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Pasión en el Caribe
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Libro electrónico156 páginas2 horas

Pasión en el Caribe

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Información de este libro electrónico

Solo estaba dispuesta a seguir con él si la hacía su esposa.
Todo estaba preparado para aquella suntuosa boda en el Caribe... hasta que el padrino y la dama de honor empezaron a pelearse.
El origen del conflicto era el deseo que el rico Ethan Beaumont sentía por Anne-Marie Barclay y que se negaba a admitir. Después de la traición de su esposa, no estaba dispuesto a permitir que otra mujer entrara en su vida ni en la de su hijo. Hicieron las paces por el bien de los novios... pero también acabaron haciendo el amor. Sin embargo, Ethan creía que la relación debía empezar y terminar en aquella cama...
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 dic 2017
ISBN9788491707325
Pasión en el Caribe
Autor

Catherine Spencer

In the past, Catherine Spencer has been an English teacher which was the springboard for her writing career. Heathcliff, Rochester, Romeo and Rhett were all responsible for her love of brooding heroes! Catherine has had the lucky honour of being a Romance Writers of America RITA finalist and has been a guest speaker at both international and local conferences and was the only Canadian chosen to appear on the television special, Harlequin goes Prime Time.

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    Pasión en el Caribe - Catherine Spencer

    HarperCollins 200 años. Desde 1817.

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Catherine Spencer

    © 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Pasión en el caribe, n.º 1450 - diciembre 2017

    Título original: In The Best Man’s Bed

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9170-732-5

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    ETHAN Beaumont… Ethan Andrew Beaumont… Monsieur Beaumont» Desde que fijaron la fecha de la boda, no había dejado de oír aquel nombre una y otra vez. Todo el mundo lo pronunciaba con una mezcla de respeto y admiración y con aquel tono que tan solo solía concederse a la realeza y a los dictadores.

    «¿Y qué tiene de malo?» se preguntó Anne Marie, «Teniendo en cuenta que el que se casa con mi mejor amiga es Philippe Beamont, es normal ¿no?» Anne Marie bebió un poco de champán «Pero entonces, ¿por qué en otras bodas los protagonistas son los novios y en esta el único importante parece Ethan Beaumont? ¿Y por qué Solange lo permite?»

    Se dirigió al azafato.

    –¿Cuánto tiempo falta para que aterricemos?

    –El descenso comenzará en breves instantes. Por favor, permanezca sentada y mantenga su cinturón abrochado –luego sonrió–. Aunque no creo que necesite que se lo recuerde ya que ha permanecido sentada durante todo el trayecto. ¿Le asusta volar, mademoiselle?

    –Normalmente no –Anne Marie volvió a mirar por la ventana, pero la isla ya había desaparecido y el avión había comenzado a girar–. Aunque no suelo viajar en aviones tan pequeños.

    Él volvió a sonreír.

    –Está en buenas manos, el capitán Morgan es un piloto excelente. Monsieur Beaumont solo contrata a los mejores.

    Una vez más alguien nombraba a Beaumont con indudables muestras de admiración y respeto, como si se tratara de una divinidad. Anne Marie volvió a sentir recelo ante tanta idolatría. No tenía ninguna gana de conocer al todopoderoso Beaumont.

    –No se parece en nada a Philippe, aunque tienen rasgos similares a pesar de ser medio hermanos –le había contado Solange cuando la llamó para hablarle sobre la boda–. Es una persona que se hace respetar, tiene muchas propiedades y la gente lo admira tanto que lo tratan como si fuera de la familia real. Ahora entiendo por qué a Philippe le asustaba contarle que íbamos a casarnos. Ethan es… ¿Cómo podría describirlo? Una persona arrolladora.

    –O lo que es lo mismo, un tirano –había dicho Anne Marie–. Que un hombre adulto tenga miedo de anunciarle a su familia que se casa es de locos. Si quieres saber mi opinión, creo que a ese Ethan Beaumont se le han subido las riquezas y el poder a la cabeza.

