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Los frutos del árbol de la vida: La Tradición cabalística
Los frutos del árbol de la vida: La Tradición cabalística
Los frutos del árbol de la vida: La Tradición cabalística
Libro electrónico286 páginas4 horas

Los frutos del árbol de la vida: La Tradición cabalística

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El Árbol sefirótico, el Árbol cabalístico de la Vida, es una imagen del universo que Dios habita e impregna con su esencia, una representación de la vida divina que circula a través de toda la creación. Ahí tenéis un sistema que os impedirá dispersaros en vuestra actividad espiritual. Si trabajáis durante años con este Árbol, si lo estudiáis, si saboreáis sus frutos, introduciréis en vosotros el equilibrio y la armonía de la vida cósmica.
IdiomaEspañol
EditorialProsveta
Fecha de lanzamiento10 may 2024
ISBN9788410379046
Los frutos del árbol de la vida: La Tradición cabalística

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    Los frutos del árbol de la vida - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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    Omraam Mikhaël Aïvanhov

    LOS FRUTOS DEL ÁRBOL DE LA VIDA

    La Tradición cabalística

    Traducción del francés

    ISBN 978-84-10379-04-6

    Título original:

    LES FRUITS DE L’ARBRE DE VIE. La Tradition kabbalistique

    © Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

    I

    Cómo abordar el estudio de la Cábala

    A veces, algunas personas me dicen que están interesadas en la Cábala, que leyeron los libros de Lenain, de Papus, de Eliphas Levi, de Dion Fortune, o incluso de Arthur Waite, de Israel Regardie... y quieren saber mi opinión, que les aconseje. Todos esos libros son interesantes, por supuesto, y les pregunto cómo los leen: ¡Oh! De vez en cuando, por aquí y por allí, hojeo algunas páginas... Pues bien, no es así como se debe estudiar la Cábala. Si os ponéis a estudiar las matemáticas empezando por cualquier capítulo, los diferenciales y las integrales por ejemplo, antes de haber aprendido las cuatro operaciones, ¡no entenderéis nada! Hay que empezar por el principio, comprender bien las primeras lecciones, lo que facilitará luego un rápido avance. Mientras quede algún punto que no haya sido bien comprendido, es preferible no avanzar. Hay que hacerlo poco a poco, sin prisa. No se lee la Cábala cómo se lee una revista.

    Ahora bien, debo añadir además que, si en mis conferencias a veces os hablo de la Cábala (el Árbol sefirótico, las Jerarquías angelicales, los setenta y dos Genios), no es para invitaros a estudiarla con premura, simplemente es para daros algunas nociones esenciales que pueden ayudaros en vuestro desarrollo espiritual. La Cábala es una ciencia muy especial, un estudio diferente de todos los demás: exige cualidades particulares por parte de aquel que quiera comprometerse con ella. Incluso es aconsejable no comenzar antes de la edad de cuarenta años. Y no puede hacerlo cualquiera: únicamente aquellos que estén predestinados para ello, que tengan las capacidades mentales, psíquicas, y que además posean cualidades morales que les impedirá utilizar esos conocimientos con un fin personal. La Cábala es una doctrina misteriosa, sagrada, difícil e incluso peligrosa, para todos los que no estén en condiciones de abordarla. Una prueba de ello, es esta pequeña parábola que circula entre los cabalistas: cuatro rabinos se reunieron con la intención de estudiar la Cábala; algún tiempo después, el primero renunció, el segundo perdió la fe, el tercero se volvió loco, y únicamente el cuarto prosiguió su estudio y recibió por ello grandes bendiciones.

    Por eso no os aconsejo que os sumerjáis en un estudio profundo de la Cábala. Aprended simplemente lo que sea útil para vosotros, lo que esté a vuestro alcance; yo no os revelaré más. Y si no estáis preparados, empezad por otros asuntos, otros ejercicios que os prepararán para abordarla más tarde. Creedme, es una ciencia muy difícil que no todo el mundo se puede permitir estudiarla; incluso es un sacrilegio hacerlo si no se está bien preparado, y se corren grandes riesgos.

    Si os digo esto, no es para desalentaros, sino para seros útil. Es mi deber advertiros de que lanzarse imprudentemente en la Ciencia cabalística produce desequilibrios psíquicos. Y no se podrá acusar a esta Ciencia, sino a una curiosidad mal dirigida, o al deseo de satisfacer la codicia, la ambición. A algunos les digo: "Estudiáis el Shem Hameforasch para conocer el nombre y las atribuciones de los setenta y dos Genios: ¿y qué haréis con ello? ¿Vais a pedirles la protección, el éxito, el amor, las riquezas?" Pues bien, precisamente, ¡ese es el peligro! En primer lugar, es totalmente desaconsejable intentar poner a los espíritus luminosos al servicio de las apetencias humanas. Además, es necesario saber que no son seres que obedecen así como así al primero que llega. Antes debéis alcanzar una cierta talla en el mundo espiritual, si no, los espíritus verán pronto con quien están tratando y os dejarán chapotear solos.

