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Pasión y muerte del cura Deusto: Edición crítica
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Pasión y muerte del cura Deusto: Edición crítica
Libro electrónico641 páginas8 horas

Pasión y muerte del cura Deusto: Edición crítica

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Como novela homosexual, Pasión y muerte del cura Deusto pertenece sin duda a la modalidad trágica: hay mucha angustia, mucha indagación interior, mucho nombrar-sin-nombrar —"¿Cómo permanecer aquí, donde todos dicen que somos… lo que no somos?"—, mucha vergüenza y un suicidio al final. Este suicidio permite medir, de hecho, la distancia entre esta novela y las ficciones homoeróticas que ya lleva escritas D'Halmar. Ga¬tita y La sombra del humo en el espejo eran textos básicamente elegíacos que celebraban una pederastia principalmente platónica; evitan el conflicto abiertamente homosexual y terminan sin muertes, pero con separaciones. En cambio, Pasión y muerte…, como otros relatos de Los alucinados donde el conflicto homosexual se hace patente (aunque permanezca innombrado), termina forzosamente en muerte, con el homosexual en papel de víctima sacrificial.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2023
ISBN9789563574289
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    Pasión y muerte del cura Deusto - Augusto D'Halmar

    Pasión y muerte del cura Deusto

    Augusto D’Halmar

    Edición crítica:

    Daniel Balderston

    Daniela Buksdorf

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 · Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl · 56-228897726

    www.uahurtado.cl

    © Díaz Arrieta, Hernán (Alone). (s/a). Augusto D’Halmar en Revista Atenea, separata del Nº389.

    © Molloy, Sylvia (1999). Dispersiones del género: hispanismo y disidencia sexual en Augusto D’Halmar en Revista Iberoamericana Nº187 (267-280).

    © Mejías-López, Alejandro. "Judío, gitano, nómada y queer : sexualidad, nacionalismo

    y flamenquismo en Pasión y muerte del cura Deusto de Augusto D’Halmar".

    © Sutherland, Juan Pablo. "Dandismo queer y nómade" en Pasión y muerte del cura Deusto

    de Augusto D’Halmar.

    © Blanco, Fernando. La pasión del Aceitunita: variaciones literarias del amor oscuro en Pasión

    y muerte del cura Deusto.

    © Traverso, Ana. El hogar literario.

    © Balderston, Daniel y Buksdorf, Daniela. Introducción, Historia del texto y criterios editoriales, Cronología y Bibliografía.

    ISBN libro impreso: 978-956-357-427-2

    ISBN libro digital: 978-956-357-428-9

    Septiembre 2023

    Coordinadora colección Literatura: María Teresa Johansson

    Coordinador colección Biblioteca chilena: Juan José Adriasola

    Directora editorial: Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro M.

    Diagramación interior y portada: Alejandra Norambuena

    Imagen de portada: Sevilla. Archivo General de Andalucía. Consejería de Turismo, Cultura y Deporte. Se agradece la generosa donación.

    Retrato de Augusto D’Halmar. Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile.

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    La colección Biblioteca chilena publica una serie de obras significativas para la tradición literaria chilena en nuevas ediciones realizadas por un conjunto de académicos especialistas en literatura. En cada volumen se fija el texto con criterios estables y rigurosos, se proporciona un amplio aparato de notas y se ofrece un conjunto de materiales complementarios que garantizan una recepción informada por parte del público.

    El objetivo de Biblioteca chilena es fomentar la relectura, valoración y difusión de los autores fundamentales del canon nacional, abriendo de este modo nuevas formas de apropiarse culturalmente de un conjunto de obras literarias en las que se despliega una versión relevante de la identidad y paisaje simbólico que denominamos Chile.

    Cada volumen contiene:

    Un estudio crítico, redactado especialmente para la edición por un connotado académico, que proporciona la valoración e interpretación globales del texto.

    La historia del texto y sus criterios editoriales.

    La obra.

    Un dossier con los artículos más relevantes que se hayan publicado acerca de ella.

    Un cuadro cronológico.

    Una completa bibliografía de y sobre el autor.

    El propósito final de Biblioteca chilena es conectar a las instituciones académicas con la comunidad, para animar de este modo un diálogo de largo plazo y consecuencias fecundas al poner nuevamente en el tapete la tradición literaria de nuestro país.

    Índice

    INTRODUCCIÓN

    Sobre el autor

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    Historia del texto y criterios editoriales

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    PASIÓN Y MUERTE DEL CURA DEUSTO

    DOSSIER

    Augusto D’Halmar. Alone

    Hernán Díaz Arrieta

    Dispersiones del género: hispanismo y disidencia sexual en Augusto D’Halmar

    Sylvia Molloy

    Judío, gitano, nómada y queer: en Pasión y muerte del cura Deusto de Augusto D’Halmar

    Alejandro Mejías-López

    Dandismo queer y nómade en Pasión y muerte del cura Deusto de Augusto D’Halmar

    Juan Pablo Sutherland

    La pasión del Aceitunita: en Pasión y muerte del cura Deusto

    Fernando A. Blanco

    El hogar literario

    Ana Traverso

    CRONOLOGÍA

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    BIBLIOGRAFÍA

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    COLABORADORES

    INTRODUCCIÓN

    SOBRE EL AUTOR

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    Augusto D’Halmar. Autor no identificado, 1900.

    Legado de Augusto D’Halmar.

    Colección Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile.

