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El Camino Hacia la Paz
El Camino Hacia la Paz
El Camino Hacia la Paz
Libro electrónico323 páginas3 horas

El Camino Hacia la Paz

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Información de este libro electrónico

En algunos momentos, la vida se muestra tan estable, cómoda y perfecta.

 

Carlos, un rico empresario, aprovecha todo eso en su vida. Él tiene acceso a todo aquello que desea tener, no le falta absolutamente nada. Sin embargo, su vida en familia no sigue esa misma perfección.

 

Él está casado, pero es como si no estuviese, no hay diálogo, ni amor, ni romanticismo. Él tiene una hija adulta, pero sabe poco de ella y su vida.

 

Pero un día, todo cambia radicalmente, Carlos recibe una noticia que cambiaría su vida para siempre, él tiene un cáncer. Carlos queda sin rumbo. Él se acerca a su familia, buscando la reconciliación. El miedo de la muerte lo hace cambiar su comportamiento.

 

El miedo y el desespero son enormes. Carlos hasta se recuerda de buscar una cura en Dios, pero descubre que su dinero no puede comprar todo…

IdiomaEspañol
EditorialRafael Lima
Fecha de lanzamiento8 abr 2024
ISBN9798224619368
El Camino Hacia la Paz
Autor

Rafael Lima

Brasil, 1989 Graduado em Processos Gerenciais e M.B.A. em Gestão Estratégica de Projetos pelo Centro Universitário UNA. Cristão pela Graça de Deus. Apaixonado pela escrita (português, espanhol e inglês), poeta e romancista. Um poeta e escritor, que compartilha seus pensamentos através dos versos dos poemas e dos capítulos dos romances. Também escrevo em inglês e espanhol para alcançar mais pessoas em mais lugares. No tempo livre, gosto de videogames, filmes e séries. Fico pensando no dia em que um de meus livros será a base para uma destas produções…

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    El Camino Hacia la Paz - Rafael Lima

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    Copyright © 2020 Rafael Henrique dos Santos Lima y RL Producciones literarias

    Todos los derechos están reservados. Ninguna parte de ese libro puede ser reproducida en cualquier medio existente sin la autorización del autor de ese libro.

    Para autorizaciones, contacte: rafael50001@hotmail.com / rafaelhsts@gmail.com

    Esta es una historia ficticia con gente y eventos ficticios, cualquier semejanza de nombres, lugares, hechos o gente es mera coincidencia.

    Esta es una obra de ficción basada en la libre creación artística y no posé compromiso con la realidad.

    Referencias bíblicas

    Texto bíblico tomado de LA SANTA BIBLIA, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999 por Biblica, Inc.™.

    Reservados todos los derechos en todo el mundo.

    Prefacio

    Los buenos momentos de la vida pasan desapercibidos cuando estamos bien. Todo pasa a ser parte de nuestra rutina, no conseguimos ver como la vida es maravillosa cuando todo está bien.

    Pero el día que descubrimos que algo no está bien, todo cambia. Pensamos en todo lo que perderemos y todo lo que no aprovecharemos debido a la nueva condición.

    Esa es una situación común para la gente que tiene grandes cambios en sus vidas, especialmente en casos de enfermedades graves que dejan al paciente desanimado y sin esperanzas.

    Estos sentimientos son más fuertes en la gente que sufre con enfermedades terminales. Algunas de ellas tienen una esperanza de vida determinada y los enfermos consideran que este es el tiempo que les separa de la muerte.

    Aprender a lidiar con esta nueva realidad es un gran desafío para cualquier persona, pues nadie está listo para una noticia tan impactante y definitiva. Sin embargo, así como todo en la vida, hay un camino a ser recorrido hasta ser encontrada la verdadera paz en medio a las incertidumbres...

    Tabla de contenidos

    Un día cualquiera

    ¡Una noche divertida!

    Novedades

    Necesito estar seguro

    ¿Qué enfrentaré?

    Volver a la normalidad

    Un nuevo comienzo

    El vuelco

    Encontrando un nuevo camino

    Eso no me lo esperaba

    Encantado de conocerte

    No lo soporto más

    La vida continua

    La historia de mi vida

    El principio del cambio

    Quiero creer

    Siguiendo en la fe

    Nuevos pasos

    Todo tiene un propósito

    Hoy estarás conmigo en el paraíso

    El resultado del tratamiento

    El camino hacia la paz

    Un día cualquiera

    Aquello sería un día más, como cualquier otro en la vida de Carlos, cuarenta y seis años. Él ya estaba con su vida bien tranquila. Era propietario de una industria de cosméticos y su negocio estaba muy bien, con muchas ventas en Brasil y en otros países. Carlos vivía en una mansión, en uno de los barrios más lujosos de la ciudad, el Atlántico. A su lado estaba Susana, con cuarenta y cinco años, era su esposa y socia en la industria. Ambos aprovechaban mucho todos los placeres que su dinero podría comprar, fiestas, viajes, coches, etc.

