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Abrazar el caos: Amor en tiempos de re-evolución
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Abrazar el caos: Amor en tiempos de re-evolución
Libro electrónico360 páginas5 horas

Abrazar el caos: Amor en tiempos de re-evolución

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Más de 200 años en el futuro, la crisis climática no es una predicción, sino un hecho. Clara Maestri, una humana genéticamente manipulada, provocará un cisma, dejando el mundo establecido para hundirse en la lucha entre la Disidencia y los regidores gobernantes.

La Disidencia responderá con su mejor arma: la adaptación, que bajo el precepto de la manipulación genética y las condiciones climáticas, parecía imposible.

Una novela distópica que te hará preguntarte acerca del futuro de la humanidad, el amor y la esencia individual que traspasa cualquier contingencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2023
ISBN9789564062853
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    Abrazar el caos - Sol Arriagada Espinoza

    Introducción

    Cuando los medios de comunicación decían que solo le quedaban diez años a la humanidad para que el daño al planeta fuera irreversible, muchos hicieron oídos sordos.

    Cuando el calor se empezó a hacer una tortura y la sequía fue extendiéndose en tiempo y territorio, algunos se alarmaron.

    Cuando las estaciones dejaron de cambiar y el único cambio tangible era una pequeña baja en la temperatura, algunos pensaron que algo podía estar pasando.

    Cuando el sol no dejaba a las personas caminar por la superficie y la civilización comenzó a realizarse bajo tierra, muchos se dieron cuenta que ya no había vuelta atrás.

    Hace doscientos años, cuando las altas temperaturas llegaban a los 48 °C en Sudamérica, y la Antártica llegaba a un peak de 20 °C, derritiendo el hielo en la superficie, los cambios se hicieron más que evidentes. Todos hablaban de la alerta ambiental y el cambio climático. Muchos comenzaron a buscar soluciones y los científicos comenzaron a buscar modificaciones.

    Sin ese trabajo científico, doscientos años después, probablemente la humanidad no se parecería mucho a la que alguna vez se conoció. La vida en general se normalizó bajo tierra porque los días bordeaban temperaturas de 70 - 80 °C. Mientras, las noches más frescas bordeaban los 45 °C. Aún cuando la superficie todavía estaba disponible y muchos tenían sus casas y sus terrenos, el suelo se volvió seco y los paisajes agrestes. El verde solo era producto de la vegetación plástica y falsa que se comenzó a poner para hermosear el desolador paisaje.

    Árboles falsos, flores falsas, tierra reseca y partida bajo un sol que incesantemente quemaba la superficie.

    Las casas y edificios se llenaron de paneles solares. No haber utilizado esa energía hubiese sido una locura. Aún cuando siguieron existiendo los combustibles fósiles, la mayoría de la energía se volvió solar, que era una fuente inagotable.

    Por supuesto, no solo el clima cambió. También lo hizo la distribución política del mundo. Era más fácil aunar ideas y soluciones para amplios territorios que trabajar en países. Así, aparecieron los sectores y entonces el mundo se dividió en siete de ellos, cada uno con sus características, poder o pobreza, y entre todos compartiendo solo dos idiomas: el inglés y el español. Todos los otros idiomas terminaron siendo lenguas muertas y, aunque pocos intentaban mantenerlos, casi nadie tenía el interés de aprenderlos. Excepcionalmente, algunas personas sabían francés, alemán o italiano. Esas personas terminaban por ser quienes trabajaban con grupos que se resistían a perder sus raíces.

    El Sector 1 comprendía lo que alguna vez había sido África. Ese era el sector más afectado por los cambios. Los doscientos años lo habían secado por completo, su población ya no existía, menos su flora y fauna. En una controversial decisión, los regidores, que eran quienes llevaban el poder de cada sector, habían decidido cerrarlo. Tener población en un sector como ese les pareció más un castigo que un beneficio.