    Solange se había quedado un rato callada antes de responder.

    Oui, es poderoso, pero en el fondo es un buen hombre. No tan cariñoso y tierno como mi querido osito, por supuesto, es demasiado frío. No parece un hombre dispuesto a dejarse llevar por pasiones o sentimientos.

    –Pero en un momento de su vida lo hizo –le había corregido Anne Marie–. Su hijo lo demuestra.

    –Sin embargo no tiene mujer. Quizá heredó el carácter frío y distante de su madre inglesa y por eso su matrimonio duró tan poco –había replicado Solange con un suspiro y Anne Marie se la había imaginado encogiéndose de hombros con ese estilo tan francés que la caracterizaba–. ¡Es una pena!

    –Querrás decir un alivio. Ninguna mujer se merece tener a su lado a un hombre que es capaz de arrebatarle a su hijo. Es el niño el que me da pena por tener que vivir con un padre así.

    –¡Pero, Anne Marie! ¡No fue culpa de Ethan! Fue la madre la que los abandonó.

    –Lo que demuestra lo infeliz que debía ser, ya que prefirió renunciar a su hijo a tener que seguir aguantando a su marido.

    El repentino ataque de risa de Solange se había transformado en un miedo repentino, como si hubiese temido que la castigaran por no guardar la compostura.

    –No importa que me digas algo así en privado, pero debes tener cuidado con lo que dices cuando estés aquí en Bellefleur. A la gente no le gustaría enterarse de que una extraña critica a su seigneur.

    ¡Seigneur! ¡Por Dios! Anne Marie se reclinó en el asiento y cerró los ojos mientras el avión se acercaba a la isla. ¡Parecía que su amiga estuviera hablando de un hombre feudal de la edad media! ¡Era absurdo!

    En el asiento trasero de aquel enorme Mercedes sintió como si ella fuera lo único anormal de Bellefleur.

    Cuando el chófer atravesó las calles del pequeño pueblo, los habitantes se detuvieron e hicieron una especie de reverencia ante el coche.¿Acaso debía devolverles el saludo?, se preguntó Anne Marie. Odiaba aquella repentina falta de confianza. No, seguramente el gran seigneur no lo aprobaría.

    –Será encantador y hará todo lo posible por que dispongas de todo lo que necesites, pero no te tratará como lo hacen los anfitriones norteamericanos –le había advertido Solange–. Es demasiado reservado. Probablemente te llamará mademoiselle Barclay hasta que te vayas, tardó mucho tiempo en llamarme a mí por mi nombre.

    La perspectiva de tener que pasar más de un mes de reverencias y de morderse la lengua en presencia de un ser dominante con aires de hombre feudal le provocaba un gran malestar. Probablemente arruinaría sus planes de disfrutar de la compañía de su amiga antes de convertirse en su dama de honor. El viaje parecía condenado al fracaso.

    Pero lo que más la preocupaba a Anne Marie era que aquel hombre autocrático influyera también en el matrimonio de su amiga.

    Anne Marie conocía a Philippe Beaumont y le gustaba, su amiga y él hacían buena pareja, pero le parecía un hombre de carácter débil y ella dudaba que supiera enfrentarse a su medio hermano, a juzgar por lo que sabía del último.

    De repente las puertas de la verja que daba paso a la propiedad de los Beaumont se abrieron y poco después llegaron a la puerta principal de la casa.

    Anne Marie sabía lo que era el lujo. Había asistido a los mejores colegios y había viajado mucho, estaba acostumbrada a tener lo que quisiera. Aun así, y sin tener en cuenta la belleza del lugar, el tamaño y la opulencia de la mansión Beaumont la dejaron sin palabras.

    –¿Mademoiselle?

    Un empleado doméstico vestido con pantalones cortos y una camisa blanca impecable le estaba abriendo la puerta del coche. Salió decidida a enfrentarse a todo lo que le deparara el futuro con entereza.

