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Conócete a ti mismo: Jnani yoga
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Conócete a ti mismo: Jnani yoga
Libro electrónico253 páginas3 horas

Conócete a ti mismo: Jnani yoga

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«Conócete a ti mismo», ésta era la fórmula inscrita en el frontispicio del templo de Delfos. Pero ¿qué significa «sí mismo»?, ¿qué debe conocerse de ese «sí mismo» ? ¿Su carácter, sus defectos, sus cualidades? No, esto no es aún conocerse. Conocerse es poseer la ciencia de los diferentes cuerpos de los que está constituido el hombre (los cuerpos físico, etérico, astral, mental, causal, búdico, átmico) y de las condiciones necesarias para su plenitud. Si los Iniciados de la antigüedad han insistido tanto en la necesidad de conocerse, es porque el conocimiento de sí mismo abre las mayores posibilidades de avanzar, de progresar, de éxito. Mientras no se conocen las necesidades de los cuerpos sutiles, siempre lo damos todo al cuerpo físico que está saciado, mientras que el alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y mueren.
IdiomaEspañol
EditorialProsveta
Fecha de lanzamiento23 abr 2024
ISBN9788410379091
Conócete a ti mismo: Jnani yoga

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    Conócete a ti mismo - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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    Omraam Mikhaël Aïvanhov

    Conócete a ti mismo

    Jnani yoga

    Traducción del francés

    ISBN 978-84-10379-09-1

    Título original:

    Connais-toi toi-même - Jnani yoga

    © Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

    I

    Conócete a ti mismo

    Conócete a ti mismo… Muy pocos han sabido interpretar esta fórmula que estaba inscrita en el frontispicio del templo de Delfos. ¿Quién es este sí mismo al que hay que conocer? Ah, diréis, es nuestro carácter, nuestras debilidades, nuestros defectos, nuestras cualidades. No, este conocimiento es necesario, desde luego, pero es insuficiente. Conocerse, es conocer los diferentes cuerpos con los que estamos formados (los cuerpos físico, etérico, astral, mental, causal, búdico y átmico)¹ y las necesidades de estos diferentes cuerpos. Pero los hombres no saben nada de todo eso. Cada uno conoce de sí mismo algunas cualidades, algunos vicios, y dice: ¡Sí, me conozco! Y no, todavía no conoce nada, no sabe lo que existe en lo más profundo de sí mismo, lo que desea, lo que pide, lo que le falta. No sabe lo que es este sí mismo, lo confunde siempre con el cuerpo físico, y trata de procurarle alimentos, vestidos, joyas, confort, placeres, sin darse cuenta de que no era eso lo que le pedía su verdadero Yo. Las satisfacciones puramente materiales y físicas nunca han hecho que el ser humano se sintiese más feliz ni más satisfecho. Solamente cuando empieza a conocerse a sí mismo, arriba, le resulta finalmente posible, vivir en el esplendor.

    Si los Iniciados de la Antigüedad insistieron tanto en la necesidad del conocimiento de sí, es porque este conocimiento abre las mayores posibilidades de avance, de progreso, de éxito. Mientras no conozcamos las necesidades de nuestro Yo superior, damos siempre todo al cuerpo físico que está atiborrado, mientras que el alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y mueren.

    Pero los humanos ni siquiera creen en la existencia de los otros cuerpos, así que ¿cómo queréis que se ocupen de alimentarlos, de darles fuerzas? Es inverosímil la situación en la que se encuentra mucha gente, incluso los más cultivados: están orgullosos de su cultura, de sus diplomas, de sus conocimientos, y sin embargo están constantemente agobiados, atormentados. Esto prueba que algo no está a punto en su vida. Es mejor no hincharse tanto de orgullo cuando se es tan ignorante.

