Las heridas me las hice yo
Por Lema Mosca
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Un libro inquietante que recuerda a otros escritores herederos de Poe pero con un aire contemporáneo, fresco, peligrosamente actual.
Las heridas me las hice yo reúne dieciséis relatos donde lo siniestro se mezcla con lo cotidiano, la maldad y la ternura se confunden y el amor desaparece bajo la niebla de la noche. La locura, el poder, el sufrimiento y la muerte funcionan como plataformas sobre las que se construyen estas historias inquietantes y fascinantes a la vez. Son, al mismo tiempo, diferentes maneras de cuestionarse sobre los miedos y las obsesiones del ser humano.
Lema Mosca
A. Lema Mosca nació en Uruguay, en 1988. Es una de las voces más interesantes de su generación, especialmente en la narrativa de suspense. Integrante fundador de la Generación Once, dirigió la revista ONCE desde 2011 hasta 2013. Algunos de sus cuentos y poemas aparecen en diversas revistas y webs. Ha publicado los libros De esta manera tan inusual (2012), Un mundo de nadas (2013), El silencio de las sombras (2014), Las heridas me las hice yo (2016) y El hombre sin rostro (2017). Actualmente vive en Madrid, España.
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Las heridas me las hice yo - Lema Mosca
Las heridas me
las hice yo
Lema Mosca
MGElogo%20444444%20grey-final.jpgTítulo original: Las heridas me las hice yo
Imagen de cubierta de Lema Mosca
Primera edición: Mayo 2016
© 2016, Lema Mosca
© 2016, megustaescribir
Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN: Tapa Blanda 978-8-4911-2565-5
Libro Electrónico 978-8-4911-2566-2
Contents
#1: Locura
Las heridas me las hice yo
Las hermanas
Little people
Una más del mundo
#2: Poder
El amanecer los encontrará juntos
Un fin a las cosas
Sin culpa ni remordimiento
El puchero
#3: Sufrimiento
El hombre que escuchaba la electricidad
La mujer y la guitarra
Como una película en cámara lenta
Tiembla de amor
#4 Muerte
Las fotografías de las hermanas Saint-Joan
El silencio
La niebla
Mise en abyme
¿No es su alma, acaso, pobreza y suciedad
y un despreciable bienestar?
Friedrich Nietzsche
El hombre olvida que es un muerto
que conversa con muertos.
Jorge Luis Borges
#1: Locura
Las heridas me las hice yo
cómo, pero por qué, sí, las heridas me las hice yo, para demostrarme a mí misma que aún tengo sangre en el cuerpo, para creer que aún estoy viva, no, yo no tengo que demostrarle eso a nadie, solo a mí, con eso basta, porque si no lo hago, con el tiempo empiezo a creer que el tiempo no existe, porque los días y hasta los momentos son todos diferentes pero aquí es siempre lo mismo, como un pasillo sin paredes, como un tubo sin esquinas donde estoy metida, aquí todos tenemos la misma edad, nadie cumple años y pienso que mi vida aquí adentro es como un cuadro, uno expresionista, solo un momento detenido, uno que ni siquiera es real, así que cuando veo caer las gotas rojas me convenzo de que eso sí existe, de que está sucediendo, de que no es un sueño o algo inventado que se le parezca, a veces creo que hasta los sueños, que son nuestro mayor secreto, no existen en verdad o será que lo otro es la nada y la nada misma hace que todo sea un sueño, quién sabe, porque continuamente vienen a mí imágenes que en algún rincón de mi cabeza resuenan como ciertas pero que ahora son solo fotografías, cosas estáticas, entonces descubro que no existe movimiento en ellas pero la existencia es movimiento, movimientooooo, todo lo demás es nada, y aquí no hago otra cosa que pensar, pensar todo el día, toda la noche, y con eso aparecen los recuerdos, como cucarachas que entran por las rendijas de la puerta y se arrastran por el piso blanco, trepan a la cama y se meten por mis orejas, así son mis recuerdos y siempre vuelvo al mismo, siempre regreso a ese eterno resplandor de una mente que quiere volverse cuerpo, que quiere ser algo, pero que es la