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El señor del tiempo
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Libro electrónico216 páginas3 horas

El señor del tiempo

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Información de este libro electrónico

El Señor del Tiempo es la continuación de La piedra del Tiempo, relato que termina con una promesa, la de viajar hacia el futuro. También dejó muchas interrogantes. ¿Quién es el Señor del Tiempo? ¿Cómo funciona la Piedra? La Tierra pasa por un mal momento debido a una conspiración orquestada en el Área 51. Seres ocultos que vinieron del espacio desde muchos años atrás intentan debilitar las defensas del planeta, mientras se contempla un asalto al emplazamiento militar para sabotear este nefasto intento.

IdiomaEspañol
EditorialCreaLibros
Fecha de lanzamiento31 may 2018
ISBN9786124764950
El señor del tiempo

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    El señor del tiempo - Rafael Martínez Chávez

    Portada

    EL SEÑOR DEL TIEMPO

    Rafael Martínez Chávez

    logo_cl

    CreaLibros

    Lima, Perú. 2018

    El Señor del Tiempo

    Primera edición digital

    Lima, Mayo de 2018

    © Rafael Martínez Chávez.

    ISBN Digital: 9786124764950

    Digitalizado y Publicado por CreaLibros Perú

    logo_crealibros

    +51 949 145 958. Lima, PE

    www.CreaLibros.com

    Prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma identica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa del autor.

    Índice

    Introducción

    Sellando el Pasado

    Aventuras en Andoas

    Motín Achuar, la Captura

    El Mundo del Futuro

    Machu Picchu y la Desolación

    Los Tiempos Oscuros

    La Nueva Misión

    S. XXI, Buscando a los Atlantes

    Nuevamente el Futuro

    El Rescate de la Tierra

    El Área 51

    Un Plan muy Singular

    El Día D, la Esperanza es lo Último que se Pierde

    La Defensa de la Tierra

    La Energía de los Atlantes

    El Superfuturo Bienvenido al s. LVI

    Disculpas y Explicaciones Finales

    Los Que Fueron, Serán

    El Señor del Tiempo

    La Despedida

    Epílogo: Desactivando la Piedra

    MIENTRAS escribía mi primer libro La piedra del Tiempo mantenía un par de ideas acerca de otros proyectos, pero en un momento todo se detuvo. La sola idea de continuar con una segunda parte eclipsó con fuerza cualquier otra iniciativa. Escribir acerca del futuro… un reto para creativos de verdad.

    La Piedra del Tiempo terminó con una promesa, la de viajar hacia el futuro. También dejó muchas interrogantes. ¿Quién es el Señor del Tiempo? ¿Cómo funciona la Piedra? Pero lo más difícil sería contar con un entorno válido, un marco creíble para soportar la aventura que vendría.

    ¿Crearía una nueva versión del futuro? Decididamente sí. Ciudades del crimen. Ciudades del bienestar. Viajes virtuales al alcance de cualquiera. Recuperación de climas, nuevas formas de energía. Todo dentro de una línea del tiempo lógica. Una evolución factible de la sociedad. Nada de cosas raras que, llegado el momento, nunca se cumplirían.

    Ya tenemos una realidad forjada y capaz de albergar la aventura que deseas desde hace tiempo. Obviamente que un mundo por destruir y salvar es algo muy difícil de dejar pasar. Fuerzas inimaginables capaces de proezas destructivas estarían buscando su momento. ¿Podríamos anticiparlas? ¿Los viajes en el tiempo servirían de algo? ¿La Sociedad el Tiempo actuaría oportunamente?

    Estas y otras interrogantes, nuevos recursos para una sociedad que en el fondo mantiene su esencia, sus vicios y sus sueños. Nada escapa de miles de años de evolución. Las formas quizás, pero en el fondo…

    Jonás

    El último servidor de la Sociedad del Tiempo

    Sellando el Pasado

    Diciembre 2014

    A MENUDO llegaban a mí los recuerdos de lo vivido en los últimos años. De la misteriosa piedra que alteró radicalmente mi percepción del mundo y de la realidad. Que me supo sacar de esa sociedad que al ir de prisa, se iba comiendo los recursos que aún teníamos sin consideraciones de ninguna especie. Esos dos años de no tiempo habían madurado mi pensamiento.

