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El reino de las sombras: Las crónicas thurias
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Libro electrónico343 páginas5 horas

El reino de las sombras: Las crónicas thurias

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Antes de Aquilonia, Nemedia, Ofir y Cimeria existieron Valusia, Grondar, Thule y Commoria. Antes de que se hundiera la Atlántida y el consiguiente cataclismo cambiase el mundo hubo un rey bárbaro que gobernó con mano firme desde el trono de Valusia. Antes de Conan existió Kull, el exiliado de la Atlántida que tomó la ensangrentada corona del cuerpo aún caliente del anterior rey y la puso sobre su frente.
Kull no sería quien es sin Brule el lancero, tan leal como letal. Kull y Brule, atlante y picto, una amistad que reventaría los prejuicios tribales de ambas razas bárbaras.
El rey no tardará en descubrir que es más fácil conseguir el trono que conservarlo, y a lo largo de su reinado tendrá que hacer frente a numerosas conspiraciones. No siempre los conspiradores serán humanos.
En este volumen se incluyen los relatos de Robert E. Howard dedicados a Kull de Valusia, completando así la saga de espadas y brujería ambientada en la ficticia prehistoria de nuestro planeta.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 may 2024
ISBN9788418878206
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    El reino de las sombras - Robert E. Howard

    ÉRASE UNA VEZ EN LA ATLÁNTIDA

    CARLOS DÍAZ MAROTO

    ¡Por esta hacha gobierno! ¡Este es mi cetro! He luchado y sudado para ser el rey marioneta que deseabais que fuera, para reinar a vuestro modo. ¡Ahora seguiré mi propio camino! ¡Si no lucháis, obedeceréis! Las leyes justas se mantendrán; las leyes que han sobrevivido a su tiempo las haré añicos como hice con aquella. ¡Soy el rey!

    —Kull en «¡Por esta hacha gobierno!».

    El hacha del gobierno

    En cierta manera, Conan es hijo de Kull. Robert E. Howard había escrito el relato «By This Axe I Rule!», protagonizado por el atlante, y lo ofreció sucesivamente a las revistas pulp Argosy y Adventure en 1929, pero ambas lo rechazaron por la carencia de elementos fantásticos. Decepcionado, más adelante reescribiría la historia, modificándola y ampliándola, efectuando diversos cambios argumentales (en particular, reemplazando la historia de amor por la subtrama sobrenatural) y convirtiéndola en una aventura de Conan que tituló «The Phoenix on the Sword». Ese relato sí sería publicado, en concreto por Weird Tales, en su volumen correspondiente a diciembre de 1932. Y cabe referir que en el proceso mejoró el texto, tanto en estilo como en contenido narrativo.

    Sin embargo, Howard no cejó en el empeño y escribió más historias del personaje. De hecho, su primera narración publicada del atlante fue «The Shadow Kingdom», que había escrito entre 1926 y 1927 y apareció en el Weird Tales de agosto de 1929. La «biografía» de Kull, por supuesto, no se ajusta al orden de publicación de las narraciones escritas por Howard, de igual modo que sucede con sus demás personajes. Y es que, en realidad, solo tres relatos aparecieron en vida del autor: el citado más «The Mirrors of Tuzun Thune» (Weird Tales, septiembre de 1929) y «Kings of the Night» (Weird Tales, noviembre de 1930), además de una poesía, años después.

    El resto de los cuentos, en su mayoría, fueron escritos entre 1929 y 1930, aunque el fragmento posteriormente titulado «Exile in Atlantis» es de 1925. Esas «nuevas» historias, junto a las ya conocidas, vieron la luz por vez primera en el volumen King Kull, publicado en 1967 por Lancer Books, que contenía además tres historias completadas por el polémico Lin Carter a partir de sendos fragmentos o borradores obra de Howard. A la salida de ese volumen, Algis Budrys, escritor de ciencia ficción, pero también crítico, describió el texto de Howard como «combinación de una megalomanía masoquista con una fuerte veta de literatura terrorífica»¹, e incluso alabó positivamente que Lin Carter completara «con sorprendente éxito» el relato «Black Abyss».

