Relatos alterados
Por Manuel Cubedo
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¿Quién está a salvo de sus propios delirios?
Dieciocho relatos que te harán descubrir tus delirios y que te trasladarán a los límites difusos entre realidad y ficción.
Relatos alterados (2016) son historias de personajes-límite que buscan su identidad (o huir de ella) y el sentido (o sinsentido) de su vida, en los confines de la cotidianidad, donde brota el delirio como única vía para aceptar la realidad.
Relatos prisioneros del embrujo de escribir que irradian pasión por la literatura y que nos transportan a un territorio fronterizo donde la ficción se acaba convirtiendo en una necesidad.
Con claros tributos a Poe, a Borges o a Kafka y expresas referencias a Paul Auster o Enrique Vila-Matas el autor da forma, con estilo propio, a su delirio único y personal: el delirio creador y la ficción como forma de asentarse en la realidad.
Manuel Cubedo
Manuel Cubedo Fort (Barcelona, 1963). Es abogado, pero tras años de esquizofrenia vital se confiesa escritor. No es su primer libro ni su primera ficción, pero irrumpe con Relatos alterados resucitando una vieja enfermedad para trasladarnos su delirio particular, su obsesión personal y enfermiza: su pasión por los libros y la ficción.
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Relatos alterados - Manuel Cubedo
© 2016, Manuel Cubedo Fort
© 2016, megustaescribir
Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN: Tapa Blanda 978-8-4911-2541-9
Libro Electrónico 978-8-4911-2542-6
ÍNDICE
NOTA INTRODUCTORIA
A MODO DE PRÓLOGO
JUEMAI ASDRÚBAL
LA BÚSQUEDA
EL HUESPED
EL ESPÍA
LA VIEJA ENFERMEDAD
SALTOS
CONFUSIÓN
AMISTAD
EL DIARIO DEL ABUELO
EL FABULADOR
PRÓBOLOS DE LA LUZ
SALA DE ESPERA
EL TUBO
EL OLVIDO DE TU NOMBRE
JUANI
EL CASO DE C.
AUSENCIAS
NOTA INTRODUCTORIA
Dice Carlos Castilla del Pino -reputado psiquiatra y ensayista- que el delirio salva al delirante del sufrimiento que el estar en la realidad, y la aceptación de sí mismo a que ella le obliga, le deparan
¹. De una forma extraña, la tesis de aquel libro, perdido en mi biblioteca, fue como una revelación. Con el paso del tiempo alumbró los primeros relatos que empezaron a componer este volumen mediante planteamientos delirantes con los que distintos personajes-límite intentaban superar su realidad. Después el volumen cobró su propia vida y se independizó. Evolucionó entonces hacia mis propios delirios -la literatura y la escritura- de los que nunca he estado libre -o los que me han liberado- y con los que intento desde hace años asentarme -o huir- de mi realidad.
Parte de los relatos podrían adscribirse al subgénero detectivesco y otra parte al fantástico. El tertium genus
podría venir constituido por delirios de escritor que reflejarían, también en modo fantástico, las grandezas y miserias de proceso creador. Confío que el lector, con la lectura de unos y otros, vaya recreando sus propios delirios y acabe este libro con su firma. Como alguien dijo una vez es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios y yo, su redactor
. Acaso huelgue añadir que prólogo (de mi querido Ricardo Moraira) y epílogo -aun cumpliendo su misión en el conjunto del volumen- no son sino dos relatos más (y quién sabe si quizás también lo sea esta nota introductoria).
Las citas y referencias expresas a escritores admirados no me liberan de su influjo -ni lo pretendo (tras esta misma introducción podría estar Borges)-. Unas son voluntarias y otras serán inconscientes. Por eso no soy del todo inocente al evocar o dedicar un tributo a Edgar Allan Poe, a Franz Kafka (o Josef K.), a Paul Auster o a Enrique Vila-Matas, y a otros muchos que ahora no recuerdo, siempre desde el respeto y admiración.
Para Moira, mi delirio.
A MODO DE PRÓLOGO
Por Ricardo Moraira.
He aceptado gustoso la invitación del autor para incluir mi comentario en este volumen de relatos. Nuestra amistad de tiempo inmemorial -data casi de la infancia y son ya casi 40 años- y, en cierto modo, nuestras vidas paralelas
(con nuestras pequeñas rivalidades a lo largo del tiempo, nuestras coincidencias y divergencias), me impedían declinar el ofrecimiento.
---Eres el más indicado, Ricardo--- me dijo. Tú mejor que nadie me conoces y sabes que compartimos esa obsesión enfermiza por los libros y el embrujo de la ficción.
Y es cierto que yo también, igual que el autor, siento la pasión por los libros. Por eso hemos vivido siempre escindidos, hoy no me cabe duda, entre dos mundos paralelos. Cómo hemos conseguido sobrevivir a la escisión, al desajuste de tamaña alteridad, es algo que seguimos sin explicarnos ninguno de los dos. Comparto con el autor, por consiguiente, esa afición de leer y de escribir. En él, sin embargo, los efectos de dicha esquizofrenia rozan la enfermedad.