    Carlos despertó alrededor de las once de la mañana con mucho dolor de cabeza, en la noche anterior él había quedado en una fiesta hasta la madrugada y ni sabía cómo había llegado a casa. Él estaba desayunando en la cocina. Él era un hombre blanco con piel clara, cabello un poco largo, ojos marrones claros y barba de tres días. Él tenía altura y peso medianos. Su móvil sonó, era Susana:

    —¿Ha despertado la bella durmiente? —Susana dijo en tono de ironía.

    Carlos respondió de manera grosera:

    —¡Por supuesto que sí! ¿Cómo iba a contestarte si estuviera durmiendo?

    Susana también respondió de manera grosera:

    —¡Despertó nervioso! ¡Debías ser un poco más grato, después de lo que hice!

    Carlos pensó por un momento, tratando de recordar que ocurrió y como no recordó, decidió preguntar:

    —¿Qué hiciste?

    Susana habló nuevamente con ironía:

    —¿Ahora la bella durmiente está con amnesia?

    —¡Susana, habla de una vez sobre lo que pasó! —Carlos quedó impaciente con las insinuaciones de su mujer.

    —¡Por supuesto que hablo! Ayer fuiste a aquella fiesta con tus amiguitas, te emborrachaste, hasta intentaste besar a una mujer casada y me llamaron para quitarte de allá, sin hacer escándalos, porque el marido de la mujer tenía ganas de pelear contigo.

    Al oír, Carlos pensó:

    ‹‹¡Qué mierda! La bebida me destruye.››

    Al percibir el silencio de Carlos, Susana continuó con las acusaciones:

    —¿Estás sin saber qué decir? Puedes empezar con gracias.

    —Está bien, Susana. Gracias por ayudarme. Yo prometo que eso no va a pasar de nuevo.

    Susana se rió y dijo:

    —¿Una promesa? Voy a fingir que lo creo.

    Carlos repitió con seriedad:

    —Hablo en serio, no lo haré otra vez.

    —Carlos, para de hacer promesas que no puedes cumplir. Siempre es la misma cosa. Sales, diviertes, bebes mucho, traicióname y después dices que no más vas a hacerlo. ¡Carlos, ayúdame! Ya hemos pasado de esta fase.

    Al oír estas palabras, Carlos hizo una reflexión rápida y notó que realmente era siempre la misma promesa. Él intentó defenderse acusando a Susana:

    —¿Y tú, Susana? Haces lo mismo...

    Susana interrumpió:

    —¡No vamos a hablar de eso ahora! Venga ahora hacia la compañía, pues tenemos un cliente esperándote.

    Carlos habló en tono de preocupación:

    —¡Es verdad! Lo había olvidado. ¡Dónde estaba mi cabeza!

    —Tu cabeza estaba en el cuerpo de alguna mujer. ¡Tú solo piensas en eso!

    Carlos quedó irritado con la acusación de Susana y dijo:

    —¡Para con los retos! Al menos por ahora. Voy a cortar y voy hacia la compañía inmediatamente.

    Carlos fue hacia la compañía. Al llegar, fue a su oficina y llamó a Susana. Ella era una mujer blanca con piel clara, cabello lizo negro hasta debajo del sostén y ojos verdes. Ella tenía altura y peso medianos. Ellos fueron a la reunión con el cliente y parecían ser otra pareja, fueron gentiles el uno con el otro, Carlos contó un poco de la historia de la fundación de la compañía al cliente:

    —Hace unos años, después de terminar la facultad de química, teníamos el sueño de tener nuestra propia fábrica de cosméticos, haciendo productos de calidad que pudiesen atender a las necesidades de la gente. Empezamos con algo pequeño en casa, tuvimos muchas dificultades, pero siempre mantuvimos nuestro sueño...

    Susana tuvo un recuerdo vívido de cómo había sido el comienzo del negocio con Carlos. Ellos estaban en su primera casa, era pequeña. Carlos trabajaba en su laboratorio en el garaje. Susana llegó a la puerta y lo llamó:

    —Mi amor, ¡lacena está lista! ¡Venga!

