Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Los hijos del Gólem
Los hijos del Gólem
Los hijos del Gólem
Libro electrónico264 páginas3 horas

Los hijos del Gólem

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En una sociedad distópica, donde la inteligencia artificial ha invadido todos los ámbitos de la vida humana, nace la rebeldía de pueblos que practican sus tradiciones ancestrales como forma de supervivencia.
La lucha entre la humanidad y la tecnología, será intervenida por fuerzas de otras dimensiones, desembocando en una batalla física, psicológica y espiritual.
La ciencia ficción se entrelaza con la realidad de una sociedad del futuro, dando lugar a una novela impactante, que mantiene la tensión de la trama, llevando a la reflexión sobre las razones últimas de la existencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2024
ISBN9788410682689
Los hijos del Gólem

Relacionado con Los hijos del Gólem

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Los hijos del Gólem

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Los hijos del Gólem - Clara Bennett

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Clara Bennett

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-268-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A mi familia, «pequeño jardín de afectos».

    A mis amigos, que hacen de este mundo un lugar mejor.

    A los lectores que comprendan el verdadero mensaje, pues este libro se escribió para ellos.

    VIENTRES DE LA CIENCIA

    El Dr. Henry Martin sabía que esta vez lo habían logrado.

    Luego de varios intentos y décadas de investigación, por fin los vientres artificiales podían hacer todo el proceso de concepción y gestación, para dar a luz seres genéticamente modificados.

    Años atrás, su equipo había pasado a la vanguardia logrando hibridaciones y técnicas de reproducción asistida. Incluso habían experimentado con animales e inteligencia artificial. El proceso no pasó de una etapa de prueba, pero habían llegado a insertar embriones humanos en hembras chimpancé, con resultados exitosos.

    Aquello había sido toda una revolución para los grupos «minoritarios», dentro de los que estaban los transespecie. No obstante, también sucedieron algunos problemas y malformaciones en los fetos, por lo que este sistema reproductivo no se había llegado a masificar.

    Pero ahora era diferente. Con esta invención, se cambiaba de paradigma. Ya no sería necesario el embarazo de ningún ser biológico para dar a luz, todo se haría dentro de un laboratorio.

    Estos vientres creados por la ciencia, serían el mayor invento del siglo, para generar cuerpos materiales de mayor fortaleza y capacidades físicas, donde se instalarían programas de inteligencia artificial de alto rendimiento.

    Según el Dr. Martin, el envase de un cuerpo humano era más económico, pero no se obtenían los resultados esperados con precisión milimétrica, como en un laboratorio. La naturaleza era azarosa, no obstante, a partir de este último invento, ya no sería necesario sucumbir a sus caprichos.

    Los vientres artificiales permitirían diseñar a los individuos con un formato a elección y para los fines que fuera necesario. Por otra parte, como tal tipo de concepción estaba destinada exclusivamente a las élites, el precio no era un factor relevante a considerar.

    Desde el punto de vista profesional, lo más importante era que su equipo había obtenido el éxito, que los llevaría a los más altos premios de la academia. El nombre del Dr. Henry Martin, volvería a destacar en las más renombradas revistas científicas, quedando indeleble en la historia.

    Actualmente, la clínica que dirigía y llevaba su nombre, era pionera en tecnologías de fertilidad programada y reportaba miles de millones a sus bolsillos y a las cuentas de las corporaciones que lo financiaban. Sin embargo, este último logro, era algo trascendente, que lo situaba más allá del poder del dinero. Su brillante carrera parecía no tener límites.

    Tal vez, lo único que quedaba por resolver, eran las cuestiones éticas. ¿Hasta qué punto se quería desarrollar a esta nueva humanidad? ¿Se podría denominar todavía como seres humanos, a los nacidos de estos vientres artificiales? ¿Llegaría el día en que el invento dominaría a su creador?

    «¡Tonterías!», pensó. Estos no eran asuntos de su incumbencia y tampoco era un tema de preocupación para las corporaciones mecenas. El costo de la reproducción y de la vida artificial era cada vez más elevado, y eso era lo único que importaba, para hacer de este proceso algo exclusivo.

    Por otra parte, la población humana natural, había descendido abruptamente en las últimas décadas. Gracias a una rigurosa agenda, hombres y mujeres jóvenes, eran prácticamente estériles. Por lo que sin ayuda profesional, era inviable llevar a término un embarazo.

    El propio Dr. Martin había sido producto de una inseminación artificial, un proceso que actualmente se consideraba básico e inadecuado. Desconocía la procedencia del óvulo de su madre, pues sus progenitores habían sido una pareja transgénero de avanzada edad y limitados recursos económicos, que había programado su nacimiento mediante un vientre de alquiler con subvención estatal. Esto le había generado varios complejos durante su infancia y, por ese motivo, el Dr. Martin consideraba que debían tomarse medidas, para evitar la reproducción entre personas que carecieran del estatus necesario.

