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La vida psíquica: elementos y estructuras
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La vida psíquica: elementos y estructuras
Libro electrónico126 páginas1 hora

La vida psíquica: elementos y estructuras

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"No existe ninguna representación del ser humano que abarque totalmente su complejidad. Precisamente por eso no hay que extrañarse de que las religiones y los distintos sistemas filosóficos no hayan tenido la misma concepción de su estructura. Todos están en la verdad; todo depende del punto de vista de cada uno. Para facilitar la comprensión, cuando se quiere dar una idea de la anatomía del ser humano, necesariamente hay que hacer distintas láminas que representen los diferentes sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso... Lo mismo ocurre para el organismo psíquico: exactamente como un anatomista, un Iniciado emplea distintos esquemas, o divisiones según los aspectos del ser humano y los problemas en los que quiere profundizar".
IdiomaEspañol
EditorialProsveta
Fecha de lanzamiento22 may 2024
ISBN9788493926366
La vida psíquica: elementos y estructuras

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    La vida psíquica - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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    Omraam Mikhaël Aïvanhov

    La vida psíquica: elementos y estructuras

    Izvor 222-Es

    ISBN 978-84-939263-6-6

    Traducción del francés

    Título original:

    LA VIE PSYCHIQUE: ÉLÉMENTS ET STRUCTURES

    © Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

    I

    CONÓCETE A TI MISMO

    Conócete a ti mismo... Pocas personas han sabido interpretar verdaderamente esta fórmula inscrita en el frontispicio del Templo de Delfos. ¿Quién es este sí mismo que debemos conocer? ¿Acaso se trata de nuestro carácter, de nuestras debilidades, de nuestros defectos y cualidades?... No; si conocerse fuese únicamente eso, los sabios nunca habrían inscrito este precepto en el frontispicio de un templo. Este conocimiento es necesario también, desde luego, pero resulta insuficiente. Conocerse es mucho más. Conocerse es Regar a ser consciente de los diferentes cuerpos de que estamos compuestos, desde los más densos hasta los más sutiles; de los principios que animan estos cuerpos, de las necesidades que nos hacen sentir y de los estados de conciencia que les corresponden, de los que no sabemos nada. Todos nos observamos un poco, tratamos de conocer algunas de nuestras tendencias buenas o malas, y decimos: ¡Ya me conozco! Pero todavía no nos conocemos.

    En realidad, no existe ninguna representación del ser humano que abarque completamente su gran complejidad; por ello no hay que extrañarse de que las religiones y los diferentes sistemas filosóficos no hayan tenido la misma concepción de su estructura. Los hindúes, por ejemplo, lo dividen en 7, y los teósofos también han adoptado esta división. Los astrólogos lo dividen en 12, en correspondencia con los 12 signos del zodíaco, y los alquimistas en 4, de acuerdo con los 4 elementos. Los cabalistas han escogido el 4 y el 10: los cuatro mundos y los diez sefirot. En la religión de los antiguos Persas, el mazdeísmo, y después en el maniqueísmo, el hombre se divide en 2, de acuerdo con los 2 principios del bien y del mal, de la luz y de las tinieblas, Ormuzd y Ahrimán. En cuanto a los cristianos, a menudo lo dividen en 3: cuerpo, alma y espíritu. Aún añadiré que ciertos esoteristas han escogido la división en nueve, porque repiten el 3 en los 3 mundos, físico, espiritual y divino.

    ¿Dónde está la verdad? Está en todos. Depende del punto de vista con el que se observe al hombre. Por eso no rechazo ninguna de estas divisiones. A menudo, por comodidad, divido al hombre en 2: la naturaleza inferior o personalidad y la naturaleza superior o individualidad, porque esta división facilita la comprensión de ciertos problemas.¹ Para otras explicaciones escojo la división en 3, 6, ó 7, sí me parecen más claras para vosotros. Estas divisiones sólo son medios fáciles para presentar tal o cual aspecto de la realidad. No se contradicen entre ellas porque cada una es verdadera desde un punto de vista distinto.

    Cuando queremos dar una idea de la anatomía del ser humano no lo representamos todo a la vez, sino que, para facilitar su comprensión, tenemos que confeccionar diferentes láminas que correspondan a los distintos sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso... En geografía también se hacen varios mapas: físico, político, económico, geológico, etc... Pues bien, lo mismo sucede en todos los niveles. Exactamente igual que el anatomista o el geógrafo, los Iniciados utilizan diversos esquemas o divisiones según los aspectos del ser humano y las cuestiones que quieren profundizar.


    1 Naturaleza humana y naturaleza divina, Colección Izvor nº 213.

    II

    EL CUADRO SINÓPTICO

    Como es abajo es arriba, y como es arriba es abajo², dijo Hermes Trismegisto. Existen en el hombre unos principios sutiles con sus necesidades y actividades propias, lo cual es fácilmente comprensible si tomamos como punto de partida las necesidades y las actividades del cuerpo físico. Esto es lo que voy a tratar de enseñaros gracias a este cuadro sinóptico, en el que he querido reunir los principales elementos de nuestra vida física y psíquica.

