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Historias cojonudísimas
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Libro electrónico58 páginas41 minutos

Historias cojonudísimas

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Unos relatos tan impactantes y surrealistas como la vida misma.

En estos relatos narrados con su peculiar humor negro y absurdo, Enrique García López-Corchado retrata una diversidad de excéntricos personajes que ilustran la crudeza de nuestra existencia en una sociedad donde no queda demasiado espacio para la sensatez, la justicia o la solidaridad.

En suma, estas páginas habrán alcanzado su propósito si el lector reflexiona sobre las cuestiones que verdaderamente trascienden. ¿Por qué el hombre y la mujer se parecen tanto sin gafas? ¿Cómo arroparemos la mandrágora en un orificio trompetero? ¿Mejor la cerveza de grifo o de botellín?

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento3 feb 2016
ISBN9788491123514
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    Historias cojonudísimas - Enrique García López-Corchado

    Historias

    cojonudísimas

    Enrique García López-Corchado

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    Título original: Historias cojonudísimas

    Primera edición: Febrero 2016

    © 2016, Enrique García López-Corchado

    © 2016, megustaescribir

    Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:   Tapa Blanda             978-8-4911-2352-1

                   Libro Electrónico   978-8-4911-2351-4

    Contenido

    Abducción

    Razón de ser

    La abuela no está en casa

    The lover fly history

    Consideraciones intempestivas

    Sacrilegio en la cartuja

    No me hables de la siesta

    Leche entre los bigotes

    Nada bajo tu pelo

    Hábeas corpus

    Sobre el autor

    A mí, por estar siempre conmigo

    cuando más me necesito

    Reírse de todo es de tontos,

    pero no reírse de nada es de estúpidos

    Erasmo de Rotterdam

    Abducción

    Ínclito profesor:

    Como tantos anónimos lectores que cada semana aguardan la cita con sus inestimables consejos, publicados en la sección esotérica de la revista divulgativa que usted dirige, quisiera conocer su erudita opinión sobre los singulares acontecimientos que recientemente han protagonizado mis trémulas carnes.

    Al compartir tan traumática experiencia, ansío tal vez conjurar los temores, frustraciones y recelos que, desde entonces, me impiden conciliar el sueño, tricotar y guarnecer abalorios entre los gamusinos.

    Sucedió inopinadamente la víspera de un día cualquiera, a esa hora tornadiza del crepúsculo en que dormitan los rumiantes y revolotean traviesos los avestruces.

    Tras mi anodina jornada laboral, regresaba al hogar en autobús, soportando con dignidad toda suerte de pisotones, estornudos en el cogote y demás incidencias que amenizan ese populoso medio de locomoción.

    Aunque mi adusto semblante aparentase una entereza acorde con las circunstancias, me inquietaba recordar la luctuosa escena que, cada tarde, se reproducía al atravesar el umbral de mi reducto familiar: mi esposa apostada tras la puerta, reprendiéndome con mirada torva y esgrimiendo un mazo de mortero, presta a depositar una tunda de leñazos sobre mis costillas; entretanto, mis pequeños bastardos coreando atropelladamente «julandrón, cornudo pero contento, petimetre, amén de otros vituperios que olvidamos balbucir»; y, para más inri, el macaco encaramado al frigorífico, mondando cacahuetes y espulgándose con indiferencia.

    Enfrascado en tal diáspora evocativa, advertí de pronto que el autobús se encontraba detenido. Con creciente incredulidad, fui cobrando conciencia de la extraña situación que me rodeaba, pues los demás pasajeros también estaban inmóviles, y además tan blanquecinos como estatuas de alabastro.

    A mi vera, una mano estática poblada de dedos y recubierta con piel empuñaba el paraguas que sostenía una señora de pelo cano, yerta como el maniquí de un escaparate. Más allá, una joven embutida en un traje de neopreno permanecía rígida con los labios entreabiertos y los ojos entornados, junto a un muchacho paralizado mientras se pellizcaba sin disimulo la entrepierna.

    Todo el

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