    No obstante, desde hacía un tiempo las cosas eran diferentes. Existía un mayor control en la calidad de los procedimientos y solamente los miembros de las élites tenían permiso para reproducirse. Había triunfado la razón y la Tierra se estaba convirtiendo en un planeta menos poblado y contaminado. Al menos, eso reportaban los últimos informes de Naciones Unidas y este era un logro obtenido en base al sacrificio.

    El Dr. Martin había aprendido desde muy temprana edad, que era necesario eliminar lo que no fuera viable, para adaptarse a las circunstancias. Esa era también la clave de la evolución de las especies.

    Siguiendo ese patrón, un nuevo mundo desplegaba los superpoderes de la tecnología aplicada, mientras la naturaleza y su dimensión trascendente perdían la partida.

    En esas ensoñaciones se encontraba, cuando vibró el dispositivo tatuado en la muñeca de su mano derecha. Contestó, presionando la palma de la mano, y las pantallas holográficas se desplegaron ante sus ojos. La imagen del jefe corporativo se materializó frente a él.

    —Dr. Martin. ¡Finalmente lo encuentro! ¡Quería felicitarlo por este nuevo logro! Estamos orgullosos de Ud.

    —Le agradezco mucho, señor Rosenberg. Una vez más, hemos logrado cumplir con los objetivos. A estas alturas, podemos decir que el mundo biológico, está bajo nuestro control.

    —Así es, el dominio es casi total. Y digo casi, porque todavía su invención no se ha popularizado. Con el banco de células madre y estos vientres artificiales, será posible dar el golpe de gracia, a lo que se ha conocido como la creación de la vida hasta el momento. ¡De aquí en adelante, ya no serán necesarios ni siquiera los cíborgs, mucho menos los seres de diseño original!

    —Esos prácticamente no existen, señor Rosenberg, el último reporte de un nacimiento humano natural, tiene más de una década. Según recuerdo, se trataba de una pareja en la Amazonia, pero fueron exterminados por drones sanitarios. Ya no precisamos ese tipo de seres ingobernables.

    —Efectivamente, nuestra generación es hija de la ingeniería genética, pero este invento suyo, nos posiciona en otra escala.

    —Exactamente, estos nuevos seres generarán a su vez gametos artificiales, óvulos y espermatozoides que no tendrán origen verdaderamente humano, sino programado por la ciencia.

    —Es Ud. Brillante, Dr. Martin.

    —Gracias, señor Rosenberg, viniendo de Ud. es todo un halago.

    —A propósito, queremos invitarlo para celebrar su éxito en la isla negra. Ud. sabe a lo que me refiero.

    —Por supuesto, será un placer. Hace mucho que no tengo tiempo para descansar y reponer energías.

    —Perfecto, pasaremos por Ud. el próximo viernes. El jet lo esperará en el hangar de siempre.

    —Allí estaré, señor Rosenberg. ¿Tendremos «pizza»?

    —De todos los gustos.

    —Excelente.

    Cerrando la mano en un puño, la conversación fue finalizada y el Dr. Martin comenzó a divagar, imaginando los detalles de sus próximas vacaciones. No pudo evitar excitarse, por lo que se colocó las gafas de inteligencia artificial para tener sexo virtual.

    Aquel había sido un día perfecto y presentía que lo que vendría sería aún mejor. La ciencia reinaba y él era uno de sus más destacados cortesanos.

    LUNAS DE HIELO

    Akna no sabía exactamente cuándo había sucedido, pero su sangrado había cesado.

    El último encuentro con Tulok, era tan solo un triste recuerdo. Las fuerzas especiales los habían perseguido y él se había entregado voluntariamente para salvarla.

    Todavía no entendía cómo un viejo refugio de turba y piedras, había bastado para ocultarse. Era algo demasiado simple y rústico, pero la había resguardado del enemigo. Sin embargo, ahora nadie podía protegerla y la tristeza la envolvía como el viento del invierno.

    Al faltar Tulok, pensó en peregrinar hacia los hielos eternos y entregarse a su destino. Era común en la gente de su tribu, cuando se hacían ancianos y ya no podían sostenerse por sí mismos, o cuando no podían mantener la vida de los recién nacidos. Tal vez ella también lo hubiera hecho, si no fuera porque sabía que dentro de su cuerpo, crecía una nueva vida producto del amor.