imagen de la misma muerte, la cara de la desgracia con la que vivo desde entonces, desde mucho antes, porque no fue la visión de esa cosa la que me puso así, fue la decisión de mi hermano, el acto en sí mismo, el arrebato de egoísmo, la falta de consideración y la posterior sensación de saber que no fue de esa manera, que algo raro sucedía, que las cosas no eran como se las mostraba o como se nos hacía creer, yo siempre lo supe, muy adentro mío, en silencio, sin decírselo a nadie, en silencio sí, porque nadie me creería, pero yo sabía que él, que mi hermano, no estaba muerto, que no lo estaba, que no lo había logrado pese al deseo, noooooooo, así que cuando vinieron a contármelo yo no les creí, enseguida pensé que se trataba de una broma, de una broma terrible, pero después vi llegar a mamá con los ojos empapados en lágrimas, colorados como cuando corta cebolla y entonces sí se me reveló que aquello había sucedido, pero no lo podía entender, cómo iba a ser cierto, mi hermano, mi hermanito, si era apenas un muchacho, si le quedaba toda la vida por delante, aunque fuera mala, horrible como lo es la mía, pero vida al fin, todo eso me pregunté, tratando de entender por qué la muerte es tan seductora que siempre logra, tarde o temprano, enamorarnos a todos, y traté, claro que sí, traté de justificarlo, como hacemos siempre, él lo eligió así, fue su decisión, debemos respetarlo, todo eso me dije, sí, todo eso me dije, pero en el fondo no podía creerlo, noooooo, no podía compartir esa idea terrible si mi hermano, mi hermanito, ya no estaba entre los vivos, así que me puse muy nerviosa, ahí comenzó todo, la cabeza se me empezó a llenar de preguntas y parecía un torbellino, me pasaba las noches pensando sin parar, gritándole a mi cabeza que se detuviera, que me dejara en paz por un segundo, que se callara, pero no lo hacía sino que cada noche parecían reforzarse las preguntas, los miedos, las incertidumbres y me cuestionaba si estaría volviéndome loca, pero qué es la locura sino una hermosa forma de irnos desgajando de este mundo, poco a poco, como los pétalos de una flor en otoño, y cuando pensaba en eso entonces no me parecía tan cruel y no me importaba enloquecer, pero extrañaba a mi hermano, a mi hermanito, como si la separación del cuerpo se hubiera llevado todo lo demás, como si la muerte pudiera alejarnos de todo y separarnos hasta de los recuerdos, entonces me empeñé en recordar su rostro, solo eso, como si él no fuera más que un rostro y tanto lo pensé que llegué a grabármelo en las retinas, así que cada vez que cerraba los ojos lo veía, con su carita de muchacho, la cabeza rapada como una bola, la barba apenas pronunciada como una mancha, los ojos negros con pestañas largas, el labio superior desdibujado por una cicatriz de la infancia y cuando lo veía, él me sonreía y los dos éramos felices, como cuando éramos niños, por eso quise ir con los demás cuando fueron a cremarlo, porque quería ver su rostro o lo que quedara de él, quería tener una última imagen, tatuármela en el cerebro para que no se borrara nunca más, yo no pensaba que aquello fuera a suceder, yo no sabía que el destino juega esas pasadas, porque ni siquiera creo que el destino pueda proponernos un juego, y no estaba preparada, claro que no estaba preparadaaaaaaa, no, no, no, pero cómo enfrentarme a esa sorpresa, si yo esperaba otra imagen que la que encontré al abrirse el ataúd, porque aunque era él, allí estaba lo extraño, lo inesperado, se me estaba revelando la inquietud que me carcomió todos esos años, entonces yo tenía razón, era algo que no debió ser, allí, en lo que estaba viendo, se mostraba lo incierto y era tan cruel ver su cuerpito y cómo explicar su cabello, su barba inmensa, qué había más allá, necesitaba, aún necesito, una explicación para el hecho porque ver eso fue tan siniestro que no pude contenerme y desde entonces estoy en este lugar blanco, tan luminoso