    El empleado la acompañó hasta la puerta de la casa mientras la resguardaba del fuerte sol con un paraguas. Pero la casa no tenía puerta principal sino unas puertas de hierro forjado exquisitas que daban paso a un patio interior tan grande que podría haber servido de salón de baile.

    Solange la esperaba allí con los ojos húmedos de la emoción.

    –¡Cómo te he echado de menos! –le dijo su amiga mientras se acercaba a ella y le daba dos besos–. Bienvenida a Bellefleur, ma chère, chère amie ¡Me alegra que estés aquí por fin!

    –¿Te alegras? –Anne Marie también estaba algo emocionada. Miró a su amiga detenidamente mientras la agarraba de los brazos–. Si te alegra tanto verme, ¿por qué lloras?

    –Porque soy muy feliz.

    –No pareces muy feliz.

    Solange se encogió de hombros y tras mirar con disimulo por encima del hombro se dirigió a su amiga.

    –Ven, te voy a mostrar tus habitaciones. Allí podemos hablar con más calma. Ethan dio órdenes de que te alojaras en la casa de invitados al lado de la mía.

    –¿Quieres decir que no duermes en la casa principal?

    –Hasta que no me case no. Ethan no lo permite, si no Philippe estaría tentado a escabullirse hasta mi cama por la noche.

    –¿Cómo hacía cuando vivíais en París?

    –¡Calla! Nadie debe saber eso, Anne Marie. Aquí todo es diferente.

    –Ya veo –murmuró mientras seguía a Solange hasta otra verja en el lado opuesto del patio. La atravesaron y llegaron a una enorme terraza con una piscina. Las vistas eran increíbles: un horizonte en el que se mezclaba el azul cielo con el azul del océano y entre medias una fila de cocoteros.

    –Como habrás podido observar, estamos bastante lejos de la casa principal, pero las casitas son espaciosas y cómodas.

    –Eso esta bien, necesito espacio para terminar los vestidos.

    Solange la miró por encima del hombro y durante unos segundos recobró aquella vitalidad que la caracterizaba.

    –Estoy impaciente por ver mi vestido, los dibujos que me mandaste me encantaron.

    –Si quieres podemos probártelo más tarde, y así te haces una idea de cómo va a ser el producto final.

    –Tendremos que esperar hasta mañana. Acabas de hacer un largo viaje y vamos a cenar pronto. Supongo que antes de comer querrás ducharte y cambiarte.

    –Probablemente esta noche conoceré al maravilloso Ethan Beaumont. –Anne Marie frunció el ceño–. Creo que la cena no me sentará muy bien.

    –No, esta noche no –dijo Solange entre risas–. He ordenado que nos traigan la cena a mi suite. Los tíos de Ethan están visitando a unos amigos y no volverán hasta mañana por la tarde y Ethan está de viaje de negocios.

    –Pensé que encargarse de esta isla y de las vidas de sus habitantes eran también sus negocios.

    –¡Mon Dieu, non! Tiene negocios por todo el mundo, aunque está empezando a pasarle gran parte del trabajo a Philippe para dedicarse más a sus empresas de petróleo. Por eso está fuera.

    –¿Está en Oriente Próximo? ¡Bien! ¡Cuanto más lejos esté, mejor! Ese hombre ya me cae mal y no tengo ganas de conocerlo.

    –Me temo que no está tan lejos. En realidad está bastante cerca, en Venezuela. Estoy segura de que volverá en un par de días, hasta entonces tendrás que convivir con sus tíos y con Adrian.

    –¿Quién es Adrian?

    –El hijo de Ethan –el tono de Solange se suavizó–. Es un niño adorable, creo que te llevarás bien con él independientemente de lo que piensas de su padre.

    En aquel momento el camino les llevó hasta una pradera y Solange se detuvo para señalar las dos casitas por encima del mar.

    –Bueno, ya hemos llegado, chérie, aquí viviremos una temporada.

    Tras sus primeras impresiones de

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