    Durante aquellos días con soles de medianoche, su rutina se remitía a lo más básico, simplemente sobrevivía gracias al instinto y su «anua» espiritual, la guiaba como la estrella polar. Sin embargo, en aquella tierra poblada de leyendas, sucedían hechos extraordinarios. Sus abuelas se lo habían dicho cuando era una niña, pero al crecer, ella pensó que solo eran historias de fantasía que se contaban junto al fuego, remembranzas de un pueblo atrasado.

    No obstante, cuando regresó de la universidad y se reencontró con Tulok, el llamado ancestral pudo más que las ideologías. Ya no vestía como inuit, pero la sangre de ese pueblo aún corría por sus venas. Aquel verano, volvió a pescar, preparar trampas y pasear en trineo con el amor de su infancia, tal como si el tiempo no hubiera pasado. Compartieron varias lunas, recorriendo lugares que eran solo de ellos. Creyeron que eran libres y que estaban más allá del tiempo, su techo eran las estrellas.

    Sin embargo, una mañana al salir de cacería, sintieron un ruido que Akna conocía muy bien. No podía entender cómo habían llegado los drones espía hasta ese lugar, pero aquellos moscardones electrónicos, estaban allí registrándolo todo. Tulok no tomó en cuenta sus advertencias, solo atinó a tirarle al blanco y el resultado fue nefasto. Derribó al dron, pero días más tarde aparecieron las fuerzas especiales.

    Los buscaban a los dos, pero Tulok le había enseñado aquel refugio abandonado, para que pudieran resguardarse si algo malo sucedía. Intentaron escapar juntos, pero había tiempo solo para uno. Akna quiso entregarse, pero Tulok fue más rápido, y la empujó haciéndola rodar por una pendiente para que pudiera escapar.

    Aunque estaba finalizando el verano, aún había zonas con hielo. Sin embargo, en otras verdeaban pasturas, incluso había algunos árboles al descubierto. La manipulación climática lo había afectado todo y las capas de hielo, se hacían cada vez más finas, generando muchos accidentes.

    Akna, no recordaba cuánto tiempo esperó en aquel sitio a que Tulok regresara, pero cuando la desesperación la devoraba, decidió volver donde se habían separado. En ese lugar, solo quedaba una bota de piel de foca que ella conocía muy bien. Estaba semienterrada en la nieve y cubierta de sangre fresca. Ella pudo imaginar lo demás.

    Finalmente, entendió con tristeza, la dimensión del control que llegaba ahora hasta los confines más remotos de la Tierra. Incluso hasta su pueblo natal, erróneamente denominado como «esquimales», por comer carne cruda. Ella detestaba cuando los llamaban así. Los inuit cazaban solo para cubrir sus necesidades, pero respetaban el espíritu del animal que se entregaba en sacrificio. Además, siempre que les era posible, realizaban un profundo y sencillo ritual, tirando sus vejigas al océano, para que el gran espíritu devolviera la vida a esos seres y el ciclo pudiera continuar.

    En la familia de su madre, hubo chamanes que se encargaban de estas ceremonias y hablaban con las estrellas. Personas sabias, que sabían curar con hierbas medicinales y efectuaban ritos de pasaje hacia el mundo del más allá. Pero por el lado de la familia de su padre, las cosas eran muy diferentes.

    Sus ancestros paternos provenían de Dinamarca y sus abuelos habían hecho mucho dinero con la extracción de minerales en Groenlandia. Por ese motivo, cuando pasó la edad escolar, le pagaron estudios de Ingeniería en Informática en la costosa Universidad de Nuuk, que había completado con excelencia. Sin embargo, ella nunca olvidó sus orígenes, por lo que una vez titulada, la vida simple de los inuit la llamó de regreso.

    A ese pueblo y sus costumbres, sentía que pertenecía, por eso, se las había arreglado para no tener que sucumbir a las normas y cultura de la sociedad moderna. Incluso, había decidido preservar su ADN intacto, gracias a una programación de software que ella misma había diseñado y que la acreditaba como inmunizada. También, había falseado su perfil de puntaje social, y con estas credenciales, podía viajar y obtener ciertos beneficios. No obstante, cuando por fin logró huir del radio de quince minutos que le correspondía dentro de la ciudad, el crédito se le acabó por completo. Pero eso ya no le importaba, en su interior, sabía que nunca regresaría a aquella cárcel de cemento.

    A pesar de haberle contado a Tulok, sobre la situación de vida en las ciudades y cómo hacer para evitar caer dentro del sistema, su enamorado nunca comprendió el peligro real al que se enfrentaban. El pueblo inuit había sido permeado por muchos avances de la vida moderna, pero todavía vivían bastante ajenos a las presiones del Nuevo Orden.

