El cielo se ha abierto y Dios ha hablado.
Los hombres de las religiones hablan de interpretación. Donde dijo lo que dijo quiso decir lo que nosotros defendemos. Se trata de una afirmación ante nuestra manera de vida y nuestras propuestas de gobernar y vivir el mundo. Pero todo el mundo oyó con claridad lo que dijo: «Desterrad a Elihú».
Los hombres de la política y el dinero dijeron que había que esperar, con atención, a los acontecimientos. Unos se alían con los hombres de la religión. Otros ofrecen propuestas milagrosas que desvíen la atención del cielo hacia sus figuras. Son tan honestos y buenos… Dan ayudas de vez en cuando, promulgan discursos… Y lo que no hacen, o hacen mal, es porque no hay más remedio, porque no les entendemos bien, porque… Porque fíjate con qué gentuza nos toca lidiar.
Solo en algunos ojos se vislumbra alegría. Alegría y esperanza. Es la única puerta que se podía abrir. Y se ha abierto. Pero claro, ellos no hablan. Su voz se ha silenciado. Son esos pequeños de los que Dios no aguanta más el grito de dolor… «Desterrad a Elihú».
2.
Ha pasado un mes desde que se abrió el cielo. Y no ha ocurrido nada. Nada, más allá de lo normal. Por todos los lugares del planeta hay personas que hablan de milagros. De nuevas apariciones, de sucesos extraordinarios que contar y explicar.
Expertos de todo el mundo viajan y viajan de un punto a otro para certificar la veracidad del suceso. Una vez clarificada, si se da por cierta, se construye un nuevo santuario, se funda una nueva organización que pueda rentabilizar dicho santuario y el hecho acaecido. Y así, todo está en orden.
Solo de vez en cuando alguien pregunta por Elihú. Enseguida los poderes fácticos del lugar le hacen callar. Ya se están dando cambios, ya hay apariciones, ya hay explicaciones desde los controladores del poder. Ya está, por lo tanto, todo arreglado y ordenado.
El mensaje de Dios puede esperar para otro momento. Eso sí, está escrito con letras de oro en las puertas de los edificios más importantes.
Pero hay ojos que siguen cuestionando: ¿Y Elihú?
No hizo falta esperar mucho para que aparecieran oportunistas diciendo que ellos eran Elihú. Se autoproclamaban profetas que anunciaban calamidades, transformaciones o maravillas que acaecerían en poco tiempo. Pero el mensaje no hablaba de un nuevo profeta bajo el nombre de Elihú. Decía bien claro que había que «desterrar a Elihú».
Así que duraron poco. Enseguida fueron desenmascarados y apartados. Recluidos por falsedad.
Entonces llegaron los expertos en mil nombres y dos mil hipótesis. Primero fue decir que Elihú era el líder de los elihuditas, una secta que intentaría hacer el mal y hablar mal de Dios y sus protectores. Los primeros en ser acusados fueron aquellos que se reunían en sus casas compartiendo vida y vidas. Aquellos que intentaban vivir su vida desde un norte o un sur —eso quién lo sabe o lo decide— marcado por un pequeño texto