    Conócete a ti mismo… Toda la ciencia, toda la sabiduría está ahí: conocerse, reencontrarse, la fusión del yo inferior y del Yo superior. El símbolo del Iniciado que ha logrado reencontrarse a sí mismo es la serpiente que se muerde la cola. La serpiente que repta sobre el suelo es una línea recta o sinuosa, y la línea es limitada. Pero la serpiente que se muerde la cola se convierte en un círculo, y el círculo, es lo infinito, lo ilimitado, es la eternidad.² El hombre que ha conseguido realizar el símbolo del círculo entra en un mundo en el que ya no hay límites, en el que ya no hay separación entre arriba y abajo, porque todos los poderes, las riquezas y las virtudes que el verdadero Yo posee se infunden en el pequeño yo. El pequeño y el grande se funden en uno, y el hombre se convierte en una divinidad.

    Sevres, 6 de febrero de 1972


    1 La alquimia espiritual, Obras completas, t. 2, cap. I: Dulzura y humildad.

    2 Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. IV: El tiempo y la eternidad.

    II

    El cuadro sinóptico

    I

    Este cuadro que tenéis ante vosotros es un resumen de toda la Ciencia iniciática, de todos los libros sagrados de la humanidad. Evidentemente, se pueden dar otros esquemas de la vida psíquica del hombre, y ya hemos estudiado otros. Mirad, por ejemplo: cuando se quiere dar una idea de la estructura anatómica, para facilitar la comprensión no se representa todo a la vez, nos vemos obligados a hacer láminas diferentes para los diferentes sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso… En geografía también, hay mapas físico, político, económico, geológico. Pueden pues existir diferentes cuadros para explicar la estructura psíquica del ser humano, y aunque este esquema sea diferente del Árbol sefirótico, por ejemplo, representa la misma realidad y podemos volver a encontrar todo en él. Os he dado otros esquemas y, aunque todos sean diferentes, no se contradicen entre sí.

    Este cuadro que hoy os presento, no lo encontraréis en ningún libro, es la primera vez que se da. Es un resumen, una síntesis de todas las verdades de la vida. De momento, no veis sino palabras aisladas sin conexión entre ellas, pero una vez explicadas, relacionadas, situadas en este conjunto, todos sus significados y sus correspondencias os asombrarán.

    Veis que este cuadro (que llamamos sinóptico porque presenta una visión de conjunto de la estructura del ser humano y las actividades que corresponden a esta estructura) se compone de cinco columnas verticales.

    La primera columna indica los Principios con los que el hombre está constituido: el cuerpo físico, la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu.

    En la segunda columna veis escrito: Ideal, porque cada principio tiende hacia un ideal. El corazón, el intelecto, el alma, tienen un ideal que es evidentemente diferente para cada uno.

    Para que cada principio pueda alcanzar su ideal, necesita ser alimentado, reforzado, y hay que darle la posibilidad de subsistir para que continúe manifestándose. Por eso la tercera columna lleva la mención: Alimento.

    Finalmente, las dos últimas columnas están consagradas al Pago, es decir al precio que hay que pagar para obtener este alimento y a la Actividad, es decir al trabajo que hay que suministrar para obtener este pago.

    Veis pues cómo todas estas nociones están conectadas entre sí de una forma perfectamente clara y lógica.

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    Para facilitar la comprensión, vamos a empezar por el cuerpo físico, porque todo el mundo sabe lo que es el cuerpo físico, todo el mundo se las tiene que ver con él, es visible, palpable, se trata de una realidad de la que no podemos dudar. El ideal del cuerpo físico es la salud, la vida. Para él, no hay nada más valioso, más esencial, que estar con buena salud, vigoroso, lleno de fuerza. Para poseer esta vitalidad tiene necesidad de ser alimentado con toda clase de alimentos sólidos, líquidos y gaseosos. Si no recibe este alimento, muere.³ Sin haber pasado por las universidades, todos saben que para subsistir, hay que comer. Hasta los niños lo saben. Pero para adquirir este alimento se necesita dinero. Conocéis la historia… Le preguntaban a un picapedrero: ¿Por qué rompes piedras Antonio? – Para ganar dinero. – ¿Y por qué quieres tener dinero? – Para poder comprarme macarrones. – ¿Y por qué quieres los macarrones? – Para comer. – ¿Y por qué quieres comer? – Para tener fuerzas. – ¿Y para qué quieres tener fuerzas? – Para romper piedras… Sí, un círculo vicioso. ¿Estáis de acuerdo, verdad? Para poder comer, se necesita dinero, y para tener dinero hay que trabajar, así de sencillo.

