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Entre mundos y realidades
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Libro electrónico424 páginas6 horas

Entre mundos y realidades

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En un mundo bajo el mar, un desconocido a ojos de todos y de sí mismo deberá tratar de sobrevivir en un mundo medieval desconocido por el mundo moderno. El joven con problemas de memoria tratará también de encontrar su pasado, siendo engañado por el camino, pero manteniéndose fiel a sus amigos y a la familia que juró proteger en este nuevo mundo. Cuando la libertad y curiosidad desee abrirse paso, nuestro protagonista tendrá que lidiar con el choque entre dos mundos que coexisten pero se desconocían, llegando a ocurrir varios problemas que amenacen ambos mundos. Un mundo representa su pasado y el otro su presente. Decidir no es fácil, y abandonar parece más fácil cuanto más extraño y difícil se torna el camino. Decidirás, cuando nuestro protagonista quiera parar, si tú también harás lo mismo por él; o seguirás, aceptando lo que ocurra.
Encadenado por sí mismo a un mundo de pesadilla con nuevas normas, bienvenido eres al mundo oculto bajo el mar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 nov 2023
ISBN9788411817356
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    Entre mundos y realidades - Eneko Unanue Faraudo

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Eneko Unanue Faraudo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-735-6

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    1. Parte.

    Un mundo bajo el mar

    1. Principio y final

    Empecemos de una vez. Ahí estaba yo, explotando, rompiendo, matando, viajando, amando, muriendo…

    Y si te preguntas cómo es posible, te lo cuento ahora mismo.

    Bien, como contaba, estaba en el parque con mis amigos de fútbol, « A» , « B» , « C» y yo. PIIIIIIIIIIIÍ, si te parecen extraños los nombres, no te asustes, porque no me acuerdo. Cada vez que me nombran, en mi memoria sale ese sonido de interferencia. Como una alarma, un pitido, parecido a la censura en la televisión. Por ahora, me pondré el nombre de «X » , ya que, podría ser cualquier nombre. Tampoco me acuerdo de los nombres de mis amigos o de mi familia.

    Bueno, yo vivía en … Y a no me alcanza la memoria, ha pasado mucho tiempo, me acuerdo que vivía en Europa, por alguna parte. Bueno, lo que sea. Yo era un chico de 13 años, alto, delgado, con el pelo de color castaño y los ojos del mismo color. Era un poco musculoso, pero no mucho. Ahí estaba yo con mis amigos de fútbol en un parque con un pequeño tobogán, unos columpios que usábamos de porterías y unos bancos. Estaba con ellos, A , B, y C , eran buenos chicos. B era un poco pequeño, tenía el pelo castaño oscuro y era muy bueno jugando a fútbol. C era gracioso, era rubio, con pelo rizado, y no jugaba muy bien, bueno, C más o menos era como yo. A era también muy bueno, como B , pero más alto, claro. Pues era una buena tarde, no hacía ni mucho calor ni mucho frío. Hacía sol, pero había unas pequeñas nubes. De repente, cuando tiré a portería B la paró como si nada, entonces tiró, pero el balón se fue muy lejos. Tan lejos que un perro lo cogió y se lo llevó. El perro era enano, la pelota era más grande que él , pero el condenado iba a toda hostia y subía las cuestas que había como si nada. Mis amigos y yo fuimos a por él, pero lo perdimos. Lo buscamos. Todos fueron por un camino, pero, de repente, vi al perro más arriba, a un lado.

    «Ven aquí maldito perro roba pelotas», p ensé para mí mismo.

    Lo perseguí, el perro llegó a un aparcamiento abandonado, era muy viejo y estaba muy sucio. Vi al perro detrás de columnas y paredes, pero, al doblar la esquina y asomarme desde un pilar, vi que el perro no era el único que estaba ahí. Había más gente E ran 3 personas, 1 gorda y 2 delgadas. También había cajas y armas, eran traficantes. D e repente uno sacó una pistola y disparó al perro, uno dijo:

    — Pero, ¡¿ por qué le has disparado?!— decía uno delgado.