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    Empecemos, pues, por el cuerpo físico. ¿De qué tiene necesidad? De salud. Para tener salud necesita alimentarse, debemos comer. Para conseguir este alimento, nos hace falta dinero. Y para tener dinero, hay que trabajar. Ved que es sencillo. Pues bien, puesto que lo que hay abajo, en el mundo físico, es como lo que hay arriba, en el mundo espiritual, hay que saber que volvemos a encontrar los mismos procesos en los planos sutiles para los demás principios de los que está constituido el hombre: la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu. Cada uno de estos principios tiende hacia una meta: para alcanzar esta meta, necesita ser alimentado; para tener este alimento, hace falta dinero; y el dinero sólo se gana trabajando.

    Consideremos la voluntad: tiene como meta el movimiento, es decir, el poder. Necesita actuar sobre las cosas, los seres y las situaciones, para modelarlas y transformarlas. Pero no puede ser activa si no se alimenta, y su alimento es la fuerza: alimentada por la fuerza, la voluntad puede manifestarse. Ahora bien, para comprar esta fuerza necesita dinero, y este dinero es el gesto: tenemos que salir de la inmovilidad y de la inercia para desencadenar estas energías. Acostumbrándose a actuar, a moverse, la voluntad compra la fuerza y se vuelve poderosa. Todos los esfuerzos físicos que podáis hacer, fortalecen vuestra voluntad.

    A continuación consideremos el corazón ¿De qué tiene necesidad el corazón? Necesita

    sentirse colmado, busca el calor, el gozo, la felicidad. Su alimento es el sentimiento, y la moneda que sirve para pagarle es el amor. Cuando amáis, este amor es el dinero que os permite comprar, es decir, adquirir y sentir todo tipo de sentimientos, de sensaciones, de emociones. Si perdéis vuestro amor, perdéis la felicidad y vivís en el frío ¿Cómo conservar esta riqueza del amor? Cultivando cada día la armonía con las criaturas y con todo el universo.

    ¿Y el intelecto? Necesita ser instruido, busca la luz, el conocimiento. Su alimento es el pensamiento. El dinero que le permite comprar los mejores pensamientos es la sabiduría. Y la actividad que permite obtener la sabiduría es la meditación. Únicamente la sabiduría puede alimentar vuestro intelecto con los mejores pensamientos, permitiéndole así obtener la luz que busca.

    El ideal del alma es el espacio, la inmensidad. El alma humana es una pequeñísima parte del Alma universal y se siente tan limitada y comprimida en el interior del hombre que su único deseo es crecer, expandirse a través del espacio. Para alcanzar este ideal tiene, asimismo, necesidad de ser reforzada. El alimento para ello son todas las cualidades de la conciencia superior: la impersonalidad, la abnegación, el sacrificio. El dinero gracias al cual se compra este alimento es el éxtasis, la fusión con el mundo divino. El trabajo que permite obtener esta fusión es la oración, la contemplación. Sí, realmente, la actividad propia del alma es la contemplación.

    El ideal del espíritu es la eternidad, porque el espíritu, cuya esencia es inmortal, trasciende al tiempo. Pero para obtener la eternidad, el espíritu necesita alimentarse, y este alimento es la libertad. Así como el alma necesita expansionarse, el espíritu, en cambio, tiene necesidad de cortar todos los lazos que le retienen encadenado. La verdad es el dinero con el que el espíritu compra la libertad. Cada una de las verdades que llegáis a descubrir sobre cualquier tema os da la posibilidad de liberaros. Jesús decía: Conoced la verdad y la verdad os hará libres... Sí, la verdad libera. La actividad que permite alcanzar la verdad es la identificación con el Creador. Aquél que se identifica con el Creador llega a ser uno con El, posee la verdad, ¡y se libera! Cuando Jesús decía: Mi Padre y yo somos uno, resumía este proceso de identificación.

    En este cuadro he querido resumir y encajar los principales elementos de la vida física, y sobre todo psíquica, que se encuentran generalmente dispersos, para formar con ellos una unidad: y naturalmente, podríamos desarrollar y precisar estas nociones hasta el infinito.

    Debido a que este cuadro no puede contenerlo todo, evidentemente, hay un cierto número de nociones que no encontraréis en él; no obstante podemos situar los diferentes niveles de consciencia: inconsciencia, subconsciencia, consciencia, consciencia de sí mismo y supra-consciencia.

    Muchos filósofos, psicólogos y psicoanalistas han estudiado el problema de los diferentes niveles de la consciencia. Lo que han dicho es muy interesante, pero, a menudo, muy difícil de relacionar con la experiencia de la vida cotidiana. Por ello os daré un ejemplo sencillo que os permitirá comprenderlo fácilmente. Imaginad que en una caída habéis recibido un golpe violento en la cabeza y os habéis desmayado: estáis sumidos en la inconsciencia. Tratan de reanimaros y empezáis a moveros ligeramente, sin abrir aún los ojos: estáis en el estado de subconsciencia. Después de algunos segundos, abrís los ojos y os dais cuenta de que estáis tumbados en el suelo, rodeados

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