    SOBRE EL AUTOR

    Daniel Balderston y Daniela Buksdorf

    Dedicamos este libro

    a la bendita memoria de nuestra

    querida Sylvia Molloy

    Augusto D’Halmar (1882-1950), seudónimo de Augusto Goemine Thomson, es uno de los escritores más importantes de las letras chilenas de la primera mitad del siglo XX. Su debut literario fue en 1902 con la novela naturalista La Lucero que posteriormente llamó Juana Lucero, en la que relata la vida santiaguina de una niña huérfana que delata las crueldades y abusos vividos en la ciudad capital. Con una interrumpida producción narrativa, D’Halmar publica en 1914 La lámpara en el molino, en 1917 Gatita, en 1918 el relato de viajes Nirvana, en 1924 Pasión y muerte del cura Deusto y La sombra del humo en el espejo y en 1934 Capitanes sin barco, entre otros textos.

    Si bien D’Halmar se dice porteño por haber vivido desde sus primeros días en Valparaíso, ya desde la información de su nacimiento nos encontramos con versiones contradictorias; es posible encontrar datos sobre su nacimiento en Santiago, específicamente en la calle Catedral, otras fuentes indican que nació en Valparaíso. Al respecto Enrique Espinoza, en el prólogo a la Antología publicada por Zig-Zag indica: Había nacido, al parecer, pues todo es incierto en su desarrollo, el día 23 de abril de 1882 en el puerto de Valparaíso. Por lo menos, en tal día se registra el evento, con un par de años de atraso quizás, en una iglesia de la capital (9). Paradójicamente, algo similar ocurre con los datos de su muerte; mientras los estudiosos Orlandi y Ramírez sitúan la muerte de D’Halmar en Viña del Mar, otros críticos la sitúan en Santiago. Como todas una leyenda, la figura de D’Halmar está envuelta en mitos: su lugar de nacimiento, y también el de su muerte, además de una vida marcada por secretos y ficciones. Su nombre completo era Augusto Jorge Goemine Thomson. Su padre fue el aventurero francés Augusto Goemine, quien abandonó a su madre, Manuela Thomson, previa promesa de matrimonio a su regreso de Europa (cosa que nunca ocurrió). Quedó huérfano de madre a temprana edad, por lo que vivió junto a su abuela materna, doña Juana Cross, y sus hermanastras Elena y Estela. Su abuela se casó en Valparaíso con Juan Jacobo Thomson, descendiente del marino sueco Joaquín Thomson, supuesto barón de D’Halmar¹. De este bisabuelo tomó el autor, junto al joven escritor Fernando Santibáñez, más conocido como Santiván, el seudónimo con el que firmaban sus colaboraciones: Augusto y Fernando Halmar. En 1904, D’Halmar, Santiván y el pintor Julio Ortiz de Zárate fundan la Colonia Tolstoyana, proyecto que buscaba preservar los postulados del escritor ruso. Si bien lograron comunicarse una única vez (a través de una carta) con el célebre Tolstoi, la comunidad fracasa y D’Halmar (o Thomson) se apropia del seudónimo para seguir su carrera literaria.

    Un ejemplo de esta escurridiza vida marcada por la ficción es la imagen adjunta, donde se puede ver un cuaderno² del autor que en la portada indica ser un manuscrito de La novela de los recuerdos: fragmentos de un diario íntimo, escrito en Valparaíso el año 1904. En un fragmento de este manuscrito dice que el 1 de enero zarpa de Valparaíso a Europa. Sin embargo, el diario es ficticio, ya que ese viaje a Europa, en el barco Oravia, no se produce hasta 1907. Ese cuaderno es el mismo que firma en su portada como Augusto Thomson y en el reverso de la misma escribe su nombre como Augusto Halmar:

    Se evidencia, además, que en ese momento D’Halmar no había tomado una decisión definitiva en cuanto a su seudónimo (aunque ya podemos ver cómo fusiona la ficción con sus vivencias). De hecho, tan solo dos años antes, en 1902, la primera publicación de La Lucero es firmada por el autor como Augusto Thomson, y tan solo dos años después, el mismo año que comienza la Colonia Tolstoyana, es posible identificar esta suerte de juego o indefinición sobre la rúbrica del autor. El seudónimo finalmente es modificado, y de Halmar se transforma en D’Halmar. Al respecto, señala Sylvia Molloy:

    Thomson se queda con el seudónimo y cabe especular que, con exquisita ironía de sobreviviente, añade la partícula (signo ya de aristocracia, ya de conyugalidad) a la vez que reclama el nombre para sí: D’Halmar. El seudónimo que había marcado la plenitud de la colaboración masculina, la perfecta amistad, era ahora un signo para siempre medio vacante, un permanente recuerdo de la pérdida (244).

    Tras el fracaso de la Colonia, en 1907, al fallecer su abuela (que había cumplido el rol materno dada la temprana muerte de la madre) y casarse Elena, su hermanastra, con su amigo Santiván, D’Halmar decide emprender un viaje a Calcuta, donde el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile le había ofrecido un puesto en el consulado. Luego de una breve estadía en París y una rápida gira por el norte de Egipto, se dirige a la India a posesionarse de su cargo, pero al poco tiempo tiene que dejar el país tras padecer una grave y desconocida enfermedad, de modo que el gobierno de Chile lo traslada con igual cargo al pueblo de Eten, Perú, donde vivió entre 1909 y 1915.