    Otras veces pensaba en lo inútil que puede ser la voz de una sola persona. Si bien frecuentaba un reducido círculo de familiares y amigos debido a mis escasas habilidades sociales, la soledad en ese campo humano era evidente aun cuando muchas personas de todo el orbe venían advirtiendo a los cuatro vientos casi lo mismo. Aburrido al extremo por la inactividad pensaba en serio si sería hora de sellar los tiempos.

    Después de dos años de intenso trabajo regresando hacia los últimos doce años para enviar mensajes a mis connacionales y a otros más, aparentemente la actividad se había detenido hacía unos meses. Nuevamente la gran piedra había reaparecido un par de veces más en diciembre en el jardín de mi casa. Al pasar el oro por sus agujeros exteriores nunca se activaba, dándome todas las facilidades para efectuar el sellado en el tiempo. Pero esta nostalgia de un mundo ancestral lleno de vida me hacía resistirme a acabar con el pasado. Estaba desobedeciendo adrede pero en mi interior sentía que cuando fuera crítico hacerlo, la piedra encontraría la manera de acorralarme.

    De cuando en cuando sacaba de su escondite la piedra de jade junto con los segmentos dorados y jugaba con ellos. Soñaba pensando en lo que me esperaría en el futuro y trataba de imaginar cómo sería la vida de la humanidad. Si el dinero seguiría esclavizando a las personas. Si los valores verdaderos seguirían siendo socavados por otros light. Si las guerras por el petróleo seguirían ocurriendo. Cómo se vería el planeta después de acumular tantos gases y desperdicios. ¿Habría otra guerra mundial?

    Estas dudas eran la que me impedían dar ese paso final de cerrar con el pasado. En algunas ocasiones me imaginaba un mundo distópico, destruido y altamente hostil. La ley del más fuerte imperando a diestra y siniestra. Pero en otros momentos creía que la Tierra se iba a recuperar y la raza humana se fabricaría una nueva oportunidad que no iría a desaprovechar como antaño.

    Por último llegaba a punto muerto, sin ideas y creyendo que todo seguiría igual. Algo más sofisticado, pero sensiblemente igual. Tenía esperanzas en que alguna nueva misión del pasado me diese un punto de inicio.

    Aún sentía el espíritu de la Reunión de Partes 2014, COP 20, el acuerdo y los esfuerzos que se deberían hacer para obtener un cambio climático con menores consecuencias. Lo que constituía un gran trabajo para mis compatriotas y para muchos más de todo el mundo que se preocupan por el planeta. Aunque a decir verdad en todas las reuniones de este tipo se ofrece mucho pero a la hora de firmar acuerdos, no se logra el consenso porque no todas las naciones tienen la solvencia económica para adecuar la industria que tienen a las energías menos contaminantes.

    Nuestro país aprovecha muchos tipos de energía. Desde las tradicionales como energía hidroeléctrica, petróleo y gas licuado, hasta las más recientes: gas natural, energía eólica y fotoelectricidad. Tenemos la posibilidad de variar nuestra matriz según las posibilidades de cada región. Hemos sido bendecidos por la naturaleza, pero es preciso cuidarla para que se pueda aprovechar por mucho tiempo.

    En fin, es un problema que a futuro siempre va a generar diferencias si es que no hay una verdadera intención de cuidar el planeta, compensando y corrigiendo las tendencias contaminantes por otras que no lo sean.

    Volviendo a lo mío, recordaba todas esas historias vividas desde octubre del 2011 hasta finales del 2012 en donde pude viajar y visitar tantas culturas antiguas. Todo el conocimiento recogido me había generado una idea muy sólida acerca de las razones por las que los pueblos hacen las cosas.

    La cooperación y del compartir del agua, las cosechas, su amor y respeto por la naturaleza, los intentos por aprovechar las fuerzas de la naturaleza, su amor y respeto por la tierra, así como por el trabajo comunitario, eran características de casi todos los pueblos a los que pude llegar. También recordaba el espíritu belicoso de otros. Su sed de conquistas, de engrandecimiento, de eternidad.

    Me preguntaba si estas características serían válidas para calificar a toda una humanidad. Las culturas cambian pero la esencia del ser humano, no. Todos tenemos los mismos defectos y pasiones, los mismos deseos y sueños. Más o menos similares, el arte de sobrevivir se ceñía a ciertas reglas: ama, agradece, trabaja, aprovecha, comparte, guarda y cuida. No espero saberlo todo pero este sencillo conjunto de palabras pasa por encima de las excentricidades de muchas culturas que se desarrollaron desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Separando la beligerancia y excesos cometidos, la mayoría de las culturas las conocieron desde sus inicios; la embriaguez por sus logros y abundancia las hizo separarse de ellas.

