"Los que contaminan, en mayor medida, son los ricos. Y punto"

firma Lily Cole haber padecido "solastagia. ¿A ti no te ha pasado?". Cuando, a través de la conversación por Zoom, entrevé esa mirada perdida en el interlocutor que desvela el desconocimiento del término, se lo explica con amabilidad. "Es una combinación entre la palabra latina (comodidad) y la raíz griega - (dolor): ese tipo de angustia que experimentas cuando estás en casa y tu ambiente familiar va cambiando de una forma profundamente negativa. Es decir, la nostalgia que te entra por un lugar, aunque sigas viviendo ahí". Hoy en día lo ha superado, gracias a cuatro años de intenso trabajo que le han permitido escribir (Ed. Rizzoli Ex Libris), un volumen que alterna momentos biográficos a datos científicos de los motivos por los que deberíamos, de (los magos de la innovación, que aprovechan las nuevas tecnologías para encontrar soluciones sostenibles) en contraposición a los (los que predican la reducción de todo: menos ropa, menos viajes, menos consumo, nada de carne). Ya supermodelo, ya actriz, ya licenciada en Historia del Arte en Cambridge, ya condecorada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Glasgow, ya fundadora de (web que desea la consolidación de un comercio sostenido en el intercambio en el que la única moneda sea "Sí, gracias. ¿Qué es lo que puedo hacer por ti?"), ya socia creativa del Brontë Parsonage Museum –dedicado a las hermanas escrito escritoras–, ya realizadora, ya fotógrafa, ya filántropa, con sus 32 años aparece en la pantalla del ordenador en pleno atuendo . Los míticos pelos rojizos recogidos con una goma, sin maquillaje, una camisa masculina, quizá robada a su pareja Kwame Ferreira, empresario más afín a los y padre de su hija Wylde de cinco años a la que los dos educan en casa. Nos habla desde la biblioteca de su casa en Sussex, rodeada por un bosque, en la que ha transcurrido su cuarentena, "situación por la que me siento muy afortunada".