    Nuestro personaje, el rey Kull, vive en la Atlántida, antes de la famosa catástrofe que la hundiría, hace unos veinte mil años. En el famoso ensayo «La Era Hibórea», Howard menciona:

    Poco se sabe de la época que los cronistas nemedios denominan Era Precataclísmica, salvo sobre los últimos años, e incluso estos se hallan velados por la niebla de la leyenda. La historia conocida comienza con el declive de la civilización precataclísmica dominada por los reinos de Kamelia, Valusia, Verulia, Grondar, Thule y Commoria.²

    Junto con Zarfhaana, serían conocidos como los Siete Imperios o los Siete Reinos. Dentro de esas brumas de la leyenda se circunscribirían las crónicas sobre Kull de Valusia que narraría un escriba desconocido, y que transcribiría más adelante, muchos siglos después, un oscuro escritor texano...

    El reino de la Atlántida

    La Atlántida³ es un reino ficticio que fue citado por primera vez por Platón en sus clásicos diálogos Timeo (Τίμαιος, ca. 350 a. C.) y Critias (Κριτίας, ?), donde relata también su hundimiento en el océano Atlántico. Platón la define como una potencia militar cuya existencia se remonta a nueve mil años previos al legislador ateniense Solón (c. 638 a. C.-558 a. C.); sitúa su ubicación más allá de las Columnas de Hércules, es decir, del estrecho de Gibraltar, y describe su tamaño como más grande que Libia y Asia Menor juntas. Su poder llegó al punto de tomar el dominio del oeste de Europa y el norte de África, pero Atenas lo detuvo. Entonces devino una catástrofe, que no describe, pero que hizo desaparecer la isla, así como a los ejércitos rivales atenienses, en «un solo día y una noche terrible»⁴.

    Durante el Renacimiento, el mito fue retomado tanto por Tomás Moro en Utopía (Utopia, 1516) como por Francis Bacon en su incompleta Nueva Atlántida (New Atlantis, 1626); por aquel entonces era considerado como una alegoría: para Bacon supone un punto de referencia para glosar una humanidad futura de carácter utópico, y Moro efectúa una sátira sociopolítica sobre una isla-estado. Fue en el siglo xix cuando esa legendaria isla, o continente, vivió una resurrección diríase apasionante, destacando en especial con el ensayo del congresista estadounidense Ignatius L. Donnelly Atlantis: The Antediluvian World (1882). Con bases arqueológicas más bien peregrinas, que podrían anteceder a las famosas teorías extraterrestres de Erich von Däniken, y a partir de las semejanzas que percibe entre las culturas egipcia y mesoamericana, Donnelly proclama las referencias en el texto de Platón como alusiones a un lugar real. Todo el mundo pareció aceptar sus teorías como plausibles, hasta el punto de que el gobierno británico organizó una expedición con rumbo a las Azores, donde el escritor situaba el continente perdido, con el fin de hallar sus restos arqueológicos (por supuesto, sin que encontraran nada).

    Ya antes fue citada, si bien de pasada, por Jules Verne en 20.000 leguas de viaje submarino (Vingt mille lieues sous les mers, 1870). Helena Petrovna Blavatsky, la fundadora de la teosofía, escribió La doctrina secreta: síntesis de la ciencia, la religión y la filosofía (The Secret Doctrine, the Synthesis of Science, Religion and Philosophy, 1888), en cuyo segundo volumen describe los orígenes de la humanidad a través de un relato de las «Razas Raíces» que se remontarían a millones de años atrás. La primera raza raíz era, según ella, «etérea»; la segunda raíz poseía cuerpos más físicos y vivía en Hiperbórea; la tercera, ya por completo humana, habría existido en Lemuria, y la cuarta, en la Atlántida. Basándose en los conceptos teosóficos, en la obra ocultista Un habitante de dos planetas o La bifurcación del camino (A Dweller on Two Planets, 1894), su autor Filos el Tibetano, o Phylos the Thibetan (en realidad, Frederick Spencer Oliver), hace que su protagonista recuerde su etapa cuando fue regente de la Atlántida (lo cual podría evocar la memoria racial howardiana). The History of Atlantis (1927), del periodista, poeta, folclorista y estudioso de lo oculto Lewis Spence, recogió las teorías de Donnelly, y considera la Atlántida como una civilización de la Edad de Bronce que formaba un vínculo cultural con el continente americano, que invocó a través de los ejemplos que encontró de paralelismos entre las primeras civilizaciones del Viejo y del Nuevo Mundo. Howard compartía la opinión de Spence de que los atlantes y los cromañones podían estar relacionados, y escribió sobre este tema en una carta a Harold Preece⁵ recibida el 20 de octubre de 1928.

