Presa del amor
Por Diana Hamilton
()
Información de este libro electrónico
Era obvio que Lucenzo creía que ella no era más que una cazafortunas, pero Portia no pudo evitar enamorarse de él. Cuando le ofreció convertirse en su esposa, no sabía si es que estaba convencido de su inocencia o si tenía otros motivos más oscuros.
Diana Hamilton
Diana Hamilton’s first stories were written for the amusement of her children. They were never publihed, but the writing bug had bitten. Over the next ten years she combined writing novels with bringing up her children, gardening and cooking for the restaurant of a local inn – a wonderful excuse to avoid housework! In 1987 Diana realized her dearest ambition – the publication of her first Mills & Boon romance. Diana lives in Shropshire, England, with her husband.
Autores relacionados
Relacionado con Presa del amor
Títulos en esta serie (100)
Pasión fugaz: 'Los Brodey' Calificación: 5 de 5 estrellas5/5O amor mais querido Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa reina del jeque: Novias de jeques escandalosas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Viagem pessoal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa venganza de un hombre rico: Tres hombres ricos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5A noiva do lorde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Por ordem do príncipe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCoração solitário Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBrisa do deserto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa indiscreción del jeque: Reyes del desierto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Com todo o coração Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La princesa del jeque: 'Reyes del desierto' Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dois pequenos milagres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOs beijos do príncipe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDeliciosos prazeres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa cenicienta del jeque: Reyes del desierto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Pasión por dinero: 'Los Brodey' Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUm desejo no natal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA meio da noite Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConta-me os teus segredos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDeixa-Me amar-te Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUm perigo muito atraente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesContrato nupcial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesO coração do chefe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDoce coração Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRosas de inverno Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Reacender a paixão Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesO bebé da noiva Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesO que o dinheiro não compra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA mulher do herdeiro Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Libros electrónicos relacionados
La hija del millonario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Pasión en Sicilia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSinfonía de seducción Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna mujer decidida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSonrisas en Navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna promesa de amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLágrimas de esperanza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn malentendido Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOtra oportunidad para el amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Pecados olvidados Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El soltero más deseado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCorazón abandonado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna deliciosa distracción Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa inocencia de una mujer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBesos inolvidables Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDudas y celos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn compromiso inevitable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas Novias de Brookdale Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLecciones de pasión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn beso de tu boca Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna tentadora oportunidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna noche especial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa prometida de su hermano Calificación: 5 de 5 estrellas5/5De otro hombre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTrampa de amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn cielo lleno de promesas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCara a cara Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna boda precipitada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vida secreta de un hombre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl castillo del amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Romance para usted
50 Microrrelatos calientes Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Después de Ti Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novio por treinta días Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un orgullo tonto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dos Mucho para Tí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Resiste al motero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Contrato con un multimillonario, La obra completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Año del Billonario Vol. #1 : Conociendo su Secreto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tres años después Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un capricho del destino Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Marcada por el alfa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Prometida falsa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Contrato por amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Putita Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Vendida al mejor postor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un hombre de familia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hielo y Fuego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tesoro Oculto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esclava de tus deseos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La chica de mis sueños. Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fiesta de empresa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Padre a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Arte de amar Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Al Borde Del Deseo: Romance De Un Millonario: Los Secretos Del Multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El tutor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para Presa del amor
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Presa del amor - Diana Hamilton
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Diana Hamilton
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
Presa del amor, n.º 1332 - agosto 2014
Título original: The Italian’s Bride
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Publicada en español en 2002
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-4655-5
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
Capítulo 1
Voy yo –dijo Portia, muy alegre, cuando el estridente sonido del timbre rompió el silencio que reinaba en la casa.
Las visitas a la pequeña casa, que estaba a las afueras de la ciudad industrial de Chevington y en la que Portia había vivido con sus padres durante la totalidad de sus veintiún años, eran poco frecuentes. Teniendo en cuenta que eran más de las nueve de la noche, aquello era realmente excepcional.
Había salido ya casi del salón cuando su padre se levantó y le dijo que se quedara donde estaba. La idea de dejar al pequeño Sam con su madre ni siquiera se le había pasado por la cabeza, pero poder hablar con la persona que había llamado, aunque resultara ser alguien que estuviera perdido, sería una interrupción muy bienvenida que la ayudara a librarse de la tácita desaprobación de sus padres.
Tras envolver al bebé en la toquilla, Portia se colocó un mechón de su rubio cabello tras la oreja y abrió la puerta principal justo en el momento en el que el timbre volvía a sonar insistentemente. La sonrisa se le heló en los labios cuando vio quién esperaba al otro lado del umbral. Era un miembro del poderoso y acaudalado clan de los Verdi.
