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El hombre, animal político
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Libro electrónico163 páginas2 horas

El hombre, animal político

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El proceso reduccionista al que se ha visto sometida la política, convertida en una pura relación de poder, se ha solapado paradójicamente con una Sociedad despolitizada y un Estado desapoderado.

También con la perversa "difamación sistemática" de todo poder. Sin embargo, del poder dependen las posibilidades de perfeccionamiento del orden político y de la humana existencia. El poder, dice F. J. Conde en El hombre, animal político, es 'fuerza organizable para la perfección del orden interhumano'.

Conde, en estas mismas páginas, completa su ontología del poder con una ontología de la con-vivencia. La interrogante trascendental no es la del porqué la existencia política, sino la del modo de ser de la realidad política, es decir, la pregunta clásica sobre la politicidad del hombre. En El hombre, animal político queda apuntada la deficiencia sustancial de las tres respuestas clásicas.

Para los griegos, la política es ascensión; para el cristiano medieval, conversión; y para el hombre moderno, progreso. Las tres han tomado la politicidad como un factum. Pero semejante presunción, advierte Conde, reposa sobre el error de dar por supuesto lo que en realidad debe ser explicado.

Así pues, lo decisivo no es que el hombre sea un animal político, sino que puede serlo, debe serlo y, sobre todo, tiene que serlo. El hombre, animal político, publicado por vez primera en 1957, se ha convertido ya en un pequeño clásico del pensamiento político contemporáneo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2012
ISBN9788499207735
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    El hombre, animal político - Francisco Javier Conde García

    MINIMA POLITICA

    1

    FRANCISCO JAVIER CONDE GARCÍA

    El hombre, animal político

    ISBN DIGITAL: 978-84-9920-773-5

    © Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

    © Herederos de Francisco Javier Conde García.

    © 2011 De la presente edición, Ediciones Encuentro.

    Diseño de la cubierta:

    o3, s.l. - www.o3com.com

    Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

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    Redacción de Ediciones Encuentro

    Ramírez de Arellano, 17-10ª -28043 Madrid

    Tel. 902 999 689

    www.ediciones-encuentro.es

    LA ONTOLOGÍA POLÍTICA

    DE JAVIER CONDE

    Jerónimo Molina Cano*

    «Rehacer un orden político no es un puro problema

    de teoría política, de psicología social o de simple docencia».

    F. J. Conde, El hombre, animal político (1957).

    «Nadie está de acuerdo sobre las materias básicas

    y una gran parte del tiempo se pierde en discusiones infinitas

    sobre el método y el objeto de la ciencia política».

    F. J. Conde, El «giro positivista»

    en la mentalidad política moderna (1967).

    1

    Francisco Javier Conde García nació en Burgos el 3 de diciembre de 1908¹. Empezó la carrera de Derecho en la Universidad Central y la terminó en Sevilla (1928), en donde fue auxiliar del catedrático de Derecho político Manuel Pedroso. Activo miembro de la Federación Universitaria Española (FUE), Conde pertenece a la primera generación española de juristas socialistas bien formados en la Universidad. En ella descuellan los nombres de Manuel García Pelayo, Gaspar Bayón Chacón, Francisco Ayala, Gonzalo Cáceres Crosa y otros juristas del 27 (Antonio de Luna, Enrique Gómez Arboleya, Fernando Arias Parga, José María Cordero de Torres, Luis Díez del Corral, etc.)² Aspirante a cátedras de Derecho administrativo, Conde se decantó más tarde por el Derecho político. Fue discípulo ex lectione de Hermann Heller, cuya obra sobre Las Ideas políticas contemporáneas tradujo en 1930. Becado por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, asistió a diversos seminarios científicos en la Universidad de Berlín, aprovechándole particularmente los impartidos por Rudolf Smend y Carl Schmitt, durante el curso 1933-1934. Para entonces se había distanciado personalmente de Pedroso, trasladándose a Madrid, en donde ocupaba una oficialía en la Secretaría Técnica de Enseñanza, ganada por oposición. Al regresar de Alemania defiende una brillante tesis sobre Bodino, que elogia Schmitt³, y prepara oposiciones a cátedras. Vacante por excedencia de Francisco Ayala la cátedra de Derecho político de La Laguna, había salido en 1935 en turno libre. Se retrasaron los ejercicios, anunciados para junio de 1936, hasta que la Guerra los canceló definitivamente.