    Al repasar la vida de Augusto D’Halmar es imposible ignorar su faceta viajera. Desde Europa hasta Oriente, la figura de D’Halmar obedece a la del globetrotter³: el modernista latinoamericano que se abre paso en Europa y Oriente, que se profesionaliza como corresponsal de guerra y periodista. En 1917 D’Halmar se dirige a Francia para ser corresponsal de guerra en el frente, cargo ofrecido por La Nación de Buenos Aires. Herido en acción, enfermó de septicemia, y por tres meses estuvo entre la vida y la muerte. Por su actitud heroica, el gobierno francés lo condecoró. De esta época data su intimidad con André Gide, François de Miomandre, Claude Farrère y el chileno Joaquín Edwards Bello, con quien se volvería a encontrar en Madrid⁴. En 1918, al firmarse el armisticio, pasa a España, donde vivió hasta 1934, fecha en que regresó definitivamente a Chile. La faceta viajera de D’Halmar no ha pasado desapercibida por sus cercanos ni tampoco por la crítica, tal como lo indica Luis Enrique Délano: En realidad, D’Halmar no tenía razón alguna para quedarse en Chile… [él era] antes que todo un artista, un hombre lleno de inquietudes, de ensueños, de fiebre de viajes y dueño además de un hondo espíritu de evocación. Todo parece indicar que D’Halmar, como un adelantado a sus tiempos, debe viajar fuera de Chile para resolver sus inquietudes y crecer intelectualmente, codearse con sus pares europeos y así conocer nuevas culturas y realidades que enriquecerán tanto sus textos como experiencias de vida. Estos viajes son fundamentales en la escritura de D’Halmar, de tal manera que Ricardo Loebell propone una clasificación en las etapas de la obra del autor articulada a partir de sus viajes: una etapa inicial correspondiente al período entre 1897 y 1907, que abarca sus colaboraciones en diarios y revistas, la publicación de La Lucero en 1902, la fundación de la Colonia Tolstoyana y el abandono de este proyecto en 1907. La segunda etapa, la más prolífica por cierto, corresponde a sus viajes, basada en la observación y el estudio de la cultura de los lugares en los que permaneció: India (1907-1908), Perú (1908-1916), España (1918-1934), Francia, Gran Bretaña, Italia, Egipto, Turquía y otros países que cruzó por mar en el Oriente; como su aporte en el grupo Los Diez (fundado por Pedro Prado, entre 1916 y 1918) y en el mensuario de arte y literatura Letras (1928-1930). La última etapa, tras su regreso a Chile y el acopio de diarios de viaje, memorias y otros escritos, entre 1934 y 1950 (129).

    D’Halmar, todo un flâneur

    Más que un turista, D’Halmar se presenta como un flâneur en Pasión y muerte del cura Deusto (1924); despliega su conocimiento sobre Sevilla (ciudad en la que ocurre la narración) como un habitante más de la ciudad, incluso como un habitante nativo o como un guía turístico. No es casual, en todo caso, que la novela haya sido escrita entre Sevilla y Madrid, como el mismo autor precisa al final de la novela: Sevilla, 1º de enero. Madrid, 18 de septiembre de 1920 (289)⁵. D’Halmar expone todo tipo de conocimientos en Pasión y muerte del cura Deusto, incorpora diversos espacios icónicos de la ciudad como la Catedral, la plaza de toros La Maestranza, la Alameda de Hércules, la Plaza de la Encarnación (ahora sitio de Las Setas de Sevilla del arquitecto Jürgen Mayer), la Puerta de la Macarena: todos estos lugares se mencionan en la novela, y se pueden trazar las caminatas de los personajes por las frecuentes menciones de calles, iglesias y monumentos. La iglesia de San Juan de la Palma, centro de la mayor parte de la acción, se encuentra en la calle del mismo nombre casi en la esquina de la calle Feria; está ubicada en medio de ese centro histórico, a pocas cuadras de la Alameda de Hércules, de la Plaza de la Encarnación y de la Escuela de San Francisco de Paula. Asimismo, D’Halmar incluye también una extensa variedad de dialectos como el andaluz, euskera e hispano-árabe considerando la fuerte influencia del mundo árabe en el sur de España. El autor, como todo un flâneur presenta una Sevilla tanto desde el código visual a través de la descripción de imágenes postales, así como del código oral articulado por un discurso polifónico representativo de la multiculturalidad de dicha región española. Detallamos a continuación un plano de la ciudad de Sevilla, la identificación de lugares y la reconstrucción de las rutas recorridas por los personajes. Agradecemos a Alejandro Mejías-López por el desarrollo de este material dedicado especialmente para esta edición.

    Relación de lugares numerada:

    La novela comienza en la Plaza del Cardenal Lluch (en la novela solo se dice Plaza del Cardenal) que hoy se llama Plaza de la Virgen de los Reyes. Es la plaza donde está la Giralda, Catedral y Palacio Arzobispal.

    Comienza en la Plaza hacia a la Giralda/Catedral y continúa con la mirada a Sevilla desde arriba. El capítulo finaliza con el paseo desde la Catedral a San Juan de la Palma, en donde Pedro Miguel hace pasar a Deusto por las casas de lo que serán más tarde personajes de la novela. Todas las calles son reales excepto la calle Giraldo Alcázar, que es ficcional pero que se identifica con la Calle de los Mercaderes (hoy Calle Álvarez Quintero), que une la Catedral con el Salvador.