    — ¿Y si tenía un micro o una cámara?— decía el gordo.

    — Bueno, menos mal que no era un niño, eso ya sería muy feo, esta pelota es de alguien, así que será mejor irse para que no nos encuentren— decía el otro delgado.

    Entonces todo el grupito me vio .

    H ui como si no hubiera un mañana, y ellos me siguieron . Pero, el que le disparó al perro, al parecer el más vago, nada más empezar a correr, se cansó y decidió dispararme.

    — Pero, ¿qué te pasa?, si sigues disparando la policía se enterará de este plan que nos ha costado hacer 4 meses y medio— decía el otro delgado.

    Meh, me he cansado de correr detrás de este niño— decía el gordo sin problemas para respirar.

    — Pero si ni siquiera te has movido— decía un delgado.

    — Vale, ¿bueno, ahora qué hacemos con el niño?— decía el gordo.

    — El jefe nos ha dejado un barco, vamos a llevarle al mar, le atamos un peso a la pierna, y le tiramos. Si lo buscan los barcos no encontrarán el cuerpo— decía el otro delgado.

    Me desmayé por la pérdida de sangre, cuando desperté me encontré con un poco de aire en la cara, me encontraba en el barco, les oí balbucear. De repente uno se me acercó y me levantó sobre el agua, estaba encima del mar. Y me dijo « Fecha de MUERTE: 13 de enero de 2020 ».

    Después me precipité a l agua, solo tenía que aguantar el aliento, o eso pensaba. No duré mucho, me desperté y estaba cada vez más al fondo. Entonces vi que en el fondo había algo rojo, pensé que sería arena roja, pero me equivocaba, era un campo de batalla. M ire de nuevo y vi que había gente, me alegré, pero no duró mucho.

    En un momento caí de repente y noté que no había agua. Parece ser que había una gran burbuja de oxígeno en el fondo, me alivié, pero vi que seguía atado el peso. Tenía una cadena atada a una piedra de 25 kilos más o menos. Me asusté al darme cuenta de todos los cuerpos muertos que había en el suelo. No había armas, y si las había, estaban rotas, así que no podía romper la cadena. No podía salir porque arriba, a aproximadamente más de 200 metros, estaba el límite del agua. Los muertos tenían apariencia humana. No tardé en ver muchas luces, así que decidí coger la piedra e ir yendo. No paré ni un momento, incluso me desmayé de cansancio. Creo que estuve andando más de 30 minutos, con una piedra atada. La luz estaba muy lejos. Más tarde me desperté en una especie de torre. Intenté moverme, pero estaba atado de todas las extremidades. No sé por qué tenía frío, a lo mejor era porque estaba en calzones. Me saltaron un viejo y un joven gritando:

    —¿De qué reino eres?— me dijo el viejo.

    —¿Eres de la tierra?— dijo seguido el joven

    — Calla, no digas chorradas, no es posible. Todos los de la tierra ya están muertos al llegar aquí, o mueren ahogados, o los mata otro reino…— pasaron así un buen rato discutiendo sobre un poco todo. El viejo era cabezota y el joven, imaginativo.

    No tenía ni idea de qué pasaba, vi dos soldados en una puerta, con dos tridentes dorados. Más tarde entró un adulto, parecía tener sobre 38 años, mediría alrededor de 1,85 metros, tenía una barba rubia, pero muy corta, el pelo castaño y los ojos azules, él me dijo:

    — Entonces, ¿de dónde eres?

    — Pues, no sé, ¿dónde estoy?— le dije yo.

    — Este es el reino Real— me dijo con orgullo.

    — Vale, ¿y tú eres?

    — Poseidó n— me dijo él.

    — ¿El dios griego?— le pregunté.

    — ¿Como que dios?

    — ¿Tú no eres el dios del mar?

