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Unos meses de mi vida: Octubre 2022 - marzo 2023
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¿Houellebecq actor porno? ¿Houellebecq racista, antimusulmán y apologeta del odio? Las dos polémicas que han sacudido al autor.
Entre 2022 y 2023, el escritor se convirtió en el centro de dos polémicas que, según confiesa, le han pasado factura personal. Por un lado, el filósofo Michel Onfray mantuvo con él una conversación-entrevista en la que Houellebecq opinaba sobre la islamización de Europa y las hipotéticas reacciones violentas que provocaría: por sus palabras podía interpretarse que vinculaba a los musulmanes con la delincuencia. Se armó un escándalo y el rector de la Gran Mezquita de París amenazó con querellarse. El escritor matiza aquí sus polémicas declaraciones.
La otra controversia está relacionada con su participación en un proyecto del colectivo artístico holandés Kirac, que se anunció como una película pornográfica protagonizada por Houellebecq. El autor cuenta este caso, en el que se sintió engañado y manipulado, por lo que acudió a la vía judicial para tratar de impedir la difusión de la cinta.
¿El eterno polemista se convierte en víctima de la sociedad del espectáculo, en la que siempre se ha movido como pez en el agua? Houellebecq, explica en este libro la tensión vivida y habla de la crisis de las sociedades occidentales, las felaciones, su relación con la pornografía, Pablo Picasso, Baudelaire… Una vez más, deslumbrará o irritará, pero no dejará a nadie indiferente.
Autor
Michel Houellebecq
Michel Houellebecq (1958) es poeta, ensayista y novelista, «la primera star literaria desde Sartre», según se escribió en Le Nouvel Observateur. Su primera novela, Ampliación del campo de batalla (1994), ganó el Premio Flore y fue muy bien recibida por la crítica española. En mayo de 1998 recibió el Premio Nacional de las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura francés. Su segunda novela, Las partículas elementales (Premio Novembre, Premio de los lectores de Les Inrockuptibles y mejor libro del año según la revista Lire), fue muy celebrada y polémica, igual que Plataforma. Houellebecq obtuvo el Premio Goncourt con El mapa y el territorio, que se tradujo en treinta y seis países, abordó el espinoso tema de la islamización de la sociedad europea en Sumisión y volvió a levantar ampollas con Serotonina. Las seis novelas han sido publicadas por Anagrama, al igual que H. P. Lovecraft, Lanzarote, El mundo como supermercado, Enemigos públicos, Intervenciones, En presencia de Schopenhauer, Más intervenciones y los libros de poemas Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad, Renacimiento (reunidos en el tomo Poesía) y Configuración de la última orilla. Houellebecq ha sido galardonado también con el prestigioso Premio IMPAC (2002), el Schopenhauer (2004) y, en España, el Leteo (2005).
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Unos meses de mi vida - Michel Houellebecq
Índice
Portada
2022
2023
Notas
Créditos
2022
El suceso más mediático, pero no el más grave, de mi último trimestre de 2022 fue la polémica que suscitó mi entrevista con Michel Onfray en el número especial de la revista Front Populaire. Tiendo a ver en ella, más que una controversia de serias implicaciones, un avatar de mis sempiternos berrinches con los musulmanes. Empleo adrede esta palabra infantil para subrayar ante todo lo estúpidas que son estas disputas, estupidez, no vacilo en confesar, de la que en gran medida soy responsable.
Es particularmente cierto en el primer episodio, que dio lugar a un juicio en 2002, el año siguiente de la publicación de Plataforma, a raíz de una entrevista en la revista Lire. Es innegable que soy el principal culpable, de algunas de mis frases emana una agresividad que en la práctica nunca llego a sentir, pero perseguirme por «incitación al odio racial» tampoco era muy pertinente. Era innecesariamente ofensivo, y sobre todo estaba totalmente fuera de lugar. Como todo el mundo sabe, el islam no es una raza, sino una religión practicada en las cuatro esquinas del mundo por los grupos étnicos más diversos.
No solo el islam no es una raza, sino que tampoco lo es el islamismo: eso lo sabíamos un poco menos antes del cruento atentado de Bali, que tanto se asemeja al de Plataforma.
Mi única disculpa –que no es desdeñable– es que yo no había releído esa entrevista. En una entrevista oral no solo se puede decir cualquier cosa, sino que a menudo es necesario hacerlo, o lo es al menos para algunas personas que necesitan expresar opiniones extremas, y hasta contradictorias, antes de definir la suya; que necesitan, en cierto modo, empezar explorando el abanico de discursos posibles. Yo soy, evidentemente, una de esas personas.