    El Sector 2 era el terreno de Sudamérica y el 3 de Norteamérica. No existían islas entre ellos, ya que la escasez de agua los había convertido en tierra continua. Ambos sectores eran modestos y aislados en su propia realidad. No eran capaces de darse cuenta de que había otros sectores más privilegiados, como el 4, que correspondía a gran parte de lo que había sido Europa. El Sector 4 concentraba riquezas y comodidades que para otros podrían haber sido descaradas.

    El Sector 5 comprendía los territorios que habían sido Rusia, China e India, entre otros, mientras que el 6 había sido la fría Groenlandia. Este sector también era opulento y no tenía gran cantidad de población. Finalmente, el Sector 7 correspondía a lo que había sido Australia, el único sector con un nivel de igualdad imitable, donde nadie tenía en exceso y nadie carecía.

    Los regidores más populares y con más poder provenían generalmente de familias que habían mantenido su hegemonía aún en el dificultoso y oscuro tiempo de la crisis climática. Entre ellos se distinguían Bruno Mancarella, regidor del Sector 4, quien tenía una despampanante hija llamada Tara, que era el sueño de cualquier hombre, y Daniel Courd, regidor del Sector 2, que trabajaba con su mano derecha, Marina Spencer. En ese grupo de siete regidores, donde no todos sobresalían, se encontraba Dante Ambrosio, un genetista de 68 años, que se había ganado su lugar como regidor del Sector 1 –sí, el sector vacío y muerto– por su mérito profesional.

    Dante había seguido la línea de trabajo de su propio origen y el de toda la humanidad a esa altura. Para poder sobrevivir, todos los seres humanos eran genéticamente manipulados a través de un sistema de fecundación in vitro y gestación sin vientre materno, creciendo en bolsas que asimilaban el útero. La vida se volvió algo muy técnico y preciso para poder sobrevivir a las altas temperaturas, siendo esta manipulación aplicable para todo tipo de vida; seres humanos, animales, insectos, flora, y todo lo que se pudiera cruzar por la mente de un destacado científico como él.

    En ese complejo y delicado proceso, la conciencia humana fue manipulada al punto de ser capaces de sobrevivir en un mundo donde la tecnología y la realidad virtual se tomaron las relaciones interpersonales.

    Sobrevivir significó entender que las emociones y la desconexión con el entorno jugaban más a favor que en contra. Los regidores no tenían la intención de fiscalizar a través de la opresión y fue así cómo los sentimientos y la iniciativa fueron manejados, controlados y neutralizados, para contar con ciudadanos civilizados, calmados y capaces de convivir con un entorno más bien deprimente.

    Las finalidades de vivir perdieron el foco humano y relacional. Las familias y amistades eran escasas, las relaciones sentimentales eran solo para satisfacer necesidades fisiológicas y en pro del control de población. Cada uno de los humanos manipulados era creado estéril, por eso debían solicitar ayuda para tener hijos, que cumplían la principal misión de perpetuar apellidos. La población del mundo se había visto disminuida, no solo por las catástrofes, sino también por el intenso control natal, lo que permitía, hasta cierto punto, mantener estables los recursos.

    La naturaleza perdió su estado más puro y las emociones pasaron al olvido. En todo ese proceso estuvo de lleno Dante Ambrosio, quien se especializó en la mejora de la inserción de chips en los humanos que creaba. Estos chips no solo eran capaces de geolocalizar a cada uno de los ciudadanos, sino que además controlaban sus signos vitales, su adaptación a las altas temperaturas e incluso tenían aún más injerencia sobre sus emociones.

    Los titulares de los medios lo avalaron y acompañaron durante su carrera, siendo uno de los más respetables y solicitados especialistas a la hora de crear hijos. Dante trabajó su propia línea de investigación y tuvo siempre el apoyo de los regidores de turno. Se desempeñó con las mejores familias y también hizo trabajos pro bono.

