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La profecía maya: ¿Estás preparado para el Apocalipsis?
La profecía maya: ¿Estás preparado para el Apocalipsis?
La profecía maya: ¿Estás preparado para el Apocalipsis?
Libro electrónico294 páginas4 horas

La profecía maya: ¿Estás preparado para el Apocalipsis?

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Información de este libro electrónico

Cuando el antropólogo Allan Haddon llegó a Madrid para dar una conferencia sobre cultura precolombina, lo último que esperaba era ser testigo del robo del códice maya del museo de América. No puede resistirse a investigar las razones de este suceso, y para ello viaja a París, ya que en su biblioteca nacional se guarda otro códice de naturaleza similar. Allí averigua que un cazatesoros neozelandés y una agencia norteamericana también van tras el manuscrito. Una joven bibliotecaria francesa, Clotilde Champollion, especialista en la lengua maya, acompañará a Allan a su siguiente parada: México. Si Allan y Clotilde no llegan a tiempo, el fin del mundo pronosticado hace siglos será irremediable.

IdiomaEspañol
EditorialMario Escobar
Fecha de lanzamiento22 sept 2016
ISBN9781370015771
La profecía maya: ¿Estás preparado para el Apocalipsis?
Autor

Mario Escobar

Mario Escobar Golderos (Madrid, Spain) has a degree in History, with an advanced studies diploma in Modern History. He has written numerous books and articles about the Inquisition, the Protestant Reformation, and religious sects. He is the executive director of an NGO and directs the magazine Nueva historia para el debate, in addition to being a contributing columnist in various publications. Passionate about history and its mysteries, Escobar has delved into the depths of church history, the different sectarian groups that have struggled therein, and the discovery and colonization of the Americas. He specializes in the lives of unorthodox Spaniards and Americans. Books.Autor Betseller con miles de libros vendidos en todo el mundo. Sus obras han sido traducidas al chino, japonés, inglés, ruso, portugués, danés, francés, italiano, checo, polaco, serbio, entre otros idiomas. Novelista, ensayista y conferenciante. Licenciado en Historia y Diplomado en Estudios Avanzados en la especialidad de Historia Moderna, ha escrito numerosos artículos y libros sobre la Inquisición, la Reforma Protestante y las sectas religiosas.Publica asiduamente en las revistas Más Allá y National Geographic HistoriaApasionado por la historia y sus enigmas ha estudiado en profundidad la Historia de la Iglesia, los distintos grupos sectarios que han luchado en su seno, el descubrimiento y colonizacíón de América; especializándose en la vida de personajes heterodoxos españoles y americanos.Su primera obra, Conspiración Maine 2006, fue un éxito. Le siguieron El mesías Ario (2007), El secreto de los Assassini (2008) y la Profecía de Aztlán (2009). Todas ellas parte de la saga protagonizada por Hércules Guzmán Fox, George Lincoln y Alicia Mantorella.Su libro Francisco. El primer papa latinoamericano ha sido traducido a 12 idiomas, entre ellos el chino, inglés, francés, italiano, portugues, japonés, danés, etc.Sol rojo sobre Hiroshima (2009) y El País de las lágrimas (2010) son sus obras más intimistas. También ha publicado ensayos como Martín Luther King (2006) e Historia de la Masonería en Estados Unidos (2009). Los doce legados de Steve Jobs (2012). La biografía del papa Francisco. El primer papa latinoamericano (2013). La Saga Ione (2013) o la Serie Apocalipsis (2012).Saga Misión Verne (2013)El libro más exitoso en España es El Círculo.La nueva novela titulada El reino del cielo, ya está disponible.

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    La profecía maya - Mario Escobar

    Chapter 1

    Madrid, España

    Allan Haddon marcó de nuevo su número, pero continuaba sin obtener respuesta al otro lado. No era la primera vez que visitaba la ciudad, aunque no conocía muy bien el camino desde el hotel hasta el museo de América. Todavía quedaba una hora para la conferencia y necesitaba algo de café para espabilarse. Su hotel se encontraba a escasos metros de la calle Princesa y en la esquina había un Starbucks. Se dirigió al vestíbulo y salió a la calle. A pesar del sol, hacía mucho frío, mucho más que en Oxford. Se cerró el abrigo largo y negro y se ajustó la bufanda marrón. Después dio la vuelta a la esquina y entró en la cafetería. Tras aguardar su turno en la fila, la chica que le atendió le preguntó su nombre.

    —¿Perdón? —preguntó Allan sorprendido. Seguía inmerso en sus pensamientos y preocupaciones. Tenía que localizar a la directora antes de que fuera más tarde. Le gustaba tener todo bajo control y no soportaba la tranquilidad con la que se tomaban los mediterráneos las cosas.

