SOBREVIVIR A LA FAMA
Sienna Miller (Nueva York, 1981) le da un trago a su segundo y me pide que le enseñe mi cuenta de Tinder. Dice que es muy buena afinando los perfiles de sus amigos, así que, después de unos segundos de máxima concentración en el mío, sonríe con satisfacción: «Sí, podría encontrarte un novio». Desde luego, no es lo que uno espera al entrevistar a una La actriz se muestra tranquila, a gusto, algo impensable hace 15 años, cuando los tabloides se cebaron con ella y la redujeron a la condición de con una vida sentimental agitada y estilismos La que tengo delante es la Miller de verdad, la misma que ha resistido el latigazo de la popularidad. Y consigue que te contagies de su relajado estado de ánimo. «La fama tiene cosas buenas y cosas malas», admite, mientras moldea bolitas de papel y las hace rodar sobre la mesa que compartimos en el Cafe Cluny, en el West Village neoyorquino. «Sería ridículo negar los aspectos positivos -continúa-. En su momento, disfruté de experiencias divertidísimas y superemocionantes, de situacionesde un concierto de Taylor Swift y lo suficientemente discreta como para no ir saltando de portada en portada. «Según Marlowe, no soy Su idea de la fama es algo en plan Ariana Grande».
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