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La Era Hibórea de Robert E. Howard: La guía completa y definitiva
La Era Hibórea de Robert E. Howard: La guía completa y definitiva
La Era Hibórea de Robert E. Howard: La guía completa y definitiva
Libro electrónico391 páginas4 horas

La Era Hibórea de Robert E. Howard: La guía completa y definitiva

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Información de este libro electrónico

Allí apareció, espada en mano, Conan el cimerio, de pelo negro y mirada taciturna, ladrón, saqueador y asesino, tan desbordante de melancolía como de júbilo, dispuesto a hollar con sus sandalias los engalanados tronos de la Tierra.
Las Crónicas Nemedias
Así se iniciaba «El Fénix en la espada», el relato que dio a conocer al más famoso de los héroes bárbaros. Durante los siguientes cuatro años, Robert E. Howard iría narrando la peripecia vital de su personaje, al tiempo que creaba el mundo ficticio en el que este corría sus aventuras: La Era Hibórea, una mezcla diversa, dinámica y colorida de distintas épocas y lugares históricos adaptados al gusto de Howard.
Este libro pretende ser un recorrido exhaustivo por ese mundo legendario y fascinante. Además de una detallada guía alfabética de términos, se incluye un análisis de todos y cada uno de los relatos de Conan escritos por Howard y se sitúan tanto en el contexto biográfico del autor como en el de la ficción.
El libro se completa con diversos apéndices y mapas.
Tanto si eres un conocedor de la obra de Howard como si es la primera vez que te acercas a ella, La Era Hibórea de Robert E. Howard es el libro que andabas buscando, aunque no lo supieses.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 feb 2024
ISBN9788412749465
La Era Hibórea de Robert E. Howard: La guía completa y definitiva
Autor

Rodolfo Martínez

Rodolfo Martínez (Candás, Asturias, 1965) publica su primer relato en 1987 y no tarda en convertirse en uno de los autores indispensables de la literatura fantástica española, aunque si una característica define su obra es la del mestizaje de géneros, mezclando con engañosa sencillez y sin ningún rubor numerosos registros, desde la ciencia ficción y la fantasía hasta la novela negra y el thriller, consiguiendo que sus obras sean difícilmente encasillables.Ganador del premio Minotauro (otorgado por la editorial Planeta) por «Los sicarios del cielo», ha cosechado numerosos galardones a lo largo de su carrera literaria, como el Asturias de Novela, el UPV de relato fantástico y, en varias ocasiones, el Ignotus (en sus categorías de novela, novela corta y cuento).Su obra holmesiana, compuesta hasta el momento de cuatro libros, ha sido traducida al portugués, al polaco, al turco y al francés y varios de sus relatos han aparecido en publicaciones francesas.En 2009 y con «El adepto de la Reina», inició un nuevo ciclo narrativo en el que conviven elementos de la novela de espías de acción con algunos de los temas y escenarios más característicos de la fantasía.Recientemente ha empezado a recopilar su ciclo narrativo de Drímar en cuatro volúmenes, todos ellos publicados por Sportula.

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    La Era Hibórea de Robert E. Howard - Rodolfo Martínez

    cover-image, La Era Hibórea de Robert E. Howard

    RODOLFO MARTÍNEZ

    LA ERA HIBÓREA DE ROBERT E. HOWARD

    LA GUÍA COMPLETA Y DEFINITIVA

    Imagen que contiene arma, cuchillo Descripción generada automáticamenteSPÓRTULA

    Primera edición: Febrero, 2024

    © 2024, Rodolfo Martínez, por el texto

    © 2022, Rodolfo Martínez por la traducción de «Carta de Howard a P. Schuyler Miller»

    © 2024, Rodolfo Martínez, por los mapas

    Mapa de Europa con el trazado del territorio y las naciones hibóreas inspirado en el mapa original de Robert E. Howard

    Ilustración y diseño de cubierta: Spórtula

    El © del resto de las imágenes pertenece a sus respectivos propietarios o licenciatarios y se han incluido en el libro a modo de apoyo y complemento del cuerpo teórico del texto y para situarlo en su correspondiente contexto histórico.

