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Armonía y salud
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Libro electrónico130 páginas1 hora

Armonía y salud

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"Si estáis enfermo, es porque alimentáis algún desorden en vuestro interior: habéis alimentado ciertos pensamientos, ciertos sentimientos, ciertas actitudes, y ello ha acabado por reflejarse en vuestra salud. La mejor arma contra la enfermedad, es la armonía: día y noche, pensad en sincronizaros, en poneros de acuerdo, en consonancia con la vida entera, la vida ilimitada, la vida cósmica. En esto consiste la verdadera armonía. Armonizarse con algunas personas: con la propia mujer o el propio marido, los hijos, los padres, los vecinos, los amigos, aún no es suficiente. Debemos sintonizarnos con toda la vida universal".
IdiomaEspañol
EditorialProsveta
Fecha de lanzamiento22 may 2024
ISBN9788410379374
Armonía y salud

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    Armonía y salud - Omraam Mikhaël Aïvanhov

    I

    LO ESENCIAL, LA VIDA

    I

    El principio de todo es la vida. Observad a las criaturas: ante todo tienen vida, y sólo más tarde llegan a sentir, a pensar y a actuar, con mayor o menor eficacia.

    La vida... esta palabra resume todas las riquezas del universo que están ahí indiferenciadas, desorganizadas, a la espera de que una fuerza las ordene y las ponga a trabajar. De esta manera, en la palabra vida está incluido todo el desarrollo futuro. En una célula ya están contenidos, en potencia, todos los órganos que aparecerán un día, como una semilla que es necesario plantar, regar y cuidar para que dé fruto. Así, después de un cierto tiempo, como en el caso de la semilla, de este magma, de este caos, de esta realidad indeterminada que es la vida, todo empieza a surgir y a tomar forma.

    De esta manera han aparecido los órganos que poseemos actualmente, y en el futuro aún aparecerán muchos más. Dado que el cuerpo físico está hecho a imagen del cuerpo astral, el cuerpo astral a imagen del cuerpo mental y así sucesivamente hasta el plano divino, de la misma manera que poseemos cinco sentidos en el plano físico, poseemos también cinco sentidos en el plano astral y en el plano mental: el tacto, el gusto, el olfato, el oído y la vista...¹ Estos órganos todavía no están desarrollados en los otros planos, pero ahí están, a la espera del momento oportuno para manifestarse. Cuando se hayan formado, gozaremos de posibilidades inauditas para ver, sentir, oír, gustar, actuar, desplazarnos. La vida, el ser vivo, la célula viva, el microorganismo, contienen todas las posibilidades de desarrollo, pero son necesarios todavía millones de años para que puedan manifestarse plenamente. Esto constituye el misterio, la grandeza de la vida.

    Observad a los seres humanos: trabajan, se divierten, corren de un lado a otro, se entregan a toda clase de ocupaciones, y durante todo este tiempo su vida se debilita, degenera, porque no se ocupan de ella. Piensan que, puesto que la poseen, pueden servirse de ella para obtener todo lo que desean: riqueza, placeres, saber, gloria... y de esta manera apuran, apuran... y cuando ya no les queda nada, se ven obligados a abandonar todas sus actividades. No tiene ningún sentido actuar de esta manera, ya que si se pierde la vida, se pierde todo. La vida es lo esencial, y por lo tanto hay que protegerla, purificarla, santificarla, eliminar todo lo que puede constituir una traba o un bloqueo, porque a continuación, y gracias a ello, obtenemos la salud, la fuerza, la belleza, el poder, la inteligencia.

    En la conferencia sobre las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes necias, os he explicado que el aceite del que hablaba Jesús es el símbolo de la vida.² Cuando al hombre no le queda ni una sola gota de vida, su lámpara se apaga y muere. El aceite tiene su correspondencia en todos los aspectos de la vida: para las plantas es el agua, para las criaturas terrestres es el aire, pero para el ser humano, especialmente es la sangre; para los negocios es el oro o el dinero; para un coche la gasolina, etc...

    La vida es la materia primordial, el depósito del que surgen cada día nuevas creaciones que se ramificarán hasta el infinito. A partir de esta vida indiferenciada y sin expresión, que está ahí como una simple posibilidad, el Espíritu crea sin cesar nuevos elementos, nuevas formas...

    Pero la gente se ocupa de todo menos de la vida; si pensaran realmente en la vida, en protegerla y conservarla en la mayor pureza, tendrían más posibilidades de obtener lo que desean, porque es precisamente esta vida iluminada, clara, intensa, la que puede dárselo todo. Al no poseer esta filosofía derrochan su vida, piensan que por el sólo hecho de estar vivos todo les está permitido. Se dicen: Puesto que tengo la vida, es necesario hacer algo con ella... Pero, ¿cuántos consiguen realizar lo que desean? Muy pocos, la mayoría lo derrochan todo. Es necesario tener otra filosofía, saber que vuestra manera de pensar actúa sobre vuestra vida, sobre sus reservas, sobre la quintaesencia de vuestro ser, y que si no pensáis correctamente, lo echaréis todo a perder.