    —¿Me conoces? Pero yo no soy ningún dios, y sí, estamos DEBAJO del mar, pero no soy nada de eso, solo soy el rey de este reino

    — No te conozco como persona, pero, por cierto, ¿cuá ntos años tienes?

    — 3.800 años, ¿por qué?

    Era él, estaba claro. Luego le pregunté:

    — ¿Por qué estoy atado y en calzones?

    — Estás atado por si eres violento, y te hemos quitado la ropa para estudiarla y por si tenía armas.

    — Ah, es lógico— le dije.

    — ¿Le podemos liberar?— preguntó él .

    — Ahora sí— dijo el viejo.

    — ¿Tienes familia?— me preguntó Poseidón.

    — Tenía, ahora se supone que estoy muerto. ¿P ero, puedo volver arriba?

    — ¿La T ierra?, no. Ahora mismo estás bajo el mar y es complicado volver. Solo unos pocos pueden entrar. Además, volver es aún más difícil.

    — ¿Entonces, qué hago?, ¿dónde viviré?

    — Puedes vivir en el palacio con nosotros, ¿y tú, cuántos años tienes?

    — Tengo 13, voy a hacer 14 dentro de no mucho.

    — Tengo una hija de más o menos tu edad y un hijo un poco más mayor que tú, bueno, y una esposa, del pueblo.

    — Vale, ¿pero, qué más da que sea de pueblo?— le dije, pues no lo había entendido bien.

    — Pues es que después de la gran guerra decidí que el líder de la realeza y la líder del pueblo se casaran— me dijo él.

    — Si, ¿qué paso?, y, ¿por qué hay reinos?, aunque solo sé de la existencia de este.

    — Hace años, mi padre libró una guerra, era una guerra civil. Nacimos aquí y éramos un solo reino, pero todo no es para siempre. Mi abuelo fundó el reino y mi padre peleó por el reino, pero perdimos. Todos perdimos y nos fragmentamos, todos los que libraron la guerra se separaron en diferentes reinos, sus bandos se fueron y libraron una guerra hasta hoy en día, hay pequeñas peleas casi cada día . Solo nos peleamos entre reinos, los que se quedaron aquí estaban de acuerdo con el rey, y no querían guerra, solo vivir y nada más. Los demás tenían otros intereses, odio, avaricia, creencias, y más ...

    Salimos de la torre y fuimos andando hasta un palacio enorme, tenía una puerta gigantesca de oro.

    — Saludos, Poseidón. Lo siento niño, no puedes pasar— me dijo un guardia de la puerta.

    — Tranquilo, viene conmigo.

    Me asombré, porque ese guarda tenía un tridente de plata, en cambio, los de la torre, eran de bronce.

    Después llegamos a un gran salón donde había 5 sillones de oro, en cada uno se sentaba una persona de la realeza, Poseidón, su esposa, su hija y su hijo. Ahí fue cuando vi que en el último no se sentaba nadie, pensé que sería para el próximo líder del pueblo.

    La princesa era como yo de alta, medía poco más de metro y medio y vestía una túnica azul oscuro de tela. Sus ojos eran azules y su pelo era largo y de color marrón. Me fijé también en que no tenía tanta « forma física» como mis amigas de clase, ejem… (los de mi clase son muy pesados con esos temas). El príncipe era igual de alto que yo. Vestía unas ropas extrañas, parecía que había juntado muchos trapos viejos. Siempre llevaba una espada y su pelo era rubio. Sus ojos eran muy extraños, eran rojos. En cambio, la reina era más alta que yo, casi mediría los 2 metros y llevaba un vestido de ceremonias azul claro.

    — Saludos pequeño, ¿qué te trae por aquí?, ¿te has perdido?— me dijo la reina.

    — Hola— me dijo la princesa.

    — Se habrá colado para matarnos, lo voy a matar— me dijo el príncipe mientras desenvainó su espada.

    — Hijo, relájate. Este niño lo he acogido yo, es de la T ierra, de la superficie— dijo el rey.