    —¿Su nombre? —volvió a preguntar una guapa camarera de enormes ojos negros.

    —Allan —contestó el hombre.

    —¿Allan? Es muy bonito, ¿de dónde es usted?

    La sonrisa perfecta de la joven no logró llamar su atención. A sus cuarenta años seguía conservando una excelente forma física. Permanecía soltero, aunque en dos ocasiones había estado a punto de casarse. Allan devolvió la sonrisa a la joven y le respondió en un perfecto castellano:

    —Soy de Oxford.

    —¡Oxford! Estudié inglés muy cerca de allí. Oxford era una ciudad muy cara para una estudiante española —comentó la joven.

    —Sí, también lo es para mí, pero al menos la universidad me deja un apartamento en el viejo campus.

    —¿Es profesor?

    La gente que esperaba detrás de Allan comenzó a impacientarse, pero la joven no parecía darle importancia. La mayoría eran estudiantes de la universidad que se pasaban las horas muertas en el local para disfrutar del acceso gratuito a internet y tumbarse en los cómodos asientos de la cafetería.

    —Antropólogo. Ya sabe, estudio a los seres humanos.

    —Fascinante —dijo la joven mientras escribía el nombre de Allan en el vaso de cartón.

    Allan pagó el café y esperó a que se lo llevaran. Lo hizo la misma joven que le había atendido.

    —Allan, ha sido un placer conocerle —dijo la joven sin dejar de sonreír.

    —Lo mismo digo, Carmen —contestó Allan mientras leía el nombre de la camarera en la chapa de su uniforme.

    El profesor se sentó a una mesa apartada y sacó su iPad 2. Se conectó a la red y repasó el Times mientras disfrutaba de un buen café. Entre las noticias del día destacaban las diversas fiestas que tendrían lugar en diferentes partes del mundo para celebrar el fin del quinto sol maya. Allan esbozó una sonrisa. Su especialidad era la antropología de las religiones y todo aquello le parecía un disparate. Era conocido en su campo por su exacerbado escepticismo y sus libros combativos contra todo tipo de manipulación religiosa.

    Notó cómo vibraba el bolsillo de su abrigo y buscó el teléfono. El café se tambaleó en la mesa, pero no llegó a caer.

    —Allan Haddon al habla —contestó en inglés.

    —Allan, soy Letizia, he preguntado en la recepción del hotel y me han dicho que habías salido —dijo la mujer.

    —Perdona, pero tenía que tomarme un café. Ayer no pude dormir en toda la noche y necesitaba despertarme. Estoy en la cafetería de la esquina.

    —Espérame ahí, llego en un minuto.

    Letizia no tardó mucho en aparecer por la puerta del local. Allan levantó el brazo y ella sonrió al verle. Letizia Rodríguez Canché era la directora del museo de América, se conocían de dos conferencias anteriores, una de ellas en México, y habían encajado a la perfección.

    —Perdona el retraso. Siempre vengo en metro, pero hoy tomé el coche para llevarte por la ciudad y he estado atascada más de media hora.

    —Estaba disfrutando del café. Además, creo que estamos muy cerca del museo —contestó Allan poniéndose en pie.

    —Sí, podemos ir caminando. Prefiero dejar el coche en el aparcamiento.

    Salieron del establecimiento y subieron la calle en dirección a la universidad. El campus estaba muy próximo. A los pocos minutos, contemplaron el arco de triunfo que daba comienzo a la carretera de la Coruña, a su izquierda se encontraba un inmenso edificio que había sido el ministerio de Aviación durante mucho tiempo. La ciudad ya estaba engalanada para las fiestas. El año había sido duro, pero muchos esperaban que el siguiente fuera mucho mejor y que la crisis se terminara de una vez por todas. Mientras los dos caminaban hacia el museo, varios hombres les seguían, pero nadie hubiera podido distinguirlos en las bulliciosas calles de Madrid, que se preparaban a toda prisa para la Navidad.

    Chapter 2

    Washington, Estados Unidos

    Patricia Moss entró a la sede de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias. Llevaba cinco años trabajando allí pero era la primera vez que le encargaban un trabajo tan extraño. Subió en el ascensor hasta la tercera planta y entró en el despacho de su jefe, Thomas Aaronovitch.

    —Thomas, no puedo creerme que la agencia me haya hecho llamar en plenas vacaciones de invierno para un asunto tan absurdo —dijo Patricia.

    —¿Un asunto absurdo? Hay millones de personas que piensan que el mundo se acaba en dos o tres semanas, la histeria puede extenderse con facilidad. Ya sabes lo que sucedió con la Gripe A. El mundo vive al borde del caos, un simple apagón la noche del 21 de diciembre y miles de personas se inmolarán por miedo al fin del mundo —le explicó Thomas recostándose en su cómoda butaca de piel. La agente lo miró de arriba abajo. Thomas llevaba el pelo pelirrojo muy corto. Vestía con un traje barato y una corbata llena de lamparones, pero era un agente serio y eficiente. ¿A qué venía todo ese asunto del fin del mundo? Patricia se sentó y dio un gran suspiro antes de continuar hablando.