    Los planes de repoblación del planeta tuvieron un auge bajo su tutela, por eso trabajar transversalmente con diferentes estratos sociales le parecía fundamental.

    Muchos hubiesen dicho que había sido la época de oro del trabajo genético, cuidando no utilizar la palabra manipulación. Por eso, con una carrera que lo precedía, solo él era capaz de tomar las riendas del Sector 1.

    Por otro lado, la Disidencia, que nació como movimiento reaccionario en cuanto se anunciaron las mejoras en los humanos y los nuevos procesos de gestación, se mantuvo en el más absoluto silencio, luchando por mantener a sus integrantes lejos de la desarticulación de la humanidad.

    Para ellos, volver a lo natural siempre fue la consigna.

    Para ellos y su ideología, la manipulación a la humanidad era un crimen.

    Lograron salvar entre sus integrantes las emociones, la naturaleza de las relaciones sociales, la gestación humana e incluso material cultural que los ayudaba a saber y reconocer el mundo al que pertenecían. Todo lo que los sectores prohibían.

    Manipulación

    –Queremos que sea hermoso y brillante –dijo la futura madre al doctor Ambrosio–, un futuro prometedor, que triunfe en lo que se proponga.

    –Por sobre todo, que herede la genética de sus padres –sonrió el ilusionado hombre, con la broma a flor de piel.

    –Es lo que todos los padres quieren –dijo el doctor Ambrosio con amabilidad–. Lo mejor para sus hijos. ¿Han pensado en su profesión?

    –Quisiera que fuera actor… –dijo el padre con ojos brillantes, como soñando con un futuro que él hubiese deseado tener.

    –Quiero que sea feliz –dijo la madre, con elocuente simpleza.

    Comenzar a contar esta historia es dar por hecho que el destino es caprichoso y que busca su vía de escape a pesar de los intentos de manipularlo.

    Dar el minuto, el momento correcto y las miradas exactas para que dos sectores completamente opuestos y distantes se crucen y provoquen ese Big Bang de creación de una nueva realidad, es algo que nadie se hubiera imaginado. Ni siquiera los científicos que se habían esforzado por apagar las emociones de las personas, interfiriendo el sistema límbico generación tras generación para terminar con sentimientos como la ira, la pertenencia o el amor, hubiesen logrado visualizar que el simple azar podía interferir en décadas de avances.

    Lorenzo nació entre privilegios que se tradujeron en estudiar en uno de los colegios privados más caros del Sector 4, codeándose con hijos de políticos y familias influyentes, como la suya. Él siempre tuvo noción de que su situación no era la de la mayoría. Por eso se fue acercando a causas que le llamaban la atención. Desde pequeño el medio ambiente fue una de esas, por lo que formó parte de la comisión establecida en su colegio y, aunque estudió una carrera universitaria, no era lo que realmente le interesaba hacer. Dedicó sus esfuerzos y dirigió sus contactos para entrar al mundo que realmente lo atraía, la actuación.

    Aunque en un principio sus papeles eran pequeños, poco a poco, más por su apariencia física que por su talento, llegó a conseguir partes más importantes hasta tener un protagónico que cambió su carrera desde ese momento en adelante.

    Su vida cambió por exposición, no por comodidades. Ya tenía todas las que quería, las que debía e incluso las que no necesitaba. El estilo no cambió en sí mismo, sí su ritmo, su carga de trabajo y el contacto con la gente.

    Dada su empatía, compartir con sus fans era un gusto, y aunque a veces se sentía superado, siempre pensaba en el esfuerzo y la espera de ellos para poder tener un momento o una foto. Siempre sonreía, siempre accedía a un autógrafo.

    Desde ese lado de la vida, se dio cuenta que su influencia podía y debía ser bien dirigida. Por lo mismo, no tardó en unirse a causas ambientales y de preservación animal, retomando sus intereses de adolescente.