    El Alzamiento sorprendió a Conde en su oficialía del Ministerio de Instrucción Pública. En septiembre, sin que los motivos estén claros, fue enviado en comisión de servicios a la Embajada española ante la Santa Sede, quedando a las órdenes de Luis de Zulueta. A Roma llegó el día 12 y en la sede de la legación española convivió con la familia del embajador y con el matrimonio Zubiri. De Roma pasaron todos a París, alojándose en el Colegio de España⁴. Tal vez por la delicada situación de su familia en España y no sólo en razón de sus convicciones políticas Conde entró en la España nacional el 30 de enero de 1937. A pesar de las recomendaciones de Schmitt, que le ayudó a pasarse a España vía Hamburgo, se incoó contra él un expediente de depuración por su «[afiliación] a partidos de extrema izquierda» y estuvo bajo arresto domiciliario. Eugenio Vegas Latapie apoyó su absolución, anotando en su expediente que era «discípulo del profesor alemán Carl Schmitt, tan conocido contrarrevolucionario».

    En Salamanca y Burgos se incorporó a la Secretaría Técnica de Falange, en donde trabó amistad con Rodrigo Uría y Joaquín Garrigues. A su lado, codo con codo, trabajó en la elaboración del primer borrador, luego desechado, del Fuero del Trabajo. Con Uría y Pedro Laín, Jefe de la Sección de Ediciones del Servicio Nacional de Propaganda, viajó por España conferenciando sobre el Nuevo Estado y dando a conocer, completándola al mismo tiempo, la doctrina falangista.

    Después de la Guerra, en Madrid, aprendió el griego clásico, tradujo a Carl Schmitt e intentó incorporar en la vida intelectual española a Xavier Zubiri, a cuyos cursos privados asistió con asiduidad y de quien fue uno de sus más constantes apologistas. En 1944 obtuvo una cátedra de Derecho político en la Universidad de Santiago, aunque fue dispensado de ocuparla. Continuó pues sus clases en la Universidad Central y en la Escuela de periodismo, hasta que en 1948 se regularizó su situación administrativa accediendo a la nueva cátedra de Político dotada en Madrid. Pero durante la década de 1940, tan fructífera intelectualmente, Javier Conde vio subir también su estrella política, la misma que más tarde, declinando, le heriría con una Embajada en las islas Filipinas. El destino en Manila, como otros conferidos por Franco a personajes molestos o hiperactivos, más parecía pena de extrañamiento que legación diplomática.

    Una famosa conferencia sobre el caudillaje publicada en los folletones del diario Arriba⁵ le convirtió en uno de los máximos develadores del régimen autoritario nacionalsindicalista, una vez que entre la primavera de 1941 y el otoño de 1942 se consumaba la caída en desgracia de Ramón Serrano Súñer. Consejero de José Luis Arrese, de cuyo gabinete personal era jefe y a quien sirvió de traductor en su entrevista con Hitler de enero de 1943, Conde ofreció la primera interpretación constitucional de la misión de la dictadura: rectificación de la nomocracia despersonalizada de la II República, así como de su pluralismo desnacionalizador, y personalización y nacionalización del mando político. Se encuentra en uno de sus libros más elocuentes y originales, escrito sin embargo en clave schmittiana: Representación política y régimen español⁶. También le dieron a Conde realce político sus ideas sobre el Estado totalitario, expuestas en «El Estado totalitario, forma de organización de las grandes potencias»⁷ y Teoría y sistema de las formas políticas⁸. La concepción de la forma límite del Estado moderno que reza en esas páginas se intuye en el discurso con el que el régimen, a partir de 1943, buscó diferenciarse de los regímenes totalitarios en trance de perder la guerra europea: particularmente en la alocución de Arrese en el milenario de Castilla y los artículos «El Estado totalitario en el pensamiento de José Antonio», también del ministro nacido en Bilbao⁹, y «El concepto falangista del Estado»¹⁰, de Raimundo Fernández Cuesta. En su perihelio político, cerca de quienes tenían en administración el poder constituyente del soberano, el General Franco, se ganó Conde la enemistad de muchos coetáneos, académicos y políticos. Lo que explica en buena medida la damnatio memoriae que tantos años ya pesa, y tan injustamente, sobre su obra.

    Con la salida de Arrese del gobierno, una vez aprobado el Fuero de los Españoles (1945), Conde quedó desplazado y sin más bazas políticas que las atribuidas de oficio a la dirección del Instituto de Estudios Políticos, puesto para el que fue nombrado en mayo de 1948. Aunque no se trataba de una posición despreciable, pues al Instituto se le pedían informes sobre la política legislativa y constitucional del régimen, incluso borradores y anteproyectos para el desarrollo de diversas normas, su jefatura, por las peculiaridades de la institución, convertía al titular de la misma en un gran solitario, rodeado de aspirantes a cátedras, doctorandos, escritores y publicistas, profesores de universidad con vocación política o, al menos, de facultativos de la política y por un acaso, como en cualquier organismo de la Administración, pretendientes a un estipendio o colocación. Con todo, el Instituto de Estudios Políticos, antes que siervo de la Dictadura, a la que con toda naturalidad se debía, era una isla de alta cultura, además de asilo y refugio para intelectuales políticamente desafectos, los cuales podían allí subsistir reseñando y traduciendo libros o impartiendo cursos y conferencias de su especialidad. Quedan en los plúteos de muchas bibliotecas, como prueba de su mérito científico, el catálogo de sus colecciones y los títulos de algunas de las grandes revistas científicas españolas publicadas en el siglo XX: la Revista de Estudios Políticos o la Revista de Política social entre otras.