    Carlos fue hacia ella, la abrazó y besó. Él dijo en tono romántico:

    —¡Tú eres el amor de mi vida! ¡Yo te amo mucho!

    Y Susana contestó de la misma manera:

    —Tú también eres el amor de mi vida. ¡Yo te amo mucho!

    Carlos bajó y habló con su barriga de embarazada:

    —Tú ya eres el amor de nuestras vidas. Haremos todo para hacerte feliz.

    Los dos demostraron mucho amor y cariño, y trabajaban juntos para tener una vida mejor.

    Susana pensó:

    ‹‹¿Cómo fue que nuestro matrimonio llegó a este punto? ¿Dónde nos perdimos? ¿Qué hicimos errado?››

    Ella percibió que estaba prestes a soltar una lágrima y fue al baño. Susana se miró en el espejo, pensó en su matrimonio de antes, ella no resistió y empezó el llanto. Ella decía:

    —¡Solo quiero que todo vuelva a ser como antes! ¡Solo quiero ser feliz de nuevo!

    Ella se quedó algunos minutos así. Después, recordó las responsabilidades, enjugó las lágrimas y volvió para dónde su marido y el cliente estaban.

    Después de algunos momentos de conversación, el cliente se fue. Susana y Carlos estaban de pie en la sala de reuniones. Él dijo:

    —Susana, ¿qué pasó justo ahora?

    —Yo recordé cómo era nuestra vida antiguamente.

    —¡Fuimos pobres y no teníamos casi nada!

    Susana contestó como alguien que echaba de menos aquel tiempo:

    —Pero teníamos el principal, el amor.

    —Pero hoy también tenemos amor.

    —¿Amor? Solo por nuestra hija, Lisa.

    —Susana, estamos juntos hasta hoy. Eso significa que aún tenemos amor.

    Susana dijo en tono serio:

    —Carlos, ¡nosotros ni nos respetamos más! ¿Cómo puede haber amor en eso?

    Carlos pensó por un instante y dijo:

    —Es verdad, no tenemos ni respeto. Cada uno hace lo que quiere, sin dar importancia al otro.

    Carlos se acercó a ella, agarró sus manos y dijo en tono calmo:

    —¿Quizá haya algo que podemos hacer para cambiar eso?

    —Carlos, me gustaría mucho hacer algo, pero no sé lo que.

    —¿Terapia de pareja? ¿O consejería?

    Susana suspiró, soltó las manos de Carlos y dijo en tono serio:

    —Carlos, sinceramente. Creo que nuestra mejor opción sería el divorcio.

    Carlos quedó asustado con las palabras de Susana, pues para él, por más que estuviera malo, aún había esperanza. Él dijo:

    —¡Calma Susana! Las cosas no son así. Precisamos pensar con más calma.

    —¿Pensar en qué? Sabemos que nuestro matrimonio no está bien hace mucho tiempo.

    —Es verdad. Pero antes de tomar cualquier decisión, vamos a pensar bien, pues esta decisión es muy seria.

    Susana no tenía esperanzas en el cambio, pero decidió concordar:

    —¡Vale! Si tú crees que es mejor así, vamos a hacerlo de esta manera.

    —Gracias, Susana.

    Susana salió de la sala y siguió con sus actividades de trabajo. Él hizo lo mismo.

    En la noche, en aquel mismo día, los dos estaban en casa, cuando llegó Elisabeth, la hija de la pareja. Ella era una joven muy hermosa. Ella tenía altura y peso medianos. Piel blanca clara, cabello lizo negro hasta debajo del sostén y ojos verdes. Susana estaba sentada en la sala de estar y así que vio a su hija, dijo en tono de reprobación:

    —¡Finalmente estás aquí!

    —¡Mamá! ¡Por favor no empieces con eso de nuevo!

    —¡Voy a empezar! Es nuestra hija y quedamos preocupados por ti.

    —Pero, mamá, ¡yo ya soy adulta! —dijo Elisabeth intentando imponerse.

    Susana contestó en tono de ironía:

    —¡Es adulta! ¡Pero actúas cómo una niña!

    —¡Mamá, no lo digas! ¡Soy responsable!

    Susana hizo una expresión de duda y dijo:

    —¿Estás segura?

    —¡Sí! —contestó con firmeza.

    —¿Realmente?

    —¡Por supuesto!

    Elisabeth pensó por un instante y dijo de manera más suave:

    —Es decir, yo creo.

    —Vamos a ver. Tú empezaste la facultad hace tres años, ya debería estar en el sexto semestre, sin embargo, aún está en el tercero. ¿Qué me dices sobre eso?