    –¿Qué tal si vamos a la maratón contra el calentamiento global? –le preguntó su agente, mientras reordenaba su agenda para las próximas semanas.

    –¿Tenemos el tiempo suficiente para hacerlo? –aunque Lorenzo quería ir a la maratón, prefería no hacerlo si no podía cumplir como lo deseaba.

    –Tenemos el tiempo suficiente como para que te animes a correr los 10K –dijo ella.

    –Podría ser más –sonrió, haciéndole notar a Caroline que su estado físico daba para muchos kilómetros más.

    –Lo tengo claro, Lorenzo –comentó ella, entornando los ojos tiernamente.

    Para Caroline, Lorenzo era como su hijo, siempre entusiasta, siempre con buena disposición.

    –Pero después debemos seguir viajando, debes grabar y comenzar tu entrenamiento para el nuevo papel. Bien podrías descansar esos días –continuó ella.

    –¡No! Ni lo pienses –insistió–. Vamos a la maratón.

    Esa decisión fue el primer paso.

    Lorenzo estaba ahí por coincidencia. No tenía que ir a ese evento, pero un cambio de último minuto en su agenda le permitió sumarlo y decidió ser un aporte en el lugar.

    Clara nació siete meses y once días después que Lorenzo, en el Sector 2 con un estilo de vida totalmente diferente.

    –¿Han pensado en la profesión que quieren que tenga? –preguntó el especialista.

    –Doctor Ambrosio –respondió Vicenta, quien sería la madre de la niña–, no me interesa su profesión, me interesa que sea feliz y por sobre todo, no queremos que sea una copia más de las personas que circulamos por la faz de esta tierra.

    –¿Qué quiere decir? –preguntó Dante intrigado

    –No me interesa que sea excesivamente alta, blanca como la leche, con un cabello dorado y brillante… –continuó la mujer– todos somos así, de ojos claros, de movimientos perfectos y estudiados. Educados y contenidos.

    –Esperamos algo más para ella –complementó Leopoldo, el futuro padre.

    –¿Aún cuando sus diferencias le puedan hacer el camino cuesta arriba?

    La curiosidad provocaba cierta alegría en el doctor. La petición de esos padres era extraña. Estaban dispuestos a pedir algo diferente, pero Dante Ambrosio supo que esas diferencias harían a esa niña una mujer excepcional.

    Difícilmente sus historias podrían haberse cruzado, pero el destino era imprevisible. Nacida de una familia clase media, con las comodidades necesarias cubiertas, Clara no tuvo lujos y escasas precariedades. Sus padres eran amorosos y preocupados, siempre atentos y guardianes del crecimiento y desarrollo de su única hija. ¿Por qué no tuvieron otro hijo? No era un tema de problemas de salud o de quedar embarazados. Era más bien un tema de costos.

    El costo de la vida era demasiado alto. Educación, salud, vivienda, impuestos. Todo había subido exponencialmente y seguía haciéndolo. Por lo mismo, proyectar una familia más grande, como la madre y el padre de Clara lo habían pensado y soñado, era sencillamente una irresponsabilidad.

    Las familias, por supuesto, no era una de las políticas sociales que se fomentara. Los niños en general eran escasos y más bien una carga. Lo peor de esto, era que la maternidad y paternidad habían quedado absolutamente alienados de los padres. Dadas las condiciones ambientales, las gestaciones no podían dejarse al azar y como la mejora genética era necesaria, cada uno de los padres aportaba su óvulo y su esperma. La fertilización se hacía in vitro, mientras la gestación se realizaba en réplicas de vientres externos habilitados en laboratorios especializados. Todo este proceso evitaba dificultades de salud tanto en madres como en fetos.

    Los humanos más jóvenes venían con un poderoso filtro solar insertado en su piel. Los más viejos contaban con uno, pero aún así debían utilizar el clásico protector solar en crema.