    1. Plaza del Cardenal Lluch (hoy Plaza Virgen de los Reyes)

    2. Giralda

    3. Catedral

    4. Puerta de Jerez (conserva el nombre, pero no la puerta)

    5. Plaza de Toros

    6. Hospital de la Caridad

    7. Torre del Oro

    8. Jardines del Alcázar

    9. Jardines de San Telmo

    10. Fábrica de Tabacos (hoy Universidad de Sevilla)

    11. Palacio Arzobispal (no es nombrado hasta que están arriba de la Giralda, aunque la novela comienza cuando Deusto y el Provisor salen del Palacio y encuentran a los niños. El prelado entra después en el patio metropolitano [referencia indirecta al patio del Palacio])

    12. Iglesia del Salvador

    13. Iglesia de San Isidoro

    14. Iglesia de Santa María la Blanca

    15. La Cruz del Campo

    16. Iglesia de San Esteban

    17. Puerta de Carmona (conserva el nombre, pero no la puerta)

    18. Iglesia de San Roque

    19. Iglesia/Convento de San Leandro

    20. Iglesia de San Ildefonso

    21. Iglesia de Santiago

    22. Iglesia de San Pedro

    23. Iglesia/Convento de Santa Inés

    24. Iglesia de Santa Catalina

    25. Iglesia de San Andrés

    26. Hospital del Pozo Santo

    27. Iglesia de San Martín (mencionada dos veces, quizás por error)

    28. Iglesia de San Juan de la Palma

    29. Iglesia de San Román

    30. Iglesia de San Marcos

    31. Iglesia/Convento de Santa Paula

    32. Hospicio de San Luis (hoy desaparecido)

    33. Iglesia de Santa Marina

    34. Iglesia de San Julián

    35. Iglesia de Santa Lucía (hoy Biblioteca)

    36. Iglesia/Convento de la Trinidad

    37. Puerta de Córdoba (queda el nombre, pero no la puerta)

    38. Puerta de la Macarena (todavía en pie)

    39. Iglesia de Omnium Sanctorum

    40. Iglesia de San Gil (en la época de la novela, residencia de la Hermandad de la Virgen de la Esperanza Macarena mencionada en la novela)

    41. Iglesia de San Clemente

    42. Iglesia/Convento de Santa Clara

    43. Torre de Don Fadrique

    44. Iglesia de San Lorenzo

    45. Iglesia de San Vicente

    46. Puerta Real (conserva el nombre, aunque en desuso, pero no la puerta)

    47. Puente de Isabel II (más conocido como Puente de Triana, 1852. Anteriormente durante siglos solo hubo un puente de barcas)

    48. Iglesia/Monasterio de la Cartuja

    49. Iglesia de Santa Ana (en la novela no se menciona por nombre, pero es la única iglesia que se ajusta a la descripción gótico-mudéjar y asociada a la Virgen de la Esperanza y a los gitanos. Es también comúnmente llamada la Catedral de Triana)

    Aquí termina la mirada de pájaro sobre la ciudad y comienza el itinerario de Pedro Miguel y Deusto desde la Giralda (por dentro de la Catedral) hacia San Juan de la Palma.

    50. Puerta de los Palos (por donde entran en la Catedral)

    51. Puerta del Lagarto

    52. Patio de los naranjos

    53. Biblioteca Colombina

    54. Puerta del Perdón

    55. Calle Mercaderes (en la novela, Calle Giraldo Alcázar)

    56. Plaza del Salvador

    57. Calle Córdoba

    58. Calle Puente y Pellón

    59. Plaza y mercado de la Encarnación

    60. Calle Regina

    61. Calle Jerónimo Hernández

    Plaza del Pozo Santo

    62. Calle Amparo

    63. Pasaje de Viriato

    64. Corral de San Juan de la Palma (conocida en la novela como Casa del Moro o Palacio de Torre-Nueva. Está en calle Viriato, no en calle Feria)

    Nota: en la novela se menciona varias veces la academia o escuela de baile en el Corral (el sonido de las castañuelas). Posiblemente se refiere a la Academia de Bailes Pericet (de la familia Pericet) que existía en el corral o casa de los artistas.

    Continuación de la novela:

    Pag. 104:

    65. Iglesia de San Gregorio (mencionada a propósito de hermandades e imágenes religiosas junto a otras iglesias ya citadas anteriormente. Volverá a ser mencionada al final)

    Pag. 113:

    66. Calle Sierpes (marcada con número 66 dos veces)

    Pag. 124:

    67. Paseo de las Delicias (continúa fuera del mapa)

    68. Parque de María Luisa

    69. Prado de San Sebastián

    70. Calle Abades

    Pag. 149:

    71. Círculo de Labradores (nota: no estaba donde está hoy, sino al otro extremo de la calle Sierpes, donde antes estuvo la cárcel de Cervantes, de ahí la mención de esta en la novela)

    Pag. 167

    72. Calle Sagasta

    73. Calle Rioja

    74. Calle Tetuán (marcada dos veces)

    Circo: Cava de Triana (luego repetida como de los Gitanos)- Marcado en el plano: mitad sur de Triana.

    Pag. 202

    75. Calle Amor de Dios

    76. Calle Trajano

    77. Alameda de Hércules

    78. Barqueta

    Pag. 203

    79. Plaza de la Paja (hoy Plaza Ponce de León)

    80. Plaza del Carbón (en la novela se la llama calle, pero esta plaza es la única que tiene sentido en dicho contexto)

    Nota: de todos los salones de baile y cabarets mencionados se ha podido verificar la existencia de Zapico (ya referenciado en la nota a pie de página) y el de los Ingleses. Es muy probable, no obstante, que sean todos reales, pero hoy olvidados.

    Flamenco: actuación Pedro Miguel y la Neva (Pags. 221-222).