    Los setenta y dos Genios no están obligados a venir y satisfacer vuestros caprichos. Para darles órdenes, hay que tener una gran fuerza, una gran voluntad, un gran dominio; para obtener resultados, no basta con conocer sus nombres y pronunciarlos. No, muchos se lo imaginan, lo intentan, y no obtienen resultados. Entonces, antes de lanzaros, estudiad bien el problema, ya que aventurarse solo en esos estudios, sin guía, sin instructor, sin Maestro, puede conduciros a la brujería, a la magia negra.

    Mirad cuántos editores desde hace algunos años vuelven a publicar obras de ocultismo. ¡Pero son pura hechicería! Alguna de ellas contiene recetas espantosas, hasta el punto de indicar cómo hacer un pacto con el Diablo. Y lo que es grave, y que no sabéis, es que hay mucha gente, más de la que os imagináis, que se interesa en esos libros y cree en todas las imbecilidades que exponen. Algunas cosas son ciertas, pero muchas son falsas, e incluso peligrosas, y ellos lo aceptan todo. Estoy bien informado, sé que la brujería está aún muy viva en los pueblos: gentes provistas de viejos libros mágicos hacen ceremonias, evocaciones; convocan al mismísimo Diablo, ¡y lo que es más grave, es que lo logran! ¿Por qué? Porque su fe, su tenacidad, su paciencia principalmente, sirve de alimento, de cebo, a los espíritus infernales; consiguen comunicarse con ellos y casi entregarles la vida. Estoy al corriente de todo esto. Muchos han muerto víctimas de sus propias prácticas. Jamás deben hacerse cosas semejantes, jamás. Ésta no es la verdadera ciencia espiritual. El saber que yo os transmito, nunca os llevará hacia esas prácticas. ¿De qué sirve obtener riquezas, poderes, placeres, para encontrarse luego maniatado, perseguido, poseído, verse obligado a recurrir a exorcistas para desembrujarse?

    La gente no se da cuenta del peligro que presentan las prácticas de hechicería. ¡Qué responsabilidad para los editores que reeditan esos libros, y para los libreros que los venden! Y cuanto más estrafalarios son los títulos, tanto mejor: presuntos nombres hebraicos, caldeos, persas, pero deformados y sin relación con los verdaderos nombres, porque después de siglos y siglos que circulan esos manuscritos, se deforman cada vez más a medida que son copiados. Y nunca se os advierte de los peligros que corréis. Practicáis esto y aquello, de acuerdo, pero ¿cuáles serán los resultados psíquicos sobre vosotros mismos?...

    Debéis saber que yo nunca os embarcaré en este género de aventuras. Tratad de comprender bien la diferencia entre nuestra Enseñanza espiritual, iniciática, orientada siempre hacia la luz, y las otras prácticas ocultistas. Aquí estáis al abrigo, a salvo. Si queréis aventuraros más allá sin guía, sin luz, hacedlo, pero corréis el riesgo de caer en la magia negra. Sois libres de probarlo, pero entonces ya no respondo de vosotros. Si elegís salir de la enseñanza de la luz, yo no me siento responsable en absoluto de vuestra decisión.

    Para abordar esta Ciencia sagrada de la Cábala, debéis purificaros, purificar vuestro corazón, vuestra cabeza, si no, los espíritus celestes se opondrán a vuestros esfuerzos pues considerarán que cometéis un sacrilegio. Por el contrario, los espíritus tenebrosos estarán encantados de poder atraer a sus redes a un ingenuo más, seduciéndolo con éxitos fáciles. Elevarse hasta las regiones celestes es difícil, mientras que descender al Infierno es muy fácil: basta con seguir la pendiente de sus codicias.¹

    A algunos les digo: ¿Por qué os sentís tan atraídos por las prácticas del ocultismo? ¿Por qué despreciáis las grandes verdades que os he dado para mejorar vuestra salud, vuestro comportamiento respecto a los humanos, vuestra relación con las fuerzas inteligentes de la naturaleza, con las entidades celestes, con Dios mismo? Esas verdades no os interesan realmente, hay algo que os tienta más... una esperanza algo turbia, el deseo de satisfacer una ambición... Si sois honestos, íntegros, empezaréis por estudiar todas esas grandes verdades: hay mucho que aprender y regocijarse durante toda la vida. Si las descuidáis, es que estáis animados por deseos inferiores: queréis dominar a los espíritus para que os procuren el dinero, el amor, el éxito social, sin haber adquirido la pureza, la inteligencia, la bondad. Pues bien, entráis en la logia negra. Es la logia negra la que os inspira la voluntad de dominar a los espíritus antes de ser dignos de ello, antes de ser un hijo de Dios...

