Libro electrónico130 páginas3 horas
La misión perfecta
Por Cathie Linz
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Había llegado la hora de que aquel seductor empedernido pagara sus deudas...
La periodista Cassandra Jones, después de su cambio de imagen, era la mujer perfecta para aquella misión.
Aunque también era cierto que pasar toda una semana pegada a aquel guapo y encantador héroe no iba a ser ninguna delicia para ella. Estaba claro que el sexy Sam Wilder no perdería un minuto con Cassie, una apocada morenita con gafas... Sin embargo, se convirtió en todo un caballero para la explosiva rubia Cassandra. El problema era que, cuanto más se acercaba Sam, más lo deseaba Cassie y menos fuerzas tenía para contenerse.
¿Sería cierto que los hombres las preferían rubias... o habría algo más profundo que eso? ¿Podría ser ese el caballero que curara las heridas del corazón de Cassie... y le enseñara a amar de nuevo?
La periodista Cassandra Jones, después de su cambio de imagen, era la mujer perfecta para aquella misión.
Aunque también era cierto que pasar toda una semana pegada a aquel guapo y encantador héroe no iba a ser ninguna delicia para ella. Estaba claro que el sexy Sam Wilder no perdería un minuto con Cassie, una apocada morenita con gafas... Sin embargo, se convirtió en todo un caballero para la explosiva rubia Cassandra. El problema era que, cuanto más se acercaba Sam, más lo deseaba Cassie y menos fuerzas tenía para contenerse.
¿Sería cierto que los hombres las preferían rubias... o habría algo más profundo que eso? ¿Podría ser ese el caballero que curara las heridas del corazón de Cassie... y le enseñara a amar de nuevo?
Autor
Cathie Linz
Cathie's interest in writing began at an early age, when her older brother got a Tom Thumb typewriter. Only three at the time, she loved pounding on those keys! When she reached the third grade, Cathie received Second Prize award for her Class Knowledge Fair project. It was a "book" - three pages long, typed, single-space, about her summer spent with her grandfather who'd retired to Ajijic, on the shores of Lake Chapala, in Mexico. Knowing that writing was not a financially secure career choice, Cathie went to college and got a job as Head of Acquisitions at a university law library in the Chicago area. When she had to have emergency surgery, she realized that life isn't open-ended and if she wanted to write, she needed to start now. While still living at home, she gave herself a year to be published. Her first publisher, Dell, called within two weeks of the approaching deadline to buy her first book. After writing 12 books for Dell's successful Candlelight Ecstasy line, Cathie began writing for Silhouette Desire. Since then, she's also written for Silhouette Romance and Harlequin Duets. She writes her books in her home office suite, looking out on a small creek and woods. In the winter, sometimes a deer or two will walk by. Her hobbies include reading (she has over 4,000 romances in her keeper library), traveling (she sets books in places she's visited - from the Alps to Bermuda, and Oregon to New Hampshire), and collecting artist teddy bears (she got hooked on this unusual hobby after researching for a book where the heroine designed teddy bears. Cathie now has over 50 one-of a kind bears in her collection). She is also an accomplished photographer. Cathie lives in the Chicago area with her family and two cats. She lives near fellow Silhouette authors Lindsay Longford and Suzette Vann, as well as New York Times bestselling author Susan Elizabeth Phillips. This rowdy foursome often hangs out at "Chile's" plotting their next masterpiece. Cathie is the one eating the steak fajitas.
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La misión perfecta - Cathie Linz
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2003 Cathie L. Baumgardner
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
La misión perfecta, n.º 1789 - septiembre 2014
Título original: Sleeping Beauty & the Marine
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Publicada en español en 2003
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-4706-4
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
Capítulo 1
HABÍA llegado la hora de devolvérsela al capitán de Infantería de Marina Sam Wilder. Y Cassandra Jones era la persona adecuada para hacerlo.
Observándolo acercarse, Cassie entendió por qué era tan popular con las mujeres; aquellos ojos tan azules en contraste con el pelo oscuro, las facciones marcadas... era un bombón.
–Siento llegar tarde, señorita –se disculpó Sam, con una sonrisa en los labios.
Desde la melena rubia platino a la camiseta ajustada, Cassandra Jones era un don de la Naturaleza. Aunque no había sido siempre así, todo lo contrario.
Pero eso era irrelevante. Estaba en el cuartel general de la Infantería de Marina en Quantico por una sola razón: su carrera.
Cassie amaba su profesión de periodista. Y agradecía que su editor tuviera en ella suficiente confianza como para encargarle una serie de artículos titulados Una semana en la vida de un héroe americano. Pero no le gustaba que el héroe elegido fuera precisamente el capitán de Infantería de Marina Sam Wilder.
Aunque estaba segura de que él no lo recordaría, no era la primera vez que sus caminos se cruzaban y hubiera preferido comer cristales a tener que tratar de nuevo con él. Pero había que aceptar lo bueno y lo malo en la vida. Era una lección que aprendió de niña y que no olvidó nunca.
En su infancia hubo más momentos malos que buenos, pero las cosas habían cambiado desde entonces. Tenía un buen puesto en la revista Capital y un trabajo que hacer.
De modo que allí estaba. Y llevaba media hora esperando que apareciese.
–Pensé que los militares se enorgullecían de su puntualidad.