    Hasta ese entonces, la gente de su pueblo no había sido un objetivo importante para las élites. La población mundial era vasta y había llevado muchas décadas doblegarla y exterminarla hasta el límite previsto. Pero ahora, el control debía ser total y eso comprendía hasta a los lejanos clanes inuit del polo norte.

    Una lágrima rodó por su mejilla. Akna cerró los ojos y tocó instintivamente el vientre abultado, que crecía bajo el abrigo de su anorak. El temor se apoderó de ella.

    Una vez más, pensó en seguir las huellas de algún trineo y regresar al pueblo, pero comprendió que aquel ya no sería un lugar seguro. Ella era una fugitiva, había sido identificada por los drones, y las fuerzas especiales no tardarían en regresar para acabar con su vida y esclavizar a todo el clan. No podía generar más problemas, debía continuar su propio camino. Pero ¿hacia dónde?

    Una fuerza extraña la hizo regresar hacia el sitio del escondite. Al menos allí había un refugio donde dormir y tal vez pudiera mejorarlo hasta pasar el invierno. Después, simplemente no sabía qué haría, pero confiaba en que la vida dictaría el rumbo. Solo disponía del tiempo presente y las experiencias del día a día.

    Finalmente, decidió volver hacia el refugio y solidificar aquella estructura, rellenando los orificios con lodo y piedras. Por último, cubrió la construcción con pieles y ramas, procurando que resultara lo más hermético posible. Aquella no era una estructura convencional para ese clima, pero tampoco tenía a su alcance el tipo de nieve y hielo que se requería para construir un iglú. Pensó que por lo menos, podría resistir durante los tiempos fríos que se avecinaban. Para eso, era preciso que cavara un túnel más o menos largo, para armar el pasadizo de entrada, que luego quedaría bajo la nieve.

    Tenía mucha tarea y poco tiempo. Por fin, recordó que en el trineo quedaban víveres y herramientas, que podían ser de utilidad. Salió en su búsqueda y al llegar al lugar, constató que los perros ya se habían ido, pero el cargamento estaba intacto.

    Todavía era temporada de sol diurno, aunque lentamente la oscuridad ganaba terreno, así que debía apresurarse. Comió un poco de carne untada con grasa de foca y pensó que eso sería suficiente para pasar la noche. También se percató de que el látigo, un arpón y el viejo fusil de Tulok todavía estaban allí, así que decidió llevarlos consigo. En el nuevo refugio, puso todo en orden, acorde a la usanza de su pueblo. Cada cosa en su lugar, tal como le había enseñado su abuela materna.

    Al morir su madre y siendo aún muy pequeña, su abuela le había explicado todo lo necesario para convertirse en una buena mujer inuit. Incluso, había aprendido a curtir las pieles con los dientes, tal como se hacía antiguamente. En la actualidad, esos conocimientos ya no eran necesarios, ni siquiera para los integrantes de su tribu. La tecnología y el comercio internacional, habían inundado a la población local con telas «nanoprogramadas», que mantenían el calor humano aun con las más bajas temperaturas. No obstante, su clan todavía no se había rendido totalmente a las comodidades de la vida moderna y preservaban gracias a eso, cierta autonomía existencial.

    La parte más tradicionalista de su familia, había migrado hacía ya varios años más cerca del polo norte, para poder resguardar su cultura. Muchos creían que finalmente habían muerto, porque esas latitudes nunca habían sido habitadas de forma permanente por ningún ser humano. Cuanto más cercano al polo se iba, las condiciones de vida eran más difíciles y quedarse solo en aquellas tierras, era sinónimo de muerte segura.

    Por fin regresó al refugio, encendió la lámpara con musgo y aceite de ballena y ordenó todo para comer y dormir. Extenuada por las actividades del día, el sueño no tardó en llegar y ella se entregó sin resistencia.

    El mundo de los sueños en aquel momento, era el mejor lugar donde habitar.

    ENTREVISTA DE PRENSA

    —Srta. Parker, ya le hemos dicho varias veces a su editor, que nos mande solamente a los reporteros artificiales. No queremos periodismo de opinión. ¡Esto ya es anacrónico, por favor, compréndalo de una buena vez! Basta con la simple información, inundaciones de datos que nublen el entendimiento y cada cual que consuma lo que pueda.

    —Lo siento, pensamos que esta vez el tema lo ameritaba. Se trata de una noticia fuera de lo común. Estamos hablando de la creación de vida fuera del cuerpo humano.

    —No se trata ya de seres humanos, Srta. Parker. Ud. realmente parece de otro siglo, por no decir que pertenece a otro milenio, y yo tengo un día muy ocupado para este tipo de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1