    Pero esperad, lo que os parece tan evidente en el plano físico, nunca habéis pensado que lo podemos volver a encontrar también en los otros planos. La voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu, tienden también cada uno hacia una meta, y para alcanzar esta meta, cada uno necesita ser alimentado; para obtener este alimento hace falta dinero, y el dinero sólo se gana haciendo un cierto trabajo. Cuando tengáis este cuadro bien en vuestra cabeza, poseeréis la llave de la vida física y psíquica del hombre.

    Evidentemente, el cuerpo físico es el receptáculo de todos los otros principios más sutiles. El alma y el espíritu, por ejemplo, no están verdaderamente en el cuerpo físico, pero se manifiestan a través de él, a través del cerebro, del plexo solar, de los ojos… Por ejemplo, cuando miráis a alguien con un gran amor, con una gran pureza, con una gran luz, ¿qué es lo que se manifiesta a través de vuestros ojos? Los ojos pertenecen al cuerpo físico, pero el que se manifiesta, el que se sirve de estos medios de expresión, ¿quién es? Quizá sea el alma, quizá sea el espíritu, quizá sea Dios mismo… Si lanzáis a alguien una mirada o unas palabras terribles que le hacen caer enfermo, son fuerzas hostiles las que se han servido de vosotros y le han fulminado. A menudo el cuerpo físico no es más que el instrumento de fuerzas benéficas o maléficas que existen en él o fuera de él.

    La voluntad tiene como ideal el poder y el movimiento, eso es lo que pide. Diréis: También puede pedir la sabiduría, la inteligencia, la belleza… No, no son de su dominio, son otros principios los que piden eso. La voluntad puede ser movilizada para adquirir la inteligencia o para crear una obra de arte, pero lo que ella desea para sí misma, la única cosa que le tienta, es el poder y el movimiento. No quiere permanecer inmóvil, le gusta ocuparse, tocar, moverse, desplazar las cosas. Pero al igual que el cuerpo físico, no puede realizar su ideal sin alimento. Y el alimento de la voluntad es la fuerza. Alimentada por la fuerza, la voluntad se vuelve enérgica, pero si no la alimentamos, se debilita. Y el elemento que para ella corresponde al dinero y le sirve para comprar el alimento necesario, es el gesto. Sí, siempre hay que alejarse de la inmovilidad y de la inercia para accionar, para estimular, para desencadenar las energías; acostumbrándonos a actuar, a movernos, la voluntad compra fuerza y se vuelve poderosa.

    ¿Y sabéis cuál es el primero de todos los movimientos? Es el aliento. En el momento en que el niño nace, respira, y entonces todos los demás procesos se desencadenan… Para procurarse pues este dinero, hay que habituarse a practicar los ejercicios que son preconizados en la Enseñanza: los ejercicios de respiración,⁴ de gimnasia,⁵ de paneurritmia⁶… Están concebidos para reforzar la voluntad. Podéis añadirles, claro, muchas otras actividades de la vida corriente que no tengo tiempo de enumerar, y hay muchas, pero hablo aquí solamente de los métodos que nos proporciona la Enseñanza y que conciernen más particularmente a la vida espiritual.

    Diréis: No pensábamos que estos ejercicios pudiesen desarrollar tanto la voluntad, creíamos que estaban hechos para dar vitalidad al cuerpo físico, o incluso gozo al corazón… También es verdad, porque todo está relacionado. De momento, para que se me comprenda bien, separo los planos atribuyendo a cada uno de ellos lo que le corresponde, pero, en realidad todos estos principios son inseparables. Cuando respiráis, cuando hacéis movimientos de gimnasia, el cuerpo también se beneficia de ellos, la salud mejora, el vigor se incrementa, y os sentís mejor dispuestos, es evidente. Nada está aislado, todo está relacionado.