    En una vena ya más aventurera surgirían libros como El continente desaparecido (The Lost Continent, 1900) de C. J. Cutcliffe Hyne, una narración en primera persona enmarcada por el descubrimiento de un antiguo manuscrito en las islas Canarias. O, en un tono más político, The Scarlet Empire (1906), de David M. Parry, ambientada en el presente de la época de su redacción, que incorpora la Atlántida preservada bajo una enorme cúpula estanca y que pretende ser una sátira del socialismo.

    Sin embargo, la obra más célebre sobre el continente perdido será La Atlántida (L’Atlantide, 1919), de Pierre Benoît, donde el autor ubica ese reino nada menos que en el desierto del Sahara, en la Argelia francesa, y en la cual dos oficiales franceses conocen a Antinea, la reina de aquel dominio fabuloso. Benoît fue acusado de plagio por parte de Sir Henry Rider Haggard, en cuya obra El dios amarillo (The Yellow God, 1908) pareció inspirarse, aunque también se perciben obvias semejanzas con Ella (She, 1887). De hecho, el primero en desvelar ese parecido fue el crítico Henry Magden, que planteó las similitudes en octubre de 1919. Añadamos también, al menos, el poema La Atlántida (L’Atlàntida, 1877), de Jacinto Verdaguer, que narra cómo un ermitaño cuenta a Colón la historia del continente; en sus últimos años, Manuel de Falla lo convirtió en una cantata titulada Atlántida, que tras su muerte completó Ernesto Halffter en 1976.

    Muchas de estas obras, sin duda, debían ser conocidas por parte de Robert E. Howard cuando concibió su propio reino atlante. Estamos cien mil años antes de Cristo y la Tierra se halla habitada por tribus bárbaras. En este contexto, la Atlántida es más bien un archipiélago de islas donde diversas tribus bárbaras se enfrentan unas con otras.

    Según Scott Connors⁷, la versión de Howard de la Atlántida era una tierra salvaje e indómita habitada por bárbaros altamente avanzados de piel clara, cabello oscuro y ojos azules y grises, trabajadores cualificados del metal y la piedra, a quienes, tras su idea del cataclismo (tal como se explica en «La Era Hibórea») sucedieron los cimerios, y luego los celtas. En 1929, Howard publicó una historia corta titulada «The Shadow Kingdom»; en ella presenta a los lectores al rey Kull de Valusia, un bárbaro atlante que alcanza el trono de un reino precataclísmico. Unos pocos meses antes de que la historia apareciera en Weird Tales, asiento principal de Howard entre las revistas pulp, escribió sobre la Atlántida en términos que podrían no haber sonado extraños a un völker⁸ germano en una carta a Preece (sin fechar pero recibida el 20 de octubre de 1928):

    Acerca de la Atlántida... Creo que algo similar debió existir, aunque no sustento especialmente ninguna teoría sobre la existencia de un alto tipo de civilización allí; de hecho, dudo que la hubiera. Pero algún continente quedó sumergido antaño, o alguna gran masa de tierra, pues prácticamente todos los pueblos tienen leyendas sobre una inundación.