Sam notó cierto tono de hostilidad y se preguntó si sería una reportera de las que desprecian el ejército y a los militares. El patriotismo estaba de moda en Estados Unidos, pero aquella mujer parecía tener ideas propias.
Los pantalones negros y la camiseta blanca que llevaba no podrían considerarse provocativos... si no fuera porque la camiseta era un poco demasiado ajustada y tenía un letrerito que decía: Chica dura estratégicamente colocado sobre el pecho.
La melenita rubia enmarcaba una cara ovalada, una boca increíblemente sensual y unos ojos verdes que reflejaban cierta impaciencia.
Sam no estaba acostumbrado a que una mujer reaccionase así. Normalmente las chicas lo miraban sonriendo, flirteando... no con impaciencia.
Como el único Wilder que seguía soltero, Sam se tomaba el asunto de ser un conquistador muy en serio. Aunque no era un mujeriego, siempre había tenido confianza en su éxito con el sexo opuesto. Nunca había tenido que esforzarse. Era una habilidad natural, como sus ojos azules o su cabello ondulado.
Aquella mujer, sin embargo, no parecía en absoluto impresionada... y eso lo intrigaba más que molestarlo.
Siempre le habían gustado los retos. De hecho, cuando lo destinaron a la tranquila base de Quantico, lo que quería en realidad era un poco de acción.
–Los militares solemos enorgullecernos de nuestra puntualidad, señorita. Entre otras cosas. Pero me ha retenido el coronel –explicó, regalándole una de sus mejores sonrisas–. Si hubiera sabido que había una chica tan guapa esperándome, le aseguro que habría hecho todo lo posible para llegar a tiempo.
–Sí, claro –replicó Cassandra. Sabía, por experiencia propia, que a Sam le gustaban mucho las mujeres guapas–. Bueno, ¿cómo le sienta haber sido elegido chico de calendario de la Infantería de Marina?
–¿Perdone?
–Desde que realizó ese aterrizaje de emergencia a pesar del serio problema en el motor de su avión, se le considera un héroe.
–No era un serio «problema» en el motor, es que lo habíamos perdido –aclaró él–. Y solo estaba haciendo mi trabajo, señorita.
–Venga, no sea modesto. ¿Qué tal sienta que todo el país esté hablando de usted?
–Dudo que sigan hablando de mí. El incidente al que se refiere ocurrió hace casi tres meses.
–Dos meses y medio exactamente.
–Parece que ha contado los días. ¿Por qué?
–Un buen periodista cuida los detalle –contestó Cassie.
Además, la rueda de prensa fue un auténtico evento. Y ella la cubrió. O intentó hacerlo. Pero a Sam no le apetecía contestarle y señaló a una periodista rubita para que hiciese la última pregunta.
Fue su fotógrafo, Al, un profesional experimentado, quien señaló que las rubias siempre se llevaban el premio. Que Sam Wilder hubiera pasado de ella en la rueda de prensa fue la gota que colmó el vaso. Por eso aceptó el reto de Al de convertirse en rubia platino.
Cassie estaba harta de que la ignorasen, de ser la morenita de las gafas que no ligaba nada en el instituto, ni en la universidad, que intentaba continuamente convencer a su editor, Phil, para que le diese una buena historia.
Alguien proveniente de una familia de clase media podía creer en los finales felices, pero Cassie sabía que las cosas no eran así. Ella creía en forjarse su propia suerte.
La primera imagen que recordaba era de su madre, tumbada en el sofá con una botella en el suelo. Su madre no quería emborracharse, pero siempre había algo o alguien a quien culpar. Y la culpa solía recaer en su padre, que murió cuando ella era una niña.
«Tu padre nos dejó», solía decir, como si hubiera muerto en un accidente de coche a propósito para destrozarle la vida.
Los años pasaron y Cassie se convirtió en el cabeza de familia, la que iba al mercado con el miserable sueldo que su madre ganaba como camarera... con el dinero que quedaba después de comprar alcohol. Se cambiaban de apartamento cuando no tenían dinero para pagar el alquiler y solían quedarse sin luz o sin teléfono.
Cassie empezó a trabajar cuando tenía quince años, pero no dejó de estudiar. Y no pensaba dejar que un hombre marcase su vida como la muerte de su padre había marcado la de su madre.
Tras su fallecimiento, cuando ella tenía dieciocho años, consiguió una beca para la universidad. Tenía que trabajar de todas formas porque la beca no cubría todos los gastos y consiguió el puesto de botones en un periódico de Chicago.
Años más tarde, cuando terminó sus estudios, consiguió trabajar como reportera en ese mismo periódico; después se fue a uno más importante y, por fin, seis meses atrás, consiguió un puesto en la revista Capital, en Washington.
Había cubierto la conferencia de prensa de Sam Wilder ese día porque la periodista que debía hacerlo se puso enferma. Cassie esperaba que el editor de la revista por fin se fijara en su trabajo, pero volvió sin nada que contar y con la firme determinación de dar un giro a su vida.
Había estado esperando que la oportunidad llamase a su puerta, pero eso se terminó. Sería ella quien llamase a todas las puertas.
Por eso fue directamente de la desastrosa rueda de prensa a la peluquería, con una sola petición: «Hazme rubia».
Su deseo de cambio no tenía nada que ver con el deseo de llamar la atención de Sam Wilder. No, estaba harta de que le pasaran por encima. Quería avanzar en su carrera, quería controlar su vida.
Era una chica dura y solo
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