    Las retinas también habían sido modificadas principalmente para no quemarse por el exceso de luminosidad.

    La niña de grandes y delineados ojos pardos, piel bronceada, incipientes pecas y cabello negro como la noche, era dulce y comprensiva y, por sobre todas las cosas, muy comprometida con lo que ella consideraba causas justas. Desde muy pequeña Clara había demostrado una personalidad diferente, un liderazgo que rayaba en la imparcialidad, empatía y simpatía. Algo bastante difícil de encontrar en esos días. Por eso, los padres le pedían que pusiera mucho cuidado en saber con quiénes compartía sus inquietudes.

    Siempre ocupó algún puesto en los cursos de su colegio: Presidenta, Encargada de Comisión de Bienestar y Medio Ambiente. Todo lo que ella considerara útil para aportar a su entorno. Fue la primera profesional de su familia y se graduó con excelencia como abogada, porque siempre creyó en la lucha de los derechos; sin embargo, algo que fue ganando espacio en sus intereses fue el medioambiente, específicamente la manipulación genética, quizás porque sus padres habían decidido hacerla diferente.

    Clara sabía que ella no era una humana como sus padres y tampoco como sus abuelos. Ella había alcanzado a ser de las humanas genéticamente mejoradas por el genetista más importante de las últimas décadas y, además de eso, sus características físicas distaban de las del común de la gente. Independiente de eso, sus padres habían tratado de criarla con todo lo que pudiera parecer obsoleto para algunos. Música, desde dispositivos táctiles, e-books e incluso libros de papel, que ella amaba aun cuando sabía que eso en su momento había significado el uso indiscriminado de árboles.

    De un tiempo a esta parte, Clara debía mantener sus libros escondidos. Si se los llegaban a encontrar, podrían procesarla por el delito, uno confuso a su modo de ver. Los contenidos a los que podían acceder las personas eran definidos por los sectores y eran entregados de manera virtual. Tener libros era considerado un delito por varias razones: haber sido producidos con árboles, el contenido no había pasado los filtros de los sectores y, por último, haber sido escrito por algún autor prohibido.

    Los libros prohibidos podrían provocar libres pensadores. Algo muy peligroso cuando todo está en absoluto control. Incluso la desigualdad.

    Nacido siete años antes y no tan lejos de Clara, crecía Gabriel Maturana. El niño, formaba parte de un grupo de humanos que se habían llamado a sí mismos La Disidencia, creciendo hasta ser un grupo formalmente fuera del sistema de sectores.

    En La Disidencia vivían personas que durante esos doscientos años se habían ido desligando de la manipulación genética, hasta ser completamente naturales. En ellos no manipulaban los rasgos físicos, ni las enfermedades congénitas o la adaptación a las altas temperaturas. La evolución que habían tenido era solo proceso natural ante el paso de los años y la exposición al caos ambiental.

    Inevitablemente, Gabriel estaba ubicado en una posición de poder. Era el hijo de los líderes de la Disidencia y estaba siendo educado para ser el cabecilla de ese grupo. Noelia, Binario y Henry, otros niños nacidos naturales, se convertirían en sus compañeros y amigos de lucha.

    La consigna educacional era luchar contra los sectores y todo tipo de manipulación posible. Ellos mismos veían a los manipulados con pena o con desprecio. Para ellos, no tener la capacidad de sentir era un error terrible. Asimismo, cualquier otro tipo de manipulación que implicara comprometer la naturaleza humana era considerado una abominación contra la que debían luchar y la que debían hacer desaparecer.

    Gabriel Maturana tenía grabada esa consigna a fuego. Era algo que venía escuchando casi como una canción de cuna. No había dudas en sus propósitos.

    La Bienal

    La Bienal de Medio Ambiente se realizaba en el Sector 4, esencialmente por el nivel de seguridad y protección que se podía tener ahí. Ese sector era el más opulento y permitía comodidades que en otro lugar no existían. Estar en la Bienal era un logro para abogados, médicos y especialistas en ética, medioambiente, genética y climatología, entre otras áreas.