    Tomemos un ejemplo: un joven cuyo padre es muy rico, estudia, trabaja y su padre le pasa una pensión. Pero, he aquí que el hijo empieza a hacer tonterías y a malgastar en toda clase de diversiones el dinero que le da su padre. Éste, entonces, le corta la pensión y no le da nada más... ¿Qué falta ha cometido el hijo? Ha cometido la falta más grande, la de comprometer su propia vida, es decir, las condiciones, las energías y las corrientes que el dinero simboliza. Y si nosotros hacemos lo mismo abusando de nuestra existencia como nos parezca, transgrediendo todas las leyes, estamos agotando nuestras reservas y caeremos en la miseria, quizás no en una miseria material o física, pero sí en una miseria interior. La vida es la única riqueza que existe, sea cual sea el nombre que se le dé: riqueza, subvenciones, aceite, energía, quintaesencia, todo es lo mismo, ya que la palabra vida puede ser reemplazada por todos estos términos.

    Pero los seres humanos se entretienen en malgastar esta vida, corriendo detrás de adquisiciones que no son tan importantes como la vida misma. Trabajan años y años para satisfacer sus ambiciones y un buen día se encuentran agotados y aburridos, hasta tal punto que si pesáramos en una balanza lo que han obtenido y lo que han perdido, nos daríamos cuenta que lo han perdido todo para ganar muy poco. Pero las personas son así: están dispuestas a perderlo todo, ya que nunca se les ha enseñado que es más importante tener salud y alegría – incluso si no se tiene nada más – que conseguir riquezas, de las que no podrán aprovecharse porque antes se habrán agotado persiguiéndolas. Existe un proverbio que dice: Vale más un perro vivo que un león muerto, pero hay muchas personas que prefieren ser leones muertos...

    Nos falta la verdadera filosofía. Debiera enseñarse a los seres humanos, desde su infancia, a no malgastar su vida para que pudieran consagrarla a un objetivo sublime; ya que de esta manera la vida se enriquece y aumenta en fuerza e intensidad, exactamente como un capital que fructifica. Habéis invertido este capital en un banco, allá arriba, y así, en lugar de malgastarlo y echarlo a perder, el capital va creciendo, y al ser cada vez más ricos, tenéis la posibilidad de instruiros y trabajar mejor. Mientras que entregándoos a los placeres, a las emociones, a las pasiones, echáis a perder vuestra vida, porque todo lo que obtenéis tendréis que pagarlo, y lo pagaréis con vuestra vida. Nunca se obtiene nada sin sacrificar algo a cambio. Como se dice en Francia: no se hace una tortilla sin romper un huevo. Pero yo os digo que sí, que podéis hacerla. Yo conozco el secreto: invertid vuestro capital en un banco, allá arriba, y así, cuanto más trabajéis, tanto más fuertes y poderosos llegaréis a ser. Sí, en lugar de debilitaros os fortaleceréis, porque nuevos elementos se incrustarán en vosotros sin cesar para reemplazar a los que habéis perdido. Pero para que esto ocurra, es necesario que invirtáis vuestro dinero, vuestro capital, en un banco celestial…

    Por esta razón es tan importante que conozcáis la finalidad de vuestro trabajo y para quién lo realizáis, ya que según sea esta finalidad, vuestras energías tomarán una dirección u otra. Si trabajáis para vuestro padre, simbólicamente hablando, no solamente no perderéis nada, sino que os beneficiaréis. Así pues, lo más importante es saber a qué estáis consagrando vuestras fuerzas, en qué dirección trabajáis, ya que vuestro porvenir depende de esto y, en definitiva, podéis empobreceros o enriqueceros.

    La mayoría de personas trabajan, a pesar suyo, para un enemigo escondido en su interior que los despoja y empobrece. Un verdadero espiritualista es más inteligente; trabaja y emplea todas sus energías para sí mismo, y es él quien se beneficia. En esto consiste la inteligencia: en saber enriquecerse en lugar de empobrecerse. Y esto no es personal, no es egoísta, sino todo lo contrario.

    Decidís, por ejemplo, no trabajar ya para vosotros mismos sino para la colectividad... Sí, pero puesto que estáis ligados a esta colectividad, ya que formáis parte de ella, a la vez que la colectividad mejora y se embellece, esto revierte en cada uno de los individuos que la componen, y en consecuencia en vosotros mismos. Salís ganando porque habéis colocado vuestro capital en un banco que se llama familia, colectividad, humanidad, fraternidad universal, de la que formáis parte. Mientras que cuando trabajáis para vosotros mismos, es decir, para vuestro pequeño ego mediocre, vuestras energías se pierden y no puede sucederos nada bueno. Diréis: Sí, sí, ya que trabajo para mí. No, ya que vuestro ego personal, separado, egoísta, es un abismo, y al trabajar para él lo estáis lanzando todo a este abismo. No se debe trabajar de esta manera. Los individualistas, los egoístas no ven todo lo que podrían conseguir al trabajar para la colectividad; dicen: Yo no soy tonto, yo trabajo para mí, me las arreglo solo..., y precisamente de esta manera es como pierden todo su capital.

    Al decir colectividad no me refiero únicamente a la humanidad sino también al universo, a todas las criaturas del universo, a Dios mismo. Esta colectividad, esta inmensidad por la que trabajáis es como un banco, y todo lo que hacéis por ella revertirá algún día incrementado en vosotros. Y

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