El primer mundo consiste en lo que podemos llamar la realidad: la biografía de cada cual y su situación personal, las familias de origen, de procreación y de restitución --como dicen los antropólogos-, el trabajo cotidiano y todas las demás cuestiones del día a día.
El segundo mundo lo constituye la ficción, y viene representado en lo inmaterial, por las lecturas de cada cual (o lo que queda de ellas
como diría Frank McCourt), y en lo material, por los libros, por las bibliotecas, entes materiales y espacios físicos que atestiguan la existencia real de nuestra frivolidad.
No creo equivocarme si aventuro la hipótesis del descubrimiento de este segundo mundo por la inconsistencia y problemática del primero. El mundo de la ficción fue, a mis catorce años, una especie de tabla de salvación ante una realidad adversa: un océano inmenso y desconocido en el que un día puse el pie y en el que, poco después y con cierta cautela, me sumergí a intervalos regulares (alternando la lectura de cómics o tebeos como se decía entonces), sin prever lo que más tarde ocurriría: que en las profundidades de aquel abismo habitaba un monstruo marino que, en un descuido, me atraparía, y me llevaría hasta el fondo. Nada pude hacer por remediarlo: el veneno estaba inoculado y ya no pude salir de allí. Hoy sigo condenado irremisiblemente en sus profundidades vagando de aquí para allá, complacido de la borrachera y sin intención de encontrar salida alguna.
Leer --y también escribir- me sumerge (me consta que igual que al autor) en ese mundo inconsistente y repleto a la vez de desafíos y misterios y de distintos caminos (a veces laberintos) como si la biblioteca entera --la inmaterial, no la real- fuera un extraño enjambre de abejas de infinitas celdillas, un hormiguero con sus galerías o la caprichosa senda de la carcoma en la madera, con infinidad de pasillos, en los que unos llevan a otros, como si los libros (y por tanto sus autores), repletos siempre de otras referencias, estuvieran conectados en una especie de cultusfera invisible --una caverna sólo transitable en las redes neuronales universales- mediante pasadizos secretos que uno puede explorar sin moverse de un sillón, más que para constatar físicamente el detalle de una y otra referencia, cuando vienen a colación, para aventurarse más detalladamente por alguno de aquellos ocultos pasadizos en particular. Hoy tengo claro que aquellas extrañas conexiones y parajes son una de las formas etéreas a través de las que se va transmitiendo el conocimiento, la cultura y las historias. Todo esto a veces es un don, pero otras veces es una enfermedad, una adicción, una tragedia: una afección mortal cuyo virus carece de cura. Eso le pasa al autor.
El conflicto entre ambos mundos, ya lo habrá deducido el lector, es irreconciliable.
Para agravar las cosas -y tal como funciona el cerebro- determinadas situaciones vitales y acontecimientos del primer mundo quedan por siempre cerebralmente conectados con las escenas de los libros objeto de lectura en cada momento. Entonces la confusión y el caos son completos y el delirio, irreversible.
Todo ello ha ido construyendo el particular estado alterado del autor: una doble vida, una vida paralela en dos mundos, difícil de articular. La tensión entre estos mundos constituye esa particular y querida esquizofrenia vital a la que me he referido.
Todo esto lo comparto con el autor.
Este libro nació --según me contó el autor y reconoce en su nota introductoria-- debido a otro libro que, sin saber cómo, llegó a sus manos. Estaba oculto o perdido en su biblioteca o, simplemente, esperando su momento. Un libro que, según me confesó, ojeó varias veces, pero nunca llegó a leer al completo. (Pero ya se sabe que para disparar la inspiración ni es necesario tal extremo). Sin saber exactamente qué parte de su contenido le motivó a escribir (insisto, lo leyó a fragmentos), me aventuro a pensar que bastaba su título y la tesis principal del mismo para mantenerle inquieto durante bastante tiempo. (Y aquí abro voluntariamente un pasadizo secreto por el que puede aventurarse el lector). Es de un reputado psiquiatra y se titula El Delirio: un error necesario
. Lo inquietante de la tesis del libro --por otro lado, totalmente corroborada por la forma en que el ser humano conduce su existencia- estriba en aceptar que vivir temporal o definitivamente en el delirio (diríamos nosotros en cualquier género de locura: la locura mínima cotidiana del auto-convencimiento o una locura severa de las que te internan en un psiquiátrico), no es más que una forma de soportar la realidad. (Algunas veces puede ser incluso la única forma de soportarla).
Pero las locuras, según me parece a mí, pueden ser, como he dicho, leves y cotidianas o severas y entre ambos extremos hay todo un espectro en el que nos movemos a lo largo de nuestra existencia, pero la amplia franja tiene en común un rasgo inconfundible: nos sitúa más o menos lejos (o cerca, según se mire) de la realidad. O