    El ser humano posee una facultad de sentir y de conmoverse a la que llamamos corazón. Pero no se trata en absoluto del órgano físico que estudian la anatomía y la fisiología y que lleva este nombre. El corazón de los anatomistas, que es el principal órgano de la circulación de la sangre, es una especie de bomba hidráulica, pero el verdadero órgano de la sensación es el plexo solar. Cuando los Iniciados dicen que la verdadera comprensión viene del corazón, hablan del plexo solar. Por otra parte, el plexo solar es una especie de cerebro invertido. En el cerebro, la materia gris está en el exterior y la materia blanca en el interior, mientras que en el plexo solar, sucede lo inverso, la materia blanca está en el exterior y la materia gris en el interior. Pero ya os expliqué muchas cosas a este respecto; dejemos eso hoy.⁷ Era solamente para deciros que el plexo solar contiene unas riquezas y unos tesoros enterrados en él desde tiempos inmemoriales, y aunque los humanos no se hayan dado demasiado cuenta, en realidad sienten y comprenden a través de él. El cerebro, en cambio, comprende las cosas exteriormente, objetivamente, en teoría, y de esta manera, mucha gente se pronuncia sobre ciertos temas sin haber sentido ni saboreado nada. Pero en realidad sólo comprendemos verdaderamente las cosas cuando las hemos vivido, tocado, sentido, saboreado. El plexo solar es pues un mundo que la ciencia contemporánea no conoce bien todavía, y que le queda por explorar.

    Y ahora, ¿cuál es el ideal del corazón? ¿Acaso busca el saber, los conocimientos, los poderes? No. Tiene necesidad de felicidad, de gozo, de calor, porque se vivifica en el calor. El frío le mata. Por todas partes a donde va, busca el calor en las criaturas.

    El alimento del corazón es el sentimiento, toda clase de sentimientos, los buenos sentimientos, y, desgraciadamente, también los malos. Pero como debemos limitarnos, sólo hablaremos aquí de los corazones buenos, de los corazones de los buenos discípulos que se alimentan de buenos sentimientos.

    La moneda que sirve para pagar la felicidad y el gozo es el amor. Cuando amáis, inmediatamente alimentáis vuestro corazón. ¡Cuántas veces os lo he dicho! No podréis ser felices con las riquezas, con los poderes, ni siquiera con la belleza, sino solamente con el amor. Es el amor el que nos hace felices. Podéis darle cualquier otra cosa al corazón, seguirá estando insatisfecho, os dirá: ¡Dame amor!, porque con el amor irá a comprarse todo lo demás. Cuando amáis a alguien, este amor es un dinero que os permite comprar toda clase de sensaciones, de emociones, de sentimientos. Miles de sensaciones nacen cada día de vuestro amor. En cuanto dejáis de tener amor, ya no tenéis dinero: se acabaron las emociones, las sensaciones, ¡ya no hay nada! Por mucho que abracéis a vuestra mujer, si ya no la amáis, no sentís ni gozo, ni felicidad. Pero si la amáis, ¡ay, ay, ay! Incluso sin abrazarla, miles de sentimientos y de sensaciones imposibles de analizar pasan a través de vosotros… simplemente porque el amor está ahí.

    El hombre posee un intelecto cuyo ideal es conocer, comprender. Lo que es muy importante, porque cuando ignoráis la naturaleza de las cosas, os hacéis daño, os embrolláis, os hundís en unas regiones peligrosas de donde ya no podéis salir.

    Para alcanzar este ideal, el intelecto humano tiene necesidad de un alimento, y este alimento es el pensamiento. Cuando digo pensamiento, podemos también entender, como con el corazón, los malos pensamientos, porque los pensamientos pueden ser de todas clases. Pero aquí, en nuestra Enseñanza, se sobrentiende que hablamos de los mejores pensamientos, de los más luminosos. Es pues el pensamiento el que alimenta el intelecto; si no pensáis, no llegaréis a conocer, a ver las cosas claras. Algunos dicen: ¿Para qué romperse la cabeza? No hay que pensar demasiado, es peligroso, nos volveremos locos… Sí, nos volveremos locos si pensamos mal, pero el pensamiento es el mejor alimento para el intelecto. Si no lo alimentáis, se ensombrece, se debilita: le habéis dejado morir de hambre.