    La tierra de Kull

    Entre los distintos reinos que imperaban en aquella época, el más importante de ellos, de cara al propio Kull, sería Valusia, pero había otros, como ya vimos. Más adelante, Howard acuñaría el nombre de Thuria¹⁰ como un macrocontinente, cuando intentó conectar el mundo de Kull con el de Conan en su ensayo «The Hyborian Age» en 1936.

    Kull nació en una tribu ubicada en el Valle del Tigre de la Atlántida. Cuando aún era un niño, tanto el valle como la tribu fueron destruidos por una inundación, lo que provocó que viviera como un chico salvaje durante años. Capturado por la tribu de las Montañas del Mar, Kull fue adoptado por esta. Ya de adolescente, en «Exile of Atlantis», Kull concede a una mujer una muerte rápida para evitar que sea quemada por una turba. Sin embargo, por este acto de generosidad será desterrado de la Atlántida. A lo largo de su vida será esclavo, pirata, forajido, gladiador, soldado y, al fin, rey de Valusia.

    Refiérese que la ciudad de Valusia fue fundada por los hombres serpiente, adoradores de la Gran Serpiente. Mas sus esclavos humanos los derrocaron, y a partir de entonces hubieron de habitar en la oscuridad, si bien urdirían periódicamente planes malvados para reinstaurar su poder, para lo cual aprovechaban sus capacidades de camuflaje, que les permitían adquirir los rasgos de personas concretas. En el relato de H. P. Lovecraft «El morador de las tinieblas» («The Haunter of the Dark», Weird Tales, diciembre de 1936), este menciona a los «hombres serpiente de Valusia».

    A través de sus narraciones, Howard expondría la leyenda de Kull, rey de Valusia. Una Valusia que, en palabras del propio autor, es «una Valusia desvanecida y degenerada, una Valusia que vive sobre todo en los sueños de una gloria pasada». Y, tal como diría el autor francés Lauric Guillaud:

    Estos reinos prehistóricos, que el propio Howard consideraba imaginarios, incluidos los «bárbaros» —los pictos, los atlantes y los lemurianos— se oponían a los «pueblos civilizados» de Valusia y Grondar, mientras tierras remotas e inexploradas albergaban razas de «primitivos salvajes». La geografía mentalmente proyectada del autor origina que coexistan tierras brotadas de su imaginación, países legendarios o míticos (Thule, la Atlántida, Lemuria) y pueblos reales, como los pictos¹¹, a quienes Howard tomó prestados de la Historia oficial con el fin de dar cuerpo a su ficción. Este aspecto ecléctico es precisamente una de las características de la fantasía heroica.¹²

    Kull, el personaje

    Puestos a comparar a Conan y Kull, pese al aire circunspecto de ambos y a la importancia que ambos conceden a las armas, Conan es diríase un hombre de acción, mientras que Kull resulta más introspectivo. De igual modo, Conan se ve impulsado muy a menudo por su amor hacia las mujeres, mientras que Kull se muestra poco interesado en el sexo. Es amable, incluso caballeroso, y en ocasiones ayuda a parejas de amantes a seguir unidas pese a los inconvenientes, aunque él parezca ajeno a esos intereses.

    Reflexionando en ese sentido, el escaso interés de Kull hacia las mujeres, resaltado por Howard en diversas ocasiones en los relatos, no podría interpretarse como un acto de misoginia, ni tampoco de homosexualidad. Dentro del contexto de estas historias, el «interés hacia las mujeres» se entiende como el acto de la seducción, el flirteo, esto es, la estructura romántica. Eso, sin embargo, no atrae a Kull. Podría dilucidarse que el rey muestra ese desinterés al igual que otro personaje de ficción: Sherlock Holmes. Mientras la creación de Sir Arthur Conan Doyle prefiere inclinar sus querencias hacia la meditación y la reflexión, Kull las volcaría hacia la asunción del gobierno y la épica combativa, aunque también, como se ha referido, a la introspección. En el aspecto erógeno, ambos por tanto serían asexuales.