    El deseo de aprender la Cábala no tiene, en sí mismo, nada que ver con la hechicería. Pero antes de descubrir sus secretos, hay que aceptar pasar por las etapas preliminares, trabajar sobre uno mismo, perfeccionar el carácter para demostrar que se es digno y capaz de ir más lejos. Pero si uno se apresura, si quiere transgredir las reglas, quemar etapas, introducirse directamente en el mundo sagrado sin estar preparado, entonces se encontrará con guardias que le detendrán. Imposible ir más allá si no se ha pasado el examen, si no se han dado pruebas suficientes de tal o cual virtud.

    Mientras que para hacer el mal, no hay que someterse a prueba alguna: cuánto más malvado y dañino uno es, más rápido es aceptado como el número uno, el cabecilla, el jefe. Tomad el ejemplo de una banda de malhechores: todos elegirán por jefe al más violento, al más grosero, al más brutal. Lo mismo sucede en el Infierno: el ser más tenebroso, es el jefe. Mientras que en el Cielo, por el contrario, quien gobierna es el ser más luminoso, el más bondadoso y lleno de amor. Es por ello que la Cábala compara a veces al universo, con una cabeza blanca que se refleja bajo la forma de una cabeza negra: la cabeza negra es la sombra, el reflejo invertido de la cabeza blanca. El Infierno es una imagen invertida del Cielo. En el Infierno, el más degradado es el que gobierna, en el Cielo lo hace el más elevado.²

    Lo que está abajo es como lo que está arriba, dijo Hermes Trismegisto. Así pues, lo que está en el fondo es como lo que está en la cima. A la séfira Kether, situada en la cúspide del Árbol de la Vida, corresponde una Kether invertida, situada bien en el fondo. Y en el mundo de los humanos, ¿quiénes son los que dirigen? ¿los mejores?... Aquéllos que están en el poder, que ostentan la autoridad, los grandes financieros, políticos, economistas, ¿acaso son las personas más nobles, las más generosas, las más desinteresadas? Al contrario, son los más ambiciosos, los más interesados. Es un mundo que está por debajo del diafragma, es el mundo del reflejo invertido o, utilizando la imagen empleada por Dante, es el cono invertido. Y los que gobiernan, son los mejor equipados para ese mundo. Sé que hay excepciones, afortunadamente; pero en general, los mejor equipados son los que tienen los dientes más largos, las garras más aceradas, y las pezuñas más duras. Es cierto y loable que aún quedan, aquí o allá, en los gobiernos, en las sociedades, seres excepcionales, inteligentes, cualificados, honestos, desinteresados, pero son raros.

    Volviendo a la Cábala, es preferible para vosotros estudiar primero en profundidad lo que ya os he dado en mis conferencias. Aún no veis la utilidad de todas esas verdades, no sospecháis que, gracias a ellas, podéis hacer trabajos formidables. ¡Pero yo quiero fórmulas para gobernar a los espíritus! Pues no, vais demasiado deprisa. Hojead primero, una o dos veces, todos mis libros, y os daréis cuenta de que en ellos he infiltrado reglas, e incluso revelaciones de la más alta magia, la Cábala más profunda, e incluso sobre la teúrgia. Las he infiltrado esporádicamente, sin hacer ruido, sin acentuar, sin insistir ni alzar la voz, solamente para aquellos que están despiertos. ¿No las habéis captado? Pues bien, a vosotros os corresponde descubrirlas.

    Tal vez ni siquiera os dais cuenta, pero la mayoría de los conocimientos que recibís aquí fueron, en el pasado, conocimientos casi inaccesibles que únicamente eran confiados a los Iniciados. Habéis podido comprobar, cuando os di la conferencia sobre las Iniciaciones egipcias, cuán difícil era en la Antigüedad de ser aceptado en el templo, por cuántas pruebas era preciso pasar. Los postulantes aceptaban incluso arriesgar su vida para ser admitido y tener acceso a estos conocimientos. En nuestra época, el mundo invisible ha permitido que la Ciencia esotérica sea propagada para iluminar, para instruir a los humanos, pero si abusan de ella y se precipitan hacia la magia negra, el castigo será terrible.