    Elisabeth no tenía respuesta, y dijo la primera cosa que pensó:

    —¡Ah!, eso es porque las disciplinas son muy difíciles.

    —¿Difíciles? —Cuestionó Susana con tono de duda—. ¿Estás segura de qué es eso?

    —¡Por supuesto, mamá! Yo intento, pero no consigo. —Ella intentaba justificarse.

    —Lisa, seamos sinceras. Tú siempre se sale bien en todas las pruebas y tareas, tu reprobación es por causa de tu baja asistencia. Tú casi no vas a la facultad.

    —¡Pero, mamá! ¡La culpa nos es mía!

    —Si no es tuya, entonces, ¿es de quién? ¿Mía?

    —Vea, mamá, es lo siguiente. Soy joven, son muchos eventos y fiestas para ir. Y a veces estos eventos se extienden hasta muy tarde y quedo avergonzada de salir temprano.

    —¡Oh! —Susana sabía que su hija intentaba engañarla.

    —¡Es verdad mamá! Y después de esas fiestas y eventos es difícil ir a la facultad, yo estoy muy cansada.

    —Lisa, ahora vamos a pensar juntas.

    —Sí, mamá.

    —Tú eres joven, muy hermosa, y tienes una vida social agitada. Pero tú necesitas saber organizarse y dar prioridad a las cosas importantes.

    —¿Cómo es, mamá?

    —Vea, tú ya perdiste un año y medio de facultad, si hubiera estudiado correctamente, faltaría solo más dos años para terminar. Pero como no lo haces, aún faltan tres años y medio, y eso si tú cambias tu estilo de vida. Y si no cambias, solamente Dios sabe más cuánto tiempo vas a demorar.

    Elisabeth quedó pensativa y dijo:

    —Es verdad mamá, creo que estoy perdiendo tiempo.

    —Ya fue estudiante y sé cómo funcionan las cosas. Quedamos muy entusiasmadas, creemos que todo va a ser fiesta, pero no es. Debemos tener momentos de dedicación a los estudios. Si no, te quedarás eternamente en la facultad.

    —Comprendí, mamá. Pero crea, ¡yo voy a cambiar!

    —¿Vas mismo? —Susana no creía que ella realmente fuera a cambiar, pues ya había tenido aquella conversación otras veces.

    —¡Sí señora!

    —¡Quiero ver!

    —¡Voy a conseguirlo! ¡Créame!

    —Voy a creer, solo espero no arrepentirme.

    Elisabeth salía y preguntó a Susana:

    —¿A dónde está mi padre?

    —Debe estar en la oficina trabajando.

    Susana dijo que su marido estaba trabajando, pero ella desconfiaba de que él estuviera haciendo otra cosa...

    —Voy a hablar con él.

    Elisabeth salió y fue hacia la oficina, intentó abrir la puerta y notó que estaba trancada. Ella la golpeó y llamó a Carlos:

    —¡Papá! Soy yo. ¿Puedes abrir?

    —¡Ya voy a abrir! Espera un momento.

    Carlos estaba mirando pornografía en la computadora. Él cerró todas las ventanas, abrió una hoja de cálculo y puso algunos papeles en la mesa, para dar la impresión de que él estaba trabajando. Él se levantó y abrió la puerta.

    Elisabeth lo abrazó y dijo:

    —¿Por qué la puerta estaba trancada?

    —Es porque más cedo hice una llamada importante y no quería ser interrumpido, pero después me olvidé de abrirla.

    —¡Vale! ¡Papá, necesito de tu ayuda!

    Carlos ya sabía lo que estas palabras significaban: necesito más dinero.

    —¿Cómo te puedo ayudar, hija?

    —El viernes habrá una fiesta en la casa de una amiga. Necesito su tarjeta de crédito para hacer compras. Ya he excedido mi límite.

    Carlos sonrió y dijo:

    —Estás utilizando tu límite cada vez más rápido.

    Ella sonrió y dijo:

    —Papá, sabes cómo es la vida.

    Carlos fue hacia su mesa, sacó la tarjeta y entregó a Elisabeth, cuando ella estaba saliendo, él dijo:

    —¡Usa la tarjeta con sabiduría!

    Ella hizo una señal de positivo con las manos.

    Carlos volvió para la computadora para continuar mirando pornografía, antes de volver al sitio, miró una fotografía en la mesa, en ella estaba Elisabeth durmiendo con una muñeca. Él recordó cómo fue posible darle aquel regalo.

    Elisabeth tenía tres años y la producción de cosméticos de la pareja aún no había crecido tanto. Los dos lograron montar su primera línea de producción, y ellos mismos fabricaban y vendían.