¿Cuántas veces se había dicho que nunca sabrían lo que había ocurrido y que, aunque, por algún cruel giro del destino, lo hicieran, ninguno de ellos sentiría interés alguno ni por ella ni por su hijo ilegítimo?
Parecía que no podía haber estado más equivocada. Todo lo relacionado con aquel desconocido revelaba su origen italiano. La arrogante inclinación de su cabeza, su cabello oscuro, los ojos negros, la nariz aguileña y unos sensuales labios hacían que la conexión familiar resultara más que evidente.
No era tan galán como lo había sido Vito. El gesto cínico que tenía en la boca y la dureza de sus rasgos evitaban que así fuera. Además, era mucho más alto y al menos cinco años mayor de lo que había sido Vito.
Vito, el padre de su hijo, solo tenía veintiséis años cuando murió, hacía seis semanas y cuatro días... Vito la había engañado tanto a ella como a su esposa, y probablemente también a docenas de otras ingenuas mujeres...
–¿Portia Makepeace?
Portia no pudo responder. Se había quedado muda por la sorpresa. La habían encontrado cuando no había querido que así fuera. ¿Quién sabía lo que el poderoso e influyente clan de los Verdi sería capaz de hacer? ¿Intentarían arrebatarle a su hijo solo porque el niño era uno de los suyos?
Demasiado tarde, trató de hacer lo que debería haber hecho antes: cerrarle la puerta en las narices. Sin embargo, él consiguió impedírselo y entró en el pequeño recibidor de la casa. Con los ojos entornados, miró el cabello de Portia, que, alborotado, le caía por los hombros, la vieja bata azul, que se ceñía a sus más que generosas curvas por medio de un cinturón, las ridículas zapatillas con forma de rana, regalo de su amiga Betty, y los enormes ojos grises de la joven, que, sin que ella pudiera evitarlo, se le habían llenado de sorpresa y de lágrimas. Entonces, centró su atención en el pequeño Sam, de dos semanas de vida, que Portia estrechaba protectoramente contra su pecho.
–¿Está demasiado avergonzada para hablar? Eso lo entiendo, aunque admito que es inesperado –dijo él, con voz profunda y un ligero acento italiano–, pero supongo que no va a tratar de fingir que no es lo que realmente es, una «robamaridos», o que yo no soy el tío de ese niño. Eso no convendría a sus propósitos, ¿verdad? Se alegrará de saber que la reconozco del día del entierro de Vittorio.
Portia sintió que la cabeza le daba vueltas. ¿Alegrarse ella? ¡Claro que no! Lo último que habría deseado era que un miembro de la familia Verdi la encontrara.
Sin embargo, se lo tendría que haber imaginado. ¿Acaso no le habían advertido sus padres que asistir al entierro de su amante, afrentando a su prestigiosa familia y a su esposa, sería una equivocación y un comportamiento de muy mal gusto?
Portia había ido de todas maneras. Había sentido que debía hacerlo y lo había hecho con la intención de pasar desapercibida. La bondad de su corazón había conseguido superar la conmoción que le había provocado un reciente descubrimiento. Se había enterado de que Vito nunca la había amado cuando, después de que ella le dijera que estaba esperando un hijo suyo, él la había abandonado. A pesar de todo, había necesitado despedirse del padre del niño que llevaba en su vientre, rezar por él...
Al estar embarazada de ocho meses, no había resultado fácil ocultarse y lo de pasar desapercibida había quedado en un segundo plano cuando, abrumada por sus sentimientos, se había desmayado.
Solo recordaba vagamente que la habían sacado de la iglesia. Alguien le había llevado un vaso de agua. Una mujer y dos hombres, que hablaban rápidamente en italiano, la habían contemplado con los ojos llenos de sospecha. Cuando se recuperó lo suficiente como para murmurar la dirección de su casa ante las presiones de los desconocidos, uno de los hombres había utilizado su teléfono móvil para llamar un taxi. Cuando el vehículo llegó, la habían metido en él discretamente, algo que ella había agradecido, a pesar de que, evidentemente, trataban de sacarla de allí tan rápidamente como fuera posible.
Portia había pensado, había esperado, que aquel fuera el fin de su relación con los Verdi, pero la presencia de aquel hombre en su casa demostraba que no era así.
–No tengo nada de lo que avergonzarme –replicó ella, acariciando suavemente la mejilla de su hijo–. ¡Nada!