    ISBN (tapa dura): 978-84-127494-5-8

    ISBN (ePub): 978-84-127494-6-5

    D.L: AS-00213-2024

    URL de Spórtula

    SPÓRTULA

    www.sportula.es

    sportula@sportula.es

    SPÓRTULA y sus logos asociados son marca registrada de Rodolfo Martínez

    Prohibida la reproducción sin permiso previo de los titulares de los derechos de autor. Para obtener más información al respecto, diríjase al editor en

    sportula@sportula.es

    ÍNDICE

    ÍNDICE

    UNAS PALABRAS INICIALES

    EL HOMBRE QUE PUDO SOÑAR

    DE PELO NEGRO Y MIRADA TACITURNA

    0 UN REY VIENE A CABALLO

    1 EL FÉNIX EN LA ESPADA

    2 LA HIJA DEL GIGANTE DE HIELO

    3 EL DIOS DEL CUENCO

    4 LA TORRE DEL ELEFANTE

    5 LA CIUDADELA ESCARLATA

    6 LA REINA DE LA COSTA NEGRA

    7 COLOSO NEGRO

    8 SOMBRAS DE HIERRO A LA LUZ DE LA LUNA

    9 XUTHAL DEL CREPÚSCULO

    10 EL ESTANQUE DEL NEGRO

    11 HATAJO DE RUFIANES

    12 EL VALLE DE LAS MUJERES PERDIDAS

    13 EL DIABLO DE HIERRO

    14 EL PUEBLO DEL CÍRCULO NEGRO

    15 LA HORA DEL DRAGÓN

    16 NACERÁ UNA BRUJA

    17 LOS SIRVIENTES DE BIT-YAKIN

    18 MÁS ALLÁ DEL RÍO NEGRO

    19 EL FORASTERO NEGRO

    20 LOS CANÍBALES DE ZAMBOULA

    21 CLAVOS ROJOS

    LA ERA HIBÓREA DE LA«A» A LA «Z»

    FUENTES Y ABREVIATURAS

    ALGUNOS PROBLEMAS DE COHERENCIA

    A

    B

    C

    D

    E

    F

    G

    H

    I

    J

    K

    L

    M

    N

    O

    P

    R

    S

    T

    V

    W

    X

    Y

    Z

    TOPONIMIA HIBÓREA Y ANÁLOGOS ACTUALES

    CRONOLOGÍA

    KULL

    DE LAS CENIZAS

    LA ERA HIBÓREA

    CONAN

    LA CAÍDA

    UN NUEVO MUNDO

    APÉNDICES

    AY, LAS ETIQUETAS

    HOWARD Y LA TEOSOFÍA

    LOS HIJASTROS DE CONAN

    A CUESTAS CON LA HISTORIA

    EL PUEBLO DEL BREZO

    CARTA DE HOWARD A P. SCHUYLER MILLER

    MAPAS

    BIBLIOGRAFÍA

    AGRADECIMIENTOS

    Has de saber, oh, príncipe, que en los años que median entre el hundimiento de la Atlántida y las ciudades resplandecientes y la ascensión de los hijos de Aryas hubo una época de ensueño en la que reinos rutilantes se extendían por el mundo como mantos color zafiro tachonados de estrellas: Nemedia; Ofir; Britunia; Hiperbórea; Zamora, con sus mujeres de pelo negro y sus misteriosas y sobrecogedoras torres; Zingaria, con su caballería; Koth, que lindaba con los pastizales de Shem; Estigia, con sus tumbas custodiadas por las tinieblas; Hirkania, cuyos jinetes vestían de acero, seda y oro... Pero no había reino más magnificente que Aquilonia, cuyos dominios abarcaban el esplendoroso oeste. Allí apareció, espada en mano, Conan el cimerio, de pelo negro y mirada taciturna, ladrón, saqueador y asesino, tan desbordante de melancolía como de júbilo, dispuesto a hollar con sus sandalias los engalanados tronos de la Tierra.

    Las Crónicas Nemedias, tal como se citan en «El fénix en la espada».