    —¿Y en qué está pensando la agencia?

    —Algo rutinario; investigar cualquier cosa que pueda parecernos sospechosa y que guarde relación con los mayas —declaró Thomas. —Por ejemplo… —Bueno, en los últimos días se han producido diversos sucesos preocupantes. Varias extrañas muertes en México; diferentes personas decapitadas…

    —Eso es una costumbre de las mafias locales. Los narcos cortan la cabeza a sus enemigos, creo que la práctica proviene de la época azteca y el culto a la muerte —repuso Patricia. Ella no era una experta en esos temas. En la universidad se había especializado en historia de Estados Unidos, climatología y emergencias nacionales.

    —Las víctimas no tenían nada que ver con los cárteles de la droga. La mayoría eran extranjeros. Para ser exactos, había tres ciudadanos norteamericanos, un canadiense y una profesora española —expuso Thomas leyendo una lista.

    —No veo la conexión con el fin del mundo maya —comentó Patricia.

    —Todos fueron decapitados, sus cabezas no han aparecido y se dibujó un signo con su sangre en el suelo, representa al sol —dijo Thomas pasando a su compañera varias fotos.

    Patricia miró las imágenes con cierto desagrado. Normalmente su agencia no se ocupaba de casos tan escabrosos, aunque cuando acudían a zonas declaradas catastróficas podían encontrarse con las escenas más dantescas.

    El huracán Katrina fue uno de sus primeros trabajos. Ella conocía la ciudad antes del desastre, pero lo que se encontró al llegar a Nueva Orleans aún seguía impidiéndole conciliar el sueño. Desde entonces, el Gobierno federal había puesto muchos recursos para la prevención y ayuda en caso de emergencia o desastre natural.

    —Es asqueroso. Sin duda lo ha hecho un loco —dijo Patricia.

    —La policía mexicana habla de al menos tres hombres, la forma en la que se han realizado los crímenes revela que no se trata de vulgares ladrones o de un perturbado. Todas las víctimas eran especialistas en la cultura maya.

    Patricia abrió sus grandes ojos verdes como platos. Un loco estaba matando a especialistas en la cultura maya. A lo mejor su jefe estaba en lo cierto, un grupo de fanáticos podía crear mucha confusión una noche en la que millones de personas creía que podía acabarse el mundo.

    —Lo investigaremos. ¿Algo más, jefe?

    —Por ahora no, pero quiero que busques todas las fiestas y celebraciones relacionadas con el fin del mundo que se vayan a celebrar en diciembre en todo el país —le pidió Thomas.

    —Pueden ser miles —se quejó Patricia.

    —Me da igual, no quiero que se produzca ninguna emergencia en plena paranoia apocalíptica, lo de Waco puede ser una fiesta de estudiantes si los locos que creen en la profecía de los mayas se desmadran.

    Patricia tomó las carpetas de encima de la mesa y se dirigió al despacho contiguo. Aquella estúpida investigación le había hecho perder su viaje a París. Ella y su novio llevaban meses preparando sus vacaciones de Navidad y ahora tendría que pasar las fiestas encerrada en aquel maldito edificio.

    Chapter 3

    Madrid, España

    El museo de América era bastante modesto comparado con otros de la ciudad. El edificio poseía un estilo neocolonial que recordaba a una iglesia o monasterio de Centroamérica, con su torre grande y maciza de ladrillo y un gran portalón acristalado rematado en piedra con una doble escalinata. A pesar de tener menos de cincuenta años, el edificio parecía mucho más antiguo. No recibía muchas visitas al año, pero su biblioteca era muy rica y el museo era visitado principalmente por profesores e investigadores.

    Allan contempló el largo pasillo y sintió el mismo hormigueo en el estómago que la primera vez que habló en público. No lo podía evitar, le gustaba la enseñanza, pero le costaba enfrentarse a la mirada de decenas de personas desconocidas. A él lo que realmente le apasionaba era la investigación. Podía pasarse días o semanas concentrado en un tema sin apenas sentir necesidad de salir de su despacho o hablar con nadie.

    La sala estaba llena. Algo más de un centenar de personas llenaban el auditorio, la mayoría eran estudiantes, pero también se veían personas mayores, sin duda algunos de los admiradores que comenzaba a tener gracias a sus polémicos libros.