    Amortizado entonces el proyecto falangista de una república autoritaria o, tanto monta, presidencialista o personalista de partido único¹¹, se consumó el giro hacia la institucionalización monárquica, asegurada en 1947 por la Ley de sucesión. La política dejó paso en ese momento a la academia y a la cátedra en la biografía de Javier Conde. Publicó El saber político en Maquiavelo, memoria presentada en 1947 en la Escuela diplomática de Madrid¹², y un tratado in fieri de teoría sociológica titulado Sociología de la sociología¹³, con el que deseaba «plantear radicalmente los supuestos de una sociología cristiana desde el plano de la antropología, de la filosofía de la historia y de la teoría del conocimiento». Participó en diversos congresos internacionales de sociología y filosofía y se interesó por la mentalidad política moderna, con incursiones en la doctrina del «sistema político» (Political system), ampliación del concepto de «organización política» que él mismo tomó de Heller y generalizó en España en los años cuarenta¹⁴. Conde, a través de los cursos y conferencias del Instituto de Estudios Políticos, impulsó también la institucionalización de la sociología española, aunque esta seguirá después otros derroteros científicos, alejados del pensamiento sociológico, con pujos filosóficos, de los Enrique Gómez Arboleya o Antonio Perpiñá Rodríguez¹⁵. Con los doctorandos, investigadores y profesores (Juan Linz, Francisco Murillo, Manuel Ramírez y tantos otros) a los que directamente o indirectamente abrió el camino de distintas universidades extranjeras, sobre todo alemanas y norteamericanas, favoreció el desarrollo de una nueva ciencia política en España, sintonizada con el Political science y en hora con la ciencia política positivista. Conferenció en diversas universidades europeas y americanas, de Córdoba argentina a Berkley y Standford en los Estados Unidos. A lo que hay que añadir un doctorado honoris causa colacionado en la Universidad de Buenos Aires en 1954, pero que Conde sólo pudo cobrarse sin publicidad y por correo privado¹⁶.

    En 1955 se convirtió en académico electo, demorándose la recepción de la medalla correspondiente, la número 27, más de dos años. Conde ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con un profundo discurso sobre El hombre, animal político. El regreso de Arrese a la Secretaría General del Movimiento perturbó de nuevo su trayectoria intelectual con el encargo, en 1956, de sendos proyectos sobre el Movimiento y la reorganización del Gobierno. Conde proponía separar las funciones de Jefe de Estado y de Gobierno y convertir el Consejo Nacional del Movimiento en un custodio de la constitución, lo que chocaba y se interfería con las atribuciones del Consejo del Reino en la Ley de sucesión. La presión del sector tradicionalista, que acusaba bizarramente a Conde de empujar al régimen hacia el socialismo, incluso de postularse como «Presidente de la III República», melló la confianza de Arrese. Frustrado otra vez en sus aspiraciones políticas abandonó la Dirección del Instituto y se incorporó a la carrera diplomática. Después de la legación filipina, en la que apenas se empleó medio año, pasó por las embajadas de Taiwán, Uruguay y Canadá. Son sus años en hueco, vividos con cierta desazón lejos de la Universidad.

    Javier Conde regresó a España en el verano de 1969, ignoro si alentando alguna esperanza política ante los cambios que, desde julio, haría presagiar el llamamiento de Juan Carlos de Borbón a suceder a Franco a título de Rey, actuándose así las previsiones de la ley sucesoria. Retomó sus clases en la Facultad de Derecho, que volvió a abandonar en 1971 para ocupar su último empleo en la Embajada de Bonn. El ataque al corazón que le fulminó la madrugada del 19 de diciembre de 1974 truncó uno de sus últimos proyectos: la publicación de las lecciones sobre el Estado moderno como «sistema político» profesadas en 1971 en la Universidad de Madrid, transcritas de una cinta magnetofónica y a medio corregir¹⁷.

    2

    Javier Conde pertenece al linaje de los realistas políticos¹⁸, de los que decir, con Maquiavelo, que eligen andare drieto alla verità effettuale della cosa, [più] che alla imaginazione di essa, tal vez sea, a estas alturas, decir muy poco. Se ha adelantado bastante en el discernimiento de los asuntos y temática propios del realismo político y sus autores¹⁹, aunque no hay una relación amplia y razonada de todos

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