    UNAS PALABRAS INICIALES

    Imagen que contiene agua, hombre, cuchillo, sostener Descripción generada automáticamente

    Aunque posiblemente este libro se disfrute con más intensidad si se tiene algún conocimiento previo de la obra de Robert E. Howard, se escribió con la idea de que resultase interesante y comprensible tanto para quien conoce al dedillo todas las peripecias de Conan como para las personas que, como mucho, han visto u oído hablar de alguna de las películas.

    De ahí que se empiece con una pequeña biografía del creador del personaje, como forma de situar las cosas en contexto y poner en antecedentes a quien se acerque a la figura de Conan por primera vez.

    El propósito del libro, por otro lado, queda muy claro en la portada. Se trata de ofrecer una guía minuciosa y detallada del universo ficticio en el que Conan de Cimeria vivió sus aventuras (y alguna desventura que otra).

    Su creador llamó a ese mundo la Era Hibórea; como iremos viendo, trasladó a ese escenario algunas de sus épocas históricas favoritas, modificándolas y mezclándolas sin vacilar según convenía a su propósito. Y creando en el proceso uno de los más fascinantes escenarios ficticios que ha dado la fantasía moderna, algo que espero que quede patente tras la lectura.

    La segunda parte de este libro se compone del análisis de los relatos escritos por Howard. No solo los de Conan; tras reflexionar y oír diversas opiniones he decidido incluir también los relatos de Kull, personaje que en algunos aspectos fue el antecedente del cimerio y que, tal como el autor estableció en su ensayo La Era Hibórea

    ¹

    , comparte escenario con él. De hecho, el mundo de Conan nace a partir del cataclismo que destruye el de Kull y hay numerosos lazos de parentesco entre los pueblos de ambas épocas².

    Dado que este libro se centra en la Era Hibórea y en su personaje más famoso, Conan, el análisis de los relatos de Kull se inserta como un único capítulo, previo al estudio de los relatos del cimerio. Es por tanto un análisis más breve y ligero.

    Tal capítulo previo, Un rey viene a caballo, tiene como fuentes principales el volumen que recoge los relatos de Kull El reino de las sombras (Spórtula, 2024) y «Atlantean Genesis», el extenso artículo de Patrice Louinet que aparece en la edición de Ballantine de los cuentos del atlante³.

    En lo que se refiere al análisis de las historias de Conan, utilicé también dos fuentes principales: el prolijo ensayo de Patrice Louinet «Hyborian Genesis» (dividido en tres partes en la edición en inglés de Conan realizada por Ballantine⁴) y la edición española en cuatro volúmenes de Las Crónicas Nemedias realizada por Spórtula entre 2018 y 2022⁵, donde se recoge en castellano la saga del cimerio.

    El orden seguido para el análisis ha sido el de creación de cada relato, lo que no quiere decir que ordenarlos atendiendo a la biografía del personaje no sea igualmente razonable.

    Ordenar siguiendo la biografía del personaje permite ver la evolución de este (que existe en el caso de Conan, por más que algunos estudiosos se empeñen en negarlo); seguir el orden de creación de cada historia permite asistir a la evolución del autor. Ambas ordenaciones tienen su interés y su sentido, cada una en un contexto distinto. Sin duda cada lector tendrá distintas preferencias, lo que no vuelve necesariamente superior un orden al otro.

    Patrice Louinet, probablemente el principal experto del mundo en Howard, odia con todo su corazón la ordenación cronológica y defiende a muerte el orden de escritura, algo perfectamente respetable. El problema es que algunos de sus argumentos no suenan muy convincentes y ni siquiera señalan algo real, como cuando afirma que a ningún experto en Sherlock Holmes se le ocurriría publicar el canon holmesiano ordenado cronológicamente… algo que se ha hecho varias veces, en realidad.

    En el caso concreto de este libro y puesto que a menudo en el análisis hablo de la relación de cada relato con otros, el orden de escritura me permite mostrar mejor el proceso de creación de la saga y el desarrollo de Howard como escritor.