    Precisamente, sobre Kull deliberarían los autores del libro Speculative Modernism: «Lo que hace que Kull sea tan convincente son sus meditaciones y su inclinación por la autorreflexión»¹³. Y poco más adelante añaden:

    Se cuestiona su existencia, su sentido, sus motivaciones. Aunque se determina por la acción y la batalla, e incluso las anhela, los lectores ven las consecuencias en sus tranquilos momentos de meditación.¹⁴

    Y finalizarán, en lo que aquí nos atañe:

    Al cuestionar la naturaleza de la realidad y su propia existencia, Kull abre un nuevo camino como héroe del Modernismo Especulativo¹⁵. Le preocupa mucho la posibilidad de que existan múltiples universos sincrónicos y no puede comprender tales complejidades. Por mucho que lo intente, solo puede recurrir a lo que conoce y a la seguridad que le aporta la violencia que le es familiar.¹⁶

    Sobre el origen de Kull, el escritor Alvin Earl Perry dice:

    En cuanto a sus personajes de ficción, dejaremos que el Sr. Howard hable por sí mismo. [...] «El rey Kull se diferenciaba de estos otros en que fue puesto en papel en el momento en que fue creado, mientras que los demás existían en mi mente años antes de que intentara ponerlos en historias. De hecho, apareció por primera vez como un personaje secundario en una narración que nunca fue aceptada. Al menos, pretendía que fuera un personaje secundario, pero no llegué muy lejos antes de que dominara la trama».¹⁷

    Mientras rememoraba, en sus conversaciones epistolares con H. P. Lovecraft, la creación de las historias de Kull, Howard declararía:

    Las tres historias que escribí sobre ese personaje parecían escribirse solas, sin ningún plan por mi parte; no hubo esfuerzo consciente alguno para elaborarlas. Nacieron sin más en mi mente en su forma final y fluyeron sobre el papel desde la punta de mis dedos.¹⁸

    Mencionado este hecho por Patrice Louinet en su obra sobre el autor de Texas¹⁹, inmediatamente después el estudioso francés añadía: «Claro que Howard olvidaba los otros diez cuentos de la serie, abortados o rechazados»²⁰, manifestando la complicada manera en la cual la bibliografía howardiana se fue dando a conocer, y no solo con respecto a este personaje.

    Dentro del mundo de Kull también tienen una importancia fundamental los dioses. En este sentido, la deidad principal es Valka, por quien el rey está jurando constantemente, y que es denominado por nuestro héroe como «dios del mar y de la tierra». Existen otros dioses «menores», como podrían ser Hothat, Honan (o Honen), Holgar, Hark, Vala y Xerxux, y dentro de las deidades «oscuras» habría que citar al Dios Serpiente, el Dios Escorpión, la Sombra Tenebrosa o Zog-Thuu.

    Para terminar este apartado, un elemento frívolo: en finlandés hay una palabra muy parecida a «kull», y que significa «pene», por lo cual en las ediciones a ese idioma se cambió el nombre de nuestro personaje a Kall (que es como, más o menos, se pronuncia en inglés).

    Kull en la pantalla

    En 1997 se estrenó la película Kull el conquistador (Kull the Conqueror), con dirección de John Nicolella y protagonismo de Kevin Sorbo. En principio, el proyecto consistía en una adaptación de la novela La hora del dragón / Conan el conquistador (The Hour of the Dragon / Conan the Conqueror, 1935), llevando de nuevo a la pantalla, pues, al célebre bárbaro. Al parecer, pretendía ser una tercera entrega de la saga fílmica protagonizada por el cimerio, titulada Conan the Conqueror, pero Arnold Schwarzenegger rechazó participar en el film. Por cierto que en esta fase inicial del proyecto se anunció que la acción de la película se desarrollaría, dentro de la biografía de Conan, unos treinta años después de la de John Milius, y que, en tono, el resultado estaría cerca de la excelente Sin perdón (Unforgiven, 1992) de y con Clint Eastwood.

