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La Pequeña Ali
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Libro electrónico54 páginas42 minutos

La Pequeña Ali

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Información de este libro electrónico

La incertidumbre se apodera de una familia ante el desconocimiento del quebranto de su hija menor y ciertos sucesos inesperados forman parte de una extraña situación

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 ene 2024
ISBN9781662497094
La Pequeña Ali

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    La Pequeña Ali - José Alexander Sirí

    La Pequena Ali

    Jose Alexander Siri

    Derechos de autor © 2024 José Alexander Sirí

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2024

    ISBN 978-1-6624-9696-7 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-6624-9709-4 (Versión Electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Sobre el Autor

    A Josefina Ureña, por supuesto.

    Nadie resulta ileso del tribunal de su conciencia.

    José Alexander Sirí.

    —¿Hace cuánto que está así? —preguntó el doctor mirándola detenidamente.

    —Aproximadamente dos semanas —contestó Rosa, la hermana mayor.

    Como todos los miércoles, la habitación que más que habitación era solo un cuarto con trastes viejos, se encontraba llena de estudiantes de medicina y psicología que, en esta ocasión; observaban a la criatura, pausada hasta lo indecible y ensimismada en su mundo.

    Tenía casi quince años, pero parecía de doce. De tez clara, pelo castaño, menuda y delgada. Era la menor de una hilera de seis hermanos, de los cuales vivía con tres de ellos. Su madre, Mamá Santa, un alma de Dios, era una mujer mayor a temprana edad, que se dedicaba a los quehaceres de la casa. Su padre, Míster Chencho, un señor regordete y parlanchín, quien tenía un pequeño negocio de venta de chucherías en su propia casa. La habían visto sin gestos en la cara y sin emitir ninguna palabra en los últimos días.

    Últimamente se le había visto extraña, con los ojos acuosos y las pocas palabras entrecortadas y ambivalentes. Su cambio de humor y aislamiento fue el motivo para la preocupación de su familia.

    Después de leer el historial clínico y conversar algunos asuntos generales con la familia, el doctor vio aquel rostro tan cerca y lejano, y le dijo:

    —Estamos aquí para ayudarte, queremos que estés bien. ¿Qué te pasa que estás así? ¿Qué está pasando por tu cabeza?

    Luego de una tardanza, que parecía interminable; solo alcanzó a decir sufriblemente: nada. Era solo un pequeño bulto con un corazón que latía. Pasó el tiempo y no se progresó en lo absoluto. El doctor terminó la consulta indicándole unos medicamentos antidepresivos y citándola para el miércoles próximo a la misma hora de la mañana.

    En principio, creyendo que le habían echado un mal, antes de llevarla al médico, la había visto una curandera del pueblo para hacerle un trabajo. Y, al ver los resultados estériles, optaron por ponerla en manos de la ciencia.

    El día de la consulta, las dos hermanas, Kenia y Rosa, llegaron bien anticipadas con la pequeña Ali. Debieron madrugar para trasladarse desde su lugar de origen y llegar temprano al hospital. Al alcanzar su turno, ambas entraron con Ali. Con la misma inquietud de la semana anterior se dirigieron hacia el doctor.

    El mismo, después de saber cómo seguía la paciente bajo el mismo escenario, decidió prescindir de los estudiantes y familiares.

    Ya solos en el cuarto, el doctor la cuestionó pasiblemente, sin obtener resultado aparente. La abordó sobre su núcleo familiar; padres, hermanos, tíos, sus vecinos, amigos y otros. Él le hablaba, pausaba y observaba aquel rostro sin expresión alguna. Ella lo veía, sin mirarlo, y volvía las manos un andullo en la parte inferior de la blusa de tirantes que llevaba puesta.

    Esperando alguna reacción de la niña, entró el director del departamento, e interrumpió el monólogo, para informarle que quería que le dieran un (TEC) a un paciente ambulatorio que se encontraba en estado de agitación. Dicho esto, el doctor salió a hablar con las hermanas de

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