    No me duelen prendas en reconocer que además de mis propias impresiones personales y mis pensamientos sobre los distintos relatos de Conan he acudido con frecuencia a lo que comentan sobre ellos tanto Patrice Louinet como Mark Finn. No siempre estoy de acuerdo con lo que dicen, pero en todo momento sus puntos de vista y sus reflexiones son interesantes y señalan con agudeza elementos importantes para el análisis. Los dos han abierto el camino para una crítica racional, argumentada y alejada de prejuicios de la obra de Howard y, sobre todo, un acercamiento más riguroso a este, como autor y como persona; sería un tonto si no me aprovechase, en el mejor sentido de la palabra, de su labor.

    Ambos han sido sumamente generosos a la hora de permitirme citarlos, algo que les agradezco de corazón. De paso, aprovecho para recomendar sus trabajos sobre Howard, que se pueden encontrar en la bibliografía, tanto en inglés como en su versión en castellano, de la que en algún caso tuve el inmenso placer de encargarme.

    También he consultado Cuando cantan las espadas de Javier Martín Lalanda. El trabajo de este estudioso español tiene mérito especial cuando consideramos que la primera versión de su libro (La canción de las espadas) apareció en 1983, en un momento en que Howard (aunque no Conan) era casi por completo desconocido en nuestro país y encontrar documentación y corroborarla no resultaba ni la décima parte de lo fácil que es hoy en día. La versión definitiva de su ensayo (que abarca toda la fantasía de Howard, no solo los relatos del cimerio) sigue siendo un hito bibliográfico en los estudios españoles de la obra del autor texano.

    Me ha resultado especialmente útil el segundo apéndice, sobre los continentes perdidos y las razas antiguas, en el que muestra la influencia de ideas como la teosofía de Madame Blavatsky en el pensamiento y la obra de Howard.

    Quiero señalar algo que no debería ser necesario, pero que pese a todo creo que es prudente: los comentarios y análisis de los relatos no buscan el espóiler, pero tampoco lo rehúyen. Cuando así lo considero adecuado detallo partes del argumento de la obra que estoy comentando.

    Si tenemos en cuenta que estoy hablando de un material cuya antigüedad empieza a acercarse a los cien años, creo que estoy autorizado a realizar cuantos espóilers considere conveniente.

    Por otro lado, los comentarios que realizo a cada relato son siempre personales y subjetivos y no pretenden en ningún momento ser tomados como verdades absolutas.

    A la hora de valorar el arte no existen las verdades absolutas independientes de los contextos, digan lo que digan los escolásticos. El arte está creado para resonar emocional y estéticamente⁷ con uno o varios espectadores: si lo consigue, ha tenido éxito; si no, ha fracasado.

    No hay imposición de gusto posible más allá de esa. Lo que no significa que el análisis sea imposible o que no existan elementos definibles y detallables para un posible enriquecimiento de la lectura, como hace la disciplina llamada Teoría de la Literatura al describir qué técnicas se han utilizado, cómo se han usado y qué efectos estéticos o narrativos pretenden producir, así como las razones por los que ha podido producirse un efecto u otro en los lectores.

    El juicio de valor tendrá siempre un elemento subjetivo —no necesariamente caprichoso― del que no se puede escapar, y este no es otro que la mente (con vivencias, educación, inclinaciones, gustos y manías propias) de cada espectador. Es decir, al vincularlo a lo subjetivo lo asociamos con un sujeto y con unos motivos concretos que rastrear en ese efecto, que no son caprichosos ni del todo azarosos. Así, la obra maestra de una persona puede ser el bodrio infecto de otra⁸; y ambas valoraciones son ciertas y correctas, porque sus experiencias estéticas y sus respuestas emocionales frente al libro son igual de auténticas, por diferentes e incluso irreconciliables que sean.

    De ahí que la Teoría de la Literatura debiera dedicarse al análisis, no a los juicios de valor.

    Pero que algo sea subjetivo no implica que carezca de valor. Como he apuntado, lo subjetivo también puede (y en casos como este diría que debe) argumentarse. Una opinión por sí misma, sin más contexto, vale bien poco incluso cuando la emite un experto.