    Pero para comprarse los mejores pensamientos, hay que tener dinero. Siempre podemos tener pensamientos, pero extravagantes, estrafalarios, y el resultado no es demasiado bueno. Los mendigos, los vagabundos, los pobres, no pueden ir a los mejores restaurantes a deleitarse con una comida fresca ya que es demasiado cara para ellos, y tienen que ir a buscar los restos en la basura. De la misma forma, para poder comprarse los mejores pensamientos hay que ser rico. ¿Y sabéis qué riqueza es ésta? La sabiduría. Si no tenéis este dinero que se llama sabiduría, sólo tendréis pensamientos basura, simbólicamente hablando. Sólo la sabiduría puede alimentar a vuestro intelecto con los mejores pensamientos para que pueda así obtener la luz que busca. Pero la sabiduría no es, como se imagina a veces la gente, un conocimiento, una ciencia, una erudición. Es más bien una actitud. Algunas personas son sabias sin tener ninguna instrucción, y otras tienen muchos conocimientos en la cabeza, pero ninguna sabiduría. La sabiduría es una actitud que consiste primero en saber orientarse y escoger la mejor dirección; sólo en segundo lugar nos lleva hacia la ciencia, la cultura, los conocimientos. Los sabios no lo saben todo, no han alcanzado la ciencia absoluta y completa; siguen estudiando, aprendiendo, y eso puede durar una eternidad, porque el saber se extiende hasta el infinito… Pero la sabiduría, en cambio, se puede adquirir instantáneamente.

    La sabiduría es oro, oro que viene del sol. Sí, la sabiduría, el oro espiritual, viene del sol. Y por otra parte, si se representa siempre a los santos con un círculo de oro encima de la cabeza, es sencillamente porque la sabiduría es realmente una luz que emana de ellos… Con este oro, se puede comprar todo en el mundo invisible, exactamente igual que con el oro material podéis comprar todo lo que hay en la tierra. Cuando os presentáis en las tiendas de arriba, os dicen: ¿Tiene oro? – Sí… Y llenan vuestras bolsas de la compra. Si no, arriba no os dan nada.

    Y por la mañana, a la salida del sol, en la roca, recogemos oro, pepitas de oro gracias a las cuales podemos comprar de todo en el Cielo: el amor, el gozo, la dilatación, la salud, la fuerza, la plenitud. Muchos no han comprendido el valor de esta costumbre de ir por la mañana a ver la salida del sol y nos ridiculizan llamándonos los iluminados. Quizá tengan de momento mucho dinero en sus cajas fuertes, pero mientras no hayan comprendido el valor de este oro espiritual, harán bancarrota con todos sus miles de millones.

    Y ahora, para ganar este oro hay que hacer un trabajo: hay que leer, estudiar, reflexionar, meditar, y si no se dice en esta última casilla que para obtener este oro hay que ir a contemplar la salida de sol para obtener este oro, pues bien añadidlo: en primavera hay que ir a ver la salida de sol para recoger el oro solar…⁹ ¡Venga, a trabajar! Diréis: Pero no se hace nada, nos quedamos sentados meditando, no nos movemos… En apariencia es así, no nos movemos, pero en realidad, todo nuestro ser vibra y se estremece por dentro.

    Ocupémonos ahora del alma. En este dominio también, ¡qué confusión, qué ignorancia entre los humanos! Cuando se habla con ellos del corazón, del intelecto, de la voluntad, llegan a comprenderlo aún, más o menos, ¡pero del alma!… He leído muchas obras sobre el alma, pero nunca me he quedado satisfecho con sus definiciones, con sus explicaciones. En cuanto a lo que la ciencia oficial dice sobre este tema, mejor ni hablar: la suprime diciendo que en realidad el alma no existe, sino que se reduce a un conjunto de procesos fisiológicos. Por eso me entretuve un día dando una conferencia sobre el alma.¹⁰ Sí, yo también tengo mis entretenimientos. ¿Os acordáis?… Muchos de vosotros vinisteis después a decirme que la habíais encontrado de una claridad fantástica. En realidad, ese día no dije gran cosa; apenas situé un poco mejor la cuestión para que empezaseis a percibir la verdad, pero estoy lejos de imaginarme que lo hubiese explicado todo.

    El ideal del

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