Había amado a Vito, lo había admirado cuando él le había dicho que estaba trabajando mucho, ahorrando para abrir su propio restaurante. Lo había creído cuando él le había asegurado que la amaba y que se casarían en cuanto fuera posible económicamente.
Ella no sabía entonces que estaba casado, que todo lo que le había dicho era mentira. Le había prometido matrimonio y un final feliz a su relación porque, seguramente, había creído que aquella era la única manera de poder conseguir que Portia pasara aquel fin de semana con él. Por eso, ¿qué derecho tenía aquel hombre a contemplarla como si fuera despreciable?
–¿Por qué está usted aquí?
–Buena pregunta –respondió él secamente mientras se metía las manos en los bolsillos de un exquisito abrigo de mohair–. No porque yo lo desee. De hecho, y para que conste, yo estaba completamente en contra de que la familia se pusiera en contacto con usted. Se encontró una carta arrugada de una tal Portia Makepeace en el suelo de lo que quedó del coche de Vittorio. En ella, estaba escrita esta dirección. Era una carta histérica. Yo creí que la habría escrito una adolescente, no una mujer hecha y derecha. Entonces, recordé a la desconocida embarazada que se había desmayado durante el oficio religioso del entierro de mi hermano y la dirección que aquella mujer había dado. Después de eso, no hizo falta ser Einstein para deducir los hechos. Ese niño es de mi hermanastro.
A Portia no se le pasó por la cabeza negarlo, pero el modo en que aquel desconocido lo había explicado todo le hizo sentirse furiosa.
No estaba histérica cuando le había enviado aquella carta a Vito al elegante restaurante de Londres donde trabajaba como chef de postres. Le había escrito porque él siempre le había dicho que no le telefoneara allí porque le causaría problemas con su jefe.
Llevaba semanas tratando de ponerse en contacto con él y estaba muy preocupada al redactar aquellas líneas. La última vez que había sabido de él había sido cuando Vito la había llamado y ella le había dicho que estaba embarazada. Había estado segura en aquellos momentos que le había pasado algo terrible y que, por eso, no se había puesto en contacto con ella. Después, se había enterado de que se había lavado las manos en todo lo que se refería a ella, que todo lo que le había dicho habían sido mentiras. Poco a poco, había ido aceptándolo.
–Siento mucho no ser William Shakespeare –replicó ella, sarcásticamente, a pesar de que estaba temblando–. Ahora, me gustaría que se marchara.
–Está forzando su suerte, ¿verdad? Tal vez le tome la palabra e informe que esta visita ha resultado un fracaso –dijo él con una ligera sonrisa en los labios que desapareció rápidamente–. Sin embargo, estoy seguro de que no es eso lo que usted tiene en mente.
El recién llegado se habría apostado una buena suma a que estaba en lo cierto. A pesar de la impresión que podría haber dado aquella carta tan desquiciada, en la que se hablaba de planes de boda y del bebé, estaba seguro de que aquella mujer no era ninguna estúpida. Habría continuado bombardeando aquella dirección, que era la del carísimo restaurante que Vittorio había frecuentado habitualmente, con cartas. No obstante, tenía la certeza de que el tono de las mismas habría cambiado después del nacimiento del niño, cuando seguramente habría pasado a exigir una pensión alimenticia o Dios sabe qué más cosas. Sin embargo, Vittorio había muerto trágicamente tras el volante de uno de los rápidos automóviles a los que era tan aficionado.
Mientras la observaba atentamente suspiró. Tal vez se hubiera sentido inclinado a concederle el beneficio de la duda si no hubiera sido por el modo en el que había irrumpido en la ceremonia religiosa antes del entierro. Estaba seguro de que había fingido aquel desmayo para asegurarse de que no pasaba desapercibida. ¡Como si, vestida con un raído abrigo marrón, en un avanzado estado de gestación y sollozando sobre un enorme pañuelo, hubiera podido evitar que los elegantes miembros de la familia Verdi se fijaran en ella!
Aquella había sido la actitud de una mujer que está dispuesta a plantear problemas. Suspiró. No le gustaba lo que iba a tener que hacer. Sin embargo, su padre, tras conocer el contenido de aquella carta, había sido inflexible.
–Portia, ¿qué estás haciendo? ¿Quién es este hombre? –preguntó en aquel momento Godfrey Makepeace, tras salir del salón.
–No ocurre nada, papá –respondió ella, volviéndose hacia su progenitor.
Notó que su padre estaba muy tenso,