    El principio de autoritas puede tener sentido en disciplinas científicas (en realidad, no, porque un científico está obligado a probar ante sus pares cómo ha llegado a las conclusiones a las que ha llegado y de qué modo ha realizado sus experimentos), pero carece de sentido en la valoración artística.

    Dicho de otro modo: un arquitecto puede afirmar que cierta estructura tiene un defecto de diseño que la hará derrumbarse en menos de diez años. Y, si nada me demuestra lo contrario, asumiré que tiene los conocimientos objetivos suficientes para llegar a esa conclusión. Pero su afirmación respecto a si la estructura es fea o hermosa no tiene más peso que mi propia opinión al respecto.

    Del mismo modo, un teórico de la literatura puede afirmar que una estructura narrativa está mal construida respecto a un modelo previo, pero ese modelo previo no tiene por qué ser el único aplicable ni mucho menos el único efectivo ni mucho menos aún el único a considerar independientemente de la época y del espacio cultural.

    Es el proceso por el que se ha llegado a la opinión (los razonamientos que hay tras ella y los argumentos que la defienden) lo que la convertirán en algo útil para otras personas.

    A lo largo de estos comentarios intento siempre argumentar y razonar por qué llego a determinadas conclusiones. No me cabe duda de que habrá quien disienta conmigo. Eso no importa, en tanto mis palabras ayuden a reflexionar y alcanzar conclusiones, tan válidas como las mías.

    Sí que he tenido en cuenta la ordenación biográfica de Las crónicas nemedias para el Glosario, tercera parte del libro. He tratado este como si fuera una obra de ficción, situándome como «cronista» dentro del mundo secundario creado por Howard, aunque a varios miles de años en el futuro respecto a la Era Hibórea, y tratando sus escritos como si formaran parte de un corpus legendario que narra las hazañas de dos antiquísimos personajes reales a los que el tiempo y la distancia han convertido en un mito⁹. Me pareció que adoptando ese punto de vista se le podía sacar más jugo a la idea del glosario, además de que lo encontré un juego literario con posibilidades.

    En ese contexto vi que tenía más sentido detallar en qué momento de su vida tuvieron su primer contacto Conan o Kull con tal personaje, lugar o situación más que el primer momento en que el autor decidió usarlo en uno de los relatos.

    Cierto que, como muy bien se apunta en el artículo online «The Chronology Controversy»¹⁰, lo único que podemos afirmar a ciencia cierta sobre la peripecia vital del cimerio es que su primer contacto con el mundo civilizado es, a los diecisiete años, en «La torre del elefante» y lo último que sabemos de él es que recupera el trono de Aquilonia tras haberlo perdido en La hora del dragón, cuando cuenta con cuarenta y cuatro años. Entre esos dos puntos todo lo demás es fluido, si bien hay ciertos momentos que se pueden fijar con razonable exactitud. Se pueden establecer una trayectoria vital y una cierta cronología, por más que serán flexibles y nunca definitivas.

    La línea temporal de Kull es más esquiva, ya que apenas hay pistas en los diferentes relatos sobre en qué momento de su reinado tienen lugar. Parece claro que el fragmento titulado «El exiliado de la Atlántida» va en primer lugar, seguido inmediatamente por «El reino de las sombras», pero el orden de los demás es incierto. He seguido el que se establece en la edición de Spórtula, donde se intentan montar las distintas historias como si fueran capítulos de una novela.

    Lógicamente para componer el glosario he consultado todas las historias que Howard llegó a acabar sobre el cimerio y el atlante, tanto si fueron publicadas en vida del autor como si su publicación fue póstuma.

    Me pareció interesante utilizar también el material que dejó inacabado, especialmente en el caso de Conan. Los fragmentos de Kull que nunca se completaron no pasan de unas pocas páginas con el arranque de la historia y sin ninguna indicación de hacia dónde puede ir la trama. Los de Conan son por lo general bastante más elaborados y ricos en detalle.