    Habiendo estudiado Derecho, Clara Maestri Porto dirigió sus esfuerzos para luchar por causas medioambientales. Postuló su paper sobre medioambiente y manipulación genética para presentarse en la Bienal del año 2220, que se cerraba con una maratón contra el incontrolable calentamiento global y la preservación de especies. Ambas acciones eran más bien por educación, porque muchos pies atrás en esos problemas ya no se podían dar. La mayoría, por la misma manipulación, no cuestionaba el deprimente entorno.

    El deporte no era uno de sus fuertes, pero sus compañeros la habían animado a sumarse a la carrera de los 10K, luego de que le confirmaran la participación con su charla. Valentina Grez, directora de la ONG en la que Clara trabajaba, Ximena Cabezas y Lucas Orrego eran quienes la acompañarían en esta experiencia.

    Preparó sus cosas; todo lo que estaba por venir sería en un lugar lejano y nuevo por conocer. Nunca había salido del Sector 2. La charla la realizaría en inglés y aunque eso la pusiera nerviosa, tenía claro que estaba lo suficientemente preparada. Su madre siempre le había inculcado seguridad en todo ámbito, pero por sobre todo en lo profesional. Más de alguna vez le había dicho: Para que otros crean ti, primero debes creer en ti misma.

    El tema medioambiental la apasionaba, más cuando el daño era demasiado evidente; y aunque con el trabajo que habían realizado grandes líderes se había logrado una mejora, poco a poco todos parecían querer olvidar nuevamente el problema. Las nuevas generaciones estaban más interesadas en sus propios contenidos y comunidades, mientras los mayores añoraban un pasado que parecía ser mejor, aún cuando la historia dijese lo contrario.

    El contacto entre las personas era cada vez más distante. Era muy normal que no se hablaran o miraran en las calles, y no solo pasaba esto por miedo. La constante sequía había hecho que las enfermedades se volvieran aún más fuertes y los virus habían alcanzado un peak, convirtiendo la declaración de pandemia en un status permanente, que aún así provocaba una gran sicosis entre la gente. El gran distanciamiento había comenzado después de un virus que se había subestimado, el SARS - CoV-2, más conocido como Coronavirus.

    Una vez controlados los virus, las personas no salían a la calle sin sus mascarillas y era muy difícil que hubiera contacto. Con suerte mantenían un contacto visual para evadir al otro si se topaban en el camino.

    El calor se había vuelto tan extremo que había horas del día en las que simplemente no se podía salir a la superficie, por lo mismo, los horarios estaban cambiados, siendo la noche y los pasadizos subterráneos más activos que en décadas anteriores, ahora fundamentales para el desarrollo social y económico. Centros comerciales, colegios, restaurantes, espacios comunes. Todo estaba bajo el nivel del suelo, siendo iluminado por grandes focos que imitaban la luz del sol con grandes ductos de aire acondicionado que permitían la circulación de brisa fresco.

    Los meses de frío se habían reducido a solo dos y durante ellos el frío era extremo, al punto que se podían perder todas las cosechas y no había suficiente agua para provocar hielo. Era un frío seco, que partía la piel y quemaba la tierra.

    Los agricultores habían desarrollado ambientes aislados para los cultivos, lo que en el mejor de los casos había mantenido las pestes controladas y los pesticidas casi habían desaparecido.

    Para los ganaderos, la opción no era muy diferente, con olas de calor constante, gran parte de los animales morían y, por cierto, a esas alturas era muy mal visto tener animales para el consumo humano. Las personas que comían carne eran muchas menos, pero no habían desaparecido, por lo que el costo de la carne era muy elevado. El mundo de la ciencia estaba dedicado a encontrar soluciones.

    Era imperativo.