    ¿Sería posible encontrar similitudes con un mundo relativamente nuevo y tecnológicamente mucho más avanzado? ¿O pesarían más los cinco mil años de historia antigua, frente a una cultura occidental demasiado joven como para saber pararse en sus propios pies? Lo cierto es que el problema moral sería casi idéntico en cuánto al fondo, mas no a la forma.

    Aventuras en Andoas

    Enero 2015

    NOS llamaron de improviso. Se trataba de una empresa de servicios de instalaciones, montajes y perforaciones que operaba en la selva peruana. Les habíamos suministrado anteriormente un juego de corona y piñón para una de sus camionetas y desde entonces habíamos incrementado nuestras relaciones comerciales. Solicitaban ahora una visita para efectuar evaluaciones a fin de utilizar la iluminación con LEDs, nuestros productos estrella.

    El destino se ubicaba en medio de la selva, en la región Loreto que colinda con Ecuador, en el lote X-AB para ser precisos. El punto más lejano para el desembarque era conocido como Teniente López, luego uno debía adentrarse más en la localidad conocida como Andoas.

    Ya me habían advertido que el calor era inclemente -podríamos hablar de unos 45°C a media tarde- debiendo tomar las providencias del caso para evitar deshidratarme. De otro lado podríamos cruzarnos con algunas de las tribus que habitan en aquellos lugares, como los Achuar y otros más. Aunque, según las referencias, eran bastante amigables y se llevaban bien con las autoridades, permitiendo las actividades diarias de aquella compañía ni de otras que se encontraban operando en ese sector.

    Por inercia llevaba de paseo la piedra, sin saber por qué debía agregar más peso a mi equipaje. Hubiese sido mejor sellar la piedra en mi domicilio. De seguro inconscientemente esperaba una aventura adicional para reunir mayor información acerca de lo que me esperaba en el futuro o adónde empezaría a buscar a los siguientes servidores de la piedra. Por seguridad no llevaba conmigo los segmentos ni el jade. Estaba confundido.

    Llegué a Teniente López. Hacía un calor del infierno, sobre todo para un limeño que no suele sufrir climas de más de treinta grados. No era el único que llegaba. Aprovechaban los convoyes de suministros para acomodar a algunos visitantes que como yo ofrecían sus productos y servicios in situ.

    Empezó a llover. Las gotas caían con mucha fuerza, parecía que nos echaban agua tibia con baldes desde arriba. Menos mal que nos habían facilitado unos impermeables de plástico por los que el agua resbalaba mojándonos relativamente poco. Avanzamos caminando hacia el campamento a unos cincuenta metros. Las maletas y muestras venían en un carrito detrás de nosotros, convenientemente protegidas de la lluvia.

    Luego de acomodarme en un pequeño cuarto en donde ubiqué rápidamente mis cosas, esperé a que la lluvia bajara un poco para conocer a los usuarios finales y junto con ellos poder iniciar el reconocimiento del área en donde se haría el estudio. Mientras tanto nos invitaron a mí y los otros viajeros, algunos refrescos de la zona, grato premio por las inclemencias del viaje.

    Una vez que desplegué mis vituallas en el lugar que me habían asignado, salí al corredor común entre las habitaciones de nuestros anfitriones. Encontré grata conversación al departir acerca de cada una de nuestras actividades y experiencias con los demás invitados.

    De pronto la conversación se detuvo en las tribus de aquella localidad, poco conocidas por la mayoría de mis paisanos. Los Achuar eran una de las etnias predominantes del lugar. ¡Que hacían esto, que hacían aquello! Yo escuchaba con curiosidad cada detalle pues me interesaba sobremanera ya que posiblemente la piedra tendría determinado un encuentro con ellos o cualquier otra etnia del lugar.

    Ya habían establecido nexos con las compañías de servicios para la exploración y explotación petrolífera. En un inicio las actividades se habían desarrollado con cierta desconfianza y hasta hostilidad pero después que las compañías se habían comprometido a apoyar a los lugareños y a no contaminar ni destruir innecesariamente la selva en su entorno, se había llegado a algunos acuerdos favorables para la coexistencia de las operaciones con la vida diaria de aquellos.