    Sevres, 21 de Diciembre de 1964


    1 Y él me mostró un río de agua de la vida, Parte X, cap. 1: La puerta del mundo psíquico: Iesod.

    2 Y él me mostró un río de agua de la vida, Parte IX, cap. 1: El río de la vida divina.

    II

    El número 10 y los 10 sefirot

    I

    Lectura de un pensamiento del Maestro Peter Deunov:

    Determinar el número personal es recibir inesperadamente una herencia de diez millones de levas. Si sois razonables, resolveréis con ese número muchas dificultades. Los números ocultan una fuerza mágica. Recibir diez millones de levas, es poder adquirir mansiones, amigos, la felicidad... ¿Qué mayor riqueza que esa? Todo el mundo se inclina ante diez millones de levas. ¿Por qué? Porque es un número viviente. Y si tal fuerza está oculta en un número, ¡mucho más grande es esa fuerza cuando se manifiesta a través de un ser humano! Cuando un hombre penetra en la fuerza de los números, los profesores de la luz abren para él las puertas de su Universidad. Si al menos una puerta se abre para el hombre, entrará sobre un carro de fuego como el profeta Elías entró en el Cielo. Pero aquél que no comprende los números vivientes, rondará largo tiempo alrededor de las puertas de esta Universidad y nadie se las abrirá. Para poder entrar en la Universidad de la luz, hay que poseer amor, pues el amor resuelve todos los problemas. Fuera del amor no hay nada, sólo el fracaso...

    Algunos detalles de este pensamiento del Maestro Peter Deunov seguramente os sorprenderán, y si no os los explico, os iréis con ideas erróneas sobre su Enseñanza. Él dijo: Todo el mundo se inclina ante diez millones de levas... Naturalmente, esto no es extraordinario, lo vemos por todas partes... Aunque hoy en día diez millones de levas ya no representan gran cosa, ¡ni siquiera alcanzan para construirse una cabaña! Recibir diez millones de levas es poder adquirir mansiones, amigos, la felicidad... ¡Ah! Eso no es seguro; las mansiones, sí; pero los amigos y la felicidad, eso no es en absoluto seguro. Pensaréis que estoy contradiciendo y criticando a mi Maestro... En absoluto, al contrario, y voy a mostraros la profundidad de lo que él sobreentiende.

    ¿Qué significa conocer el número personal y por qué el Maestro eligió el número diez? El Maestro habla el mismo lenguaje que todos los grandes Iniciados: para ellos todo es número. Los números representan el armazón del universo, y quien los conoce, no solamente posee la ciencia de la creación, sino que se vuelve todopoderoso, pues los números son fuerzas mágicas. Cada ser tiene un número determinado, y si lo conoce, conoce al mismo tiempo su lugar en el universo. Incluso puede decirse que cada ser es un número dotado de una vibración totalmente especial, y que según esa vibración fundamental, esencial, todo está determinado para él: su destino, su camino, pero también su cuerpo, su rostro, el estado de su organismo. El número representa las vibraciones de su ser íntimo que atrae ciertos elementos y rechaza otros, gracias a esa ley de afinidad y de polaridad de la que os he hablado tan a menudo.

    Para los Iniciados, el número es el esqueleto alrededor del cual vienen a ubicarse todos los elementos. Hace mucho tiempo, vi un mercader ambulante que atraía a la multitud presentándole estructuras metálicas que tenían la forma de árboles de todas clases: proyectaba encima ciertas sustancias químicas que, al aglutinarse, daban verdaderamente la impresión de una gran frondosidad. Pues bien, es absolutamente la imagen de la creación. Un número es una abstracción, pero es un ser real. Cuando debe descender para manifestarse en el plano físico, se cubre de carne con el fin de tener un cuerpo. Es un número, pero desaparece bajo tantas envolturas que ya no se sabe lo que representa; para encontrarlo de nuevo, hay que despojarlo de sus apariencias y volver a descubrirlo mucho más allá de la carne, de la sangre, de la piel, de los músculos, e incluso de los huesos.

    Todas las ciencias, la astronomía, la física, la química, la mecánica, no estudian otra cosa que formaciones que se produjeron alrededor de un número, o a partir de un número. Todas las ciencias saben muy bien que no pueden hacer ningún progreso, ni obtener ningún éxito, tanto en sus hipótesis como en sus aplicaciones, si no parten de bases matemáticas. Por eso trabajan con un lenguaje matemático: han comprendido que los números dirigen todo, y que hay que conocer todas sus relaciones y combinaciones para poder dominar la materia.

