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Acarreando muertos
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Libro electrónico43 páginas29 minutos

Acarreando muertos

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¿Estás listo para una historia tan disparatada como la vida misma? En Acarreando muertos acompañaras a nuestro protagonista, un joven que huye del nido familiar en busca de su destino. Después de una serie de trabajos, que son más inútiles que un paraguas en el desierto, aterriza en el lugar menos esperado: un tanatorio.
Parece un trabajo tranquilo, ¿verdad? Pero, oh sorpresa, resulta que no solo conduce vehículos funerarios, sino que también es maquillador de difuntos, terapeuta para familiares afligidos y testigo de situaciones tan contundentes como suicidios y asesinatos. Aquí la muerte se presenta desde un punto de vista empresarial, y si, puedes considerarlo como una perspectiva completamente inusual.
¿Qué ocurre cuando mezclas un negocio tan macabro con humor? Descúbrelo en esta historia en la que la muerte se convierte en la rutina diaria. Acarreando muertos, es una comedia negra que te hará reír a carcajadas, mientras te sumerges en un mundo donde nada parece sorprendente. Incluso la muerte se convierte en un curro más.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2023
ISBN9788411817684
Acarreando muertos

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    Acarreando muertos - José María Tercero Castellanos

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © José María Tercero Castellanos

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Luna Rico García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1181-768-4

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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    .

    «Lo que hay detrás de la muerte, vida es, no muerte».

    Séneca

    Prólogo

    Nací en una finca de Extremadura de la que mi padre era administrador. Un viejo guardés solía afirmar, con cierta sorna, que la propiedad tenía más hectáreas que «toa Barcelona junta». Para los trabajadores yo era simplemente el hijo de Alfonso. Vivía con mis padres en una casa con piscina, jardín y a todo trapo; pero a pesar de tanta comodidad, me aburría soberanamente. A penas veía a mis amigos, excepto en el colegio, y me sentía muy solo.

    La Finca era un continuo ir y venir de gentes para las que se organizaban cacerías y monterías. Aristócratas, políticos, famosos, famosas y habituales del ¡Hola! Gente sonriente que se extasiaba con el paisaje y los animales. Gente que me cubría de carantoñas y me revolvían el pelo y luego desaparecían. Y así un día y otro día. Lo detestaba y no podía pasarme el tiempo detestándolo todo.

    Mi padre, un hombre pragmático y severo, al ver mi desinterés por los estudios, me propuso quedarme con él ayudándole en la finca, a lo que me negué. Tras muchos sermones, se rindió y el asunto se resolvió mandándome a Madrid, a casa de mi abuela Josefina, a buscar trabajo. Tenía dieciocho años.

    Al poco de llegar, encontré un empleo de chófer en un centro de mayores en el que apenas aguanté un año: demasiados días malcomiendo y echando más horas que un reloj por un sueldo de miseria. Estuve un par de

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