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Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días.: Cuatro acercamientos.
Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días.: Cuatro acercamientos.
Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días.: Cuatro acercamientos.
Libro electrónico114 páginas1 hora

Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días.: Cuatro acercamientos.

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Esta obra reúne cuatro perspectivas teóricas que permiten discutir las diferentes aristas de un asunto que preocupa y ocupa a las sociedades contemporáneas: la coexistencia y la conciliación de la libertad y de la tolerancia.

En este esfuerzo de reflexión colectiva, como educadores universitarios, los autores toman una posición clara y definida y
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786074176704
Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días.: Cuatro acercamientos.
Autor

Guillermo Alfaro Telpalo

Guillermo Alfaro Telpalo Educador y Antropólogo. Profesor de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México desde 1995, donde se desempeña como académico titular del Programa de Reflexión Universitaria. Ha realizado investigación en proyectos antropológicos sobre los pueblos indígenas y sobre la diversidad cultural de México, así como en proyectos sobre educación y formación humanista. Ha sido profesor invitado en diferentes universidades del país y consultor en educación para distintas instituciones. Actualmente participa en proyectos sobre educación y construcción de paz, así como en actividades académicas que propicien acciones para favorecer el bien común. Jacobo Dayán Askenazi Especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. De 2007 a 2013 fue Director de contenidos del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. Profesor de la materia de Genocidio y Crímenes de lesa humanidad en la Universidad Iberoamericana donde también conduce el programa radiofónico Bitácora DH. Coordinador académico de la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las artes de la UNAM. Investigador de eventos de macro criminalidad en México en el Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México. Columnista en el portal Aristegui noticias. Se desarrolla como docente, investigador, conferencista, columnista y consultor independiente.

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    Desafíos de la libertad y la tolerancia en nuestros días. - Guillermo Alfaro Telpalo

    Prólogo a un ejercicio de reflexión colectiva

    Desde que, en el contexto de la Revolución Francesa en 1789, se publicara la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, muchas sociedades y Estados nacionales se inspiraron para trabajar por hacer realidad los principios de libertad y de igualdad de derechos. Después de casi dos siglos de conflictos nacionales, que reconfiguraron la geopolítica mundial, y tras el trágico padecimiento de dos guerras mundiales, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos, la cual representa un estándar común a ser alcanzado por todos los pueblos y naciones.

    Ese acuerdo multinacional sigue siendo, todavía, un horizonte por alcanzar. Aunque se declare y se recite a destajo que los derechos humanos son el reconocimiento de que la dignidad humana es universal e inalienable, y que todas las personas tenemos derecho a vivir libres de discriminación, desigualdad o distinciones de cualquier índole, es claro que los acontecimientos sociales, económicos y políticos que nos tocan vivir, hablan de que esos derechos todavía no son una realidad para todas las personas, ni en todos los lugares. Un vistazo a la información de los portales noticiosos, casi siempre, nos enfrenta a un cruento y desolador panorama de desgracias: violencia en innumerables lugares de nuestro país y del mundo, conflictos sociales, corrupción, actos de discriminación, expresiones de xenofobia y exclusión, y un largo etcétera de situaciones que nos afectan a todos.

    Esta obra reúne cuatro perspectivas teóricas que permiten discutir las diferentes aristas de un asunto que preocupa y ocupa a las sociedades contemporáneas: la coexistencia y la conciliación de la libertad y de la tolerancia.

    En este esfuerzo de reflexión colectiva, como educadores universitarios, los autores toman una posición clara y definida y la someten al escrutinio del lector, con el propósito de delimitar el ámbito del análisis; presentan sus consideraciones de manera abierta con el ánimo de suscitar la reflexión sobre el tema, continuar en su profundización y, por supuesto, provocar la imprescindible acción. Cada una de las contribuciones pretende alimentar la comprensión y el análisis sobre las condiciones en las que se viven la libertad y la tolerancia en el mundo y en nuestro país. Es una toma de postura que invita, necesariamente, a mantener el diálogo y la reflexión de los desafíos que nos presenta el ejercicio de la libertad y la tolerancia en nuestros días.

    1

    El paradigma de la convivencia pacífica

    Jacobo Dayán Askenazi

    Sin duda, el siglo XX fue la centuria de la muerte, de la violencia desenfrenada. Esta afirmación no descarta que antes de él no hubiera violencia, sino que simplemente, con la llegada de la modernidad, aprendimos, nos atrevimos, pudimos matarnos a una escala inédita. La posibilidad de asesinar en cifras nunca vistas y con un alto grado de deshumanización, incluso en la muerte, alcanzó su cima desde inicios del siglo XX. Los avances tecnológicos, que nadie cuestiona, han posibilitado el asesinato de grandes colectivos con menor esfuerzo, al grado de tener la capacidad de acabar con la vida en el planeta. En actos que parecen lúdicos, y por ello más perversos, una persona operando gran tecnología —en formato de video juego— puede causar grandes daños a miles de kilómetros de distancia de las potenciales víctimas.