    El actor Kevin Sorbo, protagonista de la serie de televisión Hércules: Sus viajes legendarios / Hércules: Los viajes legendarios (Hercules: The Legendary Journeys, 1995-1999), donde daba vida al héroe mitológico, fue contratado pues para reemplazar a Arnold, pero no se sentía a gusto poniéndose en la piel de un personaje ya interpretado por otro actor, según refirió, o quizá tenía miedo de las comparaciones; en todo caso, el cambio radical de imagen del personaje debería, sin duda, chocar al espectador.

    Así pues se optó por transformar en el guion a Conan en Kull, y de paso se hicieron algunos cambios en el libreto, añadiendo elementos del relato «By This Axe, I Rule». El guion había sido escrito por el curioso Charles Edward Pogue —Psicosis III, La mosca (versión Cronenberg), Muerto al llegar, Dragonheart—, quien después se mostraría disconforme con el resultado, debido a las sempiternas injerencias de los ejecutivos de los estudios. A requerimiento de Sorbo también se cambió el tono adulto del film, y el guionista se mostró disgustado por este otro detalle y declaró que «el estudio cedió a las exigencias de un imbécil y convirtió la muy adulta creación de Robert E. Howard en una película familiar».²¹

    John Nicolella, el realizador, es un cineasta muy gris que comenzó como ayudante de dirección; en esa etapa, su película más prestigiosa fue El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (The Effect of Gamma Rays on Man-in-the-Moon Marigolds, 1972), con puesta en escena de Paul Newman. Como director solo tiene un film más, la cinta criminal Pasado turbulento (Sunset Heat, 1992), que interpretan Michael Paré, Adam Ant y Dennis Hopper, aunque en televisión ha estado más activo, dirigiendo, por ejemplo, nueve episodios de la serie Corrupción en Miami (Miami Vice, 1984-1989) y un telefilm biográfico sobre Rock Hudson.

    La trama nos traslada hasta el reino de Valusia, que sufre una lucha intestina por el poder. En su agonía, el rey vigente cede su cetro al bárbaro atlante Kull, quien se enfrentó en lucha con él, dejándolo mortalmente herido. Sin embargo, una vez Kull gobierna Valusia hay elementos que traman usurparle el trono, y para ello reviven a una bruja muerta tres mil años atrás.

    El film arranca con una situación que el lector de las aventuras literarias del atlante siempre echó de menos: el momento en que este adquiere la corona de Valusia. Previo a ello hay una escena de batalla, muy caótica y sin mucho sentido, sobre la cual se superponen de un modo no menos caótico los títulos de crédito. Después se nos muestra la llegada a la sala del trono de todos los pretendientes al mismo y a Kull haciéndose con el poder. Hay una serie de elementos que podrían recordar al relato «¡Por esta hacha gobierno!», tal como dijimos, y a esto le sigue una adaptación libre de la novela corta La hora del dragón / Conan el conquistador, con el atlante reemplazando al cimerio y la bruja Akivasha tomando el lugar del hechicero Xaltotun. El final engarza de nuevo con el cuento de Kull, con la mítica frase que da título al relato.

    Llama la atención cómo el desinterés del Kull literario hacia las mujeres se convierte aquí en todo lo contrario, aunque es posible que ello proceda de cuando el guion se centraba en Conan, pues de este se conserva también su continua comparación con un tigre, elemento destacado de La hora del dragón pero que también podría adecuarse a la definición del rey atlante. Del relato de Kull mantiene el nombre del personaje Ascalante, pero mientras que en el cuento se trataba de uno de los conspiradores que pretendían acabar con el atlante, en el film es un monje que lo ayuda. Tu es el Primer Consejero de Kull en varias de las historias, y aquí es el eunuco que le sirve para igual fin. El general Taligaro de la película procede de un poeta del mismo nombre de un fragmento que Howard escribiera sobre el rey atlante titulado «La ciudad negra». Lo mismo ocurre con Zareta, la esclava echadora de cartas, que en su origen es una cantante, y Mandara, otro de los habituales de la corte, que es un príncipe en el texto inconcluso. Dalgar, uno de los pretendientes al trono, en la obra howardiana es Dalgar de Farsun, un amante que aparece en el cuento «Espadas del reino cárdeno», y el rey Borna que cede el trono a Kull es otro antiguo rey en el mismo relato.