    81. Teatro Novedades (existía y era famoso en 1920, pero fue derribado en 1923, un año antes de que se publicara la novela, a causa del ensanche de las ciudades en esa época)

    82. Plaza de la Campana

    Pag. 276

    83. Plaza Nueva

    84. Calle Zaragoza

    85. Estación de Córdoba.

    Pag. 288

    86. Calle Alfonso XII

    87. Plaza del Duque

    88. San Miguel: Iglesia que no existe desde 1868 (entre Plaza del Duque y Trajano). La única explicación a su mención aquí en una novela tan precisa en sus referencias a Sevilla es que la parroquia de San Miguel (en el sentido de vecindario o parish, aunque no de edificio) pasó a tener sede en la Iglesia de San Gregorio (65) de donde, efectivamente, todavía sale la procesión de el santo Entierro mencionada en este pasaje y frente a la Iglesia de San Antonio Abad (no mencionada) de donde sale la cofradía del Silencio (sí mencionada)

    D’Halmar, el erudito

    Los conocimientos de D’Halmar trascienden más allá de un nivel geográfico: es imperioso sumar la trastienda religiosa. El mismo autor experimentó dicha vocación pasando un año en el Seminario de los Santos Ángeles Custodios (1893-1894). Este antecedente cobra una importancia fundamental en la novela, dado que el autor ostenta su conocimiento religioso tanto en el uso del latín en las misas presididas por Deusto como en la descripción de la jerarquía eclesiástica, los pormenores cotidianos del quehacer religioso y los detalles de la vida clerical: la vestimenta, las oraciones, las palabras de la liturgia y las lecturas. El cura Deusto, vasco de origen, es lector de la Biblia (en latín) y de la Imitación de Cristo (el famoso libro de devoción atribuido a Tomás de Kempis); es también un gran conocedor de la música sacra, desde los cantos gregorianos a la música del período barroco. Pero D’Halmar no deja nada al azar: así como presenta importantes lugares de la Sevilla de comienzos del siglo XX y sus voces, también incorpora los elementos culturales de la ciudad, la Sevilla a la que arriba Deusto es famosa por su música popular (y su baile), desde el cante jondo y las otras variedades del flamenco a los villancicos y las zarzuelas (muchas notas nuestras glosan la presencia de cantaoras y bailaoras en la novela). También hay referencias precisas al mundo de la tauromaquia. Pedro Miguel, el joven monaguillo y cantante, es de origen gitano y judío, y su biografía da lugar a numerosas exploraciones de las culturas reprimidas en España, tema que se hará famoso poco después cuando Américo Castro y sus discípulos estudien los efectos de las expulsiones de judíos y musulmanes en la cultura española.

    Por otro lado, la erudición de D’Halmar lo alejó, tal vez intencionalmente, de cierta chilenidad escritural. El autor reniega de cualquier voz o recurso nacional; es su novela menos chilena, por decirlo de alguna manera. Pareciera querer retratar Sevilla con los ojos de un forastero que pretende ser nativo, alejando todo (o casi todo) aspecto propio y personal que pudiera proyectarse en esta narración. Y pareciera que lo logra. Pasión y muerte del cura Deusto es publicada inicialmente por la Editorial Internacional en Berlín en 1924. Todo un recorrido cosmopolita el de este cura vasco. Recién en 1938 la novela es publicada por la editorial Nascimento en Chile, cuando el autor ya se encuentra de regreso en su país. D’Halmar escribe una carta al director de la editorial, Carlos George-Nascimento, fechada el 17 de noviembre de 1937. En la misiva D’Halmar reproduce parte de la favorable recepción crítica de la novela en Europa e indica:

    El libro, Ud. sabe, consta m/m de 300 págs. (…) De él dijo, entre otros, Soiza-Reilly: "En la hora presente, D’H. ha triunfado en la forma más amplia. Su labor ‘La P. y M. del C. D.’, en el tríptico de las grandes novelas americanas localizas [sic.] en España, es indudablemente muy superior, bajo todos aspectos, al ‘Embrujo de Sevilla’ y sobre todo a ‘La Gloria de Don Ramiro’ de verdadero renombre. Pero este novelista hispano-americano, no es ni millonario, no ministro plenipotenciario en la capital de Francia. Quizá por eso no ha encontrado aún a un Rémy de Gourmont que lo traduzca". Así, la crítica ya se ha pronunciado y también ha fallado el público, que agotó las ediciones españolas. Ahora nos queda Chile, donde casi no llegó la obra, pero donde todos la conocen de oídas, con o sin razón, como la mejor entre las mías.

    Legado de Augusto D’Halmar, Colección Archivo del Escritor

    Biblioteca Nacional de Chile

    Evidentemente, D’Halmar consigue su objetivo y al año siguiente, en 1938, Pasión y muerte del cura Deusto es publicada por la editorial Nascimento. Pero más allá de la efectividad del documento, llama la atención, por sobre la crítica a la novela reproducida en la carta, la clasificación de D’Halmar como escritor hispanoamericano en vez de chileno. Tal vez D’Halmar opta por una suerte de cosmopolitismo por sobre el rótulo acotado y provinciano que le ofrece su país natal. De hecho, el crítico y prologuista José Francés (1883-1964) lo retrata como una extraña y sutil figura de artista, un escritor chileno por su origen, pero universal por su obra mecida bajo los más diversos cielos y sobre los más lejanos mares. Claro está: las fronteras nacionales limitan la escritura universal y cosmopolita de D’Halmar, quien lo sabe perfectamente.