    Decía que el número está en la base de todo; en realidad, sería más justo decir que está en la cima, en el origen, y que es por un fenómeno de cristalización, de acumulación de materia alrededor de él, que aparecen todos los elementos de la creación: los árboles, las rocas, las montañas, las flores, los animales, los insectos, los hombres... Toda la creación está hecha exclusivamente de números que se han encarnado. Es evidente que os explico esto de forma rápida, porque es difícil encontrar los términos para expresar esta realidad compleja. Así es como cada ser humano, al venir a la tierra, está determinado por un número fundamental que la Inteligencia cósmica le dio, o más bien que él mismo logró obtener por la manera en la que vivió durante sus encarnaciones anteriores.

    Pero volvamos a esos diez millones de levas de los que habla el Maestro Peter Deunov, para estudiar más precisamente el número diez. Quienes idearon darle esta forma, 10, ¿cómo procedieron? ¿creéis que lo hicieron así por azar? No, poseían la ciencia de los símbolos, y es lo que voy a intentar demostraros.

    Releed el principio del Génesis: Moisés relata allí, que Dios situó al primer hombre y a la primera mujer en el jardín del Edén. En ese jardín crecían dos árboles: el Árbol de la Vida, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Adán y Eva recibieron la orden de comer únicamente de los frutos del Árbol de la Vida, pero ya conocéis la continuación de la historia, en cuanto a la forma en que, empujados por la serpiente, probaron los frutos del otro árbol.³ Pero dejemos por el momento este tema de la serpiente, y ocupémonos del Árbol de la Vida. Este Árbol de la Vida, estaba impregnado por fuerzas tan armoniosas y benéficas, que sus hojas curaban todas las enfermedades y sus frutos aportaban la vida eterna. No había pues en el Paraíso ni enfermedades, ni sufrimiento, ni muerte. ¿Acaso los cristianos, cuando leen las primeras líneas del Génesis, tienen una idea muy clara de lo que es el Árbol de la Vida? Conocen el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, ya que todo el tiempo están alternando entre la alegría y la tristeza, la salud y la enfermedad, la opulencia y la miseria, pero ¿y el Árbol de la Vida?...

    El Árbol de la Vida es el universo que Dios habita e impregna con su existencia, es una representación de la vida divina que circula a través de toda la creación. Y el ser humano también representa, en miniatura, el mismo Árbol de la Vida. ¿Por qué entonces no es inmortal? Era inmortal mientras estaba unido al gran Árbol, pero al transgredir las prescripciones de Dios, se desprendió de él y perdió la inmortalidad. Hubo pues una época en la que el hombre no se había separado del Árbol de la Vida, estaba en relación permanente con él, comía sus frutos, y éste es el sentido simbólico del verbo comer: estar en comunión. Pero cuando el hombre se separó del Árbol, fue a vivir sobre la tierra, en la región más densa de la materia, Malkut, la décima séfira que describen los cabalistas.

    Los cabalistas dividen al universo en diez regiones o sefirot, que corresponden a los diez primeros números. Esos números son originalmente realidades puramente abstractas, pero al descender a regiones más densas, se cubrieron de materia. Es por eso que cada uno de los diez sefirot posee, no sólo un espíritu (el número), sino también un alma, un intelecto, un corazón, y finalmente un cuerpo físico que los resguarda. Esta estructura se repite en los diez sefirot, por lo que en cada uno hay cinco aspectos a estudiar.

    El primer aspecto, que corresponde al espíritu, está representado por el nombre de Dios. De Kether a Malkut, esos diez nombres son: Ehieh, Iah, Jehovah, El, Elohim Gibor, Eloha vaDaath, Jehovah Tsebaot, Elohim Tsebaot, Chadai-El-Hai, Adonai-Meled.

    Esos nombres de Dios son nombres sagrados que hay que pronunciar siempre con el mayor recogimiento, en el silencio del alma. Si me atrevo a hacerlo hoy, es porque siento la presencia de entidades magníficas que nos rodean, y que se cumplen ciertas condiciones de pureza y de luz. Pronunciando esos nombres sagrados, cuyo verdadero significado y poder conocen únicamente los cabalistas, pueden proyectarse rayos sobre todas las conciencias del mundo, a fin de que los seres que están mejor preparados para recibir esas bendiciones, despierten a una vida nueva.

    Cada séfira es una región habitada por toda una jerarquía de espíritus luminosos, y gobernada por un Arcángel sometido, él mismo, directamente a Dios. Es pues Dios mismo quien dirige esas diez regiones, pero bajo un nombre diferente en cada región. Por ello la Cábala otorga diez nombres, diez atributos a Dios. Él es

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