Hay brújulas que están mejor perdidas.
Por Raquel Schreiber
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Y digamos que la poesía eres tú y no lo creen esos poetas locos.
LO QUE LOS LECTORES YA HAN DICHO:
"Me gustaría dar las gracias a ti, tanto por escribir esta historia, como por permitirnos leerla. También por hacer que derramara esas lágrimas que siempre se derraman cuando el corazón se te infla tanto que no sabes de qué otra forma hacerlo explotar. Definitivamente esta es una historia que siempre voy a recordar."
"Sólo puedo decir que, tienes una hermosa manera de escribir. Me enamoré de las palabras de Edward, no creí llegar a más hasta que él dio su conceptualización del arte y cuando se describió a sí mismo. Espero poder haber captado lo que deseas transmitir."
"No es una de las mejores novelas que he leído, sin duda, ES LA MEJOR. Puedo jurarlo. Es realmente increíble. Ahora tu novela es mi pequeño gran secreto que muchas otras han leído y eso me alegra bastante por ti. Gracias por compartirla con nosotros y gracias por escribir como lo haces. No dejes de hacerlo, te mereces el cielo. Eres, como dice en una de las cartas, eres una persona que es poesía porque no tienes idea de lo que me has hecho sentir y te lo agradezco."
"Eres una excelente escritora y sacar cada carta de tu imaginación pienso que es lo más impresionante que he leído y visto, mil felicitaciones y gracias por compartir toda esta historia con nosotras, de verdad, fue fantástica."
"Eres única en tu clase ademas de increíble. Eso se refleja en tus historias, te admiro como escritora y espero con ansias tus próximos trabajos. Cambia, pero solo para ser mejor y pulir esa hermosa chica que eres."
Raquel Schreiber
22. Un intento de escritora. Me escondo entre pseudónimos. Escribo las historias que nadie quiere admitir que lee. Traductora y políglota en proceso.correo de contacto: raqueljimenez@hotmail.com※※※※※※※※※※※※※※
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Hay brújulas que están mejor perdidas. - Raquel Schreiber
Chloè Widhölz
Hay brújulas que están mejor perdidas
Copyright © 2017 por Chloè Widhölz
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Primera
UNIVERSIDAD DE WASHINGTON
Seattle, octubre 21.
Sección de Formación Profesional.
Sra. Rose Marie Welch.
[...]
Rose no podía estar más contenta ni aunque quisiera. Su sueño se estaba haciendo realidad después de tanto tiempo.
—Edward, —se dirigió hacia el chico de pelo alborotado, que dejó de escribir en su pequeña libreta para poner atención a lo que ella estaba a punto de decirle—. Me han aceptado —la chica sonrió mostrando todos sus dientes y con un brillo en los ojos que la hacía parecer más bonita a los ojos de Edward.
Compartió la felicidad de su amada, la escuchó la noche entera planificar su vida en torno a esos planes. Ella estaba tan feliz y, por supuesto, eso a él lo hacía feliz. Incluso cuando el amor de su vida se iba a ir al otro lado del mundo en cuestión de días.
Y lo único que él quería es que ella fuese su rutina.
Segunda.
No habían pasado más de veinticuatro horas desde que Rose había partido, pero yo ya la extrañaba. Cuando se está enamorado es lo que pasa: no puedes dejar de extrañar ni puedes olvidar, por mucho que lo intentes.
De cualquier manera, ya comenzaba a extrañar todos aquellos cosméticos que solían ocupar gran parte del tocador de nuestra habitación.
Caminé hacia el estudio, cogí una pluma y una hoja de papel para escribirle una carta a Rose, así para cuando ella se instalara, la carta habría llegado ya. Podría haberle mandado un mensaje de texto, cosa que ya había hecho varias veces en las horas previas, pero no había respondido.
Además, una carta nunca pasaba de moda.
¿Cómo puedo escribir para ti, Rose?
Londres te echa de menos. Muchísimo. Pero yo más. Ah, y Pipo también.
No ha pasado ni un día desde que te has ido y nuestro pequeño apartamento se siente vacío sin ti.
Espero que te esté yendo bien en la universidad y espero que no hayas conocido a nadie que te haga olvidar que me echas de menos de la misma forma en la que yo lo hago.
Nunca podría explicarte con palabras cómo tu ausencia me ha dejado un hueco en el pecho. No me quiero imaginar cuando pase más tiempo, si con tan solo un día ya estoy pasándolo un poquito mal sin ti.
Siento que no haya podido ir contigo allí, pero ambos sabemos que no puedo dejar de lado mi carrera.
Te quiero,
Edward.
Y así, analicé la carta una vez más. No sabía