    El desarraigo

    El destierro, los viajes y la lejanía son parte importante en la escritura de D’Halmar y es interesante notar cómo en esta novela presenta a su protagonista como un forastero. Por ejemplo, la narración comienza con la llegada de Deusto, el cura vasco, a la Catedral de Sevilla. El Provisor del Arzobispado envía al cura a la iglesia de San Juan de la Palma y para este propósito encarga a Pedro Miguel que conoce como nadie la ciudad (73) que acompañe al forastero a su destino. Durante los tres años que Deusto vive en Sevilla sigue siendo un extranjero: es referido como el vasco o el cura forastero constantemente. Asimismo, Deusto experimenta la añoranza del hogar —situado en Bilbao, al norte de España— junto a Mónica, su ama de llaves, quien casi al final de la novela describirá Sevilla como un purgatorio (242). Es inevitable entonces preguntarse ¿por qué D’Halmar sitúa a su cura en Sevilla? Para responder a esta pregunta tal vez sea preciso recordar que la ciudad de Sevilla, al sur de España, ha recibido una importante influencia de la cultura árabe, la que se puede vincular a la experiencia oriental de D’Halmar en sus viajes por India y Egipto, que Sylvia Molloy describe como un "orientalismo desplazado y fluctuante [que] encuentra su expresión más lograda en Pasión y muerte del cura Deusto, la novela que escribe D’Halmar desde y sobre ese otro país árabe que es España, intento del autor de reclamar lo hispano para Hispanoamérica, y a la vez, de subvertirlo (272). La propuesta de Pablo Aros es asimismo sumamente interesante, ya que considera también el origen vasco de Deusto, proponiendo una relación norte-sur cuyas diferencias culturales se materializan a través del conflicto entre el cura y el joven monaguillo: el problema del orientalismo se ve en los intentos de Deusto por amoldar a Pedro Miguel a su ideal. Se produce una crisis cuando el apuesto joven se hace consciente de su incontenible sensualidad y comienza a experimentar, a ganar fama, y ya no puede ser separado del mundo ni ser retenido dentro de la parroquia. Entonces la ciudad se abre dentro de la novela, no es solo la parroquia, sino también el teatro, el circo, la bohemia y las habladurías. La fuerza de Sevilla consume a Deusto al intentar arrebatarle lo que más ama, la inocencia o el dominio hacia el joven (41-42). Por su parte, Juana Martínez vincula la vivencia de D’Halmar como extranjero con la sensación de lejanía que experimenta Deusto en Sevilla: El protagonista, que llega desde el país vasco desconocedor del ambiente sevillano, le permite al narrador tomar en consideración la lejanía entre dos polos distantes de España, y hace inevitable que repita un motivo propio de sus libros de viajes, el de un yo ajeno a un medio, en conflicto con la realidad inmediata desconocida para él (50). De hecho, es recurrente en la novela que el narrador se refiera a Deusto como el foráneo, el vasco y el forastero, dejando de manifiesto la cualidad de allegado" del cura.

    Ahora bien, es importante recordar un dato que señala Molloy: tras el fracaso de la Colonia Tolstoyana D’Halmar no vuelve a ambientar ninguno de sus relatos en su país de origen. Se podría pensar que el autor aleja sus narraciones del espacio nacional también como una estrategia, la que podría ser de utilidad para evitar la censura o librarse de asociaciones que lo vinculen con sus personajes. En este sentido, podemos recordar las palabras de su amigo, el también escritor Pedro Prado (1886-1952), quien en el funeral de D’Halmar lo recuerda como un desarraigado, un nómada: D’Halmar era el Hermano Errante. ¿Por qué estaba siempre vagando? ¿Por qué andaba en eterna búsqueda? ¿Por qué era una forma de errar acertando? ¡Quién sabe! (citado en Espinoza, 22).

    Si bien D’Halmar intenta generar una distancia en esta novela, no solo a nivel geográfico, sino también personal, a medida que pasa el tiempo y se descubren nuevos antecedentes sobre la vida privada del autor. Estas distancias se acercan casi al punto de desaparecer para proponer una cercanía entre el autor y su protagonista. Como indican Orlandi y Ramírez, una de las características de la prosa de D’Halmar es la fusión de datos biográficos y ficción: En D’Halmar la vida y la obra literaria están indisolublemente unidas: conocer una es entender la otra, su literatura era la esencia de su ser (48). Así como el viaje a Sevilla y el paso por el Seminario, es posible identificar otros aspectos biográficos en esta novela. Tal vez, de una manera menos evidente o protagónica, Deusto carga con una relación fallida que, años después de la muerte de D’Halmar (que ocurre en 1950), es posible proyectar en el autor y su amigo también escritor, Fernando Santiván. En la novela se recuerdan los inicios de Deusto en el seminario, donde compartía con Pedro María Alday, con quien

    planeaba para lo porvenir; en aquella camaradería habían encontrado refugio las inquietudes de su adolescencia, las dudas que a veces le asaltaban sobre su vocación, sobre todo esa ansia insaciable de nuestro corazón por compartirse; concluirían su carrera, y, como Pedro María Alday era huérfano, la madre y la hermana de Iñigo Deusto constituirían el hogar para los dos jóvenes; llenarían su ministerio sin separarse, harían mucho bien, su común afición por la música contribuiría a vincularlos y llevarían a cabo cosas muy bellas… (107).