    — ¿Queeeé?— dijeron todos, excepto el príncipe que dijo en susurros « y qué más da ».

    — ¿Có mo e s el clima arriba?— me preguntó la reina.

    — ¿Allí arriba siempre hay guerras?— me dijo la princesa.

    — No me fio de él, habrá venido a matarnos— me dijo el príncipe.

    — Mejor, me presento. Hola, soy X , de la T ierra, y tengo 13 años. Es un placer conoceros.

    2. Nuevo hogar

    Más tarde, me enseñaron las habitaciones y me contaron todo sobre el reino y más, al final solo me quedé con la princesa. El príncipe me odiaba y el rey y la reina estaban ocupados por atender el pueblo constantemente.

    Me dejaron una habitación del templo para poder dormir.

    La princesa me contó que una vez se escapó y fue a la T ierra, ya que, un día, escuchó a su padre a escondidas diciendo a los soldados que se había abierto un portal extraño y que debían vigilarlo. Ella lo cruzó sin que nadie la viese. Ya arriba, en la superficie, escuchó que unos en un gran trozo de madera la llamaban SIRENA.

    Antes, enviaban a unos exploradores cada 5 años a la superficie y recopilaban información para contar las novedades al reino, pero esos exploradores fueron exiliados por traición a la corona hace mucho tiempo.

    El rey, al día siguiente, me explicó que podría ser de la guardia real, o trabajar en los campos alrededor del muro.

    Decidí ser de la guardia real, además, así podría devolverles el favor que me habían hecho al ayudarme. A demás, no veía que pudiera sobrevivir en un mundo en guerra si no aprendía a combatir.

    Me entrenaron durante 2 meses y medio.

    Me puse en el cargo de soldado con un tridente dorado, me lo dio Poseidón. Me dijo dos cosas:

    — Los tridentes simbolizan poder y sacrificio aquí, para otros reinos, que se dividieron del nuestro por diferentes intereses y creencias, es un arma. Hay tres tridentes, el de bronce, el de los muros y el del pueblo. El plateado, los del palacio y los de la infantería pesada. Y los dorados, que protegen a la realeza y van a la guerra como soldados y generales, yo te otorgo el dorado, ya que durante el entrenamiento demostraste tu valía. Recuerda que este es el puesto más importante de todo el pueblo, ahora, promete que entregaras tu corazón, tu alma, tus fuerzas y tu mente, a la vida del reino, al pueblo y a la corona.

    — Lo prometo.

    — Entonces, coge este tridente a la noche, hasta entonces, disfruta el tiempo que queda, en la noche haremos que el tridente se una a tu cuerpo. Cuando seas digno, tu armadura será parte de tu cuerpo también.

    Después de la ceremonia, fui al bar. Yo no bebo, había una especie de mosto, estaba hecho de corales y especies alrededor del muro, allí van casi todos los soldados al acabar su turno. Muchos eran amigos míos del entrenamiento, pero , al verme entrar en los barracones hace 2 meses y medio, se les hizo muy raro. Al principio todos se extrañaron y se rieron al ver entrar a un niño en el ejército. Pero, al verme siendo de los mejores de la promoción, se callaron. E llos llevaban 1 año entrenando, yo en 2 meses y medio terminé Fui el mejor valorado de la promoción, y, a la vez, hice unos cuantos amigos.

    — ¡X !, que te habías ido por las nubes. Te invito a una copa— era mi mejor amigo del reino, se llamaba Dave, alias « el niño» , pelo rojo, ojos verdes y un corazón de oro. T enía 20 años, era de los más jóvenes de la promoción, quitándome a mí.

    Me acuerdo de que todos los días de los entrenamientos, pasaba esto:

    — X , ¿sigues despierto?— me decía él.

    — Sí , me cuesta un rato dormirme bien— le respondía.

    — X , cuando me duerma, ¿puedes apagar las luces?, no puedo descansar sino.