    El dinero recibido aún no era mucho, y ellos tenían que economizar en todo. Cierto día, ellos habían salido con Elisabeth y ella había visto a una muñeca en una tienda. La niña quedó encantada y pidió a sus padres:

    —¡Mamá! ¡Papá! ¿Cómprala para mí?

    Los dos se miraron y sabían que no era posible comprar en aquel momento. Carlos dijo:

    —Hijita, hoy no es posible, porque el papá y la mamá no están con la bolsa que guardan el dinero.

    Los ojos de Elisabeth se llenaron de lágrimas y ella dijo en llanto:

    —¡Pero yo quiero ahora!

    Susana abrazó a Elisabeth y dijo:

    —¡No llores, mi bebé! Otro día vamos a volver aquí y comprar para ti. Prometimos.

    Elisabeth lloró por más algunos instantes y después del consuelo de sus padres, paró.

    Cuando llegaron en casa, ellos se sentaron y calcularon sobre su negocio y Susana dijo:

    —¡Oh! Para comprar esa muñeca tendremos que vender para más clientes.

    Carlos dijo en tono desanimado:

    —Ya es difícil vender para los que tenemos actualmente, tener más clientes va a ser más difícil.

    —Mi amor, ¡no podemos entregarnos así! ¡Precisamos luchar para alcanzar nuestros sueños y los de nuestra hija! —dijo Susana con ánimo.

    Después de esas palabras, Carlos tuvo un nuevo ánimo. Él dijo:

    —Vamos a hacer un plan para incrementar la cantidad de clientes.

    —¡Vamos! —dijo Susana con mucha animación.

    Ellos elaboraron una estrategia para mostrar sus productos a más clientes y así lograr más ventas.

    Al día siguiente, empezaron su plan y después de unos días, vinieron los primeros resultados. Nuevos clientes compraron y ellos lograron el dinero para la muñeca.

    En el día de la compra, Elisabeth salió de la tienda abrazada con la muñeca y adormeció con ella, mostrando lo cuánto ella se importaba con el regalo. Al día siguiente, sus padres sacaron una foto antes de que ella despertase.

    Volviendo a la realidad, Carlos quedó triste y pensó:

    ‹‹¿Qué pasó con nuestra familia? ¿A dónde está aquella felicidad en las cosas simples? ¿Y a dónde está aquel amor?››

    Carlos miró el sitio pornográfico y dijo:

    —¿Qué mierda estoy haciendo aquí?

    Y así fue un día normal en la vida de la familia de Carlos.

    ¡U na noche divertida !

    El viernes a la noche, Carlos pasó cerca de la habitación y vio que Susana estaba deslumbrante. Ella estaba con maquillaje, ropa elegante, zapatos de tacón alto. Él pensó:

    ‹‹¡Oh! ¡Qué mujer increíble yo tengo!››

    Ella percibió que él estaba mirándola y quedó muy contenta, pues había mucho tiempo que Carlos no la miraba de esta manera. Ella dijo:

    —Es todo eso que estás dejando en casa cuando decides salir con otras.

    Él intentó justificarse:

    —Pero no hago nada con nadie, es apenas diversión, bebidas, estas cosas.

    —¡Carlos, no intentes engañarme! Sé lo que haces —dijo Susana en todo irónico.

    —Solo tú sabes. No sé nada de eso. —Carlos intentó disimular.

    —¡Vale! Sea como sea, ¡hoy soy yo la que me voy a divertir!

    —¿Cómo es? —Carlos estaba sorprendido.

    —Voy a salir con mis amigas.

    —¿Y para dónde van?

    —No lo sé. ¡Solo sé que hoy vamos a tener mucha diversión!

    Carlos dijo en tono triste:

    —¿Me voy a quedar aquí solo?

    —Si vas a quedar solo, yo no lo sé, esto es contigo.

    —Pero, ¡no puedes hacerlo conmigo! —dijo Carlos en el mismo tono.

    —Carlos, tú lo haces conmigo todo el tiempo, ¿y ahora eres la víctima? ¡Para con eso!

    —¡Pero las cosas en el matrimonio no pueden funcionar basadas en la venganza!

    Susana dijo en voz alta y tono nervioso:

    —¡Carlos, por favor! Sabemos que no existe un matrimonio verdadero aquí. Vamos a dejar que cada uno haga lo que quiere. Va a ser mejor así.

    Carlos percibió que su mujer estaba determinada y desistió de intentar argumentar, antes de salir, él dijo:

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