    Dicho proyecto utópico de compañerismo y religiosidad podría proyectarse en la Colonia Tolstoyana que soñaron D’Halmar, Santiván y Ortiz de Zárate en 1904. Sin embargo, tanto el proyecto del joven Deusto como el de D’Halmar acarrearán el fracaso. En la novela, tras la muerte de la madre del joven Deusto, Pedro María confesará su amor por la hermana de Iñigo, sentimiento que le imposibilita seguir el proyecto religioso, mientras que tras el fracaso de la Colonia Tolstoyana (primero en Temuco y luego en San Bernardo), el joven Santiván decide casarse con la hermana de D’Halmar, Elena González Thomson. Factor común el abandono del compañero, que pone fin a estas comunidades idealistas y masculinas y, tal vez, algo ingenuas.

    Memorias y confesiones tolstoyanas

    En 1955 Fernando Santiván (1886-1973) publica sus Memorias de un tolstoyano, las que, como indica Rodrigo Cánovas, se dividen en tres partes: la primera dedicada a la genealogía familiar, su infancia y adolescencia, una segunda parte dedicada a la época de la Colonia Tolstoyana y la parte final dedicada a su historia familiar con los Thomson, su relación con Augusto y posterior matrimonio con Elena González Thomson. De hecho, Cánovas es enfático al indicar que la autobiografía de Santiván es también una biografía de un capítulo de la vida de Augusto Thomson (198). La relación entre D’Halmar y Santiván ha sido ficcionalizada en la obra de ambos escritores: D’Halmar lo hace no solo aquí sino en La lámpara en el molino, La sombra del humo en el espejo y Cristián y yo, y Santiván en Ansia, su primera novela, publicada en 1910 (en vida no solo de D’Halmar sino de Elena y de su hermana Estela). Después de la muerte de D’Halmar en 1950, Santiván hará más explícita la conflictiva relación entre ambos en su libro más famoso, Memorias de un tolstoyano⁶ (1955) y en Confesiones de Santiván (1958), donde explica sus complejas relaciones matrimoniales con Elena y extramatrimoniales con su cuñada Estela. El crítico Hernán Díaz Arrieta (1891-1984), más conocido como Alone, al referirse a Augusto D’Halmar en Los cuatro grandes de la literatura chilena durante el siglo XX: Augusto D’Halmar, Pedro Prado, Gabriela Mistral, Pablo Neruda (1962), rememora también la Colonia Tolstoyana y las memorias de Santiván, develando lo que él mismo llama, un secreto a voces: Sin embargo, hay algo que Santiván no dice, que hasta ahora nadie ha dicho claramente, aunque todos lo saben: el uranismo de D’Halmar, que no lo explica todo, pero sin lo cual nada se entiende (19). Es el mismo Alone, entonces, el que se hace cargo de mencionar claramente la homosexualidad de D’Halmar: Creemos llegada la hora de no hacerse más desentendido de ese, por lo demás, secreto a voces. Es evidente que tras las publicaciones de Santiván y de Alone, lectores, críticos y académicos proyecten los datos biográficos de D’Halmar en sus protagonistas y se vinculen las relaciones homoeróticas al triángulo amoroso entre D’Halmar, Santiván y la(s) hermana(s)del primero.

    En la edición de Pasión y muerte del cura Deusto publicada por Mago Editores en 2014, Juan Pablo Sutherland indica que el texto fue injustamente leído por una crítica conservadora que no fue capaz de develar las claves necesarias para pensar nuevos lugares de la legitimidad amorosa y escritural (12). Precisamente nuestra edición crítica espera hacerse cargo de esta deuda literaria, al proponer diversas lecturas de la novela y destacar el carácter innovador de D’Halmar. No podemos olvidar que es una de las primeras novelas de temática homosexual en lengua castellana; le anteceden en portugués, en 1895 (el año de los juicios de Oscar Wilde), Bom Crioulo de Adolfo Caminha, y en francés Escal Vigor, del belga Georges Eekhout, publicada en 1899. Asimismo, es importante también indicar otros textos literarios que abordan la temática de la diversidad sexual previos a los ya mencionados. En este sentido es necesario mencionar A um moçoilo de Luis Junqueira Freire, publicado en 1850; Úrsula de Maria Firmina dos Reis, publicado en 1859; O Homem gasto de Lourenço Ferreira da Silva Leal, de 1885; y Hojas al viento de Julián del Casal, publicada en 1890, entre muchas otras⁷. Un libro que ha sido útil para trazar el trasfondo de la emergencia de la cultura gay en España en el período es Los invisibles: A History of Male Homosexuality in Spain, 1850-1940 de Richard Cleminson y Francisco Vázquez García (2007), que incluye algunas referencias a esta novela, aunque los autores confunden detalles de la trama y dos veces dicen que el autor es uruguayo y no chileno (204 y 275)⁸.

    En Pasión y muerte del cura Deusto Augusto D’Halmar materializa su aporte a las letras chilenas (y latinoamericanas), como lo señala Sylvia Molloy⁹: "La homosexualidad expresada directamente en Pasión y muerte del cura Deusto y oblicuamente en otros de sus textos constituye la contribución más importante de D’Halmar a la literatura" (273). Siguiendo esta línea, Alfredo Villanueva- Collado afirma que Pasión y muerte del cura Deusto puede ser estudiada como la primera novela hispanoamericana de tema abiertamente homosexual (3). Ahora bien, es importante indicar que en el momento de su primera publicación, en el año 1924, y precisamente por su temática, no fue bien recibida por la crítica. Explica Juana Martínez: El crítico por excelencia de la época, Cansinos Asséns, a quien el propio D’Halmar le había enviado su novela, no muestra mucho afecto por ella, afirmando: ‘Me repele por lo que de su argumento me han anticipado y no he tenido ánimos para leerla’ (4). El paso del tiempo ha sido un factor beneficioso para la novela; hoy, casi cien años después de su primera publicación la academia estudia y valora el carácter rupturista del texto para su época, mientras que la recepción crítica inicial la desecha precisamente por abarcar la homosexualidad.