    Los cambios telúricos que se vivieron, poco a poco, a principios del siglo pasado, fueron percibidos y testificados de manera especial por los artistas: compositores, pintores, escritores, cineastas y dramaturgos. Para el director y compositor estadounidense Leonard Bernstein, (1) el siglo XX fue el de la muerte. Según él, las grandes obras artísticas producidas en ese lapso fueron inspiradas por la desesperanza, la protesta o la angustia hacia la muerte, la muerte absoluta. Entre éstas podemos mencionar brevemente: El extranjero de Camus, Fiesta de Hemingway, La montaña mágica y Doktor Faustus de Mann, Guernica de Picasso, La dolce vita de Fellini, Esperando a Godot de Beckett, Wozzeck y Lulú de Berg, Madre coraje de Brecht, la Sinfonía No. 9 de Mahler, Eleanor Rigby de The Beatles, entre otras obras igualmente representativas del siglo.

    La herencia mortal es apabullante: dos guerras mundiales, múltiples conflictos armados durante la Guerra Fría, decenas de millones de muertos por intereses bélicos, persecución ideológica, religiosa y étnica, regímenes tiránicos como los de Hitler, Stalin y Mao, dictaduras militares, terrorismo, colonialismo. El siglo XXI no ha iniciado mejor, la intolerancia ultranacionalista emerge en Occidente, los fundamentalismos religiosos retoman fuerza, nuevas formas de violencia amenazan a la población civil, incluyendo la crisis humanitaria y de inseguridad que se vive en México por el crimen organizado y la inoperancia/colusión de agentes del Estado; todo esto con métodos más sofisticados, politizados, mediatizados y disfrazados de mil maneras.

    La violencia desatada en el siglo pasado tiene su punto de referencia, su emblema, su recordatorio en Auschwitz, que representa la síntesis de la locura, de la deshumanización absoluta, de la industria de la muerte. Los horrores de ese campo de concentración son el punto de quiebre de la civilización, el punto de inflexión de la historia contemporánea, como lo manifiestan Theodor Adorno y Max Horkheimer en su Dialéctica de la ilustración. (2)

    Entre mayo de 1940 y octubre de 1942, cerca de la frontera entre Alemania y Polonia, el régimen nazi creó el mayor complejo de campos de concentración, de trabajos forzados y exterminio. El 27 de enero de 1945, Auschwitz fue liberada. A partir de 2005, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió que esa fecha se instituyera como el Día internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto. Las preguntas flotaban en el aire, confrontaban a la civilización occidental, ¿cómo pudo suceder algo semejante en pleno siglo XX y en Europa? El exterminio fue un fin en sí mismo, mientras los Aliados sólo emprendieron una guerra contra la Alemania expansionista, nunca lo hicieron contra la Alemania genocida: detener la masacre no era prioritario.

    El viejo paradigma moría, aquel que ofrecía que la ciencia y el conocimiento traerían mejores condiciones de vida. El proyecto que nace de la Ilustración debe ser replanteado desde los horrores del nazismo. El Holocausto fue perpetrado por un país que es cuna del pensamiento, la cultura y las artes. Para consumar el asesinato de millones de personas de más de veinte naciones distintas, la Alemania nazi puso al servicio del genocidio, de manera incondicional, todos los medios técnicos, la máquina burocrática y toda la capacidad criminal del Estado. La intención genocida pretendía la erradicación de colectivos humanos que representaban una amenaza para la ingeniería social proyectada por el nacional–socialismo, la supervivencia de uno sólo de los considerados seres inferiores o infrahumanos representaba una amenaza a la pureza racial. Quien fue llevada al banquillo en los juicios de Núremberg fue la civilización misma.

    El reto humanista fue planteado tácitamente por el filósofo alemán Theodor Adorno; después de los horrores cometidos durante la Segunda Guerra Mundial, creó un imperativo categórico: recordar Auschwitz para orientar el pensamiento y la acción de modo que la tragedia no se repitiera.

    Pero al parecer lo que tenemos frente a nosotros es un dilema difícil de resolver. En su Tesis IX sobre el concepto de la historia, Walter Benjamin (2007) (3) escribe inspirado en una pintura de Paul Klee:

    Hay un cuadro de Klee que se titula Ángelus Novus. Se ve en él a un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que

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