    Allan y Letizia subieron al escenario y se sentaron detrás de una larga mesa con faldones largos de color burdeos. El profesor levantó la vista y observó al público. La gente conversaba entre sí animadamente, otros llevaban en la mano algunos de los libros que había publicado en los últimos años. Todos esperaban con ansiedad el comienzo de la conferencia.

    Letizia abrió el micrófono y le dio un par de toquecitos con el dedo índice para comprobar que estaba abierto.

    —Estimado público, tenemos el privilegio de contar esta mañana con uno de los mayores especialistas en Antropología de las religiones, el profesor de la Universidad de Oxford, Allan Haddon. El profesor Haddon revolucionó el mundo de la antropología con su obra De dioses y hombres y ahora está investigando los orígenes del pensamiento apocalíptico en las culturas antiguas. En esta fría mañana de diciembre, nos expondrá sus tesis sobre los orígenes de la literatura y el pensamiento apocalíptico. Sin más, cedo la palabra al profesor Haddon.

    Allan se puso en pie y tomó el micrófono. Las luces se apagaron y la pared a su espalda se convirtió en una gran pantalla. Varias imágenes sobre el diluvio universal en las diferentes culturas y la representación de escenas apocalípticas se sucedieron por unos minutos.

    —El hombre siempre ha imaginado su destrucción y, como si de una profecía autocumplida se tratara, parece que lo está consiguiendo. Cataclismos, catástrofes, desastres naturales, guerras o epidemias son las señales que siempre preceden al fin del mundo. Lo cierto es que ha habido varios finales del mundo. Cada vez que una civilización se extingue, en cierto modo, el fin del mundo ya se ha producido para ella…

    El silencio inundó la sala cuando en la pared aparecieron las imágenes de destrucción del tsunami de Japón, de Indonesia y de los últimos desastres naturales de la década. Después se mostraron imágenes de las atroces consecuencias de la Gripe A, la peste porcina y otras epidemias. Las últimas diapositivas fueron de huracanes y de la destrucción de la ciudad de Nueva Orleans.

    —¿Estamos realmente cerca del fin del mundo?

    La pregunta quedó en el aire, pero un murmullo recorrió la sala. El año 2012 no había sido uno de los mejores para la humanidad. Varias guerras, hambrunas y la crisis económica parecían no dejar tregua a una raza humana cada vez más angustiada.

    Allan escrutó al público en medio de la oscuridad y observó el destello de una puerta que se abría al fondo. El profesor dijo con voz profunda:

    —Según la cultura maya, estamos al final de un ciclo, y puede que todo lo que hemos conocido hasta ahora desaparezca para siempre.

    Chapter 4

    Echaba de menos el mar, se sentía perdido en tierra firme, pero a veces algunos peces había que pescarlos en tierra. Steve Norman estaba detrás de la pista de un nuevo tesoro y eso ocupaba sus cinco sentidos. Disfrutaba más de la búsqueda que del propio descubrimiento. Muchos creían que la gente como él, los piratas modernos, solo ansiaban recuperar los galeones hundidos, sacar su oro y venderlo al mejor postor. Puede que algunos buscadores de tesoros se comportaran de aquella manera, pero aquel no era su estilo en absoluto.

    Steve observó la entrada de la biblioteca, era un edificio

    cuadrado de ladrillo que se unía a la facultad de Historia por un pasillo que colgaba sobre su cabeza. Se bajó del coche y se dirigió a la entrada. Sacó del bolsillo uno de sus carnés falsos de investigador y bajó al sótano, donde se encontraban protegidos los códices y manuscritos.

    La bibliotecaria era una mujer muy hermosa. Vestía una falda de tubo, una blusa blanca y llevaba unas gafas colgadas al cuello. Su pelo rubio estaba recogido en un moño, pero algunos mechones se escapaban hacia su rostro rosado y sus labios carnosos.

    —No es normal que nos soliciten acceder a la Historia general de las Indias de don Francisco López de Gómara. Muy pocos se han interesado en la figura de este monje cronista, la mayoría prefiere estudiar a los descubridores y los conquistadores —le explicó la mujer. —Los buenos investigadores indagamos las cosas más pequeñas —dijo Steve con un marcado acento inglés. A pesar de vivir largas temporadas en América Latina, no había perdido su acento de Nueva Zelanda.

    La mujer desapareció por uno de los pasillos. El chirrido que se escuchó a continuación revelaba que había abierto las estanterías de seguridad. Steve lo observaba todo concienzudamente, quién sabe si podría necesitar sustraer algún documento en otro momento, o llevarse «prestado» alguno de aquellos libros.

    La bibliotecaria depositó un tomo largo, fino y polvoriento sobre la mesa. Después le dedicó una sonrisa y se dirigió hacia su despacho. Steve esperó a que ella abandonara la sala. Miró a un lado y al otro, no había nadie alrededor, abrió

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