    Ese material se publicó en La hora del dragón, cuarto volumen de Las Crónicas Nemedias. Utilizarlo aquí ha acarreado pequeños problemas, porque los relatos sin finalizar no son del todo consistentes (sobre todo en ciertos elementos de ambientación y de trasfondo histórico) con lo que se llegó a publicar en vida del autor. He intentado resolver tales inconsistencias de la mejor forma posible siguiendo siempre el juego literario mencionado antes y asumiendo que, como ocurre a menudo en los textos históricos reales, las distintas fuentes pueden diferir y que no siempre se detallan los acontecimientos del mismo modo ni se implica en ellos a los mismos personajes históricos.

    También he tenido en cuenta la famosa carta de Howard a P. Schuyler Miller¹¹ y, por supuesto, el no menos famoso ensayo La Era Hibórea, que ya he mencionado varias veces. Ambos textos aportan información sumamente interesante sobre el mundo secundario que el autor texano creó entre 1932 y 1936.

    Estoy seguro de que habrá quien que querría ver en las páginas del glosario alusiones a los distintos pastiches¹² o a las adaptaciones al cómic, sean de Marvel, de Dark Horse o de Glénat.

    Pero este libro tiene en cuenta única y exclusivamente los textos canónicos de Howard sobre sus dos bárbaros, que es lo único que «sucedió de verdad»¹³. Lo aportado por otros autores, yo mismo incluido, puede ser más o menos interesante, pero no son más que especulaciones y posibilidades.

    Debo aclarar que, cuando hablo de que solo he tenido en cuenta lo escrito por Robert E. Howard me refiero, en el caso de Conan, a aquello que concibió como relato de este, no los cuentos de otros personajes que autores posteriores (fundamentalmente L. Sprague de Camp en el terreno del relato y Roy Thomas en el cómic) modificaron, retocaron o adaptaron para que encajasen como historias del cimerio.

    L. Sprague de Camp transforma (entre otros) el cuento «Three-Bladed Doom»¹⁴, protagonizado por El Borak, en uno de Conan llamado «The Flame Knife»¹⁵ donde reaparece como villano Olgerd Vladislav, personaje creado por Howard en «Nacerá una bruja». El relato original de Howard es el de El Borak, no la «conanización»¹⁶ posterior realizada por De Camp.

    Por el mismo motivo, no hay la menor alusión a Red Sonja en el glosario. El texto de Howard donde aparece Sonya la Roja¹⁷, «Shadow of the Vulture»¹⁸, nada tiene que ver con Conan, ni es culpa del autor que Thomas decidiera usarlo como base en su adaptación al cómic de una de las aventuras del cimerio.

    Al añadir el análisis de los relatos de Kull, no me quedó otra que incorporar al glosario algunos términos relacionados con épocas históricas, ya que al menos un par de relatos del rey de Valusia llegan a esos periodos. El más famoso es, sin duda, «Reyes de la noche», protagonizado por el rey picto Bran Mak Morn, que combate a los romanos a finales del siglo iii de nuestra era, durante el reinado del emperador Diocleciano. Kull no solo tiene una aparición estelar en el relato sino que en él se nos cuenta (entre otras cosas) que Bran es un remoto descendiente de Brule el lancero, camarada de armas del rey de Valusia.

    Llegados a ese punto mentiría si no dijese que sentí la tentación de establecer una cronología y compilar un glosario que abarcase toda (o casi) la obra de Howard. La idea de que la mayor parte de su ficción tiene lugar en el mismo mundo secundario (del que las eras Hibórea y Thuria serían el remoto pasado, perdido en la bruma de los tiempos) es perfectamente defendible y con tiempo y paciencia podría establecerse una línea temporal que lo abarcase prácticamente todo y en la que fueran encajando los distintos relatos del texano.

    La prudencia me detuvo. Por un lado un libro así sería de un tamaño descomunal; por el otro, el tiempo que me llevaría tal empeño sería excesivo y las dificultades en el proceso, abundantes, al menos para una sola persona. Así que decidí ceñirme a mi propósito original, que era la glosa de la Era Hibórea. Decidí por tanto incorporar solo aquellos cuentos que conectaban con ese propósito de forma explícita, lo que me permitió detenerme en Kull.