    Por su parte Alone —el mismo que devela el uranismo¹⁰ de D’Halmar—, en 1964, es decir, cuarenta años después de su primera publicación, presenta la novela desde un enfoque más amplio que el crítico español citado anteriormente. Al analizar la novela en Los cuatro grandes de la literatura chilena… Alone indica:

    Trátase, como en ‘La Sombra del Humo en el Espejo’, de un muchachito que ejerce sobre un hombre maduro una seducción entre hijo, discípulo y prosélito, con fuerte mezcla de elementos sentimentales, cargados de ternura, pero contenidos. El ‘Deusto’ es una novela pudorosa. Pese a la atmósfera de pasión que la baña, no hay en toda ella una caricia prohibida. Solo más tarde rompió D’Halmar ciertas vallas que la decencia y hasta el gusto imponen, más no por el lado erótico, sino religioso (34-35).

    La relación entre La sombra del humo en el espejo¹¹ y Pasión y muerte del cura Deusto se proyecta entre sí de muchas maneras curiosas: el Aceitunita sevillano de la novela es de padre gitano y madre judía, Zahir el egipcio es de padre musulmán y madre judía; sirven de guías, y después de sirvientes, al hombre mayor que los saca de su mundo. Pero si el cura Deusto nunca se atreve a hablar de su amor, D’Halmar, como narrador de su propia experiencia con Zahir en Egipto, Ceilán, la India, Italia y Francia, no vacila en tildar la relación con el egipcio de amorosa, Me amó como supo y pudo, sacrificando por mí sus juveniles amores, y yo no sé que nadie me haya amado más y mejor (188) dice, cuando se prepara para mandarlo de regreso a Egipto. Pero la relación entre Deusto y Pedro Miguel no se puede tildar de amorosa ni de evidente. Si bien genera ciertas sospechas en la comunidad eclesiástica, las que irán aumentando acorde avance el relato, no afectarán el vínculo entre Deusto y el Aceitunita. Es más, al seguir la propuesta de Alone en cuanto al contexto religioso, se podría pensar en Deusto como un clérigo progresista, que, en lugar de obedecer los estatutos formales de la institución religiosa, opta por ignorar ciertos procedimientos de índole burocrático, tal como se observa al inicio de la novela, en el momento en que Deusto se encuentra por primera vez con don Palomero, el sacristán de San Juan de la Palma: —¡Qué quiere usted! —expuso con seriedad el vasco—; yo no puedo admitir que la iglesia sea una especie de cooperativa en que los accionistas tienen derecho a descuento y a repartirse dividendos espirituales. Pienso, además, que somos nosotros, los pastores, los que debemos guiar y no seguir al rebaño (87). Deusto llega como un cura reformador, con ideas nuevas y no necesariamente como alguien que espera dar en el gusto en las apariencias. Esta actitud podría proyectarse en la posición de D’Halmar sobre la Iglesia; recuerda Alone: Durante uno de los banquetes que la admiración de sus compatriotas le ofreció al volver a Chile, dijo D’Halmar que, cuando llegaba a un país, para saber dónde estaban la causa del pueblo, la razón y su justicia, bastábale ver dónde estaban los clérigos y mirar al otro lado (38). Claramente se podría proyectar la postura de D’Halmar sobre la Iglesia en el actuar de Deusto, quien es incluso capaz de desafiar a sus superiores y dejar de lado a quienes solo se preocupan de las jerarquías y el qué dirán, como a don Palomero, por ejemplo.

    El secreto a voces, lo que nadie se atreve a decir

    Ahora bien, pensar Pasión y muerte del cura Deusto como una novela pudorosa, tal como lo indica Alone, podría presentar una contradicción: el título de la novela es extremadamente sugerente, al hacer convivir las palabras «pasión» y «cura» es inevitable hacer una rápida asociación a la crisis moral y social que atraviesa la Iglesia Católica en estos días. Abusos, violaciones y pedofilia perpetrados por sacerdotes son algunos de los varios escándalos que la Iglesia ha debido enfrentar¹². Sin embargo, este no es el caso. Nuestro Deusto no es un pederasta o un abusador (el amor que sienten él y Pedro Miguel es mutuo, pero no se lleva a cabo). Es un reformador, un progresista algo idealista. Más que pudorosa o discreta, la novela se articula en función del secreto, de lo no dicho, como indica Andrea Kottow: Se trata de un texto de tonos menores, de un murmullo o un susurrar que continuamente parece rayar en lo confesional sin que nunca se revele el secreto (80). Podemos conjeturar en torno a los sentimientos de Deusto y Pedro Miguel, pero ni siquiera los personajes pueden definir ese sentir, eso que se nombra con el eufemismo de lo nuestro. D’Halmar, más que entregar definiciones, manifiesta en Pedro Miguel esta misma incapacidad para explicar su vínculo con el cura:

    Y en el corazón de Pedro Miguel se aliaban impulsos aparentemente inconciliables, como si el protegido pudiese ser a su turno protector. En realidad, no le amaba ni como a un amo ni como a un padre, sino más bien como las mujeres, desde muy pequeñas, quieren

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