    Todo se encontraba en relativa paz, incluso cuando las compañías se atrasaban en el abastecimiento de lo ofrecido -básicamente medicinas entre otras cosas- los nativos se acercaban hasta las operaciones para preguntar por el atraso. No había evidencia de agresiones o ataques.

    La lluvia continuaba ensañada con la selva y parecía que no se iba a terminar. La temperatura había bajado sensiblemente y aunque aún se sentía calor, al menos reinaba una ligera sensación de alivio.

    Habíamos arribado al lugar alrededor de las nueve de la mañana; ya cerca de las doce, la lluvia daba señales de acabar. Nos avisaron que como había poco tiempo antes del almuerzo, no estaríamos saliendo al campo todavía.

    Preparé mi smartphone para tomar las fotos que me permitieran. Noté que no teníamos señal de teléfono. Nos explicaron que algunas veces la señal venía nítida, pero en otras oportunidades no había señal. La lluvia se había transformado en goteo y se terminó.

    Nos solicitaron pasar al comedor para el refrigerio, para tener la tarde disponible. Al parecer no llovería hasta dentro de algunas horas. El tiempo se presentaba bastante favorable.

    Las comidas eran las convencionales de la selva peruana. El típico Juane, masa de arroz con carne de pollo o gallina, huevo y aceituna cocida al vapor. -Todo envuelto en su bijao, que es una hoja larga-. También cecina con tacacho, que es la carne del sajino seca y salada acompañada con su plátano frito respectivamente. Ensalada de chonta y palmito, Inchicapi, Timbuche y otros platos que ya había probado.

    Lo mejor es que todo era cocido con ingredientes de la zona. Por eso la comida peruana es variada, porque ha nacido localmente; al tener tres regiones marcadamente distintas y dentro de ellas ocho pisos ecológicos, la variedad de microclimas, flora y fauna que se da en mi país es abundante.

    Culinaria bien lograda, había ganado un gran reconocimiento en el mundo de la cocina internacional. Pero aún faltaba descubrir lo que hasta para nosotros los locales es exótico. Sino averigüe en qué consiste el suri.

    Para beber nos ofrecieron una aguajina bien helada, que es un refresco del aguaje, un árbol que se da en casi toda la selva. Yo recordaba lo que alguna vez me ocurrió en una celebración después de una gran venta en la región Ucayali, también ubicada en la selva.

    Había llevado unas mini-torres de iluminación con batería recargable. En la selva virgen no tienes cables ni red eléctrica. Debes implementar tu iluminación allí en donde la luz del sol apenas llega al suelo debido a la densidad de árboles tan altos como una colina y que tiñen completamente de verde las fotos y postales de quienes se animan a obtenerlas desde el aire. Con estos equipos podían trabajar de noche y en zonas en donde la calidad de luz diurna es mínima. Mientras se llevaban a otra localidad los módulos que habrían consumido su energía, pondrían en su lugar los ya recargados, teniendo iluminación de calidad durante el día completo.

    Ya después de las demostraciones fui invitado a festejar porque el transporte llegaría recién al día siguiente, por lo que los acompañé al lugar señalado.

    Me habían advertido que las poblaciones de la selva peruana son extremadamente generosas y que me iban a atender a cuerpo de rey. Pero que no se debe rechazar su ofrecimiento, debía aceptar y probar lo que me ofrecieran porque a futuro me irían llamar nuevamente. No aceptar lo que me ofrecían se convertiría en una ruptura comercial.

    Todo iba bien hasta cuando me sirvieron el masato. Estaba fresco y muy bueno. Tomaba y brindaba satisfecho que todo hubiese salido bien. Me percaté de un detalle. Al devolver el cuenco en donde me servían esta bebida de yuca cocida, machacada y fermentada, me la devolvían llena.

    Yo les agradecía de buena gana al principio, pero a medida que perdía mis facultades por el aguardiente, no sabía cómo decirles que ya había bebido suficiente.

    Observaba por todos lados para ver si alguno se excusaba; dudo mucho que pudiese identificar cómo lo hacían porque los presentes, acostumbrados a su efecto y para reducir el calor de la noche, tomaban, tomaban y tomaban muy contentos.

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