    La trama de La hora del dragón, aun siendo una novela de corta extensión, se simplifica de forma extraordinaria en el film, como todo en realidad. Pogue, que es un guionista con cierto fuste, se quejó de las manipulaciones que efectuaron los productores, amén de lo inducido por Sorbo, como dijimos, y puede que todo eso sea el motivo de la aplastante ligereza que exhibe el film en su totalidad. Hay además un humor que funciona pésimamente y que simplifica aún más el conjunto. Se habla de muchas muertes pero prácticamente no se ve ninguna, y la única sangre que distinguimos es el arañacito accidental que Zareta le infringe a Kull. Existe un instante, cuando héroes y villanos confluyen en el gélido templo de Valka, que podría haber remitido a las aventuras de Simbad rodadas por Ray Harryhausen, pero el encanto mágico se disipa al instante debido a la convencionalidad reinante.

    Sin embargo, si flojo es el guion, peor es aún la puesta en escena. Nicolella, al fin y al cabo, se ha forjado en la televisión, y su forma de dirigir es tan volátil como los productos de la pequeña pantalla. Utiliza espantosos ralentíes para enfatizar las situaciones, pero lo que provoca es tornarlas formularias, y concibe movimientos de cámara ampulosos que no sirven para reforzar la narración, sino que parecen gratuitos y caprichosos. Y las escenas de acción están atrozmente rodadas, hasta tal punto que muchas veces no se distingue qué está sucediendo.

    Por otro lado, la música de Joel Goldsmith funciona bastante bien; el compositor se muestra digno heredero de su padre Jerry, aunque hay un tema de sonoridad heavy, con guitarra eléctrica, que parece le ha sido obligado añadir para otorgar comercialidad al film. Los actores son pésimos, empezando por Kevin Sorbo —quien físicamente me convence como Kull, pero no me habría valido como Conan— y terminando por Tia Carrere; ni siquiera el habitualmente excelente Harvey Fierstein logra sobresalir, dado su muy convencional personaje de comerciante traidor. Acaso como episodio piloto de una serie televisiva podría pasar, dentro del nivel de la época, pero como producto cinematográfico carece por completo de entidad.

    En 2009 surgió la noticia de una nueva adaptación al cine, obra de la compañía Paradox Entertainment —responsable de la pésima Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 2011) dirigida por Marcus Nispel y protagonizada por Jason Momoa—, pero hasta el momento no se han dado más avances en ese proyecto. Esperemos que sigan así.

    Y también hay que añadir que, en el constante cruce entre Kull y Conan, en la película de este último Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 1982), de John Milius, el enemigo al que se enfrenta el cimerio es Thulsa Doom, que procede de una historia del rey atlante, amén de algunos pequeños elementos más derivados de las aventuras de este.

    Los relatos de este volumen

    «El exiliado de la Atlántida» («Exile of Atlantis» [King Kull, Lancer Books 1967])²², con la cual arranca este volumen, es una historia muy breve, la primera que Howard escribió sobre el personaje, y trata sobre la juventud de Kull, antes de llegar a ser rey. Sirve como presentación de su personalidad, la de un hombre lleno de arrojo que no se detiene cuando cree que ha de actuar y que tiene tendencia a luchar por los débiles. En su texto «Atlantean Genesis»²³, el estudioso Patrice Louinet estima que el relato debió de ser escrito «entre julio de 1925 y enero de 1926 o entre agosto y septiembre de 1926», pero quedaría inédito hasta la famosa antología de 1967, donde se efectuaron ligeros cambios de puntuación.

    Marvel lo adaptó como un flashback en medio de Kull the Conqueror nº 1, con guion de Roy Thomas y dibujo de Ross Andru y Wally Wood. En Savage Sword of Conan nº 3 se ofreció la versión del mítico dibujante Barry Windsor Smith sobre la misma historia, en blanco y negro. En principio, Roy Thomas pensaba adaptar la historia al cómic, algo que

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