    — Vale— le decía todos los días, y yo apagaba todas las noches las velas.

    De nuevo en el bar:

    — Mosto, por favor, el vino no me gusta nada— le dije a Dave.

    — Aquí abajo da igual, pues no es ilegal— me dijo.

    — Ya, pero es por razón ética, además, probé el vino sin querer, y sabe a rayos. Y, por cierto, no he visto a ninguna chica o persona negra en el ejército — le pregunté después de darme cuenta.

    — No quieren venir, y con razón. En la gran guerra lo pasaron mal, había muchas chicas, pero, si perdían, el reino vencedor hacía cosas horribles con ellas, y con los negros, igual, a ellos los mataban lento y de maneras horribles, sobre todo el reino Amarillo. Allí hay locos fanáticos y son muy racistas. Ahora todos prefieren vivir en el pueblo, trabajando o teniendo familias, viviendo en paz— me dijo él.

    Al final decidí sentarme y beber para esperar.

    En la ceremonia no vi a casi nadie . Estaban la reina, el rey, la princesa y mucha gente mayor, al parecer el consejo de ancianos. Llegó un hombre con capucha y con un libro, él dijo algo extraño, y, entonces, como si fuese magia, el tridente estaba vinculado a mi cuerpo. Ahora podía guardar en mi cuerpo el tridente y sacarlo cuando quisiera. Cuando acabamos con la ceremonia, la reina me pidió que esperara allí. También me dieron una armadura de oro, la cual me puse.

    Todos, al irse, me dijeron lo mismo.

    — Enhorabuena, X , lo has conseguido— me dijo la reina.

    — Gracias, eres muy amable conmigo y con el reino, por eso decidí aceptar este puesto— le dije yo.

    — No exageres. Por cierto, mi hija quería conocerte. Has estado muy poco con ella y ella está muy cómoda contigo. Me preguntaba si la podías acompañar o te puedes hacer amigo suyo— me dijo de nuevo — porque ella es capaz de sentir que algo bueno puede pasar, es un don con el que nació, ella no puede sentir otro tipo de acontecimientos, solo siente si va a pasar algo bueno.

    — Si me lo pide usted no lo puedo rechazar. Si es para ayudar a la futura reina del reino debo ayudar— le dije. Me sentía raro e incómodo, como si alguien me mirase.

    Miré para atrás y tenía detrás a la princesa

    — ¿Qué haces?— le pregunté, un poco asustado.

    — Mmmmmmmm, evaluo— me dijo mirándome de arriba abajo.

    — ¿Evaluar el qué ?— le pregunté aún más extrañado.

    — Si eres un amigo o solo un pelota— me mira ahora como si contase cada pelo de mi cabeza.

    — Princesa, por favor, su mirada es penetrante, da un poco de miedo— le dije yo.

    Era verdad, no sabía qué hacer, así que, hablé con ella.

    — ¿Cuál es tu color favorito?— le pregunté.

    — ¿Qué ?

    — ¿Cuál es tu color favorito?

    — ¿Y eso a qué viene?— me dijo ella un poco confundida.

    — ¿No querías que fuese tu amigo?— le pregunté con una sonrisa.

    Entonces siguió mirándome y luego dijo:

    — Vale, me puedo fiar. Mamá, ¿puedo dar un paseo por el pueblo con X ?

    — Sí , claro— dijo la reina

    Damos una vuelta y me habla de todo.

    — Ves esa casa, la hizo mi madre— me dijo mientras señalaba una casa de dos pisos que parecía tener una edificación griega.

    — ¿Sí? , no lo sabía, ¿todavía no era la reina?— le dije.

    — No, sí que era la reina, pero mi madre se preocupó mucho por el pueblo y sus habitantes, ¿te llevas bien con ella?— me preguntó.

    — Sí , ella ha sido quien me ha enseñado todo de aquí y también me ha ayudado mucho, me ha tratado como si fuera su propio hijo— le dije.

    — Entonces, seríamos hermanos— me dijo ella.

