The last day of the World. La batalla por la supervivencia. Parte I

Por Miguel Ángel Pérez Serrano

Un grupo de científicos investiga una cura para el cáncer, pero debido a un desafortunado incidente en el laboratorio se libera una toxina muy inestable y con efectos terribles sobre las personas: primero las mata y luego las trae de vuelta convertidas en zombis.
Ryan es un adolescente que, como todos los días, acude a clase para afrontar una nueva y aburrida jornada. Sin embargo, todo se tuerce muy rápido y el caos se desata a su alrededor cuando un grupo de muertos vivientes asalta su escuela. Junto a su amigo Max, luchará por sobrevivir en esa realidad pesadillesca.

• Idioma: Español
• Editorial: Ediciones Arcanas
• Fecha de lanzamiento: 28 mar 2024
• ISBN: 9788410218093

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CAPÍTULO 1. INCIDENTE EN LA CIUDAD

Nunca pensamos en lo mucho que extrañaríamos las cosas cotidianas, hasta el fatídico accidente que llevó a la humanidad al borde de la extinción.

El treinta y uno de marzo del 2040, un par de días antes del fin del mundo, en un laboratorio al oeste de Pasadena, un grupo de científicos investigaba una nueva sustancia —todavía inestable— para prevenir el cáncer. Debido a un incidente, uno de los viales que contenían ese componente cayó junto a Alfred, uno de los investigadores. Al ver el recipiente roto y su contenido derramado, lo limpió rápidamente, antes de que los demás se dieran cuenta; pues temía que lo despidiesen. Pero no se percató de que el fluido se había adherido a su piel.

Al finalizar la jornada laboral, Alfred se despidió de sus compañeros sin decirles lo que había ocurrido. Así pasaron dos días, durante los cuales pareció no ocurrir nada fuera de lo normal.

***

Era una mañana cualquiera en Pasadena cuando el despertador sonó en la habitación de Ryan, un joven estudiante del Instituto Tecnológico de California. Conforme se despertó, giró la cabeza para mirar la hora: el reloj marcaba las 8:55 a. m. Se quedó un par de minutos en trance, sin ganas de levantarse, dado que el sueño podía con él; hasta que recordó que la alarma estaba mal puesta y comprendió lo tarde que era.

Se puso en pie de un salto y empezó a vestirse lo más rápido que podía para ir a clase. Tenía el tiempo muy justo para llegar a la primera.

Bajó corriendo las escaleras de su casa y se dirigió hacia la cocina, donde su madre Sarah lo esperaba con un sándwich en la mano. La mujer sabía demasiado bien que su hijo era propenso a llegar tarde. Tras agarrar el sándwich y darle las gracias, Ryan salió a toda prisa, empezando así un día normal y corriente en su