    A pesar de lo terrible que parecía ser la situación, Clara tenía la certeza de que los humanos eran animales de costumbre y era por eso que muchos ya estaban en su zona de confort en ese mismo cuadro de tragedia global, que se venía arrastrado por casi dos siglos.

    ¿Soluciones?

    ¿Un nuevo Big Bang?

    ¿Otro planeta? No Marte, eso ya no había dado resultado.

    Una controversia y una crisis que más de dos siglos atrás había significado una guerra civil en la Tierra, provocada solo por el terror colectivo y no tener hacia dónde escapar.

    La tecnología si bien era magnífica para la extensión de la vida y soluciones de otro tipo de problemáticas, se había vuelto inútil en temas de medioambiente por una razón que Clara encontraba muy simple: para poder dar un paso atrás y mejorar el medioambiente, había que volver al origen. A la tierra, a sentirse parte de ella.

    No había persona que no tuviera lentes virtuales o algún dispositivo que lo abstrajera de su realidad, porque con eso, mirar el entorno se podía hacer más grato. La realidad virtual y los chips habían sido bien aceptados por la mayoría, ya que les permitía medir sus signos vitales y reaccionar con rapidez a los golpes de frío o calor. Incluso salvarlas con la ubicación satelital en caso de que cayeran inconscientes en algún lugar por algún shock térmico.

    Para los viajes largos, sobre todo, como el que tendrían que hacer Clara y sus compañeros, una de las últimas opciones eran los aviones que, si bien no habían sido prohibidos, parecían estar reservados para una pequeña élite capaz de pagarlos.

    Los vuelos low-cost habían sido prohibidos por la frecuencia y el nivel de contaminación. Mientras, los de primera clase se mantenían sin ningún problema.

    Durante décadas se construyeron carreteras y ciudades en medio de los pocos océanos que aún existían contradictoriamente afectando el ecosistema marino para unir los continentes y fomentar la migración entre sectores.

    La economía si bien se dividía por sectores, era una gran economía mundial que seguía sosteniéndose sobre consolidados líderes de los sectores que tomaban las decisiones por todos. Entonces, ¿cómo viajar? Clara y el equipo con el que viajaba se tomarían su tiempo para ir por tierra.

    Los autos eléctricos estaban al alcance de todos y las mejoras en las baterías les permitían hacer viajes de larga distancia con recargas rápidas y acceso a energía solar.

    Las personas se habían acostumbrado a que el tiempo de demora hacia su destino le pudiera tomar días y las paradas eran obligadas. Los pasos por las fronteras habían sido optimizados para funcionar con los chips implantados en cada ciudadano. Aún cuando el sistema era falible, la posibilidad de hackear el sistema parecía casi imposible. Los hackers eran pocos y codiciados entre la Disidencia.

    Diez días se demoraron Clara y el equipo en llegar al territorio que antes pertenecía a Alemania. Sin nombres de países como lo era antes, los kilómetros que cubrían cada sector eran muy extensos. El 4 estaba intencionalmente comprendido por países que habían formado la Unión Europea y un poco más, limitando justo con el Sector 1 antes conocido como África. Los ideales políticos habían desaparecido por completo. ¿Por qué? Cualquier idea de separación ideológica podría provocar un cisma importante en la sociedad, que había aceptado sin problemas el sistema de vida por sectores. Las potencias, como se les llamaba a las siete familias que tenían el poder, no eran más que un grupo privilegiado ubicadas en el momento exacto con los contactos correctos en el instante en que se había consolidado el nuevo orden.

    Al llegar al Sector 4, a Clara todo le pareció extremadamente injusto. Había una opulencia que el Sector 2, desde donde ella provenía, no podía imaginarse. Lujos que aún dentro de ese mismo sector, no estaban destinados para todos. Ellos estaban accediendo, ellos los estaban viendo, porque eran participantes de la Bienal.

    –¿Y qué

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