En el origen del conflicto aparece una tercera fuente de idiotez, aunque en este caso más bien se trata de maldad. Este asunto nunca habría existido sin el editorial asesino de Pierre Assouline. Assouline me persigue desde hace tanto tiempo con un odio tan feroz que he renunciado a determinar su causa. Cuando lo vi a él también, como director de una publicación, en el banquillo de los acusados, pensé en la famosa parábola del escorpión que en medio de la crecida de un río pica el lomo del hipopótamo que le permite atravesarla y los condena a los dos a una muerte segura; o sea, me pareció que él merecía estar allí tanto como yo o más.
El segundo episodio ocurrió en 2015, a raíz de la publicación de mi novela Sumisión. Esa vez no fui yo quien pecó de estupidez. He mantenido en todo momento, y lo sigo manteniendo, que Sumisión no es en absoluto una novela «islamófoba», y además ningún responsable religioso de la comunidad musulmana ha formulado esa acusación. La estupidez, pues, tampoco era achacable a los musulmanes, sino a la habitual jauría de cretinos mediáticos que me sigue los pasos. ¿Necedad o maldad? Pierre Assouline es muchas cosas desagradables, pero no es estúpido, al menos no del todo. Cabe dudar respecto a otros como Ali Baddou, pero hay que verlo caso por caso.
Si bien Sumisión no es una novela islamófoba, es, sin ninguna duda, una novela profundamente ambigua, y lleva la ambigüedad al extremo en su última frase. Uno de los elogios literarios más singulares que me han hecho fue el de Emmanuel Carrère al comparar esa frase, «No tendré nada que lamentar», con la de 1984: «Amaba al Gran Hermano». En efecto, «No tendré nada que lamentar» puede significar perfectamente «Tendré que lamentarlo todo». Y ese «todo» no es la exitosa conversión a la fe católica de Huysmans malograda por su exégeta un siglo más tarde. Ese todo es Myriam, su amante judía perdida. Pero volveré de un modo más desgarrador sobre este tema del amor perdido y del remordimiento por haberlo perdido totalmente por su culpa en Serotonina, mi siguiente novela.
Cambio a mi vez de tema, hablo demasiado de mí. Volviendo a aquella entrevista con Michel Onfray, debo admitir que me sentí abochornado al releer los pasajes que criticaba el rector de la Gran Mezquita de París. Porque en este caso, sin la menor duda, yo había releído la entrevista. Es cierto que se trataba de una entrevista excepcionalmente larga, y mi atención había podido decaer en algunos pasajes, pero eso no era excusa: habida cuenta de mis desaciertos con el islam, debería haber prestado una atención especial a esos pasajes.
Estaba avergonzado, pero no sabía qué hacer; entonces intervino Haïm Korsia, Gran Rabino de Francia, para facilitar un posible encuentro. A mi entender, solo un responsable religioso de la comunidad judía podía tener éxito en esa misión. Por motivos que renuncio a dilucidar, solo estaba dispuesto a otorgar mi confianza a un responsable de dicha comunidad.
Un poco por costumbre, en algún lugar yo había calificado de ambiguos los extractos que se me reprochaban; en cuanto al primero, por desgracia, era peor. Era tan precipitado, tan aproximativo, que resultaba simplemente falso y hasta estúpido. Lo reproduzco, puesto que debo hacerlo:
Yo creo que el deseo de la población francesa «de pura cepa», como suele decirse, no es en absoluto que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarles y agredirlos, en suma, que respeten la ley y les respeten. O bien, otra buena solución es que se vayan.
Es normal que el rector de la Gran Mezquita de París haya entendido, al leer este texto: «Usted dice que todos los musulmanes son unos ladrones». Lo lamento sinceramente, y pido disculpas a todos los musulmanes a los que haya podido ofender; es decir, me temo, a casi todos los musulmanes. No era lo que yo pensaba, pensaba incluso casi lo contrario. Reniego, pues, sin vacilar de este texto idiota, que quiero sustituir por el siguiente:
En mi opinión, el deseo de una gran parte de la población francesa «de pura cepa», como suele decirse, no es ante todo que los musulmanes se asimilen. Todas esas historias del velo, del burka, de los alimentos halal, etc., les tendrán completamente sin cuidado cuando dejen de considerar a los musulmanes una amenaza para su seguridad; y ese es un fenómeno que no tiene nada que ver con la reflexión. Cuando reflexionan, esos «franceses de pura cepa» se dan cuenta de que la práctica de una religión no es compatible con
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