    No obstante, las ideas son muy pertinaces, y esta no ha muerto. No descarto en el futuro un intento de creación de una suerte de Enciclopedia de Robert E. Howard. Pero eso ya se verá… si se ve.

    La parte final del libro es una cronología del mundo hibóreo, con especial atención a la vida de Conan y de Kull¹⁹. He decidido usar como marco temporal básico para la Era Hibórea el periodo que comprendido entre el 22.000 y el 8.000 antes de Cristo, que son los años que estudiosos y aficionados aceptan en general como límites temporales del pasado ficticio creado por Howard²⁰.

    Dentro de ese marco y siguiendo las indicaciones que da el autor texano en su ensayo La Era Hibórea he intentado situar los distintos acontecimientos de la forma que me ha parecido más razonable.

    Incluir a Kull en el proyecto, por otro lado, me llevó a ampliar la cronología y detallar acontecimientos tanto anteriores como posteriores a ese periodo. Y, dado que por fuerza tenía que mencionar un par de veces épocas históricas (el siglo iii una vez y el xx, otra), decidí prolongar la cronología hasta el año 1936 de nuestra era.

    Si alguien se pregunta por qué precisamente ese año, encontrará la respuesta cuando llegue a ese punto.

    Mi intención principal es que este libro resulte útil a cualquiera que se interese por Conan y su mundo y que aporte información interesante y relevante al respecto. Si además sirve para iniciar a aquellos que aún no conocen el personaje y acercarlos a la obra de Robert E. Howard, eso sería maravilloso, por supuesto.

    Juzgadlo vosotros mismos, en todo caso.

    Rodolfo Martínez

    Gijón, junio de 2023

    EL HOMBRE QUE PUDO SOÑAR

    Imagen que contiene arma, pistola Descripción generada automáticamente

    Robert E. Howard nació en 1906 en una pequeña población de Texas. Murió treinta años más tarde: subió a su coche y se pegó un tiro en la cabeza con un colt calibre 38²¹.

    En esos treinta años hizo muchas cosas. Fue, especialmente, un prolífico autor para las revistas pulp de la época, las cuales inundó literalmente con sus relatos: de aventuras, históricos, «picantes», de boxeo, de misterio, de terror, westerns… y fantásticos. De hecho se lo considera el inventor, junto a Tolkien, de la fantasía moderna. Al tipo de relato que él y otros desarrollaron en las páginas de la revista Weird Tales, el escritor Fritz Leiber lo llamaría «de espada y brujería», en una suerte de eco con el género «de capa y espada».

    En plena época de la Gran Depresión era el hombre más acaudalado de la pequeña población texana en la que vivía, incluso teniendo en cuenta que algunas revistas aún le debían dinero. Era, también, un completo desconocido para la mayoría de los lectores ajenos al circuito de la literatura pulp. Circuito del que intentó salirse alguna vez sin éxito; escribió La hora del dragón, su única novela de Conan, con destino a un editor inglés, pero el proyecto se malogró. Era tremendamente prolífico y si unimos el material que publicó en vida con toda la obra que quedó inédita a su muerte tendríamos para llenar varias cajas de buen tamaño. Si a eso añadimos los poemas, las sinopsis de relatos que nunca llegó a escribir y los inicios de historias inacabadas, la fertilidad literaria de Howard se convierte en algo apabullante.

    Aunque como autor era mucho menos espontáneo de lo que le gustaba hacer creer a su amigos, sí que es cierto que escribía de prisa, para un mercado que pagaba poco y con retraso y que a menudo fraccionaba los pagos. Su estilo es dinámico y expresivo, capaz de describir una situación y un personaje con tres o cuatro frases y dejar ambos remachados con contundencia en la mente del lector.

    Sus páginas, incluso las de los relatos más manidos y rutinarios, rebosan vida, nervio, expresividad. Sus personajes, pese a ser delineados con rapidez a base de tres o cuatro rasgos destacados, parecen vivos y de carne y hueso. No importa lo que cuente: es capaz de meterse al lector en el bolsillo y

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