    Nos reímos un rato de eso. Más tarde llegamos a la plaza, allí había un chico hablándole a la gente. Este daba comida y discursos, también debatían sobre un poco de todo, las casas, el trabajo, la guerra… Se dio la vuelta, y me habló .

    — ¿Tú quién eres?— me preguntó el chico.

    El chico era de pelo rubio , manos suaves como de familia rica , y una cara muy, pero muy engreída.

    — Él es X , un amigo— dijo la princesa.

    — ¿Entonces, por qué lleva armadura?— me dijo mirándome como con cara rara.

    Me miré la armadura. Me la puse porque era nueva, simplemente. Para adaptarme a caminar con ella.

    — Perdón, no me he presentado, soy X , ahora guardia de oro.

    — Vale, ¿qué tal estás princesa?

    Él se desvió de lo que le dije. Qué imbécil , pero debo mantener mi compostura y aguantarme.

    — Bien, ¿Peroples, todavía les sigues intentando comer la cabeza al pueblo?— le dijo ella, con odio e ironía en su frase.

    — Intentando, aún algunos no me quieren de líder del pueblo.

    — Espera, ¿tú eres el líder del pueblo?— le pregunté, y sí, había oído hablar de él, la reina me decía que era un buen hombre, pero estaba mintiéndome.

    — Sí , y si te molesta, te expulsaré cuando sea rey— me dijo.

    Me ofendí, pero como él era el líder del pueblo, no le podía partir las piernas.

    — Bueno, me voy de aquí. Debo seguir guiando al pueblo— dijo y se fue de nuevo al centro de la plaza.

    Él también me odia, pero creo que porque estaba con la princesa, si no me hubiese visto, posiblemente seguiría haciendo lo mismo, pero sin odiarme con cada palabra que sale de su boca.

    Un rato más tarde me preguntó:

    — X , tú tienes nombre, pero muchos de aquí no tenemos desde hace años, ¿me podrías poner uno?— me preguntó.

    — Pues ahora no sé — le respondí

    — Venga, seguro que sabes muchos— me dijo otra vez.

    — Mmmm, ¿qué tal Urane?, es una derivación de un nombre. Ane es un nombre extranjero, y Ur es una palabra de mi lengua— le dije.

    — Sí , me encanta— me dijo ella.

    Decidí acompañar a la princesa hasta su cuarto e irme, pero, cuando llegué, me dijo:

    — X, gracias, nunca me había divertido así. Este sitio está muy cerrado y es un coñazo. Espero que si la guerra entre los reinos acaba, podamos estar más tiempo juntos— y, entonces, me abrazó.

    Ella se despidió cerrando la puerta.

    Acto seguido me doy la vuelta y vi a unos conocidos míos patrullando el palacio.

    — Vaya, X, ¿qué ha ocurrido?, ¿luego nos cuentas?— me dijo uno.

    — Sí, no vaya a haber un malentendido— me dijo el otro.

    Entre ellos había una risa un poco malévola

    — No habéis visto nada, y de verdad, no ha pasado nada— les dije.

    Salgo del castillo pensando en la guerra y los momentos tranquilos que decía la princesa, pero, ese sería el único momento tranquilo a partir de ese día.

    3. Tiempos de guerra

    Me tuve que ir a un combate por la mañana. Estaba en la compañía militar más grande que había visto. Todos eran plateados, incluso sus armaduras plateadas me dejaban en ridículo, a mí, que era dorado.

    Llegamos a un arenal el cual era campo abierto. Vi muchos enemigos, tenían ropas azules, era el Reino Azul de la superficie del acantilado. Yo era el capitán del ejército, así que me puse delante y pensé: son más que nosotros, y tienen tres catapultas, además el terreno no es muy fiable, estoy viendo una deformación en la arena, deberíamos trazar un plan de ataque y...

    — ¡Al ataque!— dijo Dave lanzándose de cabeza al ejército enemigo mientras corría más de 100 metros.

    — Espera— le grité asustado, porque el suelo era lo que en realidad más me preocupaba.

    — ¿Qué?— me dijo.

    Mientras decía eso, aparecieron del suelo más enemigos con una lona llena de arena y muchas armas.

    Vi a mi amigo, ensartado entre 3 lanzas y con la garganta cortada, un cuchillo clavado en el cráneo, un brazo amputado, y muchos tendones de las piernas cortados. Sus tendones de Aquiles estaban cortados consiguiendo que el cuerpo se arrodillara un poco, pero las lanzas no le dejaban tocar el suelo con sus rodillas. Además, tenía muchos cortes a la altura del abdomen.

    Él murió. Después un soldado enemigo se acercó un poco y dijo:

    — Todos los soldados pueden retirarse, los que se vayan pueden vivir, menos el soldado dorado X, si se entrega, no atacaremos el reino—dijo este enemigo.

    — Iros, yo me encargo de ellos— les dije al ejército. Me debía vengar, además de que si intentaban atacar el reino les daría tiempo a los soldados para llegar antes para defenderlo.

    — Con respeto, X, si le parece bien, nos vamos a defender el reino— me dijo un soldado plateado. Su cara solo expresaba miedo.

    — Bien, corred al reino, por si intentan hacer un ataque sorpresa— les dije.

    En pocos segundos me quedé solo. Avancé varios pasos. Mi primera batalla, qué pena estar solo. Dejé de dar pisadas cortas, pisadas tan cortas que parecía que decían que me lo estaba pensando dos veces antes de seguir avanzando. Las tripas y piernas de mi amigo se cayeron mientras su torso seguía ensartado entre las lanzas. De repente apareció el príncipe del fondo del ejército con sus ropas distintivas, más azules esta vez. Sin embargo, esta vez con una espada apuntando hacia mí.

    — Príncipe, ¿qué hace ahí?— le pregunté, aunque en el fondo, no me sorprendió.

    — ¿A ti qué te parece?, aliarme con los enemigos del reino, derrotar el reino Real y matarte— me dijo gritando.

    — Pero, ¡¿por qué?!, no me odias tanto, ¿verdad?— le pregunté un tanto preocupado.

    — Sí, te odio tanto que he traicionado el reino. Además, el reino Real no iba a ninguna parte, en algún momento iba a caer, y yo no pienso ocupar un trono del reino Real, no pienso perder— me dijo de manera arrogante.

    — No debiste hacerlo, acabas de traicionar a tu reino y a tu familia— le dije con odio.

    Corrí, los enemigos también. Saqué mi tridente, clavé una cuchilla en uno de ellos. Con ese mismo enemigo plaqué hacia adelante y me puse en el centro. Todos los de alrededor cayeron y de repente el tridente se convirtió en un hacha de oro.

    „Qué útil" pensé.

    Blandí el hacha como si yo fuese una peonza, di una vuelta. Todos los que se acercaban perdían las piernas. Ya estaba cansado y mareado, así que el arma se cambió y se hizo una espada y escudo de oro, la espada no paraba de cortar, la sangre no paraba de volar.

    Acabé con todos en poco tiempo. Fue demasiado corto como para vengar la muerte de Dave. Solo quedaba el príncipe, intentando huir de mí, soltó su espada. Estaba asustado, mucho.

    — X, por favor. Te dejaré volver a la tierra, y te daré muchas tierras, vino, comida, oro. Todo lo que quieras. Por favor, no— me dijo con una lágrima en los ojos.

    — No acepto, eso no funciona conmigo. Los soldados del reino no caen en engaños así. Pero, no te puedo matar hasta que se lo cuente al rey. De momento te partiré las piernas y los brazos.

    La espada se convirtió en una maza larga. Gritó.

    — Tu puta madre. Ojalá no vivas tanto como mi familia— me dijo mientras gritaba del dolor, esforzándose para decirlo a pesar de sus gritos de dolor.

    — ¿Pero, qué? Mierda— me doy cuenta de que la familia real está en peligro—, por cierto tu madre me dijo que si me insultaban me relajara, pero no vuelvas a insultar a la mía, como castigo— hice una pausa— sin huevos.

    — AH, joder… — gritó de dolor.

    Tuve que correr, así que dejé al príncipe allí para llegar antes. También me tuve que quitar la armadura porque pesaba para correr. Por cierto, la armadura estaba roja, no se veía nada de oro.

    Entré ansioso en el templo, estaban en peligro.

    Llegué justo. Entré por unas puertas de mantenimiento por una torre para llegar antes.

    Estaba pasando entre pilares y corría por un largo pasillo, el trono y la familia real estaba justo enfrente. Yo seguí corriendo.

    De repente entró un pueblerino con muchas ropas viejas.

    — ¿Puedo decir una cosa?— dijo en voz baja.

    — Claro, ¿necesitan ropas nuevas los de la plantación de maíz?— dijeron los reyes.

    — No. Muerte a la realeza— dijo en alto.

    De repente sacó un arco y apuntó a la reina. Yo salté después de haber llegado justo al lado. Me puse el escudo en el pecho para cubrir la flecha, pero era una flecha perforadora, y tenía un mecanismo para atravesar carne e incluso escudos. Me iba a atravesar la tripa, pero, la flecha se dividió y solo pude parar unas cuantas. Yo caí al suelo, pero le dieron 3 flechas a la reina, 2 en la garganta y la otra en el pulmón, por el pánico de la sala, los médicos no llegaron a tiempo.

    El arquero fue arrestado, pero la reina murió.

    A mí me atendieron, salí vivo. Una me perforó la tripa, otra el pecho. Tenía 4 costillas rotas y el brazo izquierdo roto por el golpe, porque había unas escaleras y caí mal después del salto.

    Por suerte la medicina del reino es absurdamente buena y, aunque no me curé, sobreviviría.

    El rey vino a ver como estaba.

    — X, ya que has salido del médico, ¿me podrías hacer un favor?, ve a ver cómo está la princesa y si la puedes calmar. Está muy triste y enfadada— me dijo muy preocupado.

    — Claro— le respondí.

    Fui a su cuarto, ella estaba llorando.

    — Qué haces aquí, ¿por qué no lloras después de lo que ha pasado?, ¡¿por qué?!— me dijo.

    — Porque tengo que decirte una cosa seria. Tu hermano es el líder del ataque— le dije.

    — ¿Pero, cómo va a ser él? —ella hizo una pausa— Ya entiendo, tú no puedes admitir que no la pudiste salvar y le echas la culpa a mi hermano. No cumpliste tu promesa, no entregaste tu corazón, alma, fuerzas y mente al reino ni a mi madre, ni siquiera creo que pases el ritual.

    — Si no te lo crees, te lo demostraré

    Saqué un cuchillo que me regaló el entrenador de los barracones, el profesor de artes marciales. En el reino, el honor y la familia real, junto con el juramento, lo son todo. Si eres soldado y pierdes algo de eso, es lo peor. Hay un ritual, trata de repetir el juramento mientras tienes un cuchillo clavado en el pecho. Si la persona sangra, morirá por ser un mentiroso, pero si no sangra, no puede morir en la prueba. Eso sí, los que hacen la prueba, con solo tener el cuchillo clavado, sufren mucho, hay gente que recupera el honor, pero pierde la cordura por el dolor.

    — Te entrego mi corazón— me abrí el pecho.

    — Te entrego mi alma— me apuñalé cerca del corazón.

    — Te entrego mi fuerza— me clavé el cuchillo en el pectoral.

    Me estaba doliendo a horrores, la gente solo se mantenía un cuchillo clavado en el pecho como máximo 30 segundos. Yo contaba ya más de 1 minuto.

    — Te entrego mi mente— y me iba a hacer un corte